Recuerdo
cuando pasaba los veranos en el pueblo y se organizaban los festivales. Me
encantaba ir con los abuelos y participar de todo lo que allí ocurría. Las
cucañas por la tarde, donde todos los niños disfrutábamos primero rompiendo con
ojos tapados, aquellos botijos que nos dejaban al descubierto todo tipo de
golosinas que por entonces había. Después disfrutábamos esas chucherías con un
deleite distinto al que veo en los chicos de ahora y es que entonces no
teníamos acceso a ellas, hoy es distinto. Aunque donde de verdad gozaba, era
por las noches en los bailes que se organizaban en la era; limpia después de la
recogida de la cebada o el trigo o bien, en la plaza del pueblo donde siempre
escuché la misma banda, señores del pueblo que desde jóvenes habían aprendido a
tocar el saxo, la bandurria, acordeón o la guitarra. Después se fueron sumando
la batería y recuerdo con mucho cariñó, al tío Juan que era el encargado de la
armónica. Precisamente, me enseñó a tocarla y a disfrutar de las notas
musicales que nacían de mi garganta. Los niños en aquellos bailes, comenzábamos
a tocar o más bien rozar a las niñas, en esos momentos nos estaba permitido, el
resto del año todo eso no era posible, pero siempre con mucho respeto como me
dijo la abuela la primera vez. Las guirnaldas de luces plomizas, el olor a
churrasco y a mosto que algunos probábamos en los restos de los vasos, cuando
nos mandaban llevarlos a la cocina. Esas faenas nos gustaban, porque algo
rapiñábamos en las mesas donde esperaban los rosquillos fritos,
los pestiños o las magdalenas de la tía Ase, que eran las mejores de todas las
fiestas. Recuerdo aquel año que mientras bailaba con Patri, hubo un murmullo y
todos salieron zumbando hacía el río. En ese momento se terminó el baile y
descubrí al primer muerto (hoy hubiera dicho fallecido, pero en esa edad era un
muerto de los que impresionan). Después supimos que el Manuel le dio con una
piedra porque le reclamaba unas fanegas de trigo que le prestó y no le
devolvió. El vino decían los viejos del lugar, juega muy malas pasadas. Yo
aprendí aquel día, que no todo es válido en las fiestas y sobre todo, aprendí a
disfrutarlas con ese respeto que me pidió la abuela.
#52RetosLiterup
Nani. Enero 2020