viernes, 22 de junio de 2007

LA ROSA

Le sorprendió con una rosa en la mano. Le miraba a los ojos, con una sonrisa tímida. El, que era inquieto, eficaz, todo un personaje y ahora, se mostraba ante ella, cortado, dudoso y con una mirada muy brillante e insegura. Le ofrecía la rosa que ella cogió y se llevó a los labios para besarla, aunque haciendo creer, que pretendía olerla.

Desde aquel día, y mientras hubo rosas u otras flores en el jardín, le llevó alguna. Solamente una. Era suficiente, para entrelazar sus miradas. Decirse cuanto había que decir, en esos momentos de éxtasis. Algún día, se atrevió a rozarle los dedos, y un escalofrío recorrió sus cuerpos. Después, cuando iniciaban sus tareas, estas se hacían menos monótonas, más alegres, más... y esperaban con ansiedad a la llegara del otro día, para sentir cada vez con más fuerza, la unión de aquellos sentimientos que surgían a raudales, y que poco a poco, iban madurando, dejando que fueran creciendo, esperando el día adecuado, para que sus labios hablaran, sus manos acariciaran, sus...

Pero llegó aquel día fatal, en que él se fue a la ciudad y ella acompañó a su familia al extranjero.

Hoy, en el jardín del instituto, donde acompaña a su hija para hablar con el tutor, se detiene delante del mismo rosal. Acaricia una rosa aterciopelada y al recordarle, le resbalan dos lágrimas de nostalgia, que al llegar a los labios, saben un poco agridulce.

Nani. Junio 2007.

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