jueves, 24 de junio de 2010

EL HUESO DE LA CEREZA



Por fin había encontrado el establecimiento que vendía aquel artilugio que tanto necesitaba y que la temporada pasada tuvo que jubilar por no dar ya más de sí mismo. Se trataba de un aparatejo que ni sabía su nombre, pero que en la temporada de la recolección de la cereza, era sus pies y sus manos cuando llegaba el momento de quitar los huesos a tan apreciado fruto. No era ni eléctrico ni demasiado sofisticado, manual y bastante lento, pero había sido lo único encontrado en el mercado, que no estropeaba el fruto al mismo tiempo que deshuesaba la cereza que para ciertas confituras, jaleas o licores era imprescindible hacer.

Lo había visto anunciado en un catálogo de esos que dejan en los buzones y que normalmente va a la bolsa del reciclado de papel, pero que por no se sabe que razón, se le había quedado en las manos cuando con prisas recogió las cartas del banco y todos los demás anuncios y entraron con ella al servicio donde aprovechó para hacer el apartado de cartas servibles y las que no. Como solo había tenido un sobre y aquel catálogo, mientras terminaba sus necesidades le echó un vistazo a aquello que además sabía no compraría nunca, hasta que su vista se detuvo en el artilugio que le iba a salvar la vida.

Y allí se encontraba, en la dirección que le indicaba aquel catálogo, empujando un carrito de compra y mirando estantes atiborrados de género seguramente venido todo él de China o Corea.

No solía entrar en este tipo de establecimientos ya que le dolía pensar que eran objetos fabricados por niños o personas a las que se les explotaba de manera inhumana, pero he aquí que alguna vez se cae en la tentación y se guardan los prejuicios en el bolsillo del pantalón y además, bien escondido para que el remordimiento no haga demasiada pupa.

Cuando se acercaba al lugar del menaje de cocina y hogar, vio su adorado artilugio, le miró el precio y como pensó que no era excesivo en vez de coger un artículo, fueron tres los que puso en la cesta. Sabía que de darle otra tunda como la del año anterior, si no acababa de la misma forma sí terminaría semijubilado y no pensaba pasar otra irritación como la de los últimos días que casi debió hacer la tarea sirviéndose de la puntilla y mucha habilidad en sus dedos.

Cuando terminó de poner el trío en la cesta y como no pensaba adquirir más objetos en el establecimiento, terminó el largo pasillo para dar la vuelta y salir al paralelo e ir a la caja y abonar el importe, cuando se dio cuenta que se hallaba en un laberinto que no tenía salida posible, si no hacía el recorrido por un lugar tenebroso que le indicaba una flecha con la palabra “SALIDA”. Recordó los relatos a los que tan aficionada era y que acababan en otra dimensión, o los de Deutsch. Lo cierto es, que en su casa la buscan desde hace ya más de una década.

Nani. Junio 2010.

viernes, 11 de junio de 2010

LA HORTICHUELA




© Paisaje de La Hortichuela. Foto hecha el 9 de junio de 2010.

Desde la ventana vio asomar a lo lejos el coche blanco y ya no supo como reaccionar. Sabía que en cualquier momento podía ocurrir y por eso se asomaba continuamente. De volver, aparecería por donde le estaba viendo llegar, pero hasta que no fue real la escena, no dio crédito al hecho. Notaba como le bombeaba la sangre en las sienes, en las muñecas, en las corvas, en la garganta y el corazón aceleraba los latidos de manera que de haber estado alguien en la misma habitación, hubiera escuchado el “tic-tac” casi como el del carrillón del despacho del tío Honorio. Quería apartarse de la ventana, quería salir corriendo, quería gritar, pero ni las piernas, la garganta, ni el cuerpo entero respondía a sus deseos. En este instante ya no admiraba el paisaje, ya no veía la casita de la abuela Manuela al frente, ni los olivos, tampoco reconocía el baile acompasado de las hojas en la copa del álamo que tanto le gustaba mirar. Ni el cerro del fondo, ni las nubes del día lluvioso que se había presentado, no, ya tan solo tenía ojos para el vehículo que parsimoniosamente se aproximaba al mirador. Tuvo un ligero vahído y se agarró con fuerza a la silla que tenía al lado. Duró tan solo un segundo, se irguió con fuerza, aspiró una fuerte bocanada de aire y sin premura se retiró de la ventana. Bajó las escaleras muy despacio, fue a la salida de la casa y antes de abrir la puerta, ya se escuchaba el ruido de un motor cerca. Supo que a partir de aquel instante, su vida daría un giro de noventa grados. Supo que la vida volvería a tener sentido, supo que dentro de aquel coche llegaba la vida que se había detenido hacía ya dos inviernos.

Nani. Junio 2010.

viernes, 4 de junio de 2010

PRIMERA Y SEGUNDA






Los dibujos se los cojo prestados a http://mariapahn.artelista.com/



La escucha con admiración y perplejidad. Las razones que da al señor que la interroga son tan convincentes, que se olvida de todo para tan solo saber más de lo acontecido.

Cuando habla de su hija los ojos le brillan y piensa si ella podría hacer lo mismo. Intenta empatizar y el vello se le eriza.

La interrogada dice que ha cumplido ya los ochenta. Mira a la persona de parecida edad que tiene cerca y no puede evitar la comparación.

La que habla toda fortaleza, la otra que lo ha tenido todo, cree no tener nada.

La primera lo perdió todo al desaparecer su pequeña flor.

La otra, perdió la alegría al creer que no era suficiente.

La primera dice que lucha por encontrar el pequeño capullo que brotó de aquel rosal que le robaron los uniformados, que ese es su objetivo y que no va a descansar hasta encontrarle.

La otra no dice nada, vive para regodearse en su acidez.

La primera parece una joven llena de energía.

La segunda está ajada y apagada.

La que está llena de vida su finalidad es darla.

A la otra, apenas le queda esperanza ni ilusión.

La primera brilla porque su meta está llena de esperanza.

La segunda no sabe que hay algo más y sigue amargada en su regodeo.

La primera sonríe con amor, la otra sigue en su ignorancia.

La primera sigue resplandeciente en la pantalla del televisor. El presentador le da las gracias, la despide y le desea suerte: “Ojalá encuentre a su nieto, no pierda la esperanza”.

Esta contesta al presentador: “Las abuelas de Plaza de Mayo no la perdemos”.

La otra mira la pantalla, pero ni se ha enterado, sigue en otra galaxia.

A esta segunda, la mira su nieta y sin apenas darse cuenta, seca una gotita que le resbala por el rostro.

Nani. Junio 2010.