Colaboración publicado en la Revista de Valencia Escribe, Nº 10
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Todos
la llamaban “La Niña Mimbre”, aunque su nombre de pila era María.
Fue
una gitana que se dedicó a hacer cestos de mimbre y a posar en los talleres de
los pintores de moda, que generaciones posteriores han admirado en calendarios,
postales y libros de arte. Fue la gitana más hermosa de la pobre tierra donde
nació. Fue la que tuvo que aceptar todos los encargos le gustaran o no. La que
tuvo que posar desnuda, hiciera frío o calor y la que tuvo que aceptar manos
lascivas y cuerpos no deseados, porque tenía padres e hijos (del pecado
dijeron) a los que alimentar.
María
fue la que al pasar los años todos admirarían, aunque mientras; vivió con la
vergüenza, con el pecado, con el reproche de los suyos, con el frío que le
calaba los huesos, con hambre de todo lo digno y con el rechazo y el asco que le
producía todo lo indigno que le tocó
soportar.
María
no era la puta que todos desearon. María no fue la musa de aquellos que la
maltrataron. María no fue sino una mujer bella que todos utilizaron, hasta el aciago
día que dejó de respirar en la calle como una indigente más; llena de pena,
miseria, rabia contenida y una impotencia que nunca supo expresar, pero que se
le agarró al alma como una lapa. María fue la hija del egoísmo, la
incultura y la inmundicia humana.
Nani. Diciembre 2021