viernes, 25 de julio de 2008

HABITACIÓN 408



Las lucecitas parpadeantes del árbol de navidad colocado en el pasillo, la entristecen. Siempre pensó que esas luces que colgaban del árbol, eran las sonrisas de los seres queridos que un día se marcharon, al menos, eso le hizo creer mamá cuando era pequeña y le ayudaba a colocar los preparativos navideños, pero colocado en este pasillo, resulta muy distinto, -piensa.

Le parece que el pasillo está triste y frío a pesar de los adornos navideños, el suelo brillante y pulcro y la calefacción en su justa medida. Sobretodo, esta sensación la nota aún más, cuando se dirige a la habitación del “chico de los atributos”, como así lo habían bautizado sus compañeros y compañeras, el día que ingresó en la 408.

Llevaba allí cuatro días y no se habituaba al lenguaje de sus colegas. Ellos estaban hechos o más bien, lo disimulaban con esas bromas naturales de lo cotidiano. Con ello, procuraban que no les afectara el dolor, la desolación o la falta de vitalidad, de las personas que pasaban por todas aquellas habitaciones. Cuerpos bellos a veces, pero mustios y en declive, cuerpos camino de un final próximo o cuerpos como en esta ocasión, del “chico de los atributos”.

Sí, parecía grosero y casi obsceno, pero había que hacer del dolor, la frialdad y la soledad, algo ameno y cotidiano, algo que resultara normal para los seres que trabajaban, además, cuando se ve todos los días lo mismo, el ser humano llega a habituarse, a bromear con lo que fuera del recinto, podría paralizar de asombro por la impotencia y la tristeza que producen.

En los pocos días que lleva en la planta, no se hace a todos estas cosas que la descolocan e incluso, hacen que se sonroje delante de los compañeros. Todo fue distinto en las prácticas y en el anterior contrato. Primero, tuvo la suerte de estar en la planta de recién nacidos. Todo era tierno allí, y aunque había que prestar mucha atención a los pequeños de las incubadoras y los que estaban malitos, todo se hacía con otro espíritu, con otra esperanza y con otra ternura. Por muy dura que resultara la jornada, se pasaba sin apenas darse cuenta, pero aquí…, aquí todo es más monótono, más duro, más frío, más…, nunca creyó que le afectara tanto la impasibilidad del “chico de los atributos”.

Nada más pensar en él se sonroja.

¡“Mira que es burra esta gente, pero es que de no ser así, como soportarlo”! Este chico tiene casi mi misma edad -piensa -, un año o dos más en todo caso y ahí, pegado a la cama, a unos tubos y a una máquina, que le mantienen con vida. Una vida que, ¿quién sabe que pensará al verse así, cuando le limpiamos y le lavamos, si nos escuchará, si…?, -sigue pensando la chica. De nuevo nota que se sonroja cuando piensa en el precioso cuerpo inerte del muchacho de piel joven y suave, boca perfecta, manos de dedos largos y los pies como a ella le gustan en un hombre.

Su compañera sabe poner apodo a todos los enfermos, -sigue pensando. A todos los bautiza y con acierto. Es muy borricona para decir las cosas, pero cariñosa y dulce cuando se acerca a los enfermos. Casi les acaricia cuando les cambia o les asea. Lo hace con tanto amor, respeto y delicadeza, que la compasión se derrama por sus cuatro costados, a pesar de las palabras que salen de su boca, le va a las mil maravillas la frase esa que dice: “Por la boca muere el pez”.

Sigue haciendo sus tareas y se sorprende, cuando se escucha a sí misma, hablar en voz alta y preguntar al chico: “¿Qué sientes y como te encuentras, como soportas esa quietud y esa impasibilidad, cómo consigues pasar tantas horas y cómo...?”

Al ser consciente de lo que está haciendo, se vuelve a ruborizar al darse cuenta que su mano está posada sobre la del chico. Es una mano de dedos de pianista, cálida y delgada y vuelve a preguntarse: ¿Qué sentirá al notar mi mano sobre la suya? Me da mucha pena saber que nadie viene a visitarlo. ¿Recordará que es un emigrante, uno de tantos que vienen a nuestro país a ganarse el pan? Según me dijeron los compañeros, salía con una chica que al saber de su accidente, vino a confirmar sus datos personales y le visitó, pero a partir de aquel día no ha vuelto, igual está asustada y le aterra hacerse cargo de un ser en estas condiciones, o igual ha dejado de importarle. Parece ser que su familia reside en un país del este, sin posibilidad de desplazarse, aunque de todas maneras, tampoco han demostrado interés alguno, ya que no se han registrado ninguna llamada interesándose por él. Es verdaderamente triste y desolador, saberle ahí, acompañado solo y exclusivamente de su soledad y sus recuerdos, ¡si los tiene!

En este instante recuerda a sus hermanos, abuelos, tíos, primos y como no, a sus padres con los que dentro de unos días se reunirá al pie de la chimenea en el cortijo de los abuelos, allí pasaran las Navidades todos juntos. Comerán y cantarán, celebrando un acontecimiento que a todos les acerca y les hace felices. Al menos en estas fechas conseguimos reunirnos, -sigue pensando-, porque ya con estar cada uno desperdigado en sus tareas, cada vez nos vemos menos, pero aún conseguimos unos días al año, para besarnos, abrazarnos y eso, a mí al menos me hace feliz.

Ahora vuelve a fijar su mirada de nuevo en el chico postrado en la cama. ¿Quién pensará en él estos días, quién le echará en falta, quién le besará y le felicitará estas Navidades?, -dice casi susurrando.

Después de haber tenido tantos deseos y recuerdos, siente unas inmensas ganas de tener guardia el día de Navidad. Ella podrá estar con su familia otro cualquier día y acercando su rostro al del chico, dice: “No te preocupes, la noche de Navidad estaré aquí contigo, para cogerte la mano, para que no estés tan solo, para que tengas a alguien que te felicite, para que podamos brindar por tu salud”.
Todo esto sale de sus labios en un semitono y muy cerca del oído del joven, como si le pudiera escuchar, como si esperara una respuesta por su parte y al incorporarse, mirando el rostro de la cama, creé percibir una dulzura distinta, e incluso alguna sonrisa y creé notar algún movimiento en la mano que hay bajo la suya. Retrocede un poco impresionada sin apartar la mirada del chico, que sigue inerte, pero si con aspecto relajado. Piensa que todo ha sido producto de su imaginación y continúa con el arreglo personal “del chico de los atributos”

Nani. Julio 2008.

lunes, 21 de julio de 2008

PREMIOS (Concedidos y recibidos)





Hoy le doy un premio, mi afecto o mi reconocimiento a uno de mis actores preferidos que hasta con esas arrugas que ya tiene está guapo. Sí, es el mismo que viste y calza ROBER REDFORD que ha hecho unas declaraciones que podéis leer si pincháis en su nombre. Si señor, me gustan los seres comprometidos y hoy Rober, te premio y te mando un besote.




Tengo que dar las gracias a Mita de "Corrientes de agua y azahar" por haberme concedido el premio "Al esfuerzo personal". Te lo agradezco Mita doblemente, por tus palabras y por tu simpatía. Creo que debería darlo a mi vez a varias personas, pero como siempre todos los ofrecidos anteriormente los he dejado para quién quiera recogerlo de las personas que por aquí pasan y dejan su huella, en esta ocasión hago lo mismo, ya que todos los que por aquí pasáis os lo merecéis. Y ahora paso a dejarlo en la repisa de trofeos. MUCHAS GRACIAS.


Nani. Julio 2008.

jueves, 17 de julio de 2008

MANUEL LA MORENA

Con esta entrada, intento complacer a Mita y a Susana que me la han pedido y muy especialmente a Driada por su amabilidad.

Dedicarla a todos los biznietos, para que conozcan la obra de quién fue su bisabuelo y el encargo se lo dejo a Mariaphan, para que corra la voz a su hermano y todos sus primos.

Todos los que hemos nacido en Alcalá la Real cuando vamos desde el Paseo de los Álamos o en el sentido contrario para por ejemplo ir a ver a la Virgen, pasamos por el Llanillo en un sentido u otro, bien por la acera del Convento de las madres Dominicas o la acera de enfrente. Normalmente no reparamos en los edificios que componen nuestro patrimonio… ¡cómo siempre han estado ahí, como que ni los vemos!

A mí me pasa que cuando llego a un sitio y me encuentro delante de un edificio nuevo pero que además es antiquísimo, disfruto pasando mi mano por sus viejas piedras, deslizar mis dedos y tocar. Tocar pensando en las personas que diseñaron esos edificios, los construyeron y estuvieron allí día a día y piedra a piedra, acabaron edificando por ejemplo una Giralda en Sevilla, una catedral en Jaén, la Fortaleza de la Mota, Palacio Abacial o el antes mencionado Convento de las madres Dominicas y estos últimos no tenemos que ir lejos a visitarlos, sino que los vemos al recorrer El Llanillo por ejemplo.

De niña me encantaba pasar mis dedos y restregarlos (digo restregarlos y no pasarlos) en esas piedras viejas, cuando iba hacía el paseo o del paseo hacía mi casa. Los “restregaba” con fuerza y luego me los tocaba y los miraba. Las yemas de mis dedos se ponían brillantes y lisas. Era para mí como si se hubiera impregnado parte de aquellos ancestros que allí estuvieron y consiguieron que aquello llegara a ser lo que a mí me ha cautivado siempre.

De todas maneras, cuando paso por El Llanillo y parte central de nuestro pueblo, desde niña lo he hecho con cierto orgullo. Un orgullo que se quedaba entre esos edificios y yo, porque no solo los antes mencionados me producen esa satisfacción, sino muchos otros y por razones muy especiales, por ejemplo la esquina derecha de la calle Veracruz,






los Explosivos, la casa donde vivió siempre "Pepe la Tercia" (el compadre de mi madre, de mis tíos, primos y de boda del abuelo), esa casa que tiene un balcón precioso desde el que vimos pasar muchas procesiones, y que da frente justo a la boca-calle Alonso Alcalá, la esquina del Juego Pelota, frente al Compás de Consolación, en el mismo Juego Pelota la casa donde estuvo correos (esa casa que hay antes de llegar a la calle Espinosa), ¡cómo recuerdo aquella casa con su patio andaluz lleno de macetas, su fuentecita con una rana verde, donde vivía la tia Mª Teresa adonde me encantaba ir sobre todo en verano porque hacía mucho fresquito, porque en aquellas blancas escaleras de caracol, he jugado y sobre todo, he leído mis cuentos de hadas con Mª Paz, he encontrado el cariño de Tere (la comadre de mis hermanos) y su familia, y hay otra cosa más, esa casa como todas las anteriormente mencionadas, la de D. Luís Abril frente a las Escuelas de la Sagrada Familia (con esa forma arabesca), las ranas que había en el paseo y que eran unas fuentecitas en los laterales (hoy están cambiadas), hechas con ladrillos árabes o arrayanes y su ranas verdes, su chorro de agua en el centro, muchos otros edificios de nuestro Llanillo, calle Real, calle Veracruz, Alonso Alcalá, Santo Domingo (frente a la Cruz de la calle Rosa donde nací), el colegio de Cristo Rey donde yo estudié y que era igualito a la casa en donde vine al mundo y así, un montón que ya ni existen, yo exactamente no recuerdo y tampoco puedo demostrar, fueron construidas por alguien que los alcalaínos apenas unos cuantos, sabemos quién fue. Bueno, yo si sé quién fue aunque no le conocí ya que murió (como tantos españoles murieron de esa manera injusta que mueren los hombres en una guerra y más injustamente, en una guerra civil como fue la española), mucho antes de que yo naciera y por eso estoy hoy contando todo esto. Ese hombre, fue el padre de mi madre, de mis tíos y por lo tanto mi abuelo y abuelo de mis hermanos y todos mis primos.


¿Quién era este hombre?



Como he dicho ya, fue mi abuelo y todo lo que voy a contar son recuerdos. Son las cosas que mi madre me contaba de su adorado padre.

Aquel niño que nació en Alcalá la Real un día de diciembre de 1879, bautizado con el nombre de MANUEL e inscrito como MANUEL LÓPEZ RAMIÍREZ, comenzó de muy niño ayudando a su padre Juan de la Cruz y a sus tíos en las tareas de albañilería, acarreando el botijo para calmarles la sed y como demostró más tarde, fue un niño muy despierto que aprendió el oficio, sin descuidar sus estudios aunque primarios, de tal manera que pronto y muy joven ya supo dirigir sus propios edificios, diseñados por él mismo, dibujando sus propios planos, dibujos de decoración y un largo etcétera. Creativo y autodidacta, que, como dice mi primo Manolo, que conserva sendos libros de arquitectura, muy voluminosos, llegó a matizar y comentar con notas manuscritas del abuelo.

Colaboró con él D. Pedro Ríos, como delineante, que luego sería maestro de dibujo de tantos alcalaínos (a mí me tiró de las orejas en más de una ocasión, porque decía que no me parecía al abuelo, ni a mis hermanos con el lápiz y el papel) y que, merecidamente, hoy Alcalá honra su memoria dando su nombre a una calle.

A una temprana edad, formó una familia con la que fue mi abuela María teniendo con ella seis hijos, mi madre la penúltima de ellos, después y en segundas nupcias, tuvo a su último hijo que aún vive, pero que está muy malito para aportar datos, ni le recuerda ya que cuando el abuelo murió él era un bebé o un niño de corta edad.

Ahora dejo que los recuerdos sentimentales se evaporen un poco y voy a intentar hablar de lo que verdaderamente nos ocupa, que es la obra de este alcalaíno que supongo es lo que interesa al que ahora lea esta historia.

Según me contaba mi madre, fue un experto diseñando escaleras de caracol. Siempre he escuchado que diseñar y terminar una escalera es bastante difícil, pero si ya la queremos de caracol la cosa se complica y en la época en que mi abuelo desarrolló todo su ingenio, los avances técnicos que hay hoy no existían ni por un casual. Los planos los hacía a mano y a plumilla, utilizando tintas de varios colores, creo recordar que eran negro, azul y rojo, era yo muy pequeña cuando todo se quemó, pero eran cosas que significaban mucho para poderlas olvidar del todo (recuerdo una habitación bien grande, llena de rollos de planos), así como las fotos de tamaño enorme del abuelo, la abuela y resto de familia.

Cuando quedó viudo mi madre tenía tres años y ya, su padre era un hombre importante. Por entonces ya hacía edificios en nuestro Llanillo por ejemplo y por supuesto, las casas principales de todos los más pudientes del pueblo y alrededores, utilizando como medio de locomoción una mula bastante bien "plantá", según la recordaba su hija Encarnita (mi madre). Después, como ya su fama fue creciendo y demandado de otras ciudades más lejanas, aprovechó lo que la técnica de entonces ofrecía y junto a su amigo D. Luís Abril, adquirieron ambos los primeros coches de motor que hubo en la ciudad, siendo comprado en Granada el de mi abuelo (foto) y con matrícula nº 802, (esta información se





la tengo que agradecer a nuestro cronista oficial D. Domingo Murcia y a la señora “Ángela Morales”, que nos ha entregado esta foto y que estuvo en su poder hasta hace escasos días) y conducido por un chofer, muy leal y muy discreto y simpático, que llegó a destrozar 3 coches, un Fiat, un Buick y un Peugeot, por aquellas carreteras que nos dejó el General Primo de Rivera. Creo recordar le apodaban “Cabeza Hueca”, (un prenda debió ser a razón de dicho apodo). Así, empezó a ir a reconstruir iglesias gratuitamente y edificios importantes, como mejor promoción de sus habilidades en pueblos cada vez más alejados ya que su fama se iba difundiendo de boca en boca y la admiración por su trabajo, fue creciendo. De esa manera hizo casas con el típico patio andaluz utilizando arrayanes y mármol blanco, la típica fuente corriendo el agua todo el día y lo más importante, las fachadas del estilo de nuestro Llanillo.





(Ultramarinos del compadre, ahora ocupado por una tienda de ropa)




(Fachada completa de la casa de su compadre “Pepe La Tercia").

Llegando a dominar la Escalera de caracol (normalmente en mármol blanco) la técnica de estucado a fuego, imitación a mármol y el azulejo de tradición musulmana que usaba en zócalos y tímpanos de las que han quedado constancia en el Balneario de Frailes, Santa Ana, Martos, Almedinilla, Priego, Jaén, Cabra, Córdoba, Gran Vía de Granada e incluso llegó a tomar parte en la restauración de algunas de las bóvedas mozárabes de la Alhambra, Málaga, donde construyó 9 villas de las que sobreviven a la piqueta 2, una de ellas construida por encargo de su cuñado D. Rodrigo Muñoz Paredes, en la Huerta del Rincón, de Torremolinos, probablemente también la Casa Navajas, divisando en la playa del Bajondillo también en Torremolinos, donde tengo entendido quieren hacer un museo.

Mención aparte merece, Villanueva del Arzobispo, donde empezó arreglando la techumbre de la iglesia principal y terminó concluyendo el coro, y entre medias construyó ocho preciosas casas características de él. La primera se la encargó el Juez de Villanueva, que se conocieron en los baños de Marmolejo donde iban a reponerse las respectivas esposas. Era el abuelo un gran maestro albañil, pero debió ser también un gran relaciones públicas. De cualquier situación sacaba un encargo. Parece ser hizo sus mejores construcciones, entre ellas, una que incluía una reproducción del Patio de los Leones de la Alhambra. Los villanovenses están muy orgullosos de este patrimonio. Los mayores recuerdan que aquellas casas las construyeron unas cuadrillas de albañiles que viniendo de Alcalá la Real, a finales de los años 20, estuvieron trabajando varios años. Antecesores y parientes de Paco Rosales, el cura, estuvieron al frente de aquellas cuadrillas, y muchas otras ciudades que me resulta imposible recordar con exactitud, aunque según contaba mi madre, continuamente se desplazaba a Madrid, para además de informarse en las nuevas tendencias (Eclecticismo entre otras), ilustrarse visitando museos y comenzar a prodigarse cuando estalló la guerra civil.

Todas estas cosas las contaba mi madre con un orgullo y una satisfacción increíbles, pero el motivo es que al ser ella muy pequeña (por entonces también había muerto su hermana mayor) y quedar sola entre chicos, él prefería llevarla consigo. En las mañanas mientras él trabajaba y hacía sus gestiones, a la niña la dejaba en un colegio de monjas (en régimen de internado), para que prosiguiera sus estudios infantiles y luego en la tarde, la iba a recoger y visitaban juntos los museos, exposiciones y todos los eventos que a él le llevaban a la capital madrileña, por lo que era comprensible ese recuerdo tan fastuoso de mi madre: “Ninguna niña de la época (años 1925-1930), tenía ese privilegio”. Recuerdo con cuanta admiración, hablaba de la Exposición Iberoamericana de 1929 de Sevilla. Ella estuvo allí con él y en las mismas circunstancias (en régimen de internado durante todo el día menos por las tardes) que juntos recorrían pabellones, museos, edificios (tenía un recuerdo especial del “Parque de Mª Luisa”, debieron pasarlo muy bien allí) y todo lo que por entonces hubo en aquella feria de muestras, inaugurada por el Rey D. Alfonso XIII, y así, en tanto y tantos eventos a los que la llevó.

Pero bueno, voy a seguir con la figura del abuelo y su obra. Todo esto que ahora reflejo es lo que apareció en el programa de la Virgen de 1991 y el libro “ALCALÁ LA REAL, Patrimonio Arquitectónico y Urbano” y que fue posible a los recuerdos de todos mis hermanos y primos y por supuesto, el interés mostrado para estas publicaciones de Fco. Javier González que estuvo varias veces en casa (no le pude ofrecer sino tan solo recuerdos) y José Mª Rosales. En su día el cronista Domingo Murcia, Juan Cano Valverde y algunas personas más, que estuvieron muy interesados en su obra y no podían creer que en casa no hubiera nada, pero ya les dije a todos muchas veces, que fui testigo y artífice en cierto modo de la destrucción de todos los planos, objetos personales y fotos del abuelo. Un día cuando aún yo era muy pequeña, mi madre me pidió que la acompañara a la casa donde ella y yo nacimos, (la casa del abuelo en la calle Santo Domingo, frente a la Cruz). Fuimos y recogimos todos los rollos de planos (tuvimos que dar bastantes viajes), los objetos personales y todas las fotos. Parece que lo estoy reviviendo otra vez de nuevo y se me encoge el estómago y de nuevo el nudo ese que se hace en la garganta, vuelve a hacer de las suyas. Como decía, recogimos todo y en la casa donde vivíamos por entonces, mi madre abrió la mampara de una chimenea que había en una de las habitaciones antes de llegar al patio (creo que fue la única vez que se abrió aquella chimenea) y empezó a apilar rollos que yo le iba acercando, cuando le pareció que estaba bien llena le acercó una cerilla y a partir de ahí, todo se fue quemando (recuerdo la foto grande que había en el salón de la otra casa, era más grandota que yo) y como decía, fotos, planos y todo fue desapareciendo, mientras mi madre lloraba y lloraba (nunca he podido olvidar aquel llanto callado y dolido, nunca lo he olvidado ni lo podré olvidar, hoy aún me duele, ¡me duele mucho!, porque sé y sabía entonces aunque tenía muy poca edad, que con aquellas llamas se quemaba parte de mi herencia y de mi pasado, porque siempre supe que con aquellas llamas y el humo que desprendía, se iba algo que me pertenecía y que nunca ya tendría y eso…, eso ¡DUELE!

Sí, todos los alcalaínos y todas las personas cuando escuchan decir esto se confunden y se extrañan. ¿Por qué si mi madre que adoraba a su padre quemó todo lo que a él pertenecía?, la verdad es que aparentemente no tiene sentido pero se cansó de que hubiera personas que se aprovecharon de todos los objetos del abuelo y llegó el día que dijo: “¡Se acabo!” y con el fuego todo se terminó. Hubo personas muy cercanas que la quemaron (moralmente) a ella y de igual manera terminó con todo, pero eso sería otra historia.

Creo haber hecho una pequeña semblanza de quien fue ese hombre que llamaban “MANUEL LA MORENA” como recuerdo de un apellido de algún ancestro, “Sánchez de la Morena”, que apenas conocemos porque murió muy joven, con tanto hermoso por crear y por hacer, (a los 56 años) y como todas las personas que mueren en una guerra de forma injusta y sin sentido. Unos dicen que tenía mucho genio. El genio se le atribuye a que cuando sus trabajadores estaban construyendo y llegaba a ver como iba la obra que debía dirigir, si no le gustaba el trabajo realizado, se quitaba la chaqueta, se remangaba la camisa, cogía el pico y tiraba lo que habían hecho. Después reconstruía él mismo con sus manos lo que quería que se hiciera y que a la vez enseñaba como debía ser. Otras personas me han contado, que como además era el encargado de las obras del Ayuntamiento, cuando había falta de trabajo y no cobraban los albañiles, por las noches mandaba levantar una de las calles más anchas y largas de la ciudad (calle Real) y claro, por la mañana "nadie sabía que había pasado", por lo tanto lo que urgía era llamar a los parados para que aquello se arreglara. Pero destacó por una imparable ascensión social, hijo y nieto de modestos albañiles se codeó con la “creme de la creme”, no como el comparsa “piojo revivío” o nuevo rico útil porque paga las consumiciones y pasea en el coche, “Cabeza Hueca” al volante, sino como uno más y esto es lo sorprendente, mas aún imaginando a aquella Alcalá, del primer tercio del siglo pasado: Promovió con otros el Teatro Martínez Montañés, figuró en la escritura fundacional del Partido Liberal de Alcalá, con un buen puñado de muy respetados y respetables señores de aquel entonces, y creó mucho empleo y pagó muchos salarios en invierno con las obras paradas, y creó mucha belleza.

Como veis, aquí la polémica está creada, la envidia y los terribles desacuerdos y por lo tanto, el motivo parece ser de que fuera fusilado y que tampoco le conozcamos aunque desde el 11 de mayo de 2004 tiene en pleno concedida una calle, como reconocimiento simultáneo al también merecido por el alcalde Matmala, para ambos reconocimientos se recogieron gran número de firmas, también simultáneamente, pero parece ser que para el abuelo no ha habido ocasión de hacer efectivo aquel rancio acuerdo, por el que trabajó con denuedo, enfermo como estaba, D. Juan Cano Valverde, incansable valedor de la causa, que falleció sin ver materializado su logro, ¿será que aún quedan resquicios y dobles raseros de esa horrible guerra? ¿Hubo tomadura de pelo? Esa es una pregunta que me hago y que no sé responder, pero que creo se la haré algún día a mi alcaldesa, que me consta está al corriente del asunto.

NOTA: Sin la colaboración de mi primo Manolo, los datos aportados que son la mayoría y sus recuerdos, no hubiera sido posible esta “semblanza“, que me han pedido para que quede constancia de su obra en mi ciudad.

Gracias primo, sé que hoy tu hijo, tu padre, mi madre, el abuelo y resto de familiares como el tío Paco que con 15 años se fue a vengar la muerte de su padre y murió en la "Ciudad de la Luna" de frío, nos van a sonreír un poquito desde donde estoy segura están reunidos.


Nani Canovaca López y Manuel López Muñoz.

Fotos: Antonio J. Serrano Canovaca.

ALCALÁ LA REAL y MADRID. Julio 2008.

domingo, 13 de julio de 2008

EL MUSEO DE LAS ALEGRÍAS




“Sólo echamos de menos un museo de alegrías”

“MUSEOS Y CAMPAMENTOS”

(Mario Benedetti).

En mi última escapada a la ciudad, decidí pasear por calles que no conocía. Pensé: “Si tengo que venir asiduamente, lo menos que debo hacer es familiarizarme con estas calles”, así que pensado y hecho. Cuando llevaba un rato caminando, me llamó la atención el rótulo en una fachada de mármol negro. Ya no se acostumbra a ver esos adornos en los edificios modernos, - seguía pensando. Me quedé mirando y recordé la esquina de enfrente de mi casa. Era de mármol gris y nos gustaba arrimarnos a ella todos los niños haciendo apuestas para ver quién aguantaba más rato pegado a ella, cuando el sol de agosto le estaba pegando. Recordé como a veces nos hicimos hasta alguna quemadura para poder ganar la apuesta y llegar a ser el ó la más valiente.

Pero a lo que iba. Al mirar la fachada y leer lo que allí estaba escrito, me quedé parado y leí una y otra vez: “Museo de las alegrías”. Como decía me quedé parado y pensando que podía encontrarse allí. Miré mi reloj de pulsera para calcular el tiempo que tenía hasta la hora de vuelta y comencé a imaginar cosas: “Podía encontrar payasos” (a mí me gustan mucho y me encanta reírme), pero claro –pensé de nuevo-, para eso ya están los circos. “Podía haber niños pequeños empezando a caminar y hacer sus primeras piruetas” (a mí, esas cosas me contagian alegría y dulzura), pero para eso, - volví a pensar-, ya están los hogares donde crecen los hijos al cuidado de sus padres. “Podría haber ahí dentro un pequeño país, donde no existan las guerras, ni la envidia, ni los celos, ni el egoísmo, ni…, ufff, tendré que entrar para averiguarlo, ¡es demasiado tentador!”

Volví a echar un nuevo vistazo a la hora y pensando que quizá no tuviese suficiente tiempo, quise convencerme y dejarlo para otro día, pero por otra parte, pensaba que no podría vivir con la impaciencia y la curiosidad que me embargaba, así que sin dar más vueltas, empujé la puerta de cristales relucientes. Al mismo tiempo salió un gentil caballero a recibirme al que pregunté: “¿Es muy entretenido y me llevaría mucho tiempo visitar el museo?”, a lo que el señor respondió amablemente: “Depende mucho de cada persona. Hay veces que en un momento salen los visitantes con una sonrisa y se les nota satisfechos y otras, que a pesar de llevar dentro horas, salen malhumorados y diciendo que no comprenden nada de lo expuesto, como le digo…, depende de cada cual, pero de todas maneras, nosotros no nos vamos de aquí y siempre podrá volver las veces que guste”.

“Claro.., no lo había pensado, -dije-, si no tengo tiempo de verlo todo, prosigo el próximo día”. Y sin darme tiempo para cambiar de idea, empujé la primera puerta que me indicaba el señor de la entrada.

Allí encontré una habitación con mucha luz y en el centro, una mesa y encima de ella, un frutero repleto de frutos muy apetecibles. Esa luz inmensa inspiraba tranquilidad y paz. Sin casi darme cuenta, cogí un racimo de uvas y pasé a la siguiente sala mientras mordisqueaba uva tras uva. Allí no había luz y me desconcerté un poco mientras encontraba la llave para encender. Cuando di la luz me quedé más desconcertado aún. En la sala no había nada y tras quedar parado y pensativo por unos momentos, rompí a reír con todas mis ganas. Cuando me recuperé, apagué de nuevo, me volví por donde había entrado, cogí una ciruela verde, le di la mano al caballero que me había recibido, le agradecí su amabilidad y salí a la calle lleno de gozo.

Nani. Julio 2008.

miércoles, 9 de julio de 2008

LAS CEREZAS





Las cerezas me ha sido imposible recogerlas. Esta mañana con esa intención me fui al campo. Cogí mi sombrero de paja, mi cesta de mimbre y el corazón dispuesto a emprender una pequeña caminata y una recolección generosa pero no en demasía para que el camino de vuelta, no fuera en exceso pesado.

Cuando casi estaba llegando a la finca de los cerezos, estaba la mañana recién amanecida. El paseo había resultado una delicia. Los trinos de los pájaros me han acompañado, así como la brisa fresca de la mañana y el rocío salpicándome los tobillos.

Al llegar a una pequeña colina que tenía que cruzar antes de divisar los cerezos y al mirar al frente, he quedado atrapada. Me senté para ver terminar de salir el sol por detrás del montecito de los Cipreses. Tan embelezada he quedado, que cuando quise darme cuenta, el sol apretaba como suele apretar en el mes de julio, así que me he dado la vuelta con mi cesta vacía, la mirada plena y el corazón brincando por el paisaje retenido.

La cesta como decía, ha regresado vacía pero yo he vuelto llena y mañana..., mañana volveré a por las cerezas.

Nani. Julio 2008.




domingo, 6 de julio de 2008

PAVOR EN LA NOCHE II

"Se que estás en un rincón de la casa y no puedo moverme, estoy petrificada, helada y empapada en sudor".

¡No puedo seguir así, debo moverme!

¡Debo salir de este letargo y de este malestar que me mantiene petrificada!

Intento mover las piernas y no puedo.

Intento levantar los brazos y me pesan como si los tuviera sujetos con pesas de hierro.

Quiero abrir los ojos y los párpados no me responden.

Intento acordarme porqué estoy en este estado y solo recuerdo que bebíamos vino en la mesa del salón y nos disponíamos a bridar como en otros aniversarios anteriores.

Quiero gritar y mi garganta no responde.

Cada instante que pasa en esta oscuridad y esta frialdad, me causa más pavor.

No puedo incorporarme, todo me pesa y no reconozco donde me encuentro.

El aire me falta, la respiración se me hace casi imposible y creo que me voy a desmallar.

Noto como me zarandean, abro los ojos y te veo frente a mí.

El miedo es tan espantoso, que ya no logro ver nada más.



Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. He intentado complacer a quienes me habeis pedido que el relato "Pavor en la noche" lo continuara. Reconozco que me cuesta retomar un relato que dejo abierto para que cada cual pueda pensar lo que se le ocurra. Para mí es un disfrute hacerlo así y como os digo, me cuesta proseguir algo que por mi parte estaba concluido, por eso os ruego me disculpeis. ¡No he quedado satisfecha..., pero lo he intentado!

Nani. Julio 2008.