miércoles, 26 de marzo de 2008

AL ENTRAR EN LA PASTELERÍA

Hoy te he buscado muy calladita para que no te espantaras como la última vez. No he hecho ruido. No he querido molestarte. Sólo quería verte y ver tu mirada, como me miraba. He querido escuchar tu voz. Después de tanto tiempo me he sobresaltado cuando te he escuchado. Todavía me pellizca tu voz y cuando no lo espero me sobrecoges, haces que mi interior de un respingo y me quede alerta esperando ver qué sucede. “¡Qué dices, qué digo! ¡Qué haces, qué hago! ¡Qué miras, qué miro! ¡Qué tocas, qué toco!”…y tú siempre me tocas, ¡me rozas por dentro! (no sé si a ti te ocurrirá otro tanto). Esa mirada tuya toca esa cuerda que tú sabes está siempre alerta, siempre en estado de “Do Mayor” y dispuesta a entonar la melodía del recuerdo. Del recuerdo dulce, porque el amargo lo enterré hace tiempo en la caja de música que hay encima de la cómoda. Lo dejé allí y le eché la llave para que no saliera nunca más, aunque quiero que su presencia me recuerde algunas cosas que no pueden volver a suceder. Y te he mirado, te he olido, te he escuchado y casi te he rozado, pero… tú no me has mirado, ni me has olido, ni me has escuchado, aunque casi me has rozado, cuando he pasado a tu lado y tú entrabas en la pastelería con tu hija. Esa hija que debió ser también mía y que por aquella mala interpretación, es tuya y de otra mujer que prefiero no saber como es, ni como se llama, ni si es bonita, ni si te quiere, ni nada de nada. Te he visto feliz, tu voz me ha sonado cantarina y la niña preciosa, así que he acariciado el recuerdo y me he vuelto por la calle contraria.




Nani. Marzo 2008.





miércoles, 19 de marzo de 2008

LOS DIOSES MENORES

Mario Stalin Rodríguez

Empezaron a salir de todos lados, de las ollas y sartenes, de los platos sucios y limpios, de las tarjas y hornos, de los estropajos y lavaplatos; de sus pequeñas potestades. Son los dioses menores, los de todos los días; los de los pisos y sillas, sillones y mesas para el café, libros y libreros; los dioses pequeños.
Empezaron a salir de todos lados, de sus pequeñas potestades y empezaron a caminar. Son los dioses menores y van a cambiar el mundo.

Porque hay dioses grandes que se ocupan de las grandes cosas; de los planetas y las estrellas, del ir y venir de los días y estaciones. Los dioses grandes se ocupan de que las cosas sigan como están, de que cada día el sol salga por un lado y se ponga por el otro, de que la luna le siga e ilumine la noche.
Los dioses grades se ocupan de las grandes cosas, de que todo siga como está. Cuando hay que cambiar el mundo, son los dioses los que empiezan a caminar.

Mi amigo Mario me ha regalado este dibujo y el cuento “LOS DIOSES MENORES” a cambio de haber acertado la respuesta al concurso que propuso hace un par de semanas (y que aún está vigente, puedes visitarlo). La verdad es que me ha hecho tanta ilusión y me ha gustado tanto que quiero corresponder a “Los Dioses Menores”, con este humilde poema:

POEMAS Y MÁS POEMAS

Un día recogí poemas por los pasillos

pero algunos debieron quedar desperdigados

y limpiando hoy con la bayeta,

uno saltó cantando a mi oreja,

otro se fue bailando al fregadero,

más allá había otro tocando la flauta

y casi tropiezo con un par

que estaban haciendo un dueto.


Los quise atrapar para guardarlos,

pero los vi tan felices y contentos,

que, guiñándoles un ojo, les dije:

-Andad, andad,

id sonrientes a coger soles y lunas,

id a llevar melodías,

corcheas y semicorcheas,

risas, fusas y semifusas

por otros caminos,

por distintos senderos.


Id a cantar a esos niños,

id a susurrar estos versos,

id despacito y seguros,

que yo me quedaré en la salita,

descansando y leyendo.

Se que es un simple poema, pero con él me he sentido identificada ya que tanto "Los Dioses Menores", como mis poemas, han pretendido hacer casi (creo yo), que las mismas cosas.

Muchas gracias Mario.

Nani. Marzo 2008.




sábado, 15 de marzo de 2008

EL CAFÉ


El café humea en la mesa mientras disfruta del aroma, del azucarero que no hace juego con la taza y sobretodo, de su espacio cuando suena el teléfono.
El recipiente de azúcar es el que vio de forma cotidiana día tras día y este momento es el que lo enlaza con la niñez, la juventud y la vida compartida con aquel ser extraordinario que la fortuna puso en su camino hasta que el destino la apagó cual pabilo. Por eso toma el café en aquella taza donde ella bebió sorbito a sorbo, todos los cafés que compartieron. Y ahora le interrumpen su momento, el que comparte con sus recuerdos y con la dulzura de los instantes agradables vividos. Duda si cogerlo o seguir el rito diario. De pronto recuerda que hoy le dan la nota de graduación y sin ser consciente del todo, se levanta con dificultad mientras susurra: “Niña, no nos deja tomar el café como cuando era pequeño, quiere que le sentemos entre los dos y contarnos sus aventuras, hoy quiere tomarse unos sorbitos de nuestro café”.


Nani. Marzo 2008.





lunes, 10 de marzo de 2008

MONÓLOGO (al desnudo)

Un hombre de mediana edad está sentado en la salita de casa. Es una habitación sencilla y muy bien organizada. Una pequeña librería, una mesita central, un sillón ocupado por el mismo y sobre la mesita, un vaso, una botella de agua y un libro que abre para continuar una lectura interrumpida. A los pocos minutos, se pasa una mano por la frente, cierra de nuevo el libro que deja otra vez sobre la mesa. Su cara muestra preocupación e intenta relajarse dejándose caer y entornando los ojos.

HOMBRE: No puedo con esta situación, Desde que nos separamos no me deja ver al niño. Es mi hijo y lo echo de menos. Necesito tenerle en mis brazos, besarlo y abrazarlo. El abogado dice que no cometa una locura, pero tengo que obligarla a que me deje tenerlo. Necesito ver como crece, necesito ver como sonríe y como comienza a pronunciar sus primeras sílabas.

El hombre se vuelve a pasar las manos por la cara, suben hacía la frente para ir bajando hacía la nuca, donde se detienen un buen rato.

Ya no puedo más, mañana mismo voy a verla. Nunca me porté mal con ella, ni la maltraté. Debería ser yo el ofendido, puesto que fue ella la que comenzó otra relación. Fue ella la que se marchó, primero con la excusa del posparto y quererse reponer en casa de sus padres y luego..., mejor no lo pienso, no lo soporto, todavía no lo he superado, pero lo del niño..., eso no lo consiento, eso... Es verdad que me equivoqué al querer retenerla hay cosas que cuando cambian, ¡cambian!, pero en lo que no me equivoco, es en querer compartir a nuestro hijo. Es de los dos y quiero disfrutar de él y tampoco se merece crecer sin su verdadero padre. Tengo que hacérselo comprender, todavía no sé como lo voy a hacer, pero... Sí, me equivoqué, pero no quiero volver a meter la pata. Quiero vivir en paz y esto es la guerra entre los dos y la víctima va a ser como siempre, el más inocente.

Nani. Marzo 2008.






miércoles, 5 de marzo de 2008

CARTA DE UN OLIVO ANDALUZ

Querida Tierra.
Soy el milenario olivo que sembraran los fenicios, romanos o árabes, ¡qué más da, ya ni lo recuerdo!, en una de estas preciosas regiones que tú nos has dado. Sólo sé que pertenezco a este mundo y que mis raíces están agarradas a ti, como el resto de vegetales y seres vivos, que nos nutrimos de esta tierra que nos has ofrecido, ya muy seca en la mayoría de la geografía que yo conozco y que de seguir así, puede que por muy poco tiempo. Según me cuentan las ráfagas de viento, los humanos no cuidan la naturaleza y es por eso, que todo está tan degenerado y en mal estado, sufriendo todos nosotros (vegetales, animales y humanos) bastante sed y cambiando todo lo que en su día nos ofreciste, para bien de nosotros y todo lo que habita el planeta.
Este año no te pude escribir para desearte un feliz invierno y como se aproxima la primavera, no quiero que pasen más días sin que sepas de mí. He estado muy ocupado con la recolección pero ya está tocando a su fin y antes de que empiece con la poda, la quema de ramón, el abono, hacer de nuevo los suelos, regar si fuera necesario y posible, debo como tú sabes que hago años tras año, darte las gracias por permitirme vivir en esta tierra tan sana y andaluza, donde respiro aire puro, sesear por encontrarme en la frontera cordobesa, granaina y jiennense y lo más importante, ofrecer mi rico fruto y zumo a todos los que me necesitan. Me siento orgulloso de formar parte de tu sudor y haber aprendido gracias a la diversidad de culturas que han impregnado tus poros y que han pasado a mis frutos para transmitir a tus habitantes todos esos principios, todos tus paisajes y características; incluyendo los tópicos tan normales, cuando todo es tan variopinto y tan... ¿cómo te diría?, no sabría expresarlo de otra manera…, tan diverso en colores, olores y sabores, tan distinto como es el ser humano, el mundo vegetal y animal.
Te escribo con alegría por todo lo dicho anteriormente, pero también con cierta tristeza. Noto como a la gente le está costando asimilar que todos pertenecemos al mismo entorno o volver a la mezcla de razas, cuando eso ha sido tan normal en esta tierra tuya. Como te decía, también me cuentan las ráfagas del viento, que se quedan a medio camino los seres que vienen de la hermana África, que cruzan el estrecho en unas pateras cargadas de criaturas apenas recién venidas a la vida y con un futuro por descubrir. No entiendo como se les permite que lleguen hasta aquí y de esa manera tan inhumana por parte de los dirigentes de este mundo nuestro y de los aprovechados de turno, perdiendo sus vidas una gran mayoría de ellos por conseguir el sustento personal y el de los que quedan al otro lado del Mediterráneo, por ejemplo; ocurriendo otro tanto con los que vienen de otros países lejanos como el continente americano, del este o de cualquier otro sitio más pobre. No comprendo que está pasando, porque todo eso que tu transmitiste durante tantos siglos, se está olvidando. La cultura se usa cuando conviene, los valores se desechan y de seguir así, me temo que la alegría, el llanto y el quejio que tienen nuestros cantes y bailes andaluces (también por ejemplo), sean agua pasada y otro tópico más sin haber servido de nada.
Madre tierra, quizá hoy me haya cogido un poco seco debido a la falta de agua que tienen mis raíces y por eso estoy tan melancólico, no me hagas mucho caso, pero por ser quién eres, tengo que dejarte estas lágrimas que se escapan de mis hojas y las dudas que le surgen a mi tronco. Ojalá el año que viene todo sea más bonito y te lo pueda contar.
De todas maneras, quiero que sepas que siempre formo parte de ti, como tú lo formas de mí.
Besos de este tu,
Olivo andaluz (que está algo triste por ver todo un futuro, pobre de ese futuro).


Nani. Marzo 2008.