LA SEMILLA, La Canela de Analía Sisamón
Quería hacer una consulta al técnico de cultura que tiene su oficina en la misma biblioteca de la ciudad, y allá que me fui a ver si podía verlo. Me dijeron que se encontraba en el último piso del edificio buscando unos legajos que está investigando para hacer un estudio, siendo autorizada para que fuera a buscarle. Subí y no le encontré de primeras, pero sí vi la puerta abierta de las habitaciones importantes donde se encuentran los libros de siglos, esos que hay que tratar con delicadeza y mimo y a los que no todo el mundo podemos acceder.
Yo
conocía esa parte siempre cerrada al público, por acompañar a mis pequeños a
unas jornadas de puertas abiertas con visita guiada y organizada, por una chica
argentina que vive en mi ciudad. Ella es una artista reconocida en la nación e incluso
en numerosos países. Se dedica a hacer teatro de marionetas y ese día, fue
Analía y sus Títeres “Compañía la Canela” los que nos recibieron. Nos saludaron, nos sobresaltaron e incluso nos
sorprendieron saliendo de entres estantes, libros enormes y entre bromas,
sorpresas y formalidad, nos enseñaron la parte secreta o más bien reservada a
los expertos y estudiosos de la biblioteca, que tanto llama la atención a los
que nos gustan los libros.
Los
niños estuvieron encantados, pero creo que los mayores lo estuvimos mucho más,
aunque simulamos muy bien nuestra sorpresa o en mi caso, aparenté mi
perplejidad y admiración. En ese momento me volví chiquitita y fui una más del
apretado conjunto de niños callados, atentos y haciendo preguntas cuando se les
requirió aprendiendo de aquella interesante visita.
Todo
esto lo recordaba mientras subí un tramo de escalera y al entrar, vi a la izquierda
una mesita cubierta con un libro enorme y abierto. Me adentré hacia adelante,
ya que el recinto tiene fondo. Estaba oscuro y solo entraba luz por la ventana
abierta que iluminaba la mesita con el libro. Cuando me encontraba caminando
entre dos estantes altísimos, noté que me daban en la cabeza como con un
plumero o algo más fuerte, así como una escobilla de las que usaban las abuelas
para quitar telarañas o barrer rincones. Me giré hacía donde percibí esa
sacudida, no sin sentir un escalofrío por la sorpresa y por no ver a nadie en
dicha habitación. De pronto escuché una risita traviesa que no conseguía
localizar, pero cuando habitué mis ojos a la oscuridad, pude distinguir a una
brujita simpática que se reía de mí y mi desconcierto. Parada y con la boca
abierta de asombro no supe articular palabra. Tras una carcajada un poco pícara
me preguntó: ¿No crees que pude quedarme aquí para vigilar a los curiosos como
tú, o te crees que esto se queda solo sin una mirada vigilante? Sí, sí. Analía
me dejó aquí para ayudar a los cuidadores, para no dejar que las polillas
entren y para avisar si veo algo anormal cuando se cuela alguien aquí, como tú
estas haciendo.
En
esto estaba cuando de entre otros estantes, salió el bibliotecario preguntando
quién se había colado allí y qué hacía y sobre todo, con quién hablaba.
Casi no sabía que responder. ¿Pensaría que estaba un poco más p’allá que p’acá si le decía que estaba hablando con una marioneta, y que me había dicho que era la guardiana del recinto? Que la había dejado allí Analía, para que vigilara a los cotillas y curiosos como yo. En fin, balbuceando le dije que lo estaba buscando y que me estaba acordando del día que estuvimos haciendo la visita guiada a aquel lugar, y que no pude evitar recordar a las marionetas musitando en voz alta aquellos recuerdos.
El
bibliotecario me miró un poco extrañado y me dijo: “Anda, vamos a ver que
necesitas ahí afuera que se está más fresquito”.
Cuando
me di la vuelta y comenzaba a salir, la marioneta se asomó por debajo de la
mesita que había delante de la ventana. La vi solo yo y con una risita y la voz
muy bajita dijo: ¿Sabes que solo los niños me ven y hablan conmigo?
Salí
pensando que a veces mi imaginación me juega malas pasadas, o que tengo más
cuento que Callejas.
Nani,
junio 2025
Me has hecho recordar la bonita biblioteca de Oporto, en la cual sus escaleras parecen moverse y es como un tanto mágica.
ResponderEliminarSiempre las bibliotecas guardan ese misterio y solo los más sensibles son capaces de verlos y sentirlo.
Las bibliotecas siempre tienen ese ambiente que trasmite tranquilidad .
Un besote, feliz noche