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viernes, 10 de julio de 2020

SÍ, ESTARÁ


Terminó muy cansada. Pudo librarse del contagio pero por puro milagro. No pasó lo mismo con muchos de sus compañeros y cuando al cabo de los cuatros meses volvió a ver a sus padres sabiendo que no correrían peligro, se quedó con ellos. A los amigos los vería más adelante. Si iba a la tienda del barrio siempre lo hacía protegida, ya que sabía bien como esta cosa a la que llamamos “bicho” (cuando nos da miedo algo, lo bautizamos con un nombre que produce menos repelús, la cuestión es ponernos una pantalla delante) era muy peligrosa, sobre todo para sus familiares ya con algún achaque y con cierta edad. Recuerda los aplausos de los confinados, mientras en los hospitales caían exhaustos tanto ella como sus compañeros. Dormían donde podían si el momento les dejaba dar una cabezada. Lo de comer era otra cosa, además de haber perdido las ganas, preferían descansar aunque fuera tumbados en el suelo pelado de los pasillos. Hoy cuando está merendando en el balcón junto a sus padres, ve pasar a un grupo de chicos sin protección y con unas bolsas que se suponen botellas para ir a algún lugar a hacer un botellón. Piensa en lo olvidadizos que somos los seres humanos. La madre los mira, baja la mirada y calla. Ella, adivina que está pensando pero tampoco dice nada, sabe que si en el trabajo la necesitan de nuevo allí estará, porque nació con esa condición, pero le cuesta entender el egoísmo de otros a los que no parece importarles su vida, la de sus compañeros y las de los que se han quedado en el camino que incluso algunos, son sus propios familiares. No lo entiende a pesar de saber que cuando sea necesario, allí estará.

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Nani. Julio 2020

miércoles, 10 de junio de 2020

FELICIDADES MAMÁ


Mi homenaje a las madres que no han podido despedirse y a los hijos que tampoco.

Querida mamá, sé que hace ya un mes que pasó el día de la madre. Antes de nada quiero que me perdones no haberte escrito la carta de todos los años, pero es que este todo ha sido distinto. Es verdad que estaba lejos, cosa que no impidió que te escribiera otros años, pero como te digo, este ha sido distinto. Estábamos encerrados. Nos habían prohibido salir y eso ya me limitaba decirte lo que sentía, me he sentido acorralado y para colmo…, mamá no lo puedo asimilar. Si hubieras sido tú, estoy seguro que hubieras removido el cielo con la tierra para que hubiera tenido tu felicitación, para que me hubieras deseado que fuera feliz, que me cuidara, que comiera, que me diera algunos paseos bajo el sol ya que al pasar el invierno, siempre me dices que las vitaminas escasean y el sol es muy bueno. Nunca nombrabas qué vitamina era. Tú nunca has sabido que se trataba de la vitamina D la que proporciona el sol, porque todas las metes en el mismo saco, daba lo mismo que fuera la C, la A o el calcio, todo iba englobado en el taper de las vitaminas y listo. Ahora me acuerdo tanto de aquello que tanto insistías por la mañana cuando me hacías un zumo de naranja. Tu empeño era que había que tomarlo rápido para que no se le fueran las vitaminas. Me acuerdo cuando te dije que era un bulo. Contestaste que eso era lo que había que hacer y que no te contradijera. Ese genio tuyo, que cuando alguno de nosotros te descolocábamos salvabas la situación con un: ¡Eso es así y nada más! Cuánto echo de menos esa exclamación tuya y tantas otras. Cuánto me gustaría que todo fuera como siempre, pero no es y me tengo que hacer a la idea. Volveré mamá a escribirte todos los años aunque sé que ya no recibirás mi felicitación (o sí), pero lo haré a su tiempo. Este año no he podido, no podía asumir que dos días antes me llamaran del hospital de nuestra ciudad y me comunicaran que te habías marchado para siempre. Me dijo la persona que se encargó de darme tan mala noticia, que no habías estado sola, que Sonía fue la encargada de cogerte la mano hasta que ya te fuiste. Que le dijiste que me querías mucho y que siguiera adelante como siempre me enseñaste. Mamá, te prometo que lo haré pensando siempre en ti y que te llevaré en el alma. Este año mamá, cuando ya pueda volver a casa para ordenar todas tus cosas, buscaré a Sonia y le daré la mano, esa que retuvo la tuya hasta que dejaste de ser. Feliz día mamá. Feliz día y perdona que haya sido un mes después, pero es que hasta hoy no he podido hacerme a la idea de verdad. Mamá te quiero. Mamá siempre te voy a llevar muy cerca y siempre sabré que soy un ser humano, gracias a ti que me enseñaste a valorar todo lo que tengo, lo que aprendo y a los que me rodean, porque me educaste para ser parte de la sociedad, de la vida. Gracias mamá por todo. Recibe un fuerte beso allá donde estés.





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Nani. Mayo 2020

domingo, 7 de junio de 2020

PACHAMAMA





El día que no podáis disfrutar a la orilla de una playa, arropados por las olas de un mar suave y cálido.

El día que no podáis gozar un duerme vela en otoñó, arropados con una manta de hojas caídas.


El día que no veáis el cielo (a veces pasa más de lo que quisiera), por estar cargado de contaminación.

El día que la lluvia sea ácida (más aún), provocada por la mano humana.

El día que la nieve no os proporcione un manto de humedad para todo el año.

El día que vuestra mirada no perciba una margarita en primavera, una amapola, un lirio o la odiada gramínea en una cuneta.

El día que mi mirada se apague.


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Nani. Junio 2020


sábado, 6 de junio de 2020

LOS LIBROS


Mis padres eran unos grandes lectores y eso lo he heredado de ellos. Cuando era pequeña me aficioné a leer el periódico que todos los días llevaban a casa y me encantaba empezarlo por la última página. Las primeras hablaban de política y de economía y eso no me gustaba, pero las viñetas, los anuncios de pérdidas, la carta al director (mi madre decía que era muy rara), las esquelas me encantaban, pero no es que fuera rara es que algunas eran bastantes curiosas e incluso hasta divertidas. Como decía, ahí empezó mi afición a la lectura. Después llegaron los comic y más tarde los libros juveniles que intercambiaba con mis amigos. Esa afición sigo teniéndola y normalmente nos vamos haciendo un listado de todos los títulos que van editándose o releemos tanto novela, relatos, microrrelatos, poesía, testimonio, ensayo o lo que nos vamos encontrando y nos gusta. De vez en cuando algo de teatro aunque nos hemos propuesto hacerlo más asiduamente. Como también colaboramos en la edición de la revista literaria “La Tregua”, la incluimos en los intercambios programados. Para este mes ya tenemos nuestra programación.

La lista de María que es la poeta del grupo, es la siguiente:

“Una manzana en la nevera” de Claudia Sánchez, “Mar de chuvia seca” de María José Viz Blanco y “Un desastre delicioso”, de Olga RT. Para el mes que viene, nos propone poesía clásica que de vez en cuando nos gusta releer e incluso comentar en el club de lectura.

A mí que me gusta la novela, por lo tanto he preparado:

“La bailarina de Auschwitz” de Edith Eger, “La sonrisa Etrusca” de José Luis Sampedro y “La voz dormida” de Dulce Chacón. Para el mes que viene estoy preparando novela negra y de intriga que me gusta mucho.

La lista de Marta es de microrrelato y son:

“El árbol de los cuentos” de Luis Mateo Díez, “Fuera de Temario” de Manuel Espada y “Las hormigas también gritan” de Ignacio Rubio Arese. Para el próximo mes, dice que nos traerá seguramente “Rayuela” de Cortazar, así que tendremos maga y disfrutaremos con ella, entre otras cosas.

Estoy segura que un mes más, vamos a disfrutar leyendo y después comentando. Hay muchas personas que están copiando esta afición nuestra de intercambiar libros. Resulta con ello, que podemos leer más variedad y no tener tan cargadas las librerías de casa con todo lo que nos apetece leer. De todas maneras no olvidamos pasar por la biblioteca municipal, ya que a veces no nos viene bien invertir y lo hacemos de esta manera que también tiene su encanto; bueno, yo diría que mucho encanto.


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Nani. Junio 2020

miércoles, 3 de junio de 2020

UNA CIUDAD



Empezaba la ciudad a desperezarse, con un poco de prudencia y un tanto de recelo. No todos cumplían el protocolo y el miedo de los más cautos y de riesgo, se difuminaba o se percibía por debajo de las losas de la acera, en las esquinas de las plazas, en el puerto junto a las barcas de los pescadores o el paseo marítimo. También en los parques infantiles que deprimidos, lloran en silencio porque les faltan las risas y jolgorio de los que no entienden el vallado de sus mecederos, toboganes o recovecos por los que empiezan a encoger el ama al perderse, de las miradas paternas.
Con pena ve madrugar a los más responsables que enfundados en sus mascarillas, guantes y responsabilidad adherida al cinturón e incrustada a los  bolsillos del pantalón, donde llevan la tarjeta de crédito con lo que aconsejan se hagan los pagos de lo necesario para la semana y la respiración entrecortada. También observa a los barrenderos y a los que después llegan con la desinfección de las calles, enfundados en esos buzos horribles, donde disimulan las lágrimas que se enganchan a las gruesas gafas protectoras que a veces empañan y no acaban de ver lo sucio que el mundo les muestra.  
Ve al ejecutivo que enfundado en su traje, corbata y maletín de piel en la mano, se abre paso altivo y desafiante, gritando a los humildes trabajadores que con dinero nada pasa y puede que la suerte les proteja, porque es bien sabido que “al perro  flaco todo se le vuelven pulgas”, aunque eso nunca se sabe.
La ciudad gusta mucho de gente sencilla, alegre y despreocupada e incluso muy preocupada por su vida, por la fasta de trabajo y por lo rutinario del ser humano.  Y la gente normalita siente lo mismo por la ciudad, siempre que le acoge con ese amor, pero claro, ya es sabido que la economía, los dividendos y el bla, bla, bla, suele mandar desplazando al humilde.
La ciudad últimamente y con este recogimiento, ha podido pensar tranquilamente, sin el estridente tráfico, la contaminación que la asfixia y tantas cosas que en estos meses la han dejado regenerarse y sobre todo meditar. Pensaba que todo podía cambiar y la gente llegaría a ser más feliz, porque se respetaría más, se demostraría mucho más afecto y mucha más empatía, pero ahora lo duda después de escuchar a unos policías comentar que un grupo de inconscientes había estado de botellón y cuando los dispersaron y tuvieron que obligarles a hacer cuarentena, ellos les insultaron, tras darles una charla con el protocolo que debían seguir durante la cuarentena y luego al terminarla. Ellos muy frustrados comunicaron: “Todo parece que les da lo mismo,  no había nada más que pudiéramos hacer”.

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Nani. Junio 2020


sábado, 23 de mayo de 2020

SIEMPRE PRESENTE


Me despierto como todos los días al sonar el despertador y remoloneo unos cinco minutos que sé, son los que me puedo permitir, ya que el reloj está programado para que pueda disfrutar de esos minutos de duerme vela, mientras el sentido común me aconseja que no me vaya a dormir de nuevo. Pasado el tiempo límite, me  tiro de la cama y me dirijo al baño. Como siempre, lo primero la ducha y después el café que me terminará de despertar. Doy la luz que hay sobre el espejo y me quedo espantada con la imagen que me devuelve el azogue. Sé que es mi cara porque me la estoy tocando, pero la enorme herida que atraviesa desde la parte izquierda de mi frente, pasando por la nariz y terminando en la comisura de mis labios, es enorme. Paso mis dedos por el reborde enrojecido de lo que ha sido una enorme herida y ahora una cicatriz impresionante. No doy crédito, pensando que anoche me acosté perfecta. Pongo mi cara bajo el grifo del lavabo para ver si me refresco, sobre todo las ideas y vuelvo a mirarme en el espejo. La cicatriz sigue estando en mi rostro y asustada me aparto cubriéndome con ambas manos, para así intentar apartar ese mal sueño de lo que me muestra el jodido cristal. No me puede estar pasando esto a mí. Me siento sobre la tapa del váter y lloro como cuando era niña, sin saber en realidad porque lo hago. Cuando consigo tranquilizarme, vuelvo a mirar el espejo y salgo del baño. Me siento en la barra de mi pequeña cocina. Enciendo la cafetera que dejé por la noche preparada y al instante percibo el aroma del café. Me sirvo una generosa cantidad  en mi taza predilecta y repito mecánicamente, los mismos movimientos que tengo por costumbre. Me dirijo con el café en la mano a la silla que hay junto al balcón, dejo la taza sobre la mesita y miro a la calle para ver como asoma el sol por encima de los edificios. Me siento después de soltar un gran suspiro y observo un montón de cartas o documentos sobre dicha mesita.  Las miro extrañada y cojo la que hay encima. Son las pautas que  debo seguir, según me indica una nota en el borde superior con rotulador rojo y enormes letras. Me recomienda ir haciendo los ejercicios de movilidad para recuperar la que perdí hace cinco meses según comenta dicho documento. Por lo visto tuve un accidente y como si fuera una pesadilla, empiezo a recordar las volteretas del coche. Salí despedida y cuando desperté, ya me habían cosido el vientre y la cara, sin embargo y lo más doloroso, es saber que Jorge ya no me acompañará. Ahora vuelvo a revivir el dolor que sentí al estamparme contra el cristal y todo, por no llevar puesto el cinturón. Bebimos, nos reímos y nos divertimos, pero no pensamos que todo acabaría en ese momento y hoy, me cuesta cuando me despierto saber que pasó, pero según me dicen, la memoria y la sicomotricidad poco a poco las iré adquiriendo. Parece ser que olvido para no aceptar que él ya no volverá y es cuando me da lo mismo tener atravesada la cara. Parece ser y según leo en el informe del psicólogo, iré recobrando toda la memoria cuando admita todo lo sucedido y vea con normalidad  mi rostro día a día. El reflejo de lo ocurrido que tendré siempre presente.

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Nani. Mayo 2020

viernes, 22 de mayo de 2020

PRIMERA CITA, después de...



Después de pasar tanto tiempo en casa, hoy que ya puedo salir a hacer la compra con cierto desahogo, me he arreglado con esmero y me he pintado los ojos con mucho empeño. Va a ser lo único visible del rostro y quiero dar buena impresión. La verdad es que todavía acuso las ojeras (pero las he disimulado bastante bien) y los muchos llantos que me he empapado yo solita. Él se fue el mismo día que dijeron que declaraban el país en alarma y que, estaríamos 15 días en un principio sin poder salir ni a un recado. Después se han convertido en dos meses y medio y tan solo por su parte,  he recibido un vídeo llamada para decirme que estaba en casa de sus padres y que no volvería conmigo, que ya lo estaba pensando y la distancia le ha reafirmado. No quería seguir con nuestra relación, me dijo. Por eso, ya superados los primeros momentos, los  llantos con la única compañía de la almohada que aún tenía su aroma,  ya todo lavado y despejada mi mente, voy a ver si me compro una lubina para hacerla con una patatitas de fondo y al horno, que debo quitarme las chocolatinas que me he comido estos días. Por eso me estoy arreglando a conciencia y voy a ir precisamente a la pescadería donde se ha incorporado con su padre. Allí, estoy segura que estará su amigo Luís y quedaremos para ir a dar una vuelta. Por supuesto que guardando las distancias. Sé que le escocerá cuando le pregunte por la salud y vea tan solo mis ojos como relucen (llevaré la más bonita mascarilla que me he confeccionado, entre llanto y llanto) y no dejaré que se note lo que he pasado, pero al mismo tiempo podré darle de su misma medicina. Después que resulte lo que sea (por supuesto que a Luís no quiero hacerle daño ni utilizarlo en demasía. Él y yo nos entendemos muy bien y sabemos apreciar los momentos bonitos de la vida y los dos, los disfrutamos), pero hoy voy a ser un poco mala y no pasa de ahora, que tenga mi primera cita en su misma pescadería.

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Nani. Mayo 2020

miércoles, 20 de mayo de 2020

DE OTRA MANERA


Cuando salía del colegio solía entrar por la puerta a la que llamaba segunda. Encontraba la otra primero, pero allí había mucho bullicio y mi madre me pedía que invirtiera los términos. Esta era la del bar que tenían mis padres y la otra, la zapatería que regentaba mi tío. Además de que fuera la recomendada, a mí me gustaba entrar por esa segunda. Allí se respiraba paz, ya que mi tío estaba tranquilamente sentado remendando los zapatos o cosiendo las suelas a los cueros que había cortado anteriormente con una cuchilla especial para ello, muy afilada y con una curva muy pronunciada.  Él siempre me prestaba atención y yo me quedaba embelesada mirando como pasaba cera a los cabos para coser, que primero chupaba y después enceraba. Me atraía el olor del pegamento al que le llamaba engrudo, y disfrutaba su dulzura y cariño. Mi padre siempre estaba mucho más atareado con la clientela y a la vez, había siempre mucho ruido ya que el personal hablaba a  voz en  grito y al mismo tiempo, mi progenitor ni le daba tiempo de ver que yo pasaba,  pero sí algún personal bastante descarado; por esa misma razón el consejo de mi madre para que usara la otra puerta. Por entonces  no caía en esas cosas, pero fui siempre obediente y así lo hacía. A veces, mientras acompañaba a mi tío, pasaba el ganado de trashumancia por la calle y me sentía segura mirando a través de los  cristales a todos aquellos miuras y otras especies, era un placer y un gran desafío ver a los enormes toros que se paraban cuando se reflejaban en los cristales y yo al otro lado, comprobando que casi los podía tocar. Me sentía la heroína del cuento de ese día. Luego cuando merendaba pan con chocolate, me salía a la calle a jugar a la comba, a las estampitas (todavía no se llamaban cromos) en el tranco de la puerta, o a las chinas con alguna vecina o amiga, ya que por entonces todo se hacía en la calle, en los portales donde montábamos tenderetes o rifas o en la plaza más cercana. Todo era mucho más próximo. No había peligro. Los padres sabían que si nos daban una voz acudíamos al instante. La vida era muy distinta. Todo era de otra manera.

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Nani. Mayo 2020

lunes, 18 de mayo de 2020

CONTIENDAS



Escucho unos ruidos muy estridentes y al principio no consigo distinguir el lugar de donde surgen. He prestado atención y observo  que vienen del bajo donde se encuentra el sótano y la cochera. Puede que haya entrado un animal en algún descuido y se sienta atrapado, ─pienso. Bajo sin tomar medidas de precaución y antes de terminar la escalera, me detengo para escuchar con más atención. Parece que proviene del cuarto trastero, donde guardamos los utensilios de limpieza y demás zarandajas. Me preocupa la cosa, porque si todo ese alboroto proviene del cuarto trastero, lo tengo difícil para defenderme porque ahí están las escobas, cepillos y mochos entre otros y no sé con qué me voy a proteger de la contienda. Cuando parece que los jadeos bajan de intensidad, me armo de valor y empujo la puerta, ¡qué Dios me ampare y su santísima madre, ─me digo para animarme; y que no me suceda nada! Como decía, empujo con mucho cuidado y observo atónita, como la escoba enviste al cepillo y a su vez, el mocho gruñe algo ilegible y acomete a ambos. En ese instante y gracias a que estoy ágil, esquivo un cepillo de raíces ha pasado rozando mi cabeza, parece ser que lanzado por un bote de limpiacristales en principio y que ahora está lleno de un compuesto un poco agresivo, para quitar manchas resistentes a la grasa (suelo reciclar y se nota que tiene potencia). De una esquina y con una bayeta a modo de tapabocas, un espráis contra los mosquitos arremete con su fluido, contra el jabón de la lavadora y como ya no soporto la trapisonda, doy una palmada y un ¡Basta ya!, donde todos los artículos digamos de limpieza (ahora parecen de guerra), han parado en seco y unos han caído por su propio peso al suelo, otros se han mantenido en el aire por unos segundos y como por arte de magia, acaban amontonados como muertos en un instante. Frenética como estoy y aturdida, porque lo que acabo de observar no se lo creería ni el más aliado de los más pirados, pregunto toda enojada y a voz en grito: ¿Se puede saber que ha pasado aquí y por qué? Un pequeño cepillo de dientes ya en desuso para ese menester y que utilizo para limpiar las juntas de los azulejos, se levanta tímidamente y me dice: En realidad todo lo ocurrido ha sido provocado por un desafortunado comentario de la escoba, diciendo que sin ella no habría limpieza, a lo que ha respondido el cepillo de barrer que es muy orgullosa por creerse más antigua e importante. Le ha seguido el mocho, diciendo que sin él no fregarían los suelos, no habría higiene y ha continuado con los mismos argumentos el limpiacristales, la bayeta, el limpia hogar apto para todo, el mata moscas y así, todos se han levantado en guerra. A mí me han expulsado porque dicen que soy un intruso, así que aquí me hayo desterrado y sin patria por un momento. Ni he puesto orden, ni he conseguido aceptación y como ves, he terminado sin pelos y mellado.
Yo, me restriego los ojos, no doy crédito a nada de lo que veo, escucho y me salgo para respirar un poco. Cuando vuelvo a entrar, todos están colocados en su sitio y pareciera que no haya ocurrido nada, pero si ha pasado, porque el pobre cepillo de dientes es la baja más palpable. Me detengo y veo que al mocho le faltan la mitad de sus poderosos flecos, el plumero intenta mantenerse intacto, pero poco a poco observo como vuelan las plumas, al limpiacristales le descubro un gran agujero por donde pierde combustible y el jabón, está todo derramado y disimulado tras la caja de los juguetes. Sin dar crédito a lo que voy descubriendo, un pequeño cubo que uso para todo, me comunica con vocecita de apuro, que les ha podido la prepotencia. El querer cada uno de ellos ser los mejores y los primeros y que cuando él mismo les quiso hacer ver que todos son un complemento y ninguno puede ser útil sin el otro y se necesitan para los objetivos a realizar, al no aceptarlo y queriendo cada uno tener razón, se formó esa terrible guerra entre iguales, que ha terminado con heridos, bajas definitivas  y una crisis que costará remontarla, ya que yo como señora de la casa, mandaré a paseo a más de uno y con razón y además, si no se les bajan los humos, el objetivo estará perdido y nada se podrá remontar.
Dudo por un momento, me siento sobre la lavadora, medito y les digo: ¿Queréis ser tan imbéciles como los de  mi especie? Pensadlo y luego cuando haga la compra vuelvo y me comunicáis que habéis acordado. Os doy hasta el mediodía, después habrá consenso o como queráis llamarlo. Yo escucharé y después se hará lo que haya que hacer, pero no permito ni más bajas, ni tiras y aflojas, ni banderas, ni colores. Aquí estamos todos para que la casa funcione y al que no le guste, que se baje de este mundo. ¡He dicho!



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Nani. Mayo 2020

jueves, 14 de mayo de 2020

EL LEGADO DE LAS ABUELAS


Cuando  se hacían mayores todas se adentraban en el  bosque. La leyenda decía que pasaban a otra dimensión.  Lo cierto es que sabían que sin vista y ya sin fuerzas no eran útiles al poblado y una boca que alimentar no compensaba, por eso asumían la tradición, así había sido y así se aceptó; nunca tuvieron ni siquiera la posibilidad de pensar si les gustaba o no y unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas, que con delicadeza retiró para que no la vieran las personas que en la habitación estaban. Su nieta se acercó y le limpio con su pañuelo, pidiéndole que llorara lo que hiciera falta, que aquello que les estaba narrando escocía demasiado para dejarlo dentro. Ella le sonrío y prosiguió su relato.
Cuando las madres las preparaban para pasar al siguiente tramo de sus vidas, sobre todo cuando mojaban de sangre la ropa del camastro, sabían que eran demasiado jóvenes pero no para la tradición. Les hablaban del momento que había llegado. De que ya era la hora de formar una familia. De cómo la montaría el que los ancianos le destinaran para ser el padre de sus criaturas. Del día del parto y el de la retirada definitiva. Todo esto se hacía ese día que dejaban de ser niñas para pasar a ser mujeres sin vuelta atrás. La mayoría de las madres o abuelas realizaban este ritual con delicadeza y lágrimas en los ojos que tragaban para no asustar a esa criatura, que de un día a otro había dejado de ser niña. Recordaban ese día que les tocó pasar por lo mismo y aunque hacía ya algunas lunas, no eran las suficientes para haber superado el miedo, el dolor y sobre todo, la soledad que día a día, era la herencia que les correspondía en ese mismo instante. El momento más duro era el de parir como siempre se le llamó (ahora se le nombra de otra manera más refinada)  ─ dijo, pero no le dirían nada a esa hija o nieta, no era cuestión de amedrentar a la criatura; todas sabían que cuando llegaba el momento por mucho dolor o soledad que se acumulara, se debían comportar como una loba y lamer a la criatura, arroparla con la jarapa que en la dote le correspondía, dar de mamar los primeros calostros, salir de allí cuando ya tuviera fuerzas y a luchar como todas lo habían hecho. Se retiraban al bosque solas con los primeros dolores  como mandaron las leyes, apoyadas en un fuerte árbol y agazapadas, desprovistas de todo lo que las oprimiera aunque hiciera un frío de mil demonios, allí empujaban, chillaban, se retorcían y más tarde, atendían en soledad  a sus crías como siempre se hizo. Si al cabo de dos días no volvían, eran la madre del esposo y la propia madre, las que buscaban imaginando que ya alguno de los miembros no vivía. Si era la madre la que había pasado a la otra dimensión, allí quedaba acompañando a las abuelas y las otras madres que no eran  fuertes para afrontar las tradiciones; recogían al bebé si se le veía con fuerzas para afrontar la vida solo y criado con la leche de alguna tía o  ama que se ofreciera; pero si era la cría la que no respiraba, la propia madre hacía el ritual y allí quedaba para acompañar a sus ancestros. Después y con ayuda o sin ella, salía a seguir el combate que los antepasados habían impuesto.
Los hombres nunca entraban en el bosque, estaba vetado a ellos pero lo que nunca se dijo es que les producía tanto pavor solo pensarlo, que les hacía sudar casi el suero de la vida, pero de eso no se hablaba. Ellos estaban venerados y atendidos hasta el final. Pasaban al otro lado cubiertos de mimos y de ritos en sus tiendas, rodeados por todas las mujeres e hijas de la familia, mientras que los varones cazaban y luchaban por los territorios conquistados, por los cereales y frutos y  por el orgullo donde escondían sus miedos, sus tradiciones y sobre todo, por  tapar las bocas de quien osara decir que aquellas tradiciones debían cambiar. A los dioses no se les podía ofender, siempre había sido así. Solo las abuelas y madres sabían lo que les esperaba a sus hijas, por eso cuando se quedaban embarazadas llevaban alimentos a la colina de la fertilidad. En realidad todas pedían que fuera un hijo en lugar de una hija la que naciera. En el fondo de sus almas pedían que no les tocara pasar por lo que ellas habían vivido. Después, si era mujer aceptaban de nuevo, bajaban la mirada y lloraban como locas cuando se adentraban en el bosque, fuera para lo que fuera; era la única manera que tenían de sacar algún dolor que sabían impuesto e injusto.
Eso es todo o casi todo lo que te podía contar, ─ comenta la abuelita. Quisiera ser la última mujer de nuestras tribus que pasa por todas esas cosas. Había costumbres muy bonitas también, pero cuando una mujer sangraba, ya dejaba los juegos y tenía que tejer, labrar la tierra, ir por el agua, criar a los hijos y sobre todo, estar siempre sola y más, en la hora de ir con los espíritus. Hoy sé que yo estaré con vosotros, tendré una mano y cruzaré el umbral con menos miedo y con serenidad. Espero que todo quede en historias para contar. Para que se sepa que no todo fue bonito y para que se recuerde que las cosas se pueden hacer de otra manera. Qué no por eso se es más fuerte, más hombre o mujer y que las religiones o las tradiciones pueden cambiarse y no por ello, los espíritus o los dioses se indignan, ni nos castigan. Cuando se hacen las cosas por miedo, se llega a los extremos y siempre habrá un verdugo y por lo tanto, un miserable esclavo, porque el esclavo por desgracia, siempre se siente miserable por mucho que duela decirlo.


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Nani. Mayo 2020

domingo, 16 de febrero de 2020

EL PRINCIPITO ME MOTIVÓ



Imagen sacada de la red 

Desde que leí el Principito de Saint-Exupéry deseé tener un planeta como él o al menos, poder visitarle y al mismo tiempo poder ir a otros planetas, conocer lo que en ellos crecía, quienes vivían o saber cómo eran, a qué distancia estaban o si necesitaría algún traje especial. Todos los años en mi carta a los Reyes, les pedía ese viaje y me contestaban que aún no estaba preparado para ello. Cuando cumplí los 10 años,  pregunté a mis padres cual sería el motivo por el que no me concedían ese deseo los magos de oriente. Mis padres se miraron intensamente y entonces habló papá diciendo, que ese deseo no era posible por muy magos que fueran, ya que tan solo se había subido a la luna o espacios abiertos del cosmos, pero siempre iban personas muy preparadas, mayores y con la suficiente sabiduría que un niño como yo, no podía tenerla. No me quedé muy convencido y como soy de piñón fijo, fui a la biblioteca, leí todo lo que pude de ciencia, del cosmos y todo lo que me pudiera aportar conocimientos para hacer ese viaje por mi cuenta. En el sótano de casa empecé a hacer experimentos e incluso a diario, sobre todo cuando mis padres ya estaban dormidos, bajaba y seguía porque mi empeño era casi una obsesión.
Diseñé un traje especial, lo confeccioné con mis propias manos y con la emisora de radio que pude conseguir el último cumpleaños, me comuniqué con unos seres que decían ser del planeta “Gululú”. Nos costó al principio entendernos, pero pronto lo conseguimos y cuando les hablé de mi deseo por partir a otros planetas, me dijeron que si de verdad lo deseaba, iría con ellos en la próxima visita a la Tierra.
Transcurrido un tiempo y estando hablando con ellos (nos comunicábamos todos los días), llegó el momento tan esperado, ─me dijeron. Pasada la media noche me pidieron que saliera al jardín  con todo lo que había preparado. En el jardín público de la calle paralela a la mía me esperaba KMS, que era el nombre del ser al que debía  unirme. Era muy parecido a nosotros, solo que más ancho y con la cabeza un poco más alargada. Nos saludamos y me dijo que le siguiera. Más adelante y flotando en el río, había como una especie de lancha pequeña. Nos subimos a ella y algo se deslizó cubriéndonos por encima. Se encendieron motores y salimos raudos hacía otra nave que nos esperaba ya en el espacio. Entramos a dicha nave, que por cierto era enorme. Allí había muchos seres iguales al que me acompañó desde el principio. Me comunicaron que iríamos primero al planeta que tanto me había ilusionado y que conocería a alguien que estaba deseando saludarme. Pasadas varias horas bajamos y allí estaba yo, mirando a un chico rubio que regaba una rosa. Nos saludamos y me dijo que cuidara las flores porque no son para cortarlas, sino  para dejarlas vivir y disfrutar su aroma. Después nos dimos la vuelta y me dio algo que estaba metido en una bolsita de tela. Toma –dijo. Guárdala en tu mochila y no la abras nunca. Ella te llevará donde desees, sea Marte, Júpiter o la galaxia que te apetezca. Podrás respirar sin necesidad de oxígeno, no te quemarás si te acercas a una estrella y podrás estar el tiempo que necesites sin necesidad de comer o beber, sino solo disfrutar. Me enseñó su bonito y diminuto planeta, nos sentamos al sol un buen rato mientras me enseñaba maneras de vivir feliz. Más tarde nos despedimos deseándome que volviera cuando quisiera y con un solo impulso, me encontré entre satélites y planetas nuevos. Llegué al planeta rojo y pude ver que solo había tierra y cráteres, por lo que no me quedé mucho tiempo. Más adelante encontré una estrella enorme de la que pendían otras más pequeñas y según me dijo una voz que me acompañaba haciendo de guía; eran mis antepasados que suelen recibir y guiarnos en la vida. Después fui a Júpiter, pero las bandas que le rodean estaban sufriendo unas tormentas muy intensas y decidí volver en otro momento. Como no parecía haber mucho movimiento por estos lares, me dirigí al planeta azul, pero hacía demasiado frío, así que preferí volver cuando mis estudios fueran más completos.
Me desplacé hacía Urano, me llamaban mucho la atención sus 27 satélites o lunas. Allí si encontré vida, aunque no fue en ninguna de las 27 conocidas, sino en “Gululú”, que es un pequeño satélite no visible para nosotros, de donde vinieron los amigos que me habían rescatado de casa. Me esperaba KMS junto a su familia y amigos. Me recibieron con mucha alegría y me ofrecieron un sabroso vaso de un líquido azulado que decían era una necesidad para mi organismo mientras estuviera viviendo con ellos. Me preguntó por mi viaje en solitario y después de hacerle un breve resumen, estuvimos compartiendo vivencias de ellos y otras tantas mías. Más tarde, me invitaron a una conferencia sobre nuestro planeta y algún otro que no conocía. Fue muy interesante todo lo que se habló y me pareció que tenían mucha razón en lo que exponían, aunque algunas cosas no me gustaran (dolía aceptar barbaridades que están pasando en la Tierra), pero aceptarlo era lo lógico. Los seres humanos dijeron, son muy egocéntricos y eso deberán aprender a limarlo, como ya lo hicieron nuestros antepasados. Me sorprendió saber que ellos también habían pasado por lo mismo y me tranquilizó saberlo; al menos me ofreció un poquito de esperanza. Estuve con ellos unos días y pasados estos, decidí volver a casa pensando en lo preocupados que estarían papá, mamá y mis hermanos, no me dio tiempo a dejarles ni una sola nota.
Mis amigos me aconsejaron al ir de vuelta, pasar de nuevo a saludar a mi querido Principito. Este me acogió con mucho cariño y pasé dos días con él, disfrutado de su filosofía y de sus cariñosos consejos.
Cuando llegué a casa todo era un caos. La policía estaba movilizada. Mamá y papá tenían unas ojeras de cansancio que le llegaban a los talones, produciéndome todo ello bastante remordimiento. Cuando les expliqué donde había estado y que había hecho, no podían dar crédito; por lo tanto me dijeron que el resto de mes lo pasaría castigado en mi habitación. Quise mostrarles la bolsita que me entregó mi amigo El Principito, como muestra de mi aventura, pero cada vez que intentaba enseñarla, mi mano aparecía vacía. No me quedó otra que aceptar mi arresto, pero no me importó porque estudiaría mucho y procuraría dar solución a errores cometidos y así, preparar mi próxima aventura.

#52RetosLiterup                                                                                                                                                                                            
                                                                                                                                                                                                                                                                                                               

Nani. Febrero 2020



jueves, 13 de febrero de 2020

COMO HOJA AL VIENTO



Javier siempre se despierta mucho antes que yo y le encanta acariciarme los pies, con los propios. Sus dedos hábiles, casi siempre acaban haciéndome cosquillas para hacerme saltar de un brinco y acabar sobre él. Despertarnos del todo, hacemos el amor o nos proporcionamos tanto cariño, que el día comienza con la energía del rayo de sol o la llama del fuego. Hoy las caricias son muy distintas, como si estuviera pasando una pluma sobre mi piel y sube lentamente por mis piernas, produciéndome un placer intenso y distinto. Sí, es todo diferente y sonrío pensando en lo ingenioso que es mi chico. De pronto, recuerdo que anoche me acosté sola y que hasta dentro de tres días no volverá Javi. Ha ido a un congreso a Madrid. Del fuego que empecé a sentir, ya no queda sino un sudor frío que empapa el diminuto pijama que suelo ponerme. No consigo moverme y el cosquilleo continúa. Quisiera tocar lo que me produce esa sensación, pero mis manos están petrificadas sobre mi pecho. Estoy aterrada y paralizada, pero pienso que así no puedo continuar. Quiero gritar, aunque de mi garganta no consigo sacar ni un solo lamento y de pronto, como movida por una descarga eléctrica, me destapo y salto de la cama. Enciendo la luz y tiro de la ropa. La cama está plagada de arañas. Chillo histérica, no consigo detener el llanto y el miedo. Alguien quiere hacerme mucho daño, porque todos los que me conocen saben que le tengo pavor a las arañas y a todos los insectos y arácnidos peludos.  La locura se apodera de mí, no consigo reaccionar y creo que me voy a desmallar. En ese instante siento que alguien me sacude y me llama por mi nombre. Me abrazo a Javi que me dice con voz queda, que he tenido una pesadilla y que debo tranquilizarme. No consigo entender qué está pasando y me aferro a su cuello, llorando, temblando y muerta de miedo. Todo ha pasado me dice. Yo no doy crédito a lo sucedido y tiemblo como una hoja al viento.


#52RetosLiterup (Aracnofobia)

Nani. Febrero 2020

martes, 11 de febrero de 2020

POR LOS ZUMAQUES


He decidido ir a visitar los zumaques. En esta estación del año, están en su momento y me gusta pasear por este paisaje y sus inmensos colores. Empiezo por la parte norte. Encuentro un verde intenso y un olor característico. En el instante que me adentro por su follaje, tengo que dar de lado a las zarzas, aunque la intención también es la de recoger si quedan en buen estado, unas cuantas endrinas para hacer pacharán del que en casa tanto gusta. A los primeros arbustos me resulta imposible acercarme, se ven con frutos pero las zarzas y sus espinas me lo impiden. Es una pena que estén tan abandonadas y este sector se vea tan tristemente lleno de matas dificultosas. Me voy hacía el sur y el panorama cambia. El verde intenso que me ha recibido en sus distintas tonalidades, pasa por la fogosidad del amarillo en sus variadas gamas, naranja, marrón claro, más oscuro, ocre y así toda la zona. La diversidad es tan intensa, que me embarga de tal manera la emoción, que tengo la sensación de perder la noción del tiempo. Me entretengo en acariciar las bayas rojizas, olerlas y mirarlas sin cansarme. Me dan ganas de arrancar unas cuantas, pero aunque sé que pueden ser usadas en la cocina, no sabría exactamente qué parte y en qué condiciones se debe utilizar, por lo que desisto; ademán tampoco soy pintora ni voy a teñir ningún tejido; así que las dejo en su habitad para que sigan su curso. Han salido a recibirme unas cuantas ardillas, que rápidamente se suben a las cimas, me esquivan y seguramente se refugiarán en el gigantesco y solitario pino del entorno. Cuando quiero darme cuenta, han pasado dos horas de estar en plena naturaleza y pienso que debo volver, además pronto empezará a ponerse el sol y no quiero que se me haga de noche por estos parajes, por lo que vuelvo a desandar el camino y comienzo a subir hacía la salida. Ya empieza a ponerse el sol por detrás de la fortaleza y el espectáculo  es tan sumamente bello, que no puedo evitar sentarme en una piedra prominente del camino y quedarme allí, empapada de ese amarillo rojizo que me arrulla y llena mi espíritu. Me coloco la rebeca que llevo ceñida a la cintura porque hace fresquito y salgo otra vez a la urbe, que me acoge en el comienzo de la noche.


(Vídeo de Resalía Víboras)

#52RetosLiterup (Ejercicio sin gerundios)

Nani. Febrero 2020

miércoles, 5 de febrero de 2020

VACACIONES EN TAIPÉI


Nos hacía mucha ilusión pasar unos días fuera de nuestro lugar habitual y celebrar con nuestros amigos de origen chino y junto a sus familiares, su año nuevo allá en su China de origen. Desde `pequeños dos de nuestros compañeros faltaban a clase por esa época y eso especialmente, nos llamaba mucho la atención, sobre todo a mí. Ahora de mayores nos prometimos acompañarles y sus padres estuvieron encantados de enseñarnos sus costumbres y sus vivencias. Estuvimos ahorrado este verano sirviendo copas en una cafetería del centro y hoy les estamos acompañando, hemos llegado a Taipéi. Todo es distinto. Los olores que flotan en el ambiente, las decoraciones, el color rojo, el barullo y todo lo que nos rodea es muy diferente a lo que estamos acostumbrados. Las personas se desplazan muy apretadas y con paso rápido, como con prisa por llegar a su objetivo.  Ya en casa de mis amigos donde nos esperaban sus abuelos y tíos, fuimos invitados a tomar una reconfortante sopa para que todo vaya mejor en el nuevo año y que por cierto, resucitaba a los muertos como dice mi abuela cuando se toma un caldito. Además había en la mesa todo un surtido de camarones, fideos, pescado y carne en abundancia, ya que esos días no se cocina y todo está preparado con antelación. Una vez compartido el almuerzo, nos comunican que debemos  prepararnos ya que tenemos el tiempo justo para coger un autobús que nos llevará al lugar destinado donde se celebra la festividad de las linternas o faroles. Todos cogen su farol y por supuesto, a nosotros también nos habían preparado el nuestro. Son de un papel que no conocía y distintos a los rojos que hay colgados por toda la casa. Tienen dibujos y caligrafía que me cuentan mis amigos, son mensajes de buena suerte. La intención es dejarlos partir hacia el cielo, una vez encendidos y todos lanzados al mismo tiempo, con el fin de cumplir con las tradiciones. Hemos tardado en llegar como quince minutos. El recinto es enorme y está masivamente lleno de familias especialmente felices por poder compartir tan grandioso acontecimiento. Pronto empezará a anochecer y se van descubriendo una cantidad enorme de animales y plantas decorativas, llenas de luz y color. El olor a pólvora de los petardos nos invade y cada vez se acentúa más  el alboroto y la alegría. Las calles se ven a lo lejos llenas de faroles rojos que son como un reclamo para todos los que allí nos encontramos. De pronto, nos damos cuenta que el menor de la familia no está a nuestro lado y todos nos inquietamos. Nos repartimos para buscarle. Yo que creía que lo distinguiría entre tanto niño con semejantes rasgos, me desconcierto sobre manera ya que me parecen todos iguales, además los abriguitos son muy parecidos y comienzo a angustiarme. Hemos quedado en reunirnos pasados diez minutos en un punto concreto y pasado ese tiempo, volvemos a vernos. Todos estamos muy preocupados y decidimos dar parte a la policía. De inmediato y por los altavoces piden silencio. Las personas del lugar que son educadas por naturaleza, callan y atienden. Comunican la pérdida de un niño y piden que sea devuelto al puesto de policía más cercano. Todos estamos muy intranquilos y casi se está aproximando la hora de lanzar las linternas encendidas al cielo, pero lo que importa es encontrar al pequeño. A nosotros se nos han quitado las ganas de todo y ver tan desolados a padres y abuelos, nos parte el alma. De pronto vuelven a pedir silencio y anuncian que hay tres niños perdidos en el número cinco de la policía. Nos encaminamos en silencio y cuando llegamos vemos a nuestro pequeño, jugando con los otros dos en el suelo del improvisado puesto de policía. Vemos como los padres le abrazan y nosotros nos abrazamos al mismo tiempo. Volvemos a recuperar la alegría cuando están anunciando el momento de lanzar nuestras linternas. El abuelo que es el más anciano, se encarga de encender a toda la familia comenzando por el `pequeño que se ha perdido, puesto que así se agradecerá que todo haya quedado en un susto y cuando termina y miramos a nuestro alrededor, todo se ve iluminado por las linternas que son soltadas al mismo tiempo según se nos indica por los megafonía. Cuando dejo libre el mío, pido porque las personas estemos siempre unidas y por la paz del mundo, sobre todo  en los lugares donde falta de todo. Agradezco que mis amigos sean tan gentiles con nosotros y nos estén proporcionando unas vacaciones de ensueño. Pienso que por naturaleza las personas somos buenas y en estos lugares se siente de esa manera, la pena es que haya seres que les interesa dispersarnos para que no crezca el amor que debería ser el estado natural del ser humano.

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Febrero 2020

viernes, 31 de enero de 2020

PRIMEROS BAILES



Recuerdo cuando pasaba los veranos en el pueblo y se organizaban los festivales. Me encantaba ir con los abuelos y participar de todo lo que allí ocurría. Las cucañas por la tarde, donde todos los niños disfrutábamos primero rompiendo con ojos tapados, aquellos botijos que nos dejaban al descubierto todo tipo de golosinas que por entonces había. Después disfrutábamos esas chucherías con un deleite distinto al que veo en los chicos de ahora y es que entonces no teníamos acceso a ellas, hoy es distinto. Aunque donde de verdad gozaba, era por las noches en los bailes que se organizaban en la era; limpia después de la recogida de la cebada o el trigo o bien, en la plaza del pueblo donde siempre escuché la misma banda, señores del pueblo que desde jóvenes habían aprendido a tocar el saxo, la bandurria, acordeón o la guitarra. Después se fueron sumando la batería y recuerdo con mucho cariñó, al tío Juan que era el encargado de la armónica. Precisamente, me enseñó a tocarla y a disfrutar de las notas musicales que nacían de mi garganta. Los niños en aquellos bailes, comenzábamos a tocar o más bien rozar a las niñas, en esos momentos nos estaba permitido, el resto del año todo eso no era posible, pero siempre con mucho respeto como me dijo la abuela la primera vez. Las guirnaldas de luces plomizas, el olor a churrasco y a mosto que algunos probábamos en los restos de los vasos, cuando nos mandaban llevarlos a la cocina. Esas faenas nos gustaban, porque algo rapiñábamos en las mesas donde esperaban los rosquillos fritos, los pestiños o las magdalenas de la tía Ase, que eran las mejores de todas las fiestas. Recuerdo aquel año que mientras bailaba con Patri, hubo un murmullo y todos salieron zumbando hacía el río. En ese momento se terminó el baile y descubrí al primer muerto (hoy hubiera dicho fallecido, pero en esa edad era un muerto de los que impresionan). Después supimos que el Manuel le dio con una piedra porque le reclamaba unas fanegas de trigo que le prestó y no le devolvió. El vino decían los viejos del lugar, juega muy malas pasadas. Yo aprendí aquel día, que no todo es válido en las fiestas y sobre todo, aprendí a disfrutarlas con ese respeto que me pidió la abuela.

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Nani. Enero 2020

miércoles, 22 de enero de 2020

EL MEJOR REGALO


Los zapatos vacíos se mostraban en el escaparate, junto al resto del muestrario. Eran diminutos pero impecables. Mis preferidos, los mocasines verdes. Siempre cuando pasábamos, me agarraba con fuerza para volverlos a pedir una y otra vez. Mamá consiguió otro camino para no tener que encontrarse con la escena día tras día. Una mañana de Reyes y para celebrar mi décimo cumpleaños, los tuve. Un regalo para dos acontecimientos decía la carta firmada por Melchor. Hoy todavía los guardo en el armario. Sé que le costó el sueldo a madre. Siempre me recordarán lo mucho que me amó.

Enero 2020

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