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miércoles, 4 de marzo de 2009

DE NUEVO EN LA COCINA




… y una vez más estaban allí. ¡No lo podía creer!, y cuando les pregunté que hacían, me contestaron que estaban celosos y no soportaban más mi falta de interés y mis continuos despistes, así que sin más ni más, se metieron en mi cartera y allí aparecieron entre las hojas de las endibias. Cuando comenzamos a preparar las ensaladas y bajo el grifo sintieron la ducha, los gritos fueron descomunales. ¡Claro, ellos tan agustito refugiados en el cogollito de las verduras! Tenían alimento y estaban protegidos del medio ambiente y de los ojos supervisores de Nani. ¿Pero que se habrían creído? ¡Y encima me reprochan que estoy despistada, lo único que pasa es que no paro nada en casa, pero no les falta comida, ni su casita limpia, ni…, ufff! Yo no tengo la culpa de que estén dormidos cuando vuelvo a casa, ni que este invierno sea tan lluvioso y oscuro y les falten ya sus horas de fotosíntesis. También echo de menos las horas de calorcito en la espalda, mientras leo un libro en la terraza, pero aún faltan unos 30 días para que eso ya se deje sentir en plenitud y como ellos vinieron de allá del otro lado del océano, tampoco se acostumbran a los cambios de este irregular invierno, que por otra parte, es lo más normal que siempre pasó en estas latitudes, pero claro, con las sequías que hemos sufrido en los últimos años, todo el mundo cree ahora que estas lluvias y el frío, son anormales.



Pero lo que os contaba, es que aparecieron una vez más en la cocina y esta vez entre las endibias. Tres de los cogollitos no han servido, estaban picoteados y ya los he dejado para que les sirvan de alimento, pero de nuevo les he tenido que castigar. No entiendo porque tienen ellos que ser tan desobedientes y celosos. ¡Y para colmo se me suben de nuevo a la oreja y me cuentan que querían ver donde paso tanto tiempo y con quién, es el colmoooo!!! ¡Menudo susto le han dado a Carmen que es un poco supersticiosa y asustona!, pero no ha sido menos con Rosa y Marga, que dicen que soy un poco bruja porque tengo amigos duendecillos, jeje, ¡que sabrán ellas, ¡envidia cochina es lo que tienen! Jaja, en el fondo he tenido como siempre que inflarme a reír (pero a escondidas), cuando les vi encima de friegaplatos bailando un pasodoble, mientras tarareaba Ana una copla (creo que era esa que dice: “Julio Romero de Torres, pintó a la mujer morena, con los ojos de misterio y el alma llena de pena…”), ¡ea, que como se está poniendo otra vez de moda la copla, la folklórica de Ana allí cantando y los pequeñajos bailando y mientras tanto, pensando yo que castigo imponerles, porque no podía dejarles tal cual, porque así y todo, al menor descuido, les tengo haciendo de las suyas, ¡ya decía yo que llevaban mucho tiempo sin dejarse notar, se ve que ya han olvidado que les puse a contar las lentejas la última vez! Y esta cocina es mucho más peligrosa y eso lo puede asegurar mi amiguito el del flequillo engominado (¡sí, aquel que se engominó el pelo con harina y agua!). Esta vez se cayó en la masa quebrada y se quedó atrapado y casi espachurrado por el rodillo de Paula cuando fue a estirarla para forrar el molde de la tarta, ¡gracias que le descubrí y le atrapé en el justo momento en que iba a formar parte de la tarta de manzana! Pero lo peor de todo ha sido lo que le ha ocurrido al que siempre sonríe. Esta vez su sonrisa se ha quedado algo paralizada, ya que fue a parar al congelador junto con un trozo de pechuga de pollo que debía ser congelada y que Migue se encargó de envasar. El muy prenda fue a curiosear por el trocito de carne y acabó envasado y metido en el congelador, a Dios gracias que me di cuenta pero he terminado destrozada hasta que no los he tenido a todos en mi bolsillo y no les he perdonado tanto ajetreo y tanto descuido por parte de ellos, podían haber acabado congelados, en el desagüe de friegaplatos o dentro del horno, así que les he mandado a ordenar todas las recetas del archivador, después a sacar brillo a los moldes de galletas y dejar reluciente la cristalería (aunque les he visto deslizarse a modo de tobogán por las copas de vino), ¡no tienen remedio y he tenido que hacerme “la longuis”, porque de lo contrario es el cuento de nunca acabar!

Después les mandé que fueran derechitos a la cartera para que los llevara a casa, pero como siempre, en medio del camino encontraron algo que les llamó mucho la atención, ni más ni menos que una bandeja de profiteroles preparados para ser rellenados y los muy gandules, decían que eran cuevas preciosas (algunos ya llevaban queso de roquefort) y se les ocurrió decir que eran cuevas llenas de musgo y ¡madre mía!, fueron a parar a la nevera mientras hacíamos nuestro desayuno y cuando fue Eli a coger la mantequilla, se llevó un susto de órdago, al verles gritar y tiritar de frío, encima del bizcocho que habíamos preparado para hacer unos “biscochitos borrachos”. He tenido que decirle que son unos amiguitos de mis sobrinos, que siempre se escapan para descubrir mundo y que les gusta meterse en mi cartera. Para ellos mi cartera o mi bolso, es un pasaje a otro mundo desconocido y como son tan curiosotes, pues…, en fin, que no salgo de una, cuando ya me meten en otra y lo más gracioso, es que todo el mundo ya se cree que estoy más “pacá que pallá”.

Por fin he conseguido atraparles y yo misma le he llevado al coche, castigados con la llave echada y por supuesto, con el encargo de que dejen la tapicería como “los chorros del oro”, les guste o no y con la seguridad de que esta noche se van a la cama sin su ración de acelgas y sin su piruleta de fresa. Sé que no durará mucho pero mientras lo recuerden eso será lo que yo habré ganado, ¡no sé cuando van a serenarse y ser más responsables, ya sé que todo es producto de su inmensa curiosidad, pero no me vale que a cambio estén siempre en peligro y yo coja unas rabietas de “mil pares de narices”, y…

… y pensando todo esto, terminé mi trabajo, me fui al coche y cuando me dispuse a sentarme al volante, todos estaban sentados alrededor de dicho artilugio, esperando que yo cayera rendida a sus encantos, puesto que en el momento que me senté, todos al unísono se pusieron a cantarme esa que dice: “Por ser la chica más guapa…” ¡Serán puñeteros, pues no esta vez no sucumbiré, pensé yo! Y si más pronto pienso no sucumbir, más pronto caigo en sus encantos y en sus redes, porque estuvieron imitando a “Roberto Chiquilicuatre” incluido tupé (que ya procuraré enterarme de donde salió) y como os cuento, una vez más he caído rendida ante tanta diablura y picardía, creo que no tengo remedio y en el fondo soy igual que ellos y me encantan tal como son, pero ¡puñeta, vaya sustos que me hacen pasar!




Nani. Marzo 2009.

viernes, 3 de octubre de 2008

CAFÉ AVENIDA II



Y claro, ya en la calle y de camino a casa, he vuelto a meter la nariz en el bolso y les pregunto: ¿Quién puñetas os ha mandado meteros en el bolso y venir conmigo? A lo que contesta el que más cerca tengo: “Bueno ejmmm, como mientras almorzabais le comentaste a tu hijo que te ibas a tomar café, pues que…, pues que queríamos nosotros también salir un ratito y como el otro día contaste que el café te lo tomabas con un pastelito que hace tu amiga “mu riquito”, pues que nosotros también queremos y… ejemmmm, pues que…., ufff Nani, ¡no me mires así que no me gusta, que me da susto, que te pones muy fea y se te arruga la nariz y la frente y…, venga porfaaaa, la próxima vez te pedimos permiso!

- ¡Permiso, permiso, permiso!-, contesto algo más serena y ya con una casi sonrisa. ¡No puedo resistirme, son unos puñeteros y saben ablandarme! Ponen esa cara de pillastres, saltan a mi escote, al pelo y a los pendientes que al mismo tiempo les sirven de mecedero y se balancean en los que llevo de aro y… ¡ea, la Nani hecha unas natas!

Cuando hemos recorrido tan solo unos metros, pasamos por una tienda de chuches y como sé que todo esto lo han formado por querer comer pastel, pienso que si les doy hoy un poquito a ellos, corresponderán a la próxima, así que les pido que se refugien y entro con ellos al establecimiento.

Hay un montón de niños con sus mamis comprando chiles, pipas de girasol y gominolas.

Una vocecita en mi oído me chiva algo así como: “¡Porfa, unas nubecitas de fresa, regalí y gominolas de mora, porfi, porfi!!!

…y, ¿el último por pavor?, -digo dirigiéndome a la inmensa cola.

¡Sí, tengo que hacer cola!, acabo de entrar en la tienda de chuches que hay en el mismo parque y además al lado del colegio infantil, así que está abarrotado porque es la hora de salida del horario de tarde.

Mientras que llega mi turno no puedo estarme quieta, ¡pensarán todos que tengo el “mal de san Vitor” o algo parecido. Pero no puedo estar relajada porque estos diocesillos están saltando de alegría al ver que les voy a comprar chucherías. Pero claro, el que tengo en la cabeza entre mi pelo me hace cosquillas así como el que se ha metido en mi escote. El que se mecía en mi pendiente ha saltado dentro del oído y me susurra algo que no logro entender, ya que lo que ha conseguido es que me pique tanto que por inercia casi lo espachurro al ir a meter mi dedo índice que se ha quedado a medio camino al escuchar un: ¡ALTOOOOOOOOOO!, tan alto que por pocas me deja sorda y es que el pobre se veía todo estrujado en mi pabellón auditivo, pero ¡puñeta, con los susurritos yo solo tenia un picorcito insoportable!

Evitado el accidente, intento aguantar las cosquillas y a estas, escucho a mis espaldas: “¡Señora si se está haciendo pipí (lógico que piense eso la pobre señora), a la izquierda hay un servicio, yo acabo de salir con mi niña que no aguantaría hasta llegar a casa!”. Le doy las gracias por la amabilidad, ruego me guarde la vez y me dirijo a dicho servicio en picado. Entro y sin poderme contener, grito: “¡Por favor!, ¿no podéis quedaros quietos? casi con el fin de mi grito, se escucha la voz de un niño que procede del waters y que solloza y grita a su vez: “¡Mamiiiiiiii ven, que hay aquí una bruja que chilla!”

¡Encima me llaman bruja -vuelvo a decir-, si nunca he pisado una hormiga!

Volviendo a gritar ahora para adentro y con la boca apretada: ¡Como tengáis la dicha de ponerme otra vez en evidencia, cuando lleguemos a casa os vais a la cama sin cenar y además os pasáis un mes solos en el desván, sin las chucherías prometidas y a pan y agua, he dichoooo!

¡Medicina santa, todos en silencio y quietos como si no estuvieran! Salgo y por pocas pierdo mi vez. La señora pretende contarme que su hija lleva un chichón porque un niño se ha pegado con ella, se ve que tiene ganas de charlar, pero con una escusa hago mi pedido y salgo a todo trapo del establecimiento.


Con el nerviosismo de todo lo acontecido, he salido tan rápida y sin mirar a mi alrededor
que tropiezo con un chico que lleva la cara tapada con una torre de regalos, que de paso van todos al suelo. Yo pierdo el equilibrio y voy a parar de boca a un charco, que en ese momento me parece la piscina olímpica al recordar a mis amiguitos caídos en el agua. Les llamo, los busco y me faltan tres.




Mientras tanto escucho el vocerío del chico de los paquetes. Le pido disculpas al mismo tiempo que paso mi mano por el agua. Recoge sus mojados paquetes y se va diciendo que los locos deberían estar encerrados y es que no es muy normal ver a una mujer tirada en plancha sobre un charco buscando algo imaginario. Ojalá no me lo vuelva a encontrar en la vida –pienso-, porque de lo contrario puede que al descubrirme se cruce de acera o llame a los loqueros.

Por fin, tengo a mis tres amigos subidos en la palma de mi mano y empapados. Busco mi paquete de clínex, saco unos cuantos y les meto en el bolso pidiendo que se desnuden y se sequen para que no vayan a coger un catarro. Intento hacer todo de forma discreta porque ya todo es bastante anormal y las personas que me han ayudado a levantarme del charco, se han ido cuchicheando al ver que quería despacharles enseguida, pero es que ya todo se pasa de castaño oscuro y entiendo que es un poco raro hablarle al bolso y buscar cosas invisibles en el agua, ¡No, no es nada normal y es de lógica que piense que estoy más “pallá que pacá”l!


Apresuro el paso, llego a casa y me voy directa al baño. Dejo caer el agua caliente en el lavabo y les ordeno que se bañen antes de cenar. No han dicho ni “muuu”, ¡saben bien cuando Nani está que muerde!, pero cuando me doy media vuelta, los tengo apostando a ver quién llega antes nadando al otro extremo del lavabo. Lo que ellos no sospechan es que me encanta verles hacer deporte, ¡son unos atletas en toda regla y también sé que deben hacer ejercicio, así que no me importa que de paso se entrenen! Me hago la distraída ordenando la repisa y cuando lo creo conveniente les ordeno que se sequen y se pongan los pijamas. Se meten en los bolsillos de mi bata muy sumisos y nos dirigimos a la cocina.




Saben que hoy hay ensalada de lombarda (les gusta más la de lechuga y tomate), pero también saben que como rechisten se van a la cama sin nube y ninguna gominola y todo educados y atentos, se toman su ración y cuando terminan, van todos juntos y se asoman por detrás del servilletero que les hace las veces de balcón y a una comienzan a cantar: “Asómate y asómate al balcón carita de azucena”.


Jajajajaja, -no puedo evitar reírme y decir: “¿Pero no sería yo entonces la que tendría que estar asomada al balcón? ¡Sois los más zalameros que hay encima de la tierra, vamos a repartir las chuches que se nos va la noche y mañana toca el despertador a la hora de costumbre!


Antes de que termine, los tengo a todos encima y me besan en las orejas (con el consiguiente cosquilleo), en el pelo haciéndome masajes y el resto se meten en mi escote, porque dicen que me dan besitos más cerca del corazón, así que con este panorama me los llevo a sus camitas y les dejo con unas “¡Buenas noches y hasta mañana!”, pensando en el fondo, que no está mal tener una compañía semejante. ¡La verdad es que no me puedo quejar, todas las noches me voy a la cama con una sonrisa y eso es algo que debo agradecer a la vida!





Nani. Octubre 2008.

martes, 30 de septiembre de 2008

CAFÉ AVENIDA I



He quedado con mi amiga María a tomar un café en su casa, pero como llovía con tanta intensidad, me ha llamado para que fuéramos al café Avenida (a las dos nos coge a la misma distancia) y ¡así de paso -me ha dicho-, nos mojamos por igual!

A eso le llamo ser una buena amiga que lo comparte todo, o pensándolo mejor…, a eso lo llamo: “No tener ganas de ensuciar las tazas”. Aunque a María se lo puedo permitir. Sé que no es que le importe ensuciar las tazas. En condiciones normales, ensucia tazas, platos, la vajilla, cristalería y cubertería de los domingos, si es preciso. Sé que si prefiere que quedemos en el Avenida, precisamente es porque llueve. A las dos nos gusta ver caer esta agua de otoño detrás de los inmensos cristales. Nos gusta ver abrir los establecimientos, los niños salir del colegio, soltarse de la mano de sus mamás para ir a pisar los charcos y saltar sobre ellos, consiguiendo ponerse empapados. Nos gusta ver como el sol da candilazos al mismo tiempo que llueve y mirarnos mientras recordamos cuando nosotras mismas hacíamos lo mismo. Saltábamos sobre el agua y nos poníamos como una sopa mientras nos partíamos de risa. Y era al volver a casa cuando no reíamos tanto, porque difícil era que nuestras madres se tragaran que el catarro cogido o la ropa empapada, fueran solo de hacer el escaso recorrido, del colegio a casa.

He llagado la primera a la cafetería y me he pedido un café bien calentido. No sé como muchas personas se pueden tomar un café con hielo, a mí me gusta humeante aún cuando estamos a 35º y bien cargado. Me gusta tomarlo a sorbitos pequeños y saborearlo mientras como hoy, miro por la cristalera como llueve. Me gusta entre sorbo y sorbo, quedarme abstraída y perdida la mirada en el agua que cae. Como llega al suelo o se estrella en la carrocería de los coches aparcados y ver como se vuelve hacía arriba esparramado el goterón que acaba de espachurrarse contra el suelo o en los coches. Me pasaría así las horas sin importarme nada, siempre que queden sorbitos calientes y que la lluvia siga cayendo. Me gusta ver como oscurece el cielo y como la tarde se va encerrando. Me gusta…

- Perdón, -suena el teléfono.

- ¿Sí?, -contesto.

-Es María-. Me cuenta que no puede venir. Según me dice ha llegado su cuñada y me pide que la disculpe porque está segura que se le hará tarde. Me despido con cierta tristeza (me hacía ilusión ese café compartiendo recuerdos y lluvia), pero pienso que a pesar de haber estado sola, ha merecido la pena.

Al terminar la conversación y mientras guardo el teléfono en el bolso, pienso que he disfrutado de la tarde otoñal, de saborear el café y no me ha importado demasiado el plantón y cuando vuelva a casa, se me antoja que tomaré con más ganas el libro que estoy leyendo.

En estas estoy y todavía no he sacado mi mano del interior del bolso, cuando percibo un gran tropel y sin poderlo evitar, digo: “¡No por favor, otra vez nooooo!!!!

Debo haber gritado, porque el resto del personal que ocupan las mesas, me están mirando y roja como un tomate, me disculpo diciendo, que he olvidado el encargo que he venido a traer a la persona que espero…, y como estáis imaginando para no variar…, ¡¡¡ de nuevo son ellos!!!!

Una vez más, mi paz ha terminado y me encuentro con toda la cara mentida en mi inmenso bolso y ellos, los muy gandules, mirándome con cara de corderos degollados, ¡serán jodíos los muyyyyy!!!!

Recuerdo que estoy en un recinto público, saco mi cabeza de la boca del bolso y pongo en este caso también cara de póker, mientras miro al personal, que a su vez me miran con ojos de plato.





He salido de la cafetería habiendo corrido la cremallera del bolso con todas las energías que me ha proporcionado el rico café.

Salgo a la calle toda malhumorada y me cae un goterón en toda la frente, corre nariz abajo y aterriza dentro del bolso que he vuelto a abrir y donde estoy buscando un pañuelo para secarme.

Al mismo tiempo se escucha la voz de pito de uno de “ellos” gritando: ¡Aguaaa a babor!!!!... y yo toda enfadada contesto: “¡Ni a babor ni a estribor, porras, que me ha caído una gotera, como la copa de un pino!!!


(Continuará...)



Nani. Septiembre 2008.



domingo, 21 de septiembre de 2008

PAN DE HIGO, ESTORNINOS y ..."ELLOS"




Hoy me han traído del campo una “jartá” de higos para que los ponga en la terraza a secar.

Después cuando estén totalmente secos, voy a intentar hacer un poquito “pan de higo”, que para quién no lo conozca es un postre o golosina a base de lo que he dicho, higos secos, almendras fritas, aceite, chocolate y algunas especias, que todo bien picado y pasado por la máquina y una vez mezclado, se hacen una especie de bollos (alargados en esta zona) que se dejan secar un poquito y quedan buenísimos como postre, tentempié, merienda o simplemente golosina como decía anteriormente. También se guarda para cuando llegue la recogida de la aceituna, que servirá como complemento alimenticio en el almuerzo que se hace al mediodía para recuperar fuerzas y seguir con el duro trabajo y hay personas que le ponen un poquito al remojón de naranja o en otros guisos (de la “nouvelle cousine”).

Pues a lo que iba. He puesto a secar los higos, todos abiertos y mirados para que no fuera ninguno picado y ahora a esperar que sequen tontamente, para hacer el alimento que antes explicaba, pero tenía que haber un “pero” (que no manzana) y el secado se ha visto interrumpido por una algarabía a medía tarde que ha parado en seco mi siesta. La siesta de los vecinos, la de los niños de los vecinos y la del lucero del alba, de haber andado deambulando por aquí.

¿Quienes os creéis que ha empezado con el alboroto?

¡Pues estáis en lo cierto, otra vez han sido ellos, otra vez han sido “los dioses menores”,



los que la han liado!, pero tengo que reconocer que del todo, del todo, no han tenido la culpa. Esta vez ha habido un acontecimiento que ha ayudado a que se formara una algarabía y un jolgorio que por pocas tiene que intervenir la policía local si no hubiera sido porque convenzo a mis vecinos de que todo era una cosa normal y que ya en otro momento tendríamos más cuidado, pero claro, he quedado como una mala vecina que no se comporta como una ciudadana, ciudadana… y todo, ¡por los puñeteros higos!

Resulta que hoy cuando me trajeron los frutos, les llevé unos poquitos a “los dioses menores”, que por cierto les han encantado. ¡Ya sabía yo que nunca los habían probado y así tan maduritos y dulcecitos, pues que queréis que os diga, que se han puesto las botas!... y como les han gustado tanto, mientras ellos sabían que dormíamos la siesta, se han salido a la terraza dispuestos a darse otro gran atracón, pero claro, lo que ellos no podían sospechar es que a los gorriones y a los estorninos también les gustan los higos y cuando “los dioses” estaban todos entusiasmados con su nueva ración sin reparos algunos, llegaron los estorninos y los gorriones a proveerse ellos también y se ha liado, ¡vaya si se ha liado!


Los estorninos son unos pájaros muy glotones y muy golosos ¡les encantan las cerezas maduritas y como no, los higos dulcecitos!, pero a lo que iba. Han llegado a comer higos en el silencio de la tarde y han confundido a “los dioses menores con los frutos” y además de darles algún que otro picotazo, a uno de ellos se lo llevaba en el pico para proveer de alimento a los polluelos de su nido… y, ¿qué ha pasado?

Pues ea, ¡eso mismo que estáis pensando! Todo el alboroto, la interrumpida siesta y el consiguiente enfado de “tó quisqué” y cuando he llegado a la terraza, la consiguiente algarabía, el vocerío y el intentar por mi parte, que no fueran descubiertos por los vecinos, ocasionado por mis revoltosos amiguitos.

¿Os imagináis que puede pasar si los descubren? ¡Como no hay aprovechados en este mundo, seguro que alguno habría que los pasearía por esos “casting”, “operaciones triunfo”, “factor x” o como se llamen esos programitas, si les echaran el guante!, … ufff ¡de la que nos hemos librao!

Cuando he conseguido apaciguar al vecindario, me he metido a los pequeñajos en el bolsillo de la bata y hoy ya saben lo que les espera, ellos ya me conocen. Sin rechistar se han ido a su cajón desastre (porque mira que se lo acondicioné para que pareciera una habitación toda cómoda, pero ya es un desastre superlativo. ¡Si hasta se me ocurrió tapizarles las sillitas y el sofá todo compañero a la cortinita que le puse en la ventanita que les sirve para ventilar!).


Pero a lo que iba, han tenido que reflexionar mientras todos en casa acaban con la siesta y después, tendrán que ir a ordenar la despensa (tendré que ir yo primero a quitar de allí el chocolate, porque ya sabéis el efecto nocivo que es para ellos) y esperemos que no hagan de nuevo de las suyas, aunque no las tengo todas conmigo, son un verdadero remolino y aunque me estoy haciendo “la longui ” ya los estoy escuchando discutir y culpándose unos a otros de que les haya descubierto, pero es que después de todo lo que han formado y el susto que me han hecho pasar… ¡que queréis, pero la próxima vez les he dicho que los pongo a contar todas las lentejas una en una!



¡Veréis!, la siesta hoy la estaba echando en la cama de mi dormitorio que precisamente está junto a la terraza (en verano una siestecita de media hora en la cama, me pone nueva para seguir con las tareas del día) y ahí fue donde escuché todo el alboroto, porque uno de mis amiguitos “los dioses”, se lo llevaba un estornino en el pico a su nido y claro que gritaba con su voz de pito (yo creo que hubiera hecho lo mismo) . ¡Gracias a que esta mañana me dejé la escoba en la terraza!, y al salir y ver el panorama, amenacé al estornino que no podía casi con su presa y lo soltó cayendo en la falda de mi amplio camisón, que lo extendí para que amortiguara la caída. Ufff, ¡anda que de la que nos hemos librao y la gimnasia que he tenido que hacer…!

Los pajaritos que se habían ido antes, ya estaban en el tejado de la casa de en frente y en las antenas de televisión, con su higo en el piquito y tan felices, ¡si llegan a llevarse allí a estos prendas, difícil hubiera estado el traerlos de nuevo hasta aquí y muy peligroso para ellos, si hubieran conseguido escaparse de sus negros opresores.




Y como veis, hoy no he tenido más remedio que desahogarme. Si me quejo en casa, lo que escucharé es que yo solita me lo he buscado, así que punto en boca y ni rechisto, pero a vosotr@s os lo tenía que contar, porque si no hoy puede que me dé un yuyu y todo, pero ya saben ellos que la próxima que hagan, se pasan dos o tres días contando todas las lentejas que tengo en la despensa y hay un saquito de cinco kilos, que me trajo mi hermano de la siembra de este año, ¡he dichoooo!

Nani. Septiembre. 2008.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Los Dioses Menores, en concierto


Ayer vino mi hijo todo entusiasmado con dos entradas para el concierto de música clásica formado por un grupo de nueve saxofonista “Ensemble saxofonista SQUILLANTE”, al que me invitaba. Así que hoy a las 22 horas estábamos los dos sentados en nuestros asientos de palcos (ya que cuando fue a sacar las entradas, las butacas estaban agotadas) y aplaudiendo la presentación. El programa incluía lo siguiente:

“Suite Holdberg” de E. Greig.

“Fantasia” de H. Villa-Lobos.

“Concerto Grosso nº 8” de A. Corelli.

“Tocata y Fuga” de J. S. Bach.

La Boda de Luís Alonso” de G. Gimenez.

La presentación ha corrido a cargo de uno de los nueve elegantes jóvenes (el que de todos ellos hablaba castellano), instrumentos en manos que según ha explicado, se trataba de saxofón soprano, barítono, alto, tenor y bajo alguno de ellos repetido (de estos instrumentos entiendo muy poquito, ¡con decir que creía que todos los saxofones eran como el que tenía al payaso del circo al que iba de niña y no había más!).

Pero bueno, vayamos a lo que nos interesa. Estoy sentada toda atenta pero con algo de calor. Abro mi bolso para buscar mi abanico y me llevo un susto de mil pares de narices. Tropiezo con algo tibio y tierno. ¡Me ha faltado “el canto de un pelo” para soltar un alarido que hubiera temblado el teatro, el personal, los asistentes al concierto y los músicos, al unísono! Cuando consigo sosegarme un poco y pensando que dentro de mi bolso hay un ratón o algo parecido, sale una carita pequeña de entre el pañuelo y el abanico, con el dedo delante de la boca mandándome callar: ¡Sifffff!, y si no me ha dado un yuyu, seguro que no me da nunca (sé que esto lo he dicho más veces, pero ¿que queréis? ¡Ya debería estar acostumbrada a estos sustos, pero lo que no es normal, no lo es, que carajo! ¡No es normal que de mi bolso y en un concierto, salga un dios menor mandándome callar encima de todo¡ y claro, en este sitio se supone que todo el mundo debe estar atento escuchando y en silencio, así que toda indignada y con mi voz lo más tenue que he sabido hacerlo, le he preguntado que qué demonios hacía dentro de mi bolso y el jodio poniendo esa cara de no haber roto un plato en su vida, me contesta: “Casi nada, ayer escuchamos que os veníais al concierto y a nosotros también nos apetece”





¿Qué os apeteceeee? – aquí el tono de mi voz se eleva un poco y cuando me doy cuenta, miro a derecha y a izquierda-, ¿entonces estáis todos aquí?

Mi hijo que me ve toda sofocada, me hace señas para que le diga que me pasa.

Yo por supuesto no quiero decir nada, ¡era lo que faltaba!

Me levanto y le digo que tengo que ir al servicio. Cojo el bolso y el revoltoso que el otro día se hizo la cresta (¡ya sabéis!), casi se sale. Se escucha un murmullo y es que parece discuten a ver quién sale después. Ya en el pasillo, meto mi cara dentro del bolso, no sin antes asegurarme de que no me ve nadie y empiezo a hacer preguntas incoherentes, porque estoy fuera de mí.

Al que le gusta meterse entre mi pelo, de un salto lo tengo dándome masajes, ¡para masajes está la Nani en este momento!, y le grito ordenando se baje de mi cabeza. Lo hace escalando por mi oreja y cuando llega a esta, me dice muy flojito: “¡no seas mala mama-nani, si solo hemos querido estar en el concierto, no hemos estado nunca en uno, danos permiso, nos estaremos quietecitos y no nos verá nadie, mira yo me meto en el bolsillo de tu camisa, y el resto entre tu pelo, sentados en esos pendientes que tienes tan chulos y en el escote, ya sabes que cuando queremos no estamos muy quietecitos!, y lechugas ¡me convencieron de nuevo!, y haya que vuelvo repleta de dioses menores por tos laos, ¡esto es la leche en tetrabrik! –pienso.

En fin, que de nuevo estos dioses están haciendo de las suyas y la cosa no se quedó ahí. Más o menos se han comportado durante todo el concierto, pero al terminar “La Boda de Luís Alonso” se han puesto a aplaudir y a gritar ¡”Bravo, bravo!” y las personas que había a mi lado me han mirado como si fuera un bicho raro y además habrán creído que tengo voz de pito. Eso es lo que menos me importa, pero no me da tan igual que crean soy una mal educada y que no me sé comportar.

En fin que en esas estamos, la gente aplaudiendo para que los músicos vuelvan a salir al escenario y de paso interpreten otra obra. Salen todo sonrientes y dispuestos a interpretar un pasodoble, “El Gato Montés” y ya el teatro se caía, somos españoles y andaluces, así que los pasodobles son nuestro fuerte (había mucho público de las aldeas que para colmo les chifla y familiares de uno de los concertistas, así que el teatro se venía abajo), pero la odisea no termina ahí. Los dioses menores todo entusiasmados y aplaudiendo se salen de sus escondites y de un salto uno de ellos, pasa de un sitio a otro hasta llegar al lateral más próximo al escenario y lo veo (no sé como las arreglan) metiendo su cabeza en el pabellón del barítono (que susto, creí que se metía para adentro), mientras se tapaba los iodos con las dos manos, estuvo a puntito de desaparecer dentro o fuera por el golpe de sonido y viento que salía al impulso del músico. ¡Menos mal, que todo el mundo estaba pendiente del grupo en general y el músico embebido en las notas que debían salir de sus pulmones, que de lo contrario, se podría haber formado la hecatombe si los descubren!, … y como parece que se dio cuenta del peligro que corría, del enfado que llegaría a coger mama-nani y de lo que podía esperar, se dio media vuelta y volvió por donde había saltado (¡que agilidad puñeta!) y sin más (bueno con carita de borreguito degollado), volvió a meterse entre mi pelo y para cuando terminó el pasodoble, todos estaban aplaudiendo pero de forma que tan solo era yo la que notaba dichos aplausos.

Salimos a los pasillos, comento lo bonito que ha estado todo con los amigos de mi hijo y sus padres que estaban al lado nuestro (un poco rara, por el susto que tengo a que los descubran), paso un momento al servicio y no tengo que decir nada, los ocho dioses se meten en el bolso, salgo (pensarán todos que tengo una incontinencia de las peores) y saludo a todos los conocidos.

Me despido de todos incluido mi hijo que va a ir a tomarse una cervecita y yo me dirijo a la casa, con una larga perorata dada a mi bolso (menos mal que vuelvo en el coche), de lo contrario me hubieran cogido y me llevan a ponerme la camisa de fuerza.

Los dioses menores se han limitado a asomar sus cabecitas y a pedir perdón. Son unos joíos y saben como derretirme, al final los he mandado a dormir a la terraza (ellos encantados, ¡hace más fresquito!) y yo me he puesto a leer un ratito hasta la hora de dormir.

¡A pesar de todo -pienso -, he disfrutado un concierto con gente muy popular en toda Europa!

¡Como veis queridos amigos, estos dioses menores me la hacen si no a la entrada es a la salida! No hay día que no tenga que pelear un poquito con ellos, pero a pesar de todo los quiero, eso os lo digo a vosotros, a ellos no se lo puedo decir porque sé que lo saben y si me ablando, ¡la cosa no tendría arreglo!




Tengo que dar las gracias a Miriam por el premio concedido “PREMIO ALAS DEL ARTE”. Muchísimas gracias guapa. A la vitrina de trofeos va directo.




Nani. Agosto 2008.

martes, 3 de junio de 2008

DE VUELTA A CASA, una nueva sorpresa




Pues sí, ya he vuelto. He estado una semanita fuera de casita disfrutando de la compañía de mi hija y como todo se acaba, esta escapada también se ha terminado y ya llevo un par de diítas en casa ordenando ropa, colocando algunas cositas en su sitio y en fin…, de nuevo he vuelto a la rutina.
Esta tarde ha tocado regar las macetas que las pobres están frititas a excepción de las que están en la terraza, que esas si han recibido el agua de la lluvia.
Como os decía, ha tocado regar macetas y para el final he dejado las que más pesan y como también necesitan más líquido, las he llevado al patio unas y otras a la terraza. He disfrutado del escaso sol que a candilazos asoma y desaparece, según las caprichosas nubes le hacen sombra o se esfuman en cuestión de instantes. Esta primavera está resultando atípica, pero agradecida por el agua caida al campo y por los innumerables alérgicos que vivimos en estos parajes olivareros.
Como siempre que me pongo a contaros cositas, el santo se me va al cielo y me voy por las ramas… ¡ay Roko si me leyeras como afirmarías estas cosas que estoy contando, e incluso dirías que empiezo con los cartones y... jajajajaja, mejor lo dejo, porque eso solo lo entendemos tú y yo!
A lo que iba…, he sacado las macetas grandotas y ¡ohhhhhhhh sorpresa! ¿Qué creéis que me ha pasado? Sí, sí, ¡lo habéis adivinado, de nuevo ellos han hecho de las suyas, sí “los dioses menores” han actuado de nuevo!, pero esta vez no me he enfadado, ni les he tenido que reñir. Esta vez me han hecho sonreír (claro, después de lo que os cuento), porque el ingenio que tienen no tiene límite.
Cuando tan atareada iba con mi regadera a limpiar hojas y humedecer la seca tierra, mi amiguito (sí el que me ayudó a pelar ajos), sale de entre las hojas y cogido a una ramita ya reseca e imitando a Tarzán (no hace el gritito tarzanero, sino lo digo por la forma de trasladarse y acercarse a mí), me dice: “Nani, ya me he duchado así que mucho cuidado”. Si hoy no me ha dado un infarto ya no me da nunca. ¿Cómo reaccionarías tú que me lees, si de pronto cuando vas a regar una maceta te viene alguien de esa forma y con voz chillona te suelta esa frasecita? He ido a recuperarme a la silla que tengo a propósito para tomar el sol y de paso leer unos capítulos del libro que tengo empezado y de pronto tengo a los ochos “dioses menores” delante de mí y preocupados por el susto que me he llevado.
Se han puesto a escalarme y en un piz-paz, he tenido a uno en la oreja, otro en el escote de mi camisa, otro entre el pelo masajeando mi cuero cabelludo, otro en mi mano, el que siempre está de guasa en mi hombro y besando mi cuello (me hace cosquillas el mu joío) y el resto encima mía como Dios les ha dado a entender. Me dicen que como yo no estaba y no han tenido su ración de verduras, se han refugiado en las macetas para poder proveerse de clorofila y además como está el tiempo como está, tampoco han podido hacer su fotosíntesis diaria así que mientras yo volvía o no, necesitaban asegurarse de su supervivencia con lo que tenían a su alcance y claro, han recurrido a estas plantitas que tenemos en casa. Como veis no he podido enfadarme, el error lo he cometido yo, debí dejarles alguna buena ración de verduras y además alguna puerta abierta al exterior para que aprovecharan los pequeños momentos que se disfruta en esta primavera del “solito” (como decimos los andaluces) y que tanto necesitamos los que vivimos en estos lugares del sur.
Para compensarles le he prometido una tortilla de espinacas para esta noche, una ensalada variada para mañana y para que me perdonen el despiste, un bol enterito de frutas naturales aderezadas con nata montada y caramelo. ¡Ah, y les he prometido que el primer día de sol radiante que amanezca, nos vamos con un remojón de naranja al campo a disfrutar correteando y hacer la fotosíntesis a nuestras anchas!

… y ahora prometo pasar por vuestras casas, porque esta semanita os he tenido muy abandonaditos…


Tengo que pedir disculpas y agradecer al mismo tiempo, estas consideraciones, que por falta de tiempo en estos últimos días y meses no había hecho. Os pido me perdoneis y os doy beso lleno de agradecimiento a...

NOEMÍ PASTOR DE "BOQUITAS PINTADAS". POR EL PREMIO A LA "CALIDEZ". MUCHÍSIMAS GRACIAS PRECIOSA.






MUCHAS GRACIAS DRIADA POR ESTA ROSA "EMINENCE", ME LA OFRECIÓ EN SU DÍA PERO NO SE LO AGRADECÍ EN SU MOMENTO.




Todos estos detalles que tenéis conmigo, os los concedo a los que dedicáis unos minutos de vuestro tiempo leyéndome. Muchas gracias a todos.
Nani. Junio 2008.






martes, 29 de abril de 2008

ME, ME, ME VOY PA LA COCINA

Jozú, Jozú. Hace unos días me atacan los virus y me impiden actualizar el blog hasta que consigo eliminarlos y hoy que tengo que hacer una “Secretaria” me voy para la cocina y en el momento que me noto algo más despejada (porque ando un poco espesilla)…y, ¡la madre del cordero…!, ¿qué me encuentro? ¡Menudo desbarajuste hay en el fregadero, grifos y fogones! ¿Os podéis imaginar quienes andan armando semejante revuelo? ¡Pues sí, son ellos los revoltosos, “los dioses menores”, esos mismos que Mario había dibujado en el fregadero, grifos y encimera de mi cocina!
Yo tampoco me lo podía creer hace unos días cuando les encontré alborotando de una manera increíble. Se suben al grifo y cuando tengo el barreño lleno de agua para lavar las acelgas, se tiran y se dan cuatro o cinco largos y hacen carreras para ver cual de ellos es más veloz. Cuando preparo harina para emborrizar los boquerones, se revuelcan y me preguntan voz en grito (menuda voz de pito tienen): “¿Cómo están ustedes?” Y lo vuelven a repetir. Claro, siempre caigo en la trampa mientras ellos se tronchan de risa cuando me ven mirar para todos lados y bueno, se me queda la cara esa de “alelá” cuando veo que me han tomao el pelo y estoy sola como siempre. Pero no se calman hasta que de igual forma contesto: “BIIIIIIIEEEEEEENNNNN”. Entonces salen del plato saltando y sacudiéndose como si fueran gato o perro que sale del agua, delante de mis propias narices y he aquí la Nani, estornudando de manera que casi me salgo del pellejo y los muy joios, despendolaos y muertos de risa, o haciéndose una cresta al contacto con el agua (menudo amasijo forman con agua y harina) y claro, ya han conseguido hincharme las narices y les tuve que meter en una caja transparente que habían tenido bombones (el remedio fue peor que la enfermedad más adelante veremos porqué), pero al final pidieron disculpas y prometieron portarse como unos auténticos “dioses menores”. Así que me puse a estirar la masa de hojaldre para hacer una empanada y se subieron a mis hombros (ya es una costumbre y hasta ahí aguanto), mientras me contaban que estaban tan contentos y revoltosos, porque han visto llover con ganas y además de vez en vez, salir el sol (uno cantaba por lo bajini, “Caracol, col, col, saca los cuernos y verás el soooollll”, ¡si calladitos del todo no se quedan… ¡, ufff) y vale, todo eso es más o menos normal, pero anoche empezaron otra vez y como ya no he aguantado más les he metido en la despensa y como os contaba, esta mañana habían derramado el arroz, los fideos y se comían el chocolate de una manera descontrolada y es que el chocolate, para ellos es tan, tan excitante como un café exprés lo es para mí (por eso pasó lo que pasó cuando los metí en la caja de los bombones, les hizo efecto el tufillo que había), y como veo que no escarmientan he pensado que habrá que hacer como con los niños, les he puesto tarea como castigo y deberán ordenar la despensa para empezar (han sido ellos los que han formado ese desbarajuste) y les he colgado una nota para que de paso me saquen los ingredientes de la receta que tengo que confeccionar y que son los siguientes:

1 Pollo grande.
Aceite de oliva.
2 Hojas de laurel.
2 Cebollas grandes.
6 dientes de ajos.
1 vaso de vino blanco.
2 Higaditos de pollo.
Sal.
Pimienta molida.
Azafrán en hebra.
Colorante.
1 bote de pimientos morrones.
150 gr. de guisantes.
1 bote de 1/2 Kg. de tomate o bien, tomates naturales, pelados y sin pipas.
150 gr. de Jamón en taquitos.

Y de deberes, mientras me ayudan en el guiso anotarán las ocho cosas que quiero hacer antes de irme pa el otro barrio, según me han endiñado la señora Nanny y la señora Illyakin (así mato dos pajarillos de un mismo tiro), para hacer eso ¿cómo se llama? “mimo, memo, mama, mima, mete…, me, me, me toy poniendo nervusa, bueno como se llame esa cosa que todos estáis pensando, ¡sí el mete, digo el meme…, yujuuuuuuuuu, lo he dicho!
Bueno pues en esas estamos y ahí está el cacho guasón estornudando como yo, porque se ha entretenido en abrir la pimienta. El más travieso de todos está de color naranja con una cresta verde, porque ha cogido los botes de colorante amarillo y el verde, para hacer una gracia y se los ha echado encima, ¡menuda gracia me hace a mí! El más responsable y formalete, está llorando porque me está ayudando a pelar cebollas y el que siempre sonríe, hoy anda algo seriote porque le escuecen los dedos de pelar ajos y a escondidas soy yo la que sonrío al ver al más morenito de todos, que ha venido con el laurel en la cabeza (se ha hecho una corona y se la ha puesto, ¡si es que no paran!)…, y nada o me lo tomo a cachondeo o no acabo con este grupito de revoltosos que vinieron de México impregnados en un dibujo, enviados por Mario a ayudarme en las cotidianas pequeñas cosas y como os digo, lo que urge hoy es hacer esa gran “Secretaria”.

Mientras están ahora entretenidos en estos menesteres yo voy a coger un buen trozo de jamón serrano y lo voy a cortar en taquitos y lo reservo. Después cortaré el pollo en tajaditas y pongo el perol con aceite de oliva, cuando está algo calentito le pongo el jamón que teníamos reservado y le doy unas vueltecitas con el fin de que vaya aromatizando el aceite y cuando empieza a freír le añado el pollo troceado, el laurel que mi amigo traía en la cabeza y dejo freír a fuego suave. Cuando ya vemos que está fritito, pero no demasiado (mientras que mis amigos a mis espaldas vuelven a despendolarse), le pongo el vino blanco y dejo que se vaya consumiendo y lo remuevo. Aparte pongo otra sartén y cubro el fondo con aceite de oliva, le añado los ajitos troceados, la cebolla hecha cascos, los dos higaditos, un puñadito de guisantes y un pimiento rojo de lata. Lo dejo todo al fuego suave que se vaya pochando y me voy al fregadero porque se están bañando los que pelaron las cebollas, los ajos y el que se había hecho la cresta verde y se pintó de amarillo con el colorante. El barreño donde se han metido, parece más un potaje que un barreño de agua. Tengo que cambiarles el líquido unas cuantas veces hasta que dejan de soltar color amarillo y como podéis observar, entre unas cosas y otras, todavía no he podido ni pensar un solo momento en esas ocho cosas que quiero hacer antes de pasar a mejor vida ¡como se suele decir! Entre pitos y flautas, mejor dicho entre dioses menores y cacharros, veo que el pochado está en su punto y el pollo también. Quito el fuego a ambos recipientes, preparo un barreñito adecuado para triturar lo que había puesto a pochar y lo vacío junto con el tomate, un pellizco generoso de azafrán en hebra y un chorrito de agua. Meto la batidora (regaño al mismo tiempo a mi amigo “revoltoso” que se ha subido al filo y puede resbalar y ser parte de la salsa) y con plena seguridad de que ninguno se ha escapado y ha hecho de las suyas, meto mi potente batidora y trituro el contenido hasta que todo queda bien mezclado y hecho papilla. Vuelco sobre el pollo, enciendo otra vez el fuego y dejo una llamita floja y sigo cocinando, mientras le agrego el resto de los guisantes, la sal (hay que tener en cuenta que el jamón ya sazona un poquito y podemos salar demasiado el guiso si no lo recordamos), apuro el contenido de la salsa con un chorrito de agua que agrego al guiso y dejo que vaya reduciendo la salsa. En esta tarea estoy cuando me percato que mis amiguitos no se escuchan, no se ha metido ninguno entre mi pelo (saben que me enfado mucho si lo hacen mientras cocino), ni se ha metido ninguno en mi escote (dicen que así ven mejor como cocino), ni salta ninguno del grifo a mi hombro y de aquí al barreño o al rollo de papel de aluminio (dicen que les gusta escuchar el ruido que hace la lámina de aluminio), así que me vuelvo para ver que pasa y me los encuentro a todos sentados tan anchos y tan panchos en el frutero, encima de las peras y las naranjas y cada uno de ellos tiene un rollito en la mano en forma de pergamino que me ofrecen con una sonrisa y la verdad sea dicha, “¡me han desarmado los mu puñeteros”!, llevan muy poquito entre estos pucheros, pero me han conquistado y saben muy bien como sacarme de quicio o derretirme cual caramelo avainillado. Miro mi guisote y veo que por un momento puedo dejarlo hacer “plof, plof” y me acerco a los pequeñajos sonriendo yo también. Desenrollo el primer pergamino en el que puedo leer: “Te hace mucha ilusión viajar a donde sea, pero si te dan a elegir, podría ser Kenia, Egipto, Perú o México, lo dijiste anoche mientras dormías en el sofá”, (se me saltan las lágrimas, jejejeje, pero intento disimular). Voy hacía otro pequeñajo y repito la operación, donde leo: “Quieres tener tiempo para disfrutar a los hijos de tus hijos”, bueno ¡se ve que hablo en sueños! Vuelvo a repetir la operación (este es el prenda de la cresta) y ahora leo: “Deseas sonreír día tras día”. Vaya, ojalá así sea, pienso. Ahora me dirijo al puñetero que le gusta meterse en mi escote y vuelvo a leer: “Tienes ganas de pasear como antes hacías” ¡Puñeta con los dioses menores, me tienen calada! Me acerco al que todavía tiene los dedos quemados por haber pelados los ajos y sonríe mientras me ofrece su mensajito que dice: “Quieres tener tiempo para ver dos películas por semana y si pudiera ser sentada en un cine, mejor aún” (Huy, que pillines estáis hechos, -les digo) Ahora me dirijo al que aún tiene los ojos rojos por llorar al pelar cebollas y sigo leyendo: “Quieres terminar todos esos cuentos que tienes aparcados hace mucho, mucho tiempo y que se te atrancaron como un hueso de aceituna en la garganta, que ni sube ni baja” ¡Ufff -pienso – se las saben todas! De nuevo voy hacía el que me hace cosquillas entre el pelo y vuelvo a leer: “Quieres brindar con tu familia y amigos por el fin de las guerras”, esto me deja un poco helada porque es una utopía, pero si que me gustaría que pasara antes de marcharme para siempre y para terminar, me espera el nadador de largos en el barreño y vuelvo a desenrollar: “Quieres levantarte todos los días con un proyecto, una canción y un gracias a la vida”

.… y bueno chicas Nanny e Illyakin y resto que me estáis leyendo, como veis estos “dioses menores” me conocen mejor que yo misma y os acaban de dar respuesta al "meme" que me habéis encargado, de paso todos juntos hemos hecho el típico guiso de mi ciudad “la secretaria” (que como comprobareis, siguiendo los pasos que he dado podréis hacerla también vosotros). Ahora pruebo el guiso y está en su punto de sal, la salsa está perfecta, lo cambio a otro recipiente más adecuado para que no se enfríe y lo llevo a la mesa donde espera la familia. ¿Os sentáis a la mesa con nosotros?


HE TARDAO UNA JARTÁ EN HASER ESTE MEME, PERO ES QUE ANDO MU MAL, LO QUE SE DISE MU MAL DE TIEMPO ESTOS ÚTIMOS DÍAS, DISCULPEN LAS IMPLICADAS.


Nani. Abril 2008.