Sonaba
el saxo como un lamento. Casi lloraba mientras ella se contorsionaba al ritmo
de ese llanto que prácticamente rabiaba al escucharlo y que su cuerpo interpretaba, con
todo el dolor de aquellos recuerdos, de aquellos llantos de niños que eran
bombardeados, arrebatados de sus familias o las estirpes arrancadas de sus
vástagos ensangrentados y mutilados, sin que se inmutara el mundo, mientras este
celebraba acontecimientos de masas, corriendo un tupido velo sobre lo punzante
que no interesa visibilizar. Las divisas son más fuertes y más rentable
apelotonar al rebaño, para seguir el negocio de la destrucción y selección
humanoide.
Nani, julio 2024