
No fue ni inteligente ni muy observadora. A ella le gustaba la buena mesa y tener un buen cobijo cuando hacía frío. Le importaba poco lo que yo pudiera pensar, lo que yo hiciera o si tenía pensado seguir siempre a su lado.
Me gustaba mucho y llegué a quererla, pero a ella solo le importó mi cartera y lo esplendido que fuera, todo lo demás le trajo siempre al fresco.
Lo que no se esperaba es que dentro del bolso de piel que se compró, cuando fuimos a recogerlo y a pagarlo, el empleado le incluyera un sobre que yo le había entregado en un momento en que ella estaba decidiendo que la próxima compra sería un bolso de piel de cocodrilo.
Cuando llamé al piso que compartía con una amiga, esta me dijo que había recogido todos sus enseres y que había vuelto a la ciudad donde un día me la encontré. Según me contó su amiga, le había dicho que ya había dejado de quererme y que decidía poner tierra de por medio.
Por primera vez, demostró tener algún amor propio y alguna dignidad.
Nani. Noviembre 2008.