Con esta fotografía tan literaria realizada por Alec Dawson, despedimos los #viernescreativo de 2014.
Soy
toda letra, paro letras y mi bañera está colmada de abecedarios y letras de las
que me impregno, de las que me alimento y me nutro. No necesito desde mi
descubrimiento hidratantes, ni vitaminas para la piel, ni para el pelo, ni para
las uñas, ni para nada. El problema surgió cuando tenía que salir a la calle y
me ponía el pantalón y el jersey. Los tejidos comenzaban a borrar las letras y
la debilidad me invadía. Por eso tuve que buscar una alternativa, ya que tenía
que salir a trabajar y no podía ir en culo como dice mi sobrino pequeño. Me
hice una túnica muy amplia de gasa azul que al dejar caer los pliegues, estos
no dejaban percibir mi silueta desnuda con la que conseguí mantener las letras
adheridas a mi piel. Si alguna lertra o palabra se desprendía, se me hacía una
llaga y los médicos no me daban solución alguna. Con el tiempo observé que en
el momento que me aplicaba un aforismos o un poema, la llaga desaparecía, lo
malo era cuando estaba en una reunión con mi jefe; este siempre me
proporcionaba números, balances y cuentas y más cuentas, por eso es que este
fin de año estoy un poco debilitada y con algunas llagas y vejigas. Necesito
llegar a casa y tragarme un buen libro. No, no me lo como, eso lo intenté en
una ocasión pero me dio indigestión; tan sólo necesito ingerirlo con la vista,
nutrirme de esa escritura y si es constructiva, tiene una buena redacción y una
buena trama, sea poema, ensayo, novela o relato, mejor que mejor. Lo que sí
comprobé ya hace unos meses, que leído un bodrio de esos que se lanzan para que
sea best seller, me salió un sarpullido que ni con los aforismos de Tagore pude
poner remedio. Tan solo se mejoró con el poema de “Luís Alberto de Cuenca” “El
desayuno” y sobre todo, al terminar los dos últimos versos:
“Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
Fue
en ese instante cuando noté cierta mejoría. Así que decidí memorizar todo el
poema y mientras preparaba la crema de calabaza, conseguí que mi cara y todo mi
cuerpo recuperaran su aspecto normal. Ahora voy a darme un baño de letras. He
conseguido unos tarros de “Baskerville Old Face” en cursiva a muy buen precio, además
de una oferta de palabras sueltas que pertenecieron a Cortázar y Borges que me
mandan vía internet, que mezclo con el agua calentita y caligrafía tipo inglés
que heredé de mi padre. Sé que no debo repetir demasiado para que haya
variedad, pero hay letras que son tan magníficas que no producen ni empacho, ni
irritación, ni nada negativo, sino beneficios, amplitud de mente y ensanche del
alma.
Nani. Diciembre 2014