viernes, 21 de diciembre de 2007

FELIZ NAVIDAD







Veréis, por deformación profesional os felicito esta fiestas con una de las cosas que sé hacer mejor, que es meterme en la cocina e improvisar platos para la familia, para quienes me los encargan o para los amigos, y como ya a todos los que pasáis por esta CASA ENCENDIDA os considero de la familia, os deseo unos días llenos de… todo lo que a vosotros (cada uno en particular) os llene de paz, cariño y felicidad junto a vuestras familias, amigos y allegados.
Os deseo todo lo mejor con este menú especial.


1º Plato.-, "SOPA DE CARIÑO, CON COSTRONES DE SALERO".


2º Plato.-, "MEDALLONES DE SOLIDARIDAD, ACOMPAÑADOS DE MENESTRA DE HUMANIDAD".
(TODO ESTO REGADO, CON VINO DE DULZURA).


Postre.-, "FLAN ALEGRE, CON NATA DE TERNURA".


Para celebrar: "VILLANCICOS DELANTE DEL PORTAL DE BELÉN
Y BANDEJA DE DULCES DE RESPETO (para los creyentes y los que no lo son), CON COPA DE BUEN HUMOR".






BESOS MUCHOS DE NANI.












NAVIDAD 2007.

















lunes, 17 de diciembre de 2007

ES NAVIDAD



Aunque es Navidad y como un día más, a la salida del trabajo en las altas horas de la noche se encuentra en la esquina de la calle, el camión de la basura y al hombre que recoge papeles y que una vez más, le saluda con una ligera inclinación, sin dejar activo su artilugio.

Más arriba, estarán Bernardo y Pablo en el cajero automático, jugando su habitual partida de "chichón". Seguro se tropieza a Lucas que habrá cerrado el bar, cuando las pesadas de turno le hayan dejado volver a casa.

Sigue caminando y parece presentir que hay algo distinto en el ambiente. Creé que la noche está más luminosa y que las estrellas brillan de forma distinta. Hace un frío de mil demonios, está cayendo una helada impresionante, pero a pesar de todo, la noche parece distinta, menos lúgubre y triste y creé adivinar, que la monotonía diaria va a cambiar.

Al llegar a la altura del cajero automático, le da un vuelco el corazón. Bernardo y Pablo no están solos. Hay una mujer con ellos y por su ropa se podría decir, que es árabe. En sus brazos sostiene a un niño recién nacido. También hay un perro y un gato que dormitan acurrucados uno junto al otro. La mujer tiene abrigadito al pequeño con el velo que le cubre el cabello y aunque se le ve poco el rostro, se adivina que es muy bonita y joven.

De repente, aparece un hombre también joven. Viene jadeante y entra en el cajero, diciendo: "Miryan, no me dan alojamiento en el hostal, porque somos marroquíes. Tendremos que pasar la noche aquí, donde estos señores nos han ofrecido cobijo".

El trabajador, vuelve a casa pensando que la historia se repite. Que Jesús nace todos los días y que los seres humanos, volvemos a cometer todos los días los mismos errores, que seguimos mirándonos el ombligo y que seguimos siendo igual de egoístas. Pero que también, sigue habiendo pastores que ofrecen lo poco que tienen, animales que dan calor a los recién nacidos. Y seguro que pasados unos días, podrían aparecer un "Melchor, Gaspar y Baltasar", que les ofrecieran unos papeles en regla, les proporcionaran algún trabajo medio digno y alguna habitación resguardada del frío, para acoger a esta familia, tan parecida a aquella de Belén.

NANI. Diciembre 2007.



martes, 11 de diciembre de 2007

CARTA A LOS PESADOS DE TODOS LOS AÑOS



Hola familia: Os extrañará recibir hoy día 23 de diciembre, esta carta. No quiero que pasen estas fechas sin desearos feliz Navidad, pero sobretodo, el motivo es para deciros que este año no pasamos las fiestas juntos, ya que no estaremos en la ciudad.
Os pido que no hagáis los preparativos para veniros a casa puesto que no estaremos. Como veis, me he tomado la licencia de escribiros y tengo la intención de dejaros la carta en el buzón. El motivo no os lo preguntéis, es muy sencillo y paso a explicaros. No quiero dar tiempo a que reaccionéis, puesto que si averiguáis que pretendemos hacer, seríais capaces de pedir un préstamo y entramparos un vez más, para venir con nosotros, y no deseo nada de eso. El otro motivo, es que cuando el pasado año salíais por la puerta, me prometí a misma que era la última vez que cocinaba para vosotros, que dormíais en nuestras camas, que mis hijos a su vez dormían apretujados, que os bebíais el reserva que voy comprando para estas fechas, el cava que nos regalan en el trabajo y que según vosotros, no está nunca bueno ni lo suficientemente frío, ni tiene la calidad del que tenéis en casa. Además pretendemos comer pollo relleno, ese que a vosotros no os gusta y que por eso debo cocinar el cochinillo, rasurarle para dejarle como el culito de un bebé, verme celeste para que entre o entren enteros en el horno, porque encima con uno solo no tenéis bastante.
Si me da pena dar este paso, es por vuestros hijos (aunque creo que cuanto antes, mejor para ellos) Creo son los únicos días que lo pasan medio bien junto a su familia, y ya se dan cuentan de las túrdigas y atranques que coge su padre y los delirios de grandeza de su madre. Cuanto antes acepten la realidad, mejor será.
Sois mi familia, pero ya no soporto vuestras estupideces, mala educación e imposiciones y menos aún, las caritas de dolor de vuestros hijos. Os deseamos feliz Navidad. No os molestéis en buscarnos, como os decía, no estaremos.
Recibid el afecto de vuestra nueva familia.
Besos.
Los López (a mucha honra, y nada de tonos despectivos)
NANI. DICIEMBRE 2007.

martes, 4 de diciembre de 2007

UNA MAÑANA DE SEPTIEMBRE II





(SEGUNDA PARTE DE UNA AVENTURA)

Jejejeje, ¡que de tebeos he leído, con lo fácil que le resultaba al Capitán Trueno, a Roberto Alcázar y Pedrín o al Hombre Araña! Ese día hubiera querido ser Mary Noticias, porque seguro hubiera aparecido así de repente y por detrás de algún mausoleo el abnegado Bruma y hubiese resuelto el problema de esa forma tan bonita y romántica que solía hacerlo. Pero como ni era Mary Noticias, ni Bruma se iba hacer presente y ante la imposibilidad de poder dar la vuelta a la escalera o saltar hacía fuera si no era rompiéndome la crisma, decidí ya que estaba arriba y esa tapia daba a una carretera no muy retirada, con todos los apuros del mundo y montada a caballo sobre la dichosa tapia de las narices, me quito el forro que le había puesto a mi falda blanca de piqué y cual bandera al viento, la ondeo cada vez que pasa un camión o coche para que puedan detectar mi presencia allá arriba en mi improvisada caballería ¡parecióme y disfruté tanto como el Caballero de la Triste Figura! Pero como toda aventura acaba (ahora cuando lo recuerdo y pienso jajajajaja), imagino que si algún ser de los que pasaron me detestó, pisó con frenesí el acelerador y salió zumbando de aquellos alrededores como alma que lleva el diablo, así que nuevamente cuando me cansé, volví a bajar y opté por el último recurso que me quedaba que era ni más ni menos que coger un pico (sí, ese martillo de mango largo con dos púas largas también, que utilizan los albañiles para trepar paredes o similares) y empecé a romper lo que me imaginaba sería nuestra salvación, porque haría un agujero y por él saldríamos. Por entonces ya eran las doce y media y me tendría que dar prisa, ya que la niña se pondría chinchosa, le daría hambre y entonces si que sería un horror. Los habitantes del lugar no se molestarían de eso estábamos seguras, pero a nosotras nos podía dar un infarto pensado que le daríamos de comer a la niña, así que me gustara o no, me puse pico en mano y de nuevo ¡sorpresaaaaaaaaaaaaaa! Con tantas ganas empecé a picar que a los tres o cuatro golpes, ¡zás, el mango se parte!... pero yo cual heroína de cuento de aventuras (ese día estuve pletórica, jejejejeje) y mostrándome muy valiente ante el personal (mi hermana y mi hija, los otros seguían en sus lugares de descanso), digo: “No te preocupes, hay otro pico” jejejeje, que valiente, ¿no podría haber dicho otra sandez mejor? De nuevo me encamino para lo que había sido capilla, ahora almacén de herramientas (insisto) y abierto. Cojo el otro pico y ya de camino rezo a todos los santos para que no se vuelva a romper ya que no quedan más instrumentos de estos…., y de nuevo manos a la obra (nunca mejor empleada la frase) y tras, tras, tras y más tras y por fiiiiiinnn cae un trocito de cemento y otro, y otro más y yo rezando por lo bajini (rezando al mango del pico por supuesto), ¡por favor no te rompas, no te rompas que tenemos que salir!, pero como soy tan retorcida, a la vez pensando, ¡mira que si debajo de todas estas filigranas geométricas hay un armazón de hierro! ¡Por favor que no haya hierros, que no haya hierros! Tras, tras, tras y más tras y ahora ya cae un trozo más grande de cemento y otro, y uno mas grande que descubre el interior y compruebo que no hay armazón de hierro, así que sigo picando con más ganas y más optimista y diciendo a mi hermana: ¡Ves, ya se va abriendo, ya mismo estamos fuera!, así que picando y picando, la niña llorando, mi hermana meciendo y cantando, hasta que a las dos de la tarde, mi hermana sale la primera por el hueco abierto, le doy a la niña y salgo yo (esto no hubiera pasado hoy, porque seguro en el bolso o bolsillo hubiéramos llevado un móvil, pero hace veintitantos ni había móvil ni na de na). De esta guisa, salimos zumbando hacia la civilización y turnándonos porque la niña pesaba lo suyo, llegamos al lugar de trabajo de mi marido que nos cogía de paso y el pobre a vernos aparecer toda sucia yo (mi falda veraniega de piqué y blanca, llevaba tizne, polvo y sangre porque las manos me sangraron un poquito) y sudosas ambas dos, la niña emberracada y sofocada; se asustó por no decir otra cosa. Se tranquilizó algo cuando le contamos pero a la misma vez, se indignó tanto o más de lo que yo estaba. Seguimos nuestro camino y me llego al ayuntamiento y cuando termino de narrar toda nuestra aventura quijotesca, me dicen todo tranquilos que ha pasado más veces, solo que el susodicho señor ha vuelto enseguida. Pero para rematar y poner la guinda al pastel, cuando llegamos al negocio de mi padre, este está todo enfadado porque dice que nos hemos pasado la mañana de parranda o al menos eso había pensado. En ningún momento le había pasado por la cabeza que nos podíamos haber quedado encerradas o que nos hubiera pasado algún percance, ¡hay que joderse de parranda!
A otro día y cuando mi marido va al cementerio a recoger el cochecito de la niña, el encargado del recinto ¡si, el señor gracioso que en paz descanse!, estaba todo indignado, porque no le habíamos buscado, le habíamos roto un pico y para más INRI, le hicimos un agujero a la fachada y además nunca se bajó del burro, ni nos dirigió en lo que le quedó de vida la palabra.
Desde entonces, pusieron en la entrada un cartel con un horario, pero ¿creé Sr. Aquilino que no se quedó nadie más encerrado? ¡Mentira podrida! Cuando a este señor le apetecía, cerraba y santas pascuas, así que hubo algún caso más, creo que ninguno con tanta aventura como el de esa famosa mañana de Septiembre, pero ya le digo, las hubo ¡vaya si las hubo!
Como ve Sr. Presidente, tengo motivos para adherirme a su asociación, por lo que quedo en espera de sus gratas noticias.
Atentamente,
Nani.



FIN de esta aventura tan verdadera y cierta, como que me tengo que morir y que supongo mi hermana recordará de distinta manera, ya que estas cosas todos las vivimos de forma distinta.


nani. Diciembre 2007.

viernes, 30 de noviembre de 2007

UNA MAÑANA DE SEPTIEMBRE I









(Esta realidad ha sido escrita a partir de la carta de D. Aquilino Fuencarral “Presidente de la Asociación de Difuntos Descansen en Paz” y que publicó en el blog de Nanny de Testamento de Miércoles, que escribío al Sr. Director en protesta y reivindicando los derechos de los difuntos)

Sr. Aquilino Fuencarral:
Lo prometido es deuda y hoy estoy aquí para contarle como un día soleado de la segunda mitad de Septiembre, decidimos mi hermana y yo ir al cementerio a llevar un ramo de flores a la tumba de nuestra querida madre, que había dejado de estar con nosotros ya hacía dos años, después de haber pasado por una de esas largas enfermedades que no se le desean ni al peor enemigo, pero bueno, no estoy aquí para contarle todo lo que la echamos de menos y lo que nos acordamos de ella, aún habiendo pasado bastante o mucho tiempo. No, yo estoy aquí hoy para narrarle, lo que le comenté hace unos días con motivo de mi adhesión y colaboración con su sociedad....
Cómo le decía, esa mañana soleada de Septiembre, mi hermana bastante más pequeña que yo me comentó que le gustaría ir a poner unas flores por cumplirse el segundo aniversario de la falta de nuestra madre. Yo nunca he tenido esa necesidad, ya que cuando hablaba con ella, siempre me pidió que le rezáramos y que nos dejáramos de llevar flores y esas zarandajas que se acostumbra y siempre bromeando (tenía un sentido del humor muy particular), decía: “Cómo me llevéis flores, vendré y os tiraré de los pies” Jajajaja, estas cosas me hacían gracia y me reía, después cuando estuvo tan malita, me hacían menos gracia pero le seguía la broma.
...pero prosigo. Cogimos nuestras flores, serían las diez de la mañana y por entonces tenía a mi hija con catorce meses, así que la preparé y la puse en su carrito y nos dispusimos a hacer el recorrido que de paso nos serviría de paseo matutino, ya que tendríamos que recorrer aproximadamente unos dos kilómetros hasta llegar a nuestro destino, que no era ni más ni menos, que el cementerio de nuestra ciudad.
El paseo resultó agradable ya que a mediados de septiembre en Andalucía, todavía se goza de unas mañanas bastante apetecibles y reconfortantes a la hora de llevar a cabo un paseito.
Cuando llegamos al lugar, depositamos las flores en los floreros esos tan ridículos, nos quedamos un ratito pequeño meditando y rezando y nos dispusimos a regresar a casa de la misma forma que habíamos llegado, puesto que teníamos que proseguir nuestras tareas. Mi hermana debía ir al negocio familiar y ayudar a nuestro padre y yo, dejar todo dispuesto para ir a la tarde a trabajar en el curro que por entonces tenía, así que no nos podíamos entretener demasiado. Lo que nunca nos imaginamos fue la sorpresa que nos tenía preparado el destino, la suerte o el señor encargado del cementerio. Parece ser que este señor (que en paz descanse, sea todo dicho de paso y nunca mejor ocasión y momento, por el lugar y el hecho que nos ocupa), pues como decía, este señor nos contó a otro día que tenía acostumbrado al personal que por allí pasaba (el personal viviente por supuesto), que le buscaran y le dijeran que estaban por allí, así de paso se ganaba unas propinas, jejejeje.... Nosotras muy jóvenes, ingenuas y no acostumbradas a estos menesteres, entramos y supusimos que un recinto público tenía un horario establecido y que se respetaba y ni por un solo instante, nos pasó por la chorlita que este señor si le apetecía, cogía sus llaves, cerraba el recinto y se iba a hacer otras labores que no quiso explicar cuales eran, pero que todos nos imaginamos que podían ser, y.....¡Ohhhhhhh sorpresa, la puerta de la entrada está cerrada! Y mientras las dos palurdas nos reponemos, nuestros ojos se abren como platos, la boca se queda en un ¡OHHHHHHHH! Y mirando hacía arriba, la puerta, cancela, verja o como queramos llamarle, ese día parecía inmensa y altísima, vamos como si hubiésemos tomado la pócima de Alicia en el País de las Maravillas y hubiéramos empequeñecido, pero yo saliendo al paso y haciendo acopio de hermana mayor valerosa y que no se amilana por naica, jajajajajaja (era la mayor de las tres que por allí andábamos, los demás seguían recostados en sus habitáculos), me dispuse muy diligente a recorrer el cementerio y a salvar la situación cual heroína de cuento, así que me armé de valor y empecé a recorrer el recinto y a ver para empezar si por allí andaba alguien más, si había alguna otra puerta que fuera accesible (ahora si la hay y da a una carretera bastante concurrida, entonces era tapia, porque todo estaba rodeado de tapias y daban al campo, a un inmenso campo que había estado sembrado de trigo hasta el mes anterior y que había sido recogido unos días antes y por lo tanto, con campesinos que de haber estado allí me hubieran solucionado el problema, pero ese día como digo, estaba cubierto de paja, de una dorada y reluciente paja que brillaba espléndida a la luz del sol mañanero.
Y usted Sr. Aquilino se preguntará porqué sé que había estado sembrado de trigo y en ese momento estaba cubierto de paja. Pues verá le cuento. Como no encontré ningún ser viviente, recorrí una calle, otra, otra y muchas más de aquellas floreadas y llenas de fotos que algunas incluso me resultaban conocidas y familiares y todas esas cosas que se acostumbra a poner en esos sitios, hasta terminar todas y volver al sitio de partida que era la entrada y lo que en su día había sido capilla (ahora es jardín) y el señor gracioso que nos había dejado allí, utilizaba como almacén de herramientas (picos, palas, carro, escaleras, cemento...) y por supuesto, en esta ocasión no estaba la puerta cerrada ya que los pobres difuntos no acostumbran a coger herramientas ni por hacer una broma. Por lo pronto, revisé todo lo que allí había y me programé. En primer lugar cogí una escalera de hierro, la más larga que por cierto ¡pesaba más que un muerto!, y me pasé por donde había dejado a la acongojada de mi hermana entreteniendo a su sobrinita que ya se había percatado (ella siempre tan espabilada), que algo no pululaba.
-Mary – le dije. Voy a ver si por alguna tapia me puedo saltar afuera o le puedo dar la vuelta a la escalera y me bajo para salir a pedir ayuda. ¡Ya he dicho que por entonces era bastante ingenua y además, había visto muchas películas donde el prota, coge la escalera cual pluma, la lanza hacía fuera y queda justa para que las piernas te lleguen sin mucho esfuerzo y te bajes sin más, salgas campo través, llegues a la civilización, cuentes tu problema al primer municipal de turno y todo resuelto! Pero ingenua de mí, cuando llegué a la primera tapia, en el último peldaño (ya dije antes que la escalera era grande y alta), me pongo de puntillas y oteo el horizonte, pero ¡Dios mío, sólo se ve campo! Me voy para otro lado a ver si es más fácil, todo esto sudando como un pollo con mi escalera acuestas y la vuelvo a apontocar en otra tapia. Esta vez consigo encaramarme al filo de la tapia, pero ¡ohhhhhhhhhhh cielo, la profundidad al otro lado es inmensa, ni sueñes pobre infeliz intentarlo! Me voy más para allá, quizá ahí sea más fácil y pueda dar la vuelta a la escalera, así que la vuelvo a apontocar, subo, me encaramo, me monto cual caballo fuera e intento aupar la escalera ¡ya dije que pesaba más que un muerto!, y no puedo auparla del suelo más de dos escasos metros, así que una vez más desistí de este intento, pero seguro que por la tapia más cercana a la puerta de entrada, incluso podría saltar desde arriba.

Como me ha resultado muy larga esta narración, prometo terminarla en unos días. así que....

CONTINUARÁ.....

NANI. NOVIEMBRE 2007.

martes, 27 de noviembre de 2007

EL BANDONEONÍSTA



El bulevar está frío y solitario. El bandoneón suena triste y apagado, como si el vaho que desprende su dueño, se incrustara y humedeciera las notas antes de salir al espacio. Mira al músico y nota que no solo es el frío, sino su estado de ánimo. En la gorra sobre el suelo, tan solo dos monedas de escaso valor y en el rostro, el ocaso. Ya las puestas del sol no dicen nada, ni los trinos de los pájaros, ni el aroma de jazmín, ni el renacer de los naranjos. Le observa desde el otro extremo y recuerda como puede cambiar de la noche a la mañana, la vida de una persona y en este caso, una persona buena.
Llegó de lejanas tierras, fue aplaudido y agasajado. Le acompañó todo el “glamour” de la época y vivió como corresponde a un privilegiado. Conoció el éxito, la felicidad y la dulzura de la vida. Pero también se rodeó de hipocresía, de envidia y de dolor.
Cuando lo tenía todo y a todos complacía, le sedujo aquel malvado que por amigo se decía. Sembró con gran éxito la envidia y todo empezó a torcerse.
En primer lugar le acompañó en las giras. Era un verdadero potentado con los instrumentos musicales y con las partituras. Se hizo indispensable para el bandoneonísta que a la hora de componer, siempre lo quería a su lado con el fin de que escribiera sobre el papel, las notas que a él le surgían del alma.
Esto fue lo que más envidió del músico, era capaz de improvisar, de componer los más bellos compases, las melodías más acordes y hacer en un momento, el más bello vals, la más bonita milonga o incluso el tango más sensual, pero aún envidiaba, como hacía estremecer y embaucar al público con solo dejar caer los primeros acordes de cualquiera de sus piezas musicales.
La gran amistad que el músico creía les unía, fue el acicate para sentirse confiado y hacer partícipe al que creía su amigo, de todos sus sentimientos y emociones.
El músico aprendió en las calles junto a su padre y nunca supo plasmar una sola nota sobre el pentagrama y de eso se valió, el que se dijo su “amigo” que en verdad, poseía las mejores dotes musicales, adquiridos en los conservatorios más prestigiosos del país, pero que a lo largo de su vida, no le sirvieron para componer un solo acorde, no soportando la gran sensibilidad y dulzura que desprendía el músico y además, con la mayor naturalidad. Este hecho le corroía por dentro sembrando la envidia y todo lo más ruin que puede albergar un ser ambicioso y cobarde. Nunca supo dar gracias a la vida por haberle permitido unos estudios, un talento casi sobrehumano para traspasar a las partituras y a determinados instrumentos, todas las emociones provocadas en otro ser, como podía ser una bella puesta de sol, el olor del azahar o el trino de un pájaro. Fue frío y calculador. Se sirvió del prestigio de un concertista ya consagrado, de lo imprescindible que resultó ser, del cariño, la lealtad y el respeto que un amigo profesa, hasta hacerse el dueño de situaciones, partituras, seres queridos, incluyendo fortuna y fama.
El músico siempre fue un ser sencillo, con una sensibilidad asombrosa, esplendido con sus seres queridos y amigos y tan solo le preocupó en la vida, que todo el ser que estuviera a su lado disfrutara de la vida, como él lo hacía cuando tocaba el bandoneón, cuando compartía una cena con su familia o en la tertulia de los jueves con los amigos. Nunca le importó la fortuna, que llegó a poseer, (de ese menester se ocupaban otras personas). Para él, ese hecho fue circunstancial y agradecía en el fondo de su ser, que las penalidades económicas se hubieran terminado, sabiendo que sus familiares no tenían carencias como las que padeció en su infancia. Pero eso pertenecía al pasado y hoy, lo que importaba era el presente.
El presente lo vivió tan plenamente, que no pudo por un momento sospechar la jugada que un buen día le tenía reservada la vida.
Su amigo, ese ser que fue imprescindible, supo aprovechar la ocasión que le brindaba su ambición y se apoderó de toda la fama y creatividad del músico. Se benefició de todo lo que este poseyó y hoy tocaba en el bulevar sin poder comprender que había sucedido, donde estaba esa persona que creyó conocer, esos seres que creía le querían e incluso, se preguntaba mientras tocaba y miraba el dinero de la gorra, si todo lo que recordaba había sido un sueño y nunca sucedió.
Eso se preguntaba mientras el vaho le helaba el alma y las notas lloraban haciendo estremecer a todo el que le observaba, le escuchaba y se acercaba a dejar caer una moneda, desde cualquier punto del bulevar.

NANI. Noviembre 2007.

jueves, 22 de noviembre de 2007

RECOGIENDO POEMAS

PARA MARIAPAN, (para que vea que la madurez no es tan mala si se sabe disfrutar y aprovechar lo que se aprende día a día).

Me he pasado el día
recogiendo poemas por los pasillos.
Los tenía derramados,
igual que la gelatina en la cocina.
Intento meterlos en sus carpetas,
pero han crecido,
como si les hubiera puesto levadura
y no me cupieran.
¿Habrán madurado – me pregunto,
o se habrán revelado?.
¿Será que les ha gustado vivir libres,
y no quieren volver a quedar enlatados?.
Ahora son ellos,
los que a mi me dominan,
me apasionan
y me derrotan.
Son ellos,
los que a mi me ilusionan,
me conducen
y me dan la vida.
Por los pasillos,
he recogiendo poemas,
para ir juntos,
por los caminos y por las veredas.
Si, cansados,
pero a una.
Si, enfadados a ratos,
pero a una.
Si, muy tristes a veces,
pero a una.
Porque de lo contrario,
cogeré algún día la escoba,
y no respondo de lo que barrería.
NANI. NOVIEMBRE 2007.












sábado, 17 de noviembre de 2007

SÓLO SABÍA FREGAR....

Está limpiando las escaleras como siempre. No se puede dormir en los laureles, porque antes del medio día deberá haber acabado la limpieza del bloque de enfrente y el de la calle Blás Infante, nº7.
Se escucha a toda pastilla en el 1º principal, como siempre desde que salió al mercado, la canción de Juan Manuel Serrat, "Princesa". Ni a cosa hecha, vamos, igual que si hubiera estado en su pellejo, como si hubiera conocido su vida el cantante. Su hija tampoco se incó de rodillas, ni fregó un solo suelo. Gracías a Dios, estudió y no le faltó de nada. Bueno, si le faltó el calor de un padre, unas Navidades en familia, el regalo de Reyes de los abuelos y ella..., ella no la pudo cuidar en sus resfriados ni cuando pasó la varicela. Tan solo lo hizo, cuando las monjas la llamaron al pasar el sarampión, ¡estuvo tan malita, cómo la reclamaba en su delirio febril!
En las pequeñas vacaciones que conseguian disfrutar, sí que gozaron, pero que esfuerzo costaba. Tenía que pagarle a una compañera para que le hiciera el trabajo y cuando se hizo mayor..., le avergonzaba ir de vacaciones con una madre, que tan solo sabía fregar, limpiar. Limpiar, fregar. Fregar y vuelta a empezar.
Ahora vive en el estranjero. Su marido es ingeniero y ella traductora de inglés, alemán, sueco y se defiende bastante bien con el francés e italiano. ¡Qué orgullosa está de ella! pero..., ¿y su hija, estaba orgullosa de su madre?. Unas lágrimas se mezclan con el agua de fregar el suelo. Mientras tanto, se sigue escuchando los versos de Juan Manuel Serrat: "No princesa, tú no, tú eres distinta, no eres como las demás chicas del barrio, así los hombres te miran..."
Se sentía cansada y tenía ganas de que llegara la jubilación, para poder tener tiempo y hacer vestiditos y rebequitas para su nieta, pero..., ¿adonde los enviaría?, la última vez que habló con ella, le dijo que se mudaban y el paquete de Navidad se lo devolvieron. Seguía con su tarea y pensó que la próxima vez, le pediría a los señores del 1º principal, que no pusieran más esa canción. No les importaría, la apreciaban. Esa canción le recordaba demasiadas cosas y la ponía tan triste, que casi no lo soportaba.
Ese día llegó a su casa más cansada aún. Abrió el buzón por inercia, siempre lo hacía..
¡Hay carta, el matasellos el de Montevideo. Tiene que ser de ella!
Las sienes le van a estallar y le cuesta abrir el sobre. Dentro hay un pasaje de avión, con una nota escrita a toda prisa que dice: "Mamá, recoge tan solo lo más preciso. Te necesito, por favor perdóname. Tenemos que recuperar el tiempo perdido. Te esperamos. La niña llama a su abuela desde que vió tu foto. Te quiero, te quiero. He sido la persona más idiota del mundo. Te queremos con nosotros, por favor, por favor. Perdona a esta imbecil que un día diste a luz, y que hoy se da cuenta, que el la hija más afortunada del mundo".
nani. noviembre 2007

lunes, 12 de noviembre de 2007

CÓMO DECIRLES QUE.....


Con dificultad se asoma a la ventana. La torpeza es algo natural a sus ochenta y seis años y más, desde que sufrió aquella caída y se rompió la cadera.
Está amaneciendo. Lleva tantos meses durmiendo mal y necesitando ver el renacer del día, con el sol asomando entre las antenas, las tejas y chimeneas o eso que se les parece y que llaman respiraderos, en estas grandes ciudades. Que distinto era allí en el campo, donde ella creció y crió a sus tres hijos junto a aquel hombre rudo, arrugado por el sol pero tan tierno cuando se quedaban a solas. Esto nadie lo hubiera entendido. Todos creían que era un hombre demasiado tosco, demasiado basto, demasiado triste. Algo así, como aquellas manos duras y acostumbradas a coger el arado, la azada, la soga de esparto con la que ataba los serones a los mulos. Lo que nadie podía imaginar, es que aquella fuerza física y toda esa rudeza, se convertía en la dulzura y suavidad más tierna. Que el amanecer le recordaba aquellos ojos azules tan dulces, que le hacían estremecer y sentirse más cerca de él, anhelando cada vez con más fuerza, estar cuanto antes a su lado. Sus hijos nunca entenderían cuanto le echaba de menos y que por eso, necesitaba abrir esa ventana por mucho frío que entrara. Tampoco entenderían, por que la sorprendían con los brazos extendidos hacía fuera, como queriendo asirse a algo imaginario. Ni entenderían, que se quedara dormida en la antigua mecedora donde les amamantó y les contaba aquellos cuentos de la vieja aldea. No podrían entender esos tres hijos, que necesitaba sentirse cerca de la naturaleza, que necesitaba el aire fresco. Que precisaba abrir su corazón a los recuerdos, que necesitaba el beso que él le enviaba con aquel primer rayo de sol caliente, cuando se posaba en su mejilla, sintiendo el mismo estremecimiento que en su día le produjeron los dedos de él, cuando le penetraban por su nuca y se enredaban en su corto pelo. No entenderían por que la sorprendían con los ojos húmedos aún explicándoles que no era tristeza. Como decirles que era emoción, la misma que le hizo temblar aquel día que pudieron distraer y despistar a la carabina que les asignaba su madre, cuando fueron al baile que se hacía en la era, cada catorce de agosto. Cómo decirles, que le seguía queriendo igual que el primer día y que le buscaba a cada instante, con más pasión y más deseo.
Sólo entendieron, aquella mañana cuando le llevaron el desayuno y sonreía llena de paz.


nani. noviembre 2007.

jueves, 8 de noviembre de 2007

NUEVAS OPORTUNIDADES


Había decidido aceptar la invitación de Jorge. Llevaban trabajando en el mismo departamento, alrededor de tres años y nunca le había dado la oportunidad.
El insistía para quedar después del trabajo algún que otro día o para comer un fin de semana. No quería darle esperanzas. Aún recordaba su última y única experiencia. Lo pasó muy mal. Fue su primer amor el chico con el que salió del instituto, empezó en la universidad y continuó hasta que juntos opositaron.
Cuando este consiguió trabajo en otra ciudad, la relación por parte de él se había enfriado. Las llamadas eran más esporádicas. Si era ella la que le llamaba, el móvil o estaba desconectado o bien, había reunión con el consejo de dirección. Había subido como la espuma. Tenía un puesto importante y empezó a demostrarle que ya no la necesitaba. El presentimiento que en su momento tuvo, se fue confirmando día a día, hasta que pasados unos meses y al abrir el correo electrónico, una punzada le atravesó el pecho al encontrar en la bandeja de entrada su dirección. Nunca le había enviado un mail. Nunca lo había hecho y al verle allí impreso, no necesitó abrirlo para adivinar lo que diría. Aún así y casi por inercia, su dedo índice pulsó el botón izquierdo del ratón, para que la flecha posada sobre su dirección, se clavara en la herida sangrante y acabara partiéndose en cachitos, aquel amor que tan feliz les había hecho en otros tiempos.
“Marisa, se que ya has adivinado lo que voy a decir. Siento mucho que todo haya acabado. Hubiera ido a verte, pero no tengo valor. Se que no tengo perdón. Vivo con otra persona y no he podido decírtelo. Olvídame si puedes. Te ruego que me odies, solo así podrás olvidar el dolor que te causo, no merezco otra cosa. No he sabido hacerlo de otra manera. Quiero que sepas, que fue bonito, muy bonito mientras duró”
Carlos”.
Así termino el mail. No derramó ni una sola lágrima. Se levantó de la mesa donde estaba el ordenador, se acercó a la ventana y allí se quedó. Afuera llovía y se palpaba una mañana fría y desapacible.
Llueve detrás de los cristales, -se escuchó a si misma decir-, igual que llueve en mi corazón. Una lluvia amarga, que me impide derramar una lágrima y que por el contrario, me causa un dolor punzante, agudo, Tan agudo, que parece que en el estómago, tenga un nudo que me estrangula la vida.
Al cabo de un rato y de observar la lluvia casi sin ver, vuelve al ordenador, posa su mano sobre el ratón, elimina el mail que hay sobre impresionado en la pantalla, solicita los contactos y como una autómata, selecciona la dirección tan querida en otro momento y sin más, la elimina.
Transcurre algún tiempo y con gran esfuerzo por su parte, deja de sentir ese miedo absurdo cuando abre el correo electrónico. Creyó que bastaba con eliminarle de aquel aparato, y no fue así.
Pero hoy, al volver a mirar por la ventana y ver un sol resplandeciente, un rayito de esperanza se posa sobre su alma. La vida proseguía, -pensó-, no todo iba a ser tan frío y triste como en la época pasada. Al menos, el sol que le rozaba la cara, calentaba. ¡Incluso podría aceptar una invitación!


nani. noviembre 2007

lunes, 5 de noviembre de 2007

LA MODELO




Había sido la más bonita, la más hermosa de su tiempo. Su cuerpo, fue el más esbelto, el más codiciado del entorno, el más modelado y el más armónico, como hubiera dicho el gran compositor clásico, de la época.

Ella a sus diecisiete años, ya posaba para aquel pintor de renombre nacional.

Sus piernas largas e insinuantes, asomaban por entre los flecos del mantón, traspasando al lienzo , toda la frescura de su recién estrenada juventud. La armonía de sus pequeños pechos redondos, se insinuaban bajo la seda bordada, dando la luminosidad precisa, al hermoso rostro aterciopelado. Los ojos negros y penetrantes con cierta tristeza en su profundidad y que aún le hacían más bellos, dejaban adivinar, la humildad, la sencillez y el amor que sentía por el guapo pintor. El cuello largo y delicado, le daban a la "musa", una elegancia que podía pasar, por orgullo y altanería, aunque tan sólo era la manera, de mantenerse firme ante aquel hombre, que pincelada tras pincelada, iba plasmando sin él ser cosciente de ello, todo el amor que ella sentía por todo lo que contenían las cuatro paredes, del pequeño estudio que la cautivaban y la hacían prisionera, de aquellas cosas y de aquel artista orgulloso y posesivo.

Cada vez que el pintor la miraba, la imagen que conservaba en su retina y que traspasaba al lienzo, era como si a ella misma le robara por cada pelo del pincel, un minuto de su existencia y según avanzaba la mujer del cuadro, la joven modelo, iba quedando más extenuada y consumida, terminando algunos días, envejecida y encogida, como si aquellas cerdas del pincel, o aquellos adorados ojos del pintor, le sorbieran la vida.

Así se pasó su existencia aquella joven musa, entre pinceladas, óleos, biombos y un amor que crecía día a día, al mismo tiempo que ella se deterioraba a consecuencia de aquel desorden, inquietud, amor enloquecido y noches frenéticas.

Cuando su cuerpo dejó de ser el más bello y apetecible, para aquellos ambiciosos hombres, que tan solo tenían dinero, la que fue "hermosa musa", cada vez, iba quedando más arrinconada, más triste, más pobre y más...., acabando en un cuartucho húmedo y lúgubre, en el suburbio de las afueras de la ciudad o en una chabola de cartones, recogiendo toda clase de objetos y alimentos de las basuras, para poder subsistir.

Y mientras se le admira en los museos de las grandes ciudades, ella se apaga poco a poco, de la forma más miserable y triste.

Dicen que cuando acabó aquella existencia, las delegaciones de cultura le hicieron un homenaje, le pusieron su nombre a una calle de su ciudad e incluso la incluyeron en las `páginas de los libros de texto, quedando aún más inmortalizada, "la bella musa y modelo".


nani. noviembre 2007.





viernes, 2 de noviembre de 2007

MARTA





Había amanecido un día lluvioso y sintió de nuevo, como la congoja, se cobijaba en la boca del estómago. Una vez más, y al mirar a través de los cristales empañados, empezó a ver, y como si de una película se tratara, los recuerdos de aquel día también lluvioso y con niebla, allá en la casita escondida, entre la alameda y el río.

Aquel día también estaba cargado de melancolía y la nostalgia, se hacía cada vez más presente al dejar de escuchar la sinfonía armoniosa, que conseguían en mutua unión, ramas, hojas y brisa.

Se apartó de la ventana. Movido por una fuerza incontrolable y sin poderlo evitar, posó la aguja sobre el disco de vinilo que siempre ocupaba el mismo lugar, sobre el plato del tocadiscos. Al comenzar aquella melodía, escuchada una y mil veces, de nuevo volvieron a brotar las lágrimas de siempre. De nuevo, volvió a impregnarse su corazón, su retina y todo su ser, de aquella presencia, de aquel rostro alegre y joven, de aquella voz que le erizaba el bello y de todo aquello, que resumía aquel nombre, que sus labios pronunciaban sin él poderlo evitar, mientras su inconsciente se concentraba, en una estrella luminosa, allá en el firmamento: "Marta, Marta, Marta.....".

nani. Noviembre 2007

lunes, 29 de octubre de 2007

LA MÚSICA DE MI VIDA



Toc, toc. Toc, toc.¡Holaaaaaaaaaa! ¿Me escuchas?
¡Sí, así estaba llamando!
¿Qué te parece una forma muy poca original de llamar?
Pues mira que quieres que te diga, todo el mundo cuando intenta ser escuchado y llama, a no ser que lo haga a través del timbre de la puerta o el teléfono que entonces sonaría ¡Riiing!, ¡Riiing!, lo hace del mismo modo y cuando él lo hacía, no tenía posibilidad de utilizar ni lo uno, ni lo otro.
Mira que si, no me quieras convencer, que cuando empezó a llamar lo hizo de este modo… ¡Toc, toc. Toc, toc! Y así lo escuché durante todo el tiempo que intentó contarme sus cositas.
Al principio eran cosas muy insignificantes, muy diminutas, acorde con sus diminutas fuerzas, pero a la vez, muy importantes.
¡Mira, si quieres que te lo cuente, escucha, pero no arrugues tanto la boca y el entrecejo, que parece que estás estreñido!
Después fueron creciendo las llamadas ¡Síiiiiiii creciendo, ufffffff, o me escuchas, o…!, y la llamada incluso había días que me hacía dar un blinco, estuviera donde estuviera, no tenía miramientos, ni a mí me importaba que no los tuviera, al contrario, me gustaba esa forma de llamar la atención.
Mira como empieces con tus celos y tus tonterías dejo de contarte. ¿No te estoy mirando a ti a y ahora a los ojos y eres tú exclusivamente mi centro de atención, no te lo estoy contando a ti, a que vienen esas caras, todos esos espavientos y tonterías? ¡Eres la caraba, si te cuento porque te cuento, si no te cuento, porque no te cuento! ¿Pues sabes que te digo? ¡Que me voy con la música a otra parte, y de música se trataba lo que te estaba relatando!
¡Ahhhh, que tratándose de música si quieres escuchar, de verdad, me haces perder la pacienciiiiiiiiiaaaa!
Lo que te estaba diciendo es que después empezó a llamar con más fuerza y a veces parecía que estuviera galopando, como si de un potrillo se tratara.
¡Que siiiiiiiii, que parecía que galopara o que trotara! Y es que tenía un montón de energías. Tenía un don especial y le encantaba que pusiera música, le gustaba escuchar a mi laito, to pegaito a mí, como si en ese momento fuéramos una sola persona. Era bonito saberle cerca y a mí como me gustaba, adrede ponía aquel disco de vinilo que me regaló el abuelo y una y otra vez, posaba la aguja encima, haciéndole girar y girar, (tan solo tenía que alargar la mano), hasta repetirlo muchas veces, y acabar rendidos y dormidos apaciblemente. ¿Sabes una cosa que nunca te conté?, a ti también te gustaba que te pusiera ese disco y además, cuando estuviste en las misma circunstancias, te gustaba (a él también) que posara mi mano suavemente y la mantuviera de esa manera durante aquellos largos ratos que nos regalábamos mutuamente.
Todas esas energías que derrochaba como te decía, se hicieron cada día más notorias. Era como si tuviese prisa por ir a todas partes, como si le faltase tiempo para desarrollar todo lo que su pensamiento y sus juegos imaginaban.
Cuando pasó algún tiempo y crecieron sus llamadas de atención, sin más ni más, empezó a empujar con tanta energía, que por pocas en el mismo pasillo, irrumpe interpretando la sinfonía de sus notas inventadas y armoniosamente colocadas, que se hicieron presentes en un paritorio cualquiera de un hospital cualquiera, de una ciudad cualquiera. Allí irrumpió con un impulso que dejó atónito al médico, a la enfermera y a mi misma que no daba crédito a aquella sinfonía de llantos y cantos bien sincronizados y melodiosamente cantados, haciendo de todo aquello, los conciertos más deseados de esa época, los recitales de la temporada y el éxito de mi vida. Por aquellos días, no tuve tiempo de escuchar los cuarenta principales, ni de volver al palacio de la música. Vuestros conciertos “fueron la música de mi vida”.








nani. 0ctubre 2007.







jueves, 25 de octubre de 2007

EL PROFESOR Y EL NIÑO


ESTE RELATO TE LO DEDICO A TI, TÚ BIEN SABES QUIÉN ERES.



Al profesor no le hacía gracia. Era un niño tímido, asustadizo, triste. No tenía confianza en los mayores. Todos ordenaban, todos gritaban, todos decían que hiciera cosas que a él no le gustaban o que a los demás no les gustaba hacer. Aquel día, debía ensayar una obra de teatro para la fiesta del colegio. A él le parecía un poco absurdo hacer aquellos mohines. Se encontraba ridículo y el profesor parecía tonto, ¡si al menos le hubiera explicado el significado! No se enteraba, sólo gritaba y le decía: ¡Tú hazlo, ya lo entenderás! Pero no entendió nada y al final, terminó diciendo: ¡Niño, eres tonto, vete a tu casa, no sirves para nada, ya buscaré a otro que te sustituya!

A partir de aquel día, siempre le sustituyeron, siempre le mandaron, siempre obedeció. A solas lloraba. Cada día era más largo, solitario y triste. Hasta que dejó de salir. Se asomaba a la ventana y les veía reír, jugar, correr, llamar a los timbres de las casas, esconderse, mirar a las chicas, empezar a hacerse mayores y él..., él seguía en la ventana. Sus padres estaban demasiado ocupados, y él, seguía obedeciendo, yendo, viniendo, mirando, observando y llegó la hora de buscar trabajo. Sí, consiguió un trabajo, pero le siguieron ordenando, le humillaron y él, siguió obedeciendo, yendo, viniendo, mirando observando y hasta llorando.

Pasaba a menudo por delante de su antiguo colegio. Por la ventana entre abierta, un día se volvió a escuchar la misma voz que decía: ¡Vete niño, eres tonto, no sirves para nada! Se quedó paralizado mirando el colegio. Al poco, salió un niño llorando. Vio en él su vivo retrato. Sin saber como, se arrodilló a su lado y le abrazó diciendo: ¡Te juro que no serás el más torpe, ni el más tonto, ni el más..., y lloraban los dos. No se volverá a repetir la historia, aunque le tenga que..., no, no se volverá a repetir, te lo juro, tú eres tú. Tú eres único, en todo el mundo no hay otra persona como tú, lo diga quién lo diga y eso se lo vas a demostrar desde hoy, y te lo vas a desmostrar a tí mismo!

(Esta historia es casi real y ese niño es hoy un hombre que primero cree en sí mismo y que además, se desenvuelve bastante bien, te lo puedo asegurar. Es más, cuando se mira al espejo se da una palmadita en el hombro y se dice: “Tío estoy orgulloso de ti”).


Nani. Octubre 2007.

lunes, 22 de octubre de 2007

JÓVENES



Un día más el radio-despertador me zarandea y me deja “k-o”. Me gusta despertar con esa voz amiga que me acompaña en el duermevela ese, que a todos nos gusta tanto, porque ¿nos gustas, verdad?, y que suele durar unos cinco minutillos de nada, pero que son tan riquitos y que se disfrutan de forma tan especial. Unos días nos hablan de los cotidianos dimes y diretes de los políticos, (que ya casi te hacen reír y a veces casi llorar), otros días del tiempo que se presenta, o de los proyectos de uno u otro partido, todo algo muy suave para ir subiendo el tono de lo que va a ser el nuevo día. Tú te vas dejando llevar, hasta que decides tirante de la cama y comenzar una nueva jornada.
Pero hoy no he disfrutado, hoy como decía anteriormente, me ha zarandeado y me ha despertado de golpe igual que si me hubiesen dado una bofetada y mis dormidas neuronas han tardado un rato en reaccionar, incluso se han querido ir de rositas. Ayer parece ser, tres chicos de dieciséis años y una chica de dieciocho, se han entretenido (bueno, una forma de llamar a algo que me parece no tiene nombre) en rociar a un hombre con disolvente y le han prendido fuego, y todo porque según parece, querían grabar las escenas y colgarlas en Internet.
¡No lo entiendo, no puedo entender esas cosas! ¡No puedo entender donde estaban sus padres y que piensan que puedan estar haciendo sus hijos a las diez de la mañana, un día que se suponen deberían estar en el instituto!
He estado hablando de ello con una señora mayor y me ha dicho que todo esto pasa desde que las mujeres salimos a trabajar, que las mujeres debemos quedarnos a cuidar de los hijos, pero que claro, como hoy para vivir medianamente cómodos, no tenemos otra solución que irnos…., o sea, que la culpa es nuestra.
Después estuve hablando con un grupo de niños y niñas (estos son más pequeños, trece y catorce años), pero que ya van sabiendo que está bien y que no lo está. Ellos me han dicho que son unos “piraos”.
En ocasiones, leemos o escuchamos, que muchos profesores tienen depresión y se piden la baja, porque no pueden con los niños. Dicen que han perdido el respeto, les agraden y amenazan, si no son los propios padres los que llevan a cabo estas agresiones y amenazas. Debe ser una frustración grande para un buen profesor, que a la hora de impartir una asignatura, el chico no preste atención, pero no por la falta de interés del adolescente que está pillando palomicas, eso es normal, sino faltando al respeto e insultando, por ejemplo.
También solemos escuchar o leer, que los padres no pueden con sus hijos y esto es mucho más grave a mi humilde juicio.
Y para terminar, concluyo con las preguntas que me estoy haciendo desde que me he tirado de la cama.
¿Qué les pasa a los jóvenes? ¿Qué les estamos enseñando los padres? ¿Qué están viendo en sus casas? Estuve siempre casi segura, que la educación, los valores y la responsabilidad, se mama con el primer biberón o la primer teta que se le da en casa a un crío. Que un bebé, va aprendiendo día a día, observando a los mayores con los que convive. Estoy segura que todo lo que se pretende que sea una persona de mayor, no se aprende en la escuela, eso es un complemento a la formación importante del ser humano, pero que para colmo tampoco se deja que se haga como debería ser. Entonces me pregunto…
¿Se les debe dejar que hagan su santa voluntad? ¿Les debemos dar todos los caprichos y que se nos monten encima como si fueran los reyes de la tierra? ¿Hay personajes importantes que están interesados en que todo esto ocurra?
Hoy disculpadme si mi actualización es un poco…de esta o aquella manera, pero no tengo gábilos para hacer otra cosa. Si os agradeceré me deis alguna opinión, y así me sentiré algo menos triste. Yo trabajo a veces con jóvenes, y creo que una gran mayoría no son así, pero por favor, hoy pido una voz amiga que me convenza de que debo seguir “perdiendo” (siempre creí que no perdía) mi tiempo con ellos.

NANI. OCTUBRE 2007.

martes, 16 de octubre de 2007

MANUEL (Recuerdos de infancia)


Siempre bién peinado y afeitado. Sus ropas muy humildes pero limpias y bién cuidadas. Sus ojos negros, muy vivos y pícaros.
Todas las mañanas, a la misma hora comenzaba su trabajo en el lugar de costumbre. Siempre la misma esquina de la avenida principal. Los días de mucho frio, le permitían quedarse en una de las puertas de entrada a la farmacia de D. Mariano. Su padre le acompañaba. Era un señor gastado y casi anciano, pero cargaba con agrado con la cesta, el soporte y la silla. Cuando llegaban al lugar descrito, allí se sentaba Manuel, esperando que pasaran los niños y niñas para el colegio.
"Manolo, un puñado de pipas, cuatro caramelos, dos chicles, un chupachús, una barra de regalí, una..."
"Venga, no os empujeis, esperaos..., que le doy las pipas a María y después, los garbanzos tostados a Juani".
No había que ser muy observador para darse cuenta, que no le daba los puñados de igual manera a las chicas que a los chicos. El de las niñas era más grande y más lento. Necesitaba el contacto de sus manos y tan solo con eso fué feliz. Le delataban las chispitas de sus bellos ojos negros.
"Me haces cosquillas", le dijo un día María, mientras que él le contestaba: Eso es que te parece, niña bonita". Y la niña bonita se aleja sonriendo y saltando, de un ladrillo a otra baldosa. Manuel seguía mirandola, mientras ella se perdía entre el bullicio y las esquinas, y al pasar de nuevo al medio día, vuelve a ser feliz cuando ella le sonrie de manera inocente y amiga.
Manuel era amigo de su amigos. Siempre rodeado de jovencitos, les escuchaba con agrado y siempre, les daba los cigarrillos con una habilidad, que ni el padre más astuto lo hubiera adivinado: "Pepe, hoy has fumado dos pitillos, ya no te vendo más", les decía. Cuidaba de su gente y todo paseante le apreciaba. A los padres les rellenaba el mechero. A los ancianos les regalaba la piedra. A los jovenes y niños les quería, y a la niñas...., bueno a ellas las adoraba.
Cuando empezaba el anochecer, volvía el anciano padre. Recogía la cesta, el soporte y la silla. Manuel se apollaba en sus piernas de madera, arrastrando un cuerpo maltratado por la poliomelitis. Se marchaba alegre, marcando el ritmo de aquellas muletas ruidosas, que se perdían poco a poco, con su sonsonete machacón y que volvía, con su ritmo alegre , a la mañana siguiente.
Cuando se nos fué Manuel, las pipas y los caramelos no nos supieron de igual manera a los niños y niñas de esta ciudad. Pero seguro que aquella dulzura, la estarán saboreando los ángeles del cielo, porque allí seguirá Manuel con su sonrisa, sus pipas y caramelos, suavizando y recibiendo a todo el que por allí pasa. Y cuando en las noches estrelladas, los luceros brillan de forma especial y palpadeantes, sé que dos de ellos, son los ojos de Manuel, chispeantes y luminosos.
nani. Octubre 2007

viernes, 12 de octubre de 2007

INQUIETUDES SILENCIOSAS



Este relato va por Mario (ese Necio Hutopo). Ya que no se le da “El premio que se merece” (jejejejeje), yo al menos con este simple relatillo (ñoño pero real) de inquietudes maternas (y ahora va en serio), le doy las gracias por el desvelo hacía el mundo infantil y juvenil. ¡POR SER UN CHICO EXCELENTE, POR SER UN CHICO EXCELENTE, POR SER UN CHICO EXCELENTE Y SIEMPRE LO SERÁ, Y SIEMPRE LO SERÁ!

El sofá resultaba incómodo a las tres de la madrugada. Su marido y ella, se quedaron viendo por la tele, la película del sábado. A las una de la mañana, él ya había roncado en "Sol, Fa, y hasta en la Novena de Beethoven". Cuando se despertó, miró el reloj y dijo de forma algo brusca: "¿Pero todavía no ha venido? Esa niña, te juro que se pasa el verano castigada, la culpa es tuya, como le das todos las libertades, esa niña hace de ti lo que quiere, ya verás mañana. Bueno me acuesto, como tú eres su madre y la que le permites todo, te aguantas ahí, pero te lo aseguro, mañana se entera".
Todo esto lo dice el padre, mientras se dirige al dormitorio. Casi al instante, se vuelve a escuchar un ronquido monótono.
Ella mira con impaciencia el reloj. Su hija había quedado en que llegaría a las dos, o como mucho, a las dos y media. La había tranquilizado, prometiéndole, que la acompañaría Pedro.
Si, Pedro parece formal, pero, ¿es tan fácil perder la cabeza a los dieciséis años? "No seas desconfiada mujer, se decía. Siempre confiaste en tu hija. Siempre te ha contado. Siempre has sabido donde andaba. Pero, ¿y si le ha ocurrido algo? Dios, que no pase nada, que no ocurra nada, a ella no. Bueno, ni a ella ni a nadie, pero entiende Señor, es mi niña. Esa que se ha hecho mayor sin que me de cuenta, esa niña que hace un año lloraba sobre mi pecho, porque no le hacía caso su amigo Mario. Pobrecilla, que pena sentía, que hondo le caló, que pesadilla, que mal lo pasó y claro, yo con ella, su sufrimiento se hacía mío. Si lloraba, me costaba aguantar, para darle seguridad. Que pena me daba verla sufrir, pero que normales son esas reacciones y en la adolescencia, cómo se sufre cuando no es correspondido el amor que sientes, por el otro. Que mal se pasa y lo peor, es que todo esto no acaba aquí, después le volverá a ocurrir a Grego, a Lucas y a Marta".
Mecánicamente, vuelve a mirar el reloj. "Las tres y veinte. Dios como está tardando. ¿Que habrá pasado? Siempre dicen, que si pasa algo, se entera una de momento. Madre mía, que su padre no se despierte, que es capaz de ponerle la mano encima. ¿Por qué somos tan egoístas?, los hijos mientras se divierten, no piensan que su madre se consume, pensando que les ocurra algo. Su padre, se va a dormir tan feliz, como sabe que me quedo esperando, él a pata suelta roncando, y si despierta la forma y encima, me hace sentir culpable, no lo entiendo, de verdad que no lo entiendo y para colmo, mañana tendré que mentirle y si se da cuenta cuando me acueste, tendré que decirle que nos hemos pasado las horas charlando de nuestras cosas. Dios, las cuatro menos veinticinco. Se detiene y escucha. El ascensor se ha parado. Que sea ella, por Dios, que sea ella. ¿Qué hago de pié? ¡Siéntate tonta, que no note, que estás que te subes por las paredes y encima, se dará cuenta que has llorado!".
Se abre la puerta de entrada, con mucho sigilo. "Pasa Pedro, como te dije, mi madre está levantada, dice la chica con voz tenue.
No digo nada. La miro de cabeza a pies. No le falta nada, gracias a Dios. Sus ropas están intactas. No tiene rasguños, está igual de guapa que en el momento en que se marchó.
Antes de que reaccione, es la chica la que habla: "Mamá, perdónanos, como te dije me ha acompañado Pedro. No era nuestra intención llegar tarde, pero hemos tenido que llevar al hospital a Nuria. Ha tomado algo que no es bueno, ya sabes que te hablé de lo preocupada que estaba por ella. Está saliendo con gente, que no la va a llevar a nada bueno, dichosa droga, que asco de éxtasis y demás. De verdad mamá, cada día estoy más contenta, de que hayáis hablado claro, de la forma en que me habéis educado, igual que estáis haciendo con mis hermanos. Te juro que doy gracias a Dios, por hacerme distinguir entre, lo que me conviene y lo que no. Cada día agradezco más, tener amigos como Pedro, como todos los que no nos dejamos llevar de todo eso que nos están metiendo por los ojos, los oídos, por todas partes y que solo sirven, para destruir a gente buena, a gente sensible, a la gente que más necesita de cariño, de compresión, de todo, de...
Se escucha un carraspeo. Madre e hija, miran hacía donde se encuentra el chico. Se habían olvidado de él. Es la madre la que se acerca al joven, le coge las manos, se las aprieta con mucha ternura y le dice: "Gracias Pedro, gracias de verdad, que Dios os bendiga, os proteja y que siempre, os conserve intactos, por dentro y por fuera. Anda, vete a tu casa, que seguro tu madre está hecha un manojo de nervios".
El chico sonríe. Se despide y madre e hija, le acompañan a la salida. Se vuelven. Las dos se besan, y se desean buenas noches.
La madre entra en el dormitorio. Procura que su marido no se despierte. Se desliza entre las sábanas como una serpiente. Intenta relajarse y empieza a perder la conciencia, diciendo: "Gracias, muchas gracias".
¿Por qué das las gracias?, dice el marido.
No se, creo que estaba soñando. Anda sigue durmiendo, le contesta la madre.

nani. Octubre 2007

lunes, 8 de octubre de 2007

CAVA LA SULTANA




Dejó la cocina patas arriba. No podía continuar en aquel ambiente. Todos comían, reían, hablaban y ella, traía bandejas de canapés, ensaladillas, vasos, bebidas y más llevar, más pedir, más... Nadie la echaba en falta, hasta que cansada se sentó en un taburete de la cocina, con los codos apoyados en la pequeña barra.
De pronto, la voz de su marido la saca del ensimismamiento: "Pero María, ¿es que estás dormida?, te estamos pidiendo más canapés, las bandejas están vacías. Que te estoy hablando, despierta".
Ella le mira casi en sueños. No está equivocado, dormida no, pero sí soñando, porque de lo contrario..., ¿quién aguantaría todo esto?
Se levanta del taburete y sale delante de él.
El marido sigue gritando: "¿Adonde vas, pero que haces, estás loca?".
Ella pasa entre los invitados de su marido, entra en el dormitorio y al instante, sale con un abrigo de paño algo deslucido y anticuado. Coge el bolso que tiene colgado en el perchero de la entrada, dejando a su marido perplejo. Abre la puerta y desaparece, después de dar un fuerte tirón con decisión.
Se encamina, como casi siempre que necesita respirar, hacía el castillo árabe. Allí, se siente libre, el aire le golpea la cara, la ropa, todo su cuerpo y nota, que se limpia de tanta falsedad, de tanta burguesía, de tanta diplomacia, de tanto… y, ¿para qué?, se pregunta. Ya está bien de ser servidora, ya está bien de ser..., aquí soy la princesa de este castillo, aquí soy "Cava la Sultana".
Se dirige a una pared cubierta de hiedra. La aparta y aparece la entrada de una cueva. Tan solo ella sabe de dicha entrada y de la existencia de la mencionada cueva.
Su padre había sido guarda del entorno y este fue, el gran secreto de padre e hija.
Entra con desenvoltura. Coge las cerillas que lleva en el bolso y enciende un velón que hay a la izquierda. Se ilumina la estancia. Es una cueva amplia y húmeda, pero a ella no le importa, incluso el olor le gusta. Ha pasado tan buenos ratos aquí. Se dirige al fondo, donde hay una gran caja de madera. La abre y saca de ella, una especie de túnica de seda de color violeta. El velo es de gasa y del mismo color. Las babuchas también de seda, llevan incrustadas cuentas de cristal de diferentes colores. Se desviste y mecánicamente, se coloca las ropas árabes. Antes de ponerse el velo, se quita las horquillas y su pelo largo y negro, se deja caer con el peso. Brilla de una forma especial a la luz de las velas, que fue encendiendo y que están distribuidas por la rupestre habitación. Para colocarse el velo, se encamina hacía un antiguo espejo, que hay colgado encima del cajón de madera, que ahora hace las veces de tocador. Se lo pone de tal manera, que ahora, la mujer que hay frente al espejo, es una hermosa dama árabe, de ojos rasgados y muy negros, de labios rosados y bastante atractivos. Al llegar a este punto, con un impulso, recoge el velo y se cubre la parte inferior del rostro, solo deja al descubierto los ojos, que brillan como nunca. Se aparta un poquito, para poder mirarse de cuerpo entero, en el espejo. "Todo está correcto", se dice.
Mira hacía la derecha. Allí en una cantarera de madera, hay introducidas tres vasijas de barro. Coge una de ellas, se la apoya en la cintura y sale afuera, apartando con mucho cuidado la hiedra. Con mucho mimo. la deja caer de nuevo, para tapar la antigua entrada. Con una gracia inusitada en la mujer que había salido de aquella fiesta, desciende el atajo que la lleva a la "Fuente de la Mora". Sabe que allí, la espera el soldado cristiano y dueño de su amor. El la deja coger agua para su madre enferma, ya que en el castillo se han terminado las reservas. Los cristianos, como les quieren expulsar, les han cerrado todos los accesos al agua, así tendrán que salir, o de lo contrario, morirán de sed.
No tarda en descubrir a su amado. La espera tan apuesto como siempre, sentado al borde del manantial. El caballo lo ha dejado algo apartado y atado al ciprés milenario, ese que se ve, desde el cerro de enfrente.
Se abrazan y ella, se refugia en su pecho, llorando de emoción, Hacían tantos días que no se veían. Con mucha ternura, él le seca las lágrimas con sus labios y después, la besa como nunca, como si hoy, en todos los actos que ejecutan, les fuera la vida. Están más emocionados que otras veces, como si presintieran, que quedaba poco tiempo y había que aprovechar cada instante, como si del último se tratara.
Así pasan las horas y al amanecer, ella recoge el cántaro, lo llena de agua y se lo coloca en la cintura. Él la besa de nuevo con tanta ternura, que tanto ella como él, se estremecen de pies a cabeza. La tiene que sujetar, porque presiente que le flaquean las piernas. No tienen que decirse nada, tan solo se miran, con eso basta. Después, muy despacio y como si se tratara de un rito, de nuevo le cubre el rostro con el velo.
El soldado, lentamente se retira y acercándose al caballo, coge las riendas y monta en él y muy despacio, se va perdiendo entre la espesura del bosquecillo.
Como si le costara apartarse del entorno, comienza a subir muy lentamente el atajo que le llevará de nuevo al castillo. Antes de llegar de vuelta a la cueva, "·Cava la Sultana", pasa frente a "Angelillas la loca", como la llaman en el pueblo. Sigue adelante sin decir nada. Angelillas la loca, se restriega los ojos, creyendo que ve una aparición.
Cuando Angelillas la loca, baja al pueblo, llega a la taberna y después, va a la plaza del ayuntamiento. A todos cuenta lo que ha visto en el castillo: "Si, es una mora muy elegante, igual que una princesa y además, llevaba un cántaro a la cintura".
Como siempre, los habitantes del pueblo, se ríen de ella y la convidan a vino, para poder mofarse a sus anchas de la pobre mujer. Luego, en la plaza del pueblo cuando habla, sentada en un banco hay una señora, con abrigo de paño algo deslucido y pelo recogido, que la escucha con especial atención y dulce sonrisa, que se desvanece en el aire frío de invierno, junto a un suspiro muy hondo y helado, que a los habitantes de aquella plazoleta, les ha hecho estremecer. Después, se levanta y dirigiéndose a Angelillas la loca, le dice: "Angelillas, que sabrán estos de historia, de amores en esas murallas y piedras viejas, que sabrán. Anda, vamos a tomar una sopa caliente en mi cocina y mientras tanto, te voy a contar la historia de una mora y un cristiano, que todavía tienen amores, allí donde tú ves a "Cava la Sultana".

nani. Octubre 2007


viernes, 5 de octubre de 2007

¿CREES EN LA GENTE WÜENA?

Después de haber sufrido una batalla campal con los virus informáticos y los virus corporales, vuelvo a actualizar este bloc:

Y de nuevo como tengo por costumbre de vez en cuando, (con el grandísimo atrevimiento por mi parte y muchísimo respeto, como siempre digo), homenajeando a mi poeta de guardia “GLORÍA FUERTES”:
¿CREES EN LA GENTE WÜENA?
¿Que si creo en la gente buena?
Claro que creo hijo,
sólo que a veces,
a puñeteros ratos,
porque esa buena gente
me duran un día,
un soplo o un canto,
cuando les estoy tomando el saborete,
se los lleva el aire por flacos... ¡de espíritu!
o los arrastran los cielos
¡dicen que son las flores,
que rellenan sus campos!,
o me los adormece la sociedad,
con el gerundio de verbo prometer,
con su alucinógenos y sus oropeles,
y se me ponen mustios, marchitos o ajados,
y lloran...
lloran a derecha y a izquierda,
de frente y en la postrera,
se me pierden por los caminos de niebla,
en el humo de la dormidera
y en las falsas pisadas
que les vamos señalando.
(¡Y como no... en gerundio!).

..... como creo hubiera dicho ella por estos días, de haber estado aquí entre nosotros.

Nani. 5 de Octubre de 2007.


domingo, 30 de septiembre de 2007

COSAS DE CASA


Ahora le decía que necesitaba el teléfono móvil. Desde que su trabajo lo ejecutaba en las horas de la madrugada, ella no paraba de darle la lata. Él, empezó a concederle algunos gustos, que en el fondo le parecían caprichos, pero como le hacían sentirse más segura..., total, pudiera tener razón. El niño podía enfermar o ella tener miedo y si le llamaba, sentirse mejor.
En su trabajo, el timbre del teléfono no podía sonar. Tuvo que buscar un móvil bien sofisticado, que parpadease y fuera muy visible, en aquella sala repleta de otros sonidos y distintos focos y luces.
Al principio le hacían gracia sus mensajes: "Joselete, la cama está calentita y me he puesto ese picardía de color..., remataba la frase con puntos suspensivos. Más tarde, recibía otro: El color es ese que a ti tanto te gusta, ¿te acuerdas? Otras veces, el mensaje decía: Me he puesto ese perfume que..., y de nuevo los puntos suspensivos".
Empezaba a desconcentrarse y a perder los papeles, hasta el punto que, el compañero debió llamarle la atención. Pensó dejar el móvil en el maletín, pero lo necesitaba, casi le estaba creando dependencia. Aquellos mensajes, le ponían la adrenalina disparada. Aquella lucecita parpadeante, le ponía el corazón en la garganta. Cuando terminaba, a eso de las cinco treinta, cogía el coche como un descosido y carretera adelante, salía zumbado. Cada día, necesitaba volver a casa más a prisa. La necesitaba a ella. Necesitaba aquel perfume mezclado con su piel. Aquel color, que cada vez se hacía más calor. Un día, se saltó un semáforo y no pasó nada, gracias a Dios, pero otro día, por pocas arrolla a la viejecita del carrito cargado de sus pertenencias. Y al chico de la moto, que susto pasó. Igual que el día del Mercedes rojo, que salió a todo trapo de una calle, sin hacer el stop. Y que le estuviera pasando a él. Un hombre metódico, ordenado, responsable... Pensaba todo esto mientras conducía. Hoy hablaría con ella, le pediría que no volviera a ponerle mensajes. Le diría que no volvería a llevarse el móvil, que no podía con todo aquello, que estaba al borde del infarto, que necesitaba todo su cariño y toda aquella pasión, pero que no podía seguir con ese nerviosismo. Que necesitaba estabilidad en su trabajo y que muchos días, cuando volvía a casa, en más de una ocasión, estuvo a punto de tener o provocar un accidente. En este punto estaba, cuando se levantaba la persiana de la cochera de la casita que tenían a las afueras de la ciudad. Al bajar del coche, tropezó con un cartel que decía: "Sube, te espero. La puerta está abierta, no des la luz, la sorpresa será hermosa, estoy, en..., y de nuevo los puntos suspensivos".
Esto es el colmo, se decía. Y además la puerta abierta. Se está volviendo loca.
Mientras subía las escaleras de dos en dos, algo le parecía anormal. Las luces estaban encendidas. Se escuchaba un sollozo y había algo rojo en los peldaños cercanos a la habitación del niño. Se precipitó en ella: "Pobrecito, está dormido, que sabrá él de estas locuras", pensó.
Corrió hacía la salita. Allí estaba ella, embutida en aquella bata hortera que le había regalado su madre y que a los dos les ponía de los nervios. El pelo alborotado, la cara manchada de rojo. Un hilillo de sangre le caía por la sien izquierda. No percibió su entrada. Lloraba con la cara entre las manos. Cuando le vio, se precipitó en sus brazos. A él la confusión, el asombro y el miedo casi le paralizaron. Cuando pudo reaccionar, le pidió que le contara que pasaba. Ella, tan solo le dijo: "Perdóname, he sido una inconsciente y una atrevida, dejé la puerta abierta y entraron a robar. Quisieron entrar en la habitación del niño, pero lo impedí aunque me golpearon. No consiguieron nada, porque les amenacé con esta pistola, la compré para nuestros juegos. Hoy quería que todo fuera distinto. No es de verdad, pero al menos me ha servido para defenderle. Ahora me doy cuenta de que he llegado demasiada lejos con mis fantasías".

nani. septiembre 2007.
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miércoles, 26 de septiembre de 2007

ES OTOÑO, ¡QUÉ TIEMPO MÁS BONITO!


(AQUÍ DEBAJO, SE ESTÁ MU AGUSTICO, JEJEJEJEJ)


El sol cálido del atardecer otoñal, es bastante agradable y me permite contemplar plácidamente, el entorno desde estas alturas.
Las nubes grisáceas y blancas, empiezan a ocultar un sol algo tristón, al que se le adivina una nostalgia, por el verano recién terminado. Desde su altura, echa en falta a la golondrina cantarina, el rojizo atardecer y la luminosidad del horizonte.
Los campanarios de las iglesias, no brillan de igual forma, ni las cúpulas de los edificios de la calle principal, están igual de relucientes.
Allá a lo lejos, la oscuridad de la "Parapanda", presiente la nieve que la cubrirá dentro de unos días y que le anuncia, su hermana mayor "Sierra Nevada", con el aire fresco que le envía a ráfagas.
Los cerros de los olivos, ya van adquiriendo ese color característico, con el que recuerda a los habitantes del entorno, que hay que buscar la vara, los fardos y las espuertas, la recolección de la aceituna se aproxima.
La "Ciudad de la Luna", está más opaca y solitaria y el entorno del cerro de "Fátima", se está poniendo de un color ocre y gris oscuro, síntoma lógico, de que los almendros y las higueras, dieron su fruto. Al cerro de "San Marcos", lo cubre un manto blanco, anunciando un fuerte alubión de agua que tanto agradecerán, estos campos y veneros.
La "Fortaleza de la Mota", en su cerro al frente, se está entristeciendo poco a poco. Detrás, se va ocultando un sol cada vez más frío y los cipreses que coronan dicha fortaleza, se estremecen con el frío viento, que le envía la hermana, sierra granadina.
Ya, las palomas, los estorninos y los gorriones, se están recogiendo en sus nidos. Todo se va quedando gris y triste. Las nubes se unen unas a otras y con el último rayo de sol, empiezan a caer una gotas de lluvia, que alegrarán a la tierra seca por el estío.
El reloj de la torre del ayuntamiento, me devuelve a la realidad y me recuerda, que debo bajar de estas alturas paisajísticas y soñadoras.
El viento y la lluvia, me han calado, Hay que buscar el calor del hogar. El otoño, se ha hecho palpable. El otoño, ha llegado a un "Paisaje andaluz".


nani. Septiembre 2007.








lunes, 24 de septiembre de 2007

UN AMOR COBARDE


Mientras ordenaba la pequeña cocina, pensaba en los acontecimientos de los últimos años. Siempre se veían en una habitación del hotel Central de la ciudad. Ella recibía un mensaje en el teléfono móvil: "Cariño, te espero hoy a las seis de la tarde. Donde siempre, por favor, no me hagas esperar te necesito.
Siempre ocurría lo mismo. Ella salía del trabajo una hora antes. Nunca le pusieron objeción alguna, ya que esa hora la recuperaba cualquier otro día. Nunca tuvo prisa, a excepción del día que él la llamaba. Nadie la esperaba, ni tenía que dar cuentas a nadie.
Sin embargo, cuando llevaban un año de verse de esta forma, él le confesó que estaba casado, que quería a su esposa y que tenía dos hijos.
A ella no le extrañó, algo en su interior le decía que no era muy normal su comportamiento, pero todo fue tan..., tan de aquella manera, fue sucediendo todo.
Ella trabajaba en la inmobiliaria desde que terminó auxiliar administrativo. Encontró pronto trabajo y alquiló un apartamento. En un principio vivió con unos familiares, que aunque les quería y la trataban bien, no era su casa y tenía ganas de independizarse. Poco a poco, consiguió piso propio, después lo amobló a su gusto, llegando a vivir cómodamente, pero claro está, sin derrochar su sueldo.
Cuando le conoció en la oficina, le pidió una salida al termino de la jornada. Después fue una cena y poco a poco, las confidencias, la necesidad del uno y la otra, y....
Ella le ofreció el pisito y en este punto fue, donde comenzó a extrañarse: "¿Por qué a un hotel y a su piso no?" No quiso escuchar su conciencia y acalló sus temores, que al cabo de un año se confirmaron. Cuando le confesó su situación, la dejó elegir a ella: "Si tu quieres seguimos, yo te quiero, pero no me pidas que deje a mi familia, porque les necesito tanto o igual que a ti". Eso le había dicho y entonces ella cayó, no dijo nada, de todas maneras, no creía hacer daño a nadie. Sólo se veían cada dos semanas, aunque la verdad era que no sabía estar sin él.
Ahora habían pasado tres años desde que se conocieron. Hacía seis meses que su mujer se enteró de la relación y tuvieron que dejarlo. Las cosas se habían puesto bastante mal desde entonces, - le dijo.
Y hoy recibe otra vez el mismo mensaje de siempre: "Cariño, te espero a las seis de la tarde donde siempre, por favor, no me hagas esperar, necesito verte".
Termina la cocina muy lentamente y muy pensativa. Esta tarde no va a la oficina, la pidió libre al descubrir el mensaje.
Se hace un café y se sienta en la salita. Coge una caja de madera de estilo sefardí que heredó de su madre y de ella saca, un tocho de cartas cogidas con una cinta. Empieza a leer aquella en la que le había escrito versos como estos:
Cuando tengo sed,
me bebo tus besos.
Cuando tengo hambre,
me sacian tus manos.
Cuando te añoro,
te busco en mis sueños.
Cuando te recuerdo,
te noto a mi lado.
Complementas mi vida,
como el rocío a la flor,
como la lágrima al llanto,
como la miel a la vida,
como la lluvia al campo....
Le había escrito muchas cartas desde distintos sitios. Viajaba bastante y en las noches de soledad del hotel, le escribía poemas, luego cuando ella los recibía, se sentía la mujer más dichosa del mundo. Nunca ella le pidió más, siempre se conformó con este amor, que era como el Guadiana, había semanas que aparecía y otras que no. Después, desapareció del todo y hoy de nuevo resurgía.
Cuando recibió el mensaje, se fue derecha a la carpeta de cartas y escribió: "Mi Guadiana querido, no iré al hotel, ya sabes donde vivo. Sabes que siempre he entendido todo, o casi todo, pero la injusticia no me gusta. Ahora eres tú el que decides. No iré esta tarde al trabajo".
Metió la carta en un sobre a juego, puso su nombre, lo cerró y lo metió en el bolso. Al pasar por el hotel, lo dejó en consigna, diciendo: "Por favor, no deje de entregarlo al Sr. Martínez".
"No se preocupe Sta. Laura, - le contesta el encargado -, tiene aquí la llave de la habitación y tendrá que pasar a recogerla".
La despertó un portazo en algún piso del bloque. Miró el reloj, eran las diez de la noche. Recogió las cartas que volvió a guardar en la cajita de madera, se lavó la boca, se puso el pijama y se fue a la cama con una paz, que hacía mucho había dejado de sentir. De nuevo era libre. Dolía un poco esta libertad, pero, ¿quién ha dicho que no sea dolorosa la libertad? ¿Quién ha dicho que no duela dejar en el camino, parte de tu ser, de tu vida, de tu yo, que se va quedando por avenidas, cafeterías, por el aire, por los paseos, por todo el transcurrir de una existencia? ¿Quién puede hablar de dolor ajeno?.
nani, septiembre 2007.