jueves, 28 de mayo de 2020

¡MIRA QUE PREGUNTAS!






Mami, ¿yo tengo destino?

Tú, yo, todos tenemos uno que puede ser el mejor no solo por ser el nuestro, aunque a  veces lo estropeemos con alguna retahila que nos desvía del camino. Recuerdo a tus abuelos que repetían una y otra vez: “Antaño se sembraban además de cebollas, valores. Y se cosechaba a cambio, respeto, igualdad, empatía y así, esas flores que nos hacen crecer; descubriendo al amigo, al compañero, al hermano…, con amor y verdad”. ¡Reflexión que no falte que diría don Luis para terminar, que para eso se te concedieron los dones del trabajo y la inteligencia!







Nani. Mayo 2020


lunes, 25 de mayo de 2020

MAMÁ ES, ART DECÓ





Mamá es muy mayor y a veces ni nos reconoce, pero sí rememora su infancia y juventud, como algo arraigado en su ser que se niega a dejarla. Últimamente repite el deseo de colocarse su vestido sin talle, las plumas de marabú y su collar largo de  perlas. A pesar de haber parido muchas veces, siempre procuró guardar la línea para poder llevar en los acontecimientos, su traje art decó. Lo que la desespera es no encontrar la pipa en la que aspiró los primeros cigarrillos, pero esta la hicimos desaparecer porque le perjudicaba. Desde pasados los primeros años, sabía que ya no estaba de moda, aunque la identificaba y siempre le hizo feliz recordar que con ese atuendo conoció a papá, el amor de su vida.  Por eso creo que a pesar de estar ya muy deteriorada su memoria, su personalidad no desiste, ni la dejará marchar como a ella le gusta. Por eso y por lo que pueda pasar, quiere estar preparada para el momento decisivo, sabe que él va a salir a su encuentro en cualquier momento.

Nani. Mayo 2020

sábado, 23 de mayo de 2020

SIEMPRE PRESENTE


Me despierto como todos los días al sonar el despertador y remoloneo unos cinco minutos que sé, son los que me puedo permitir, ya que el reloj está programado para que pueda disfrutar de esos minutos de duerme vela, mientras el sentido común me aconseja que no me vaya a dormir de nuevo. Pasado el tiempo límite, me  tiro de la cama y me dirijo al baño. Como siempre, lo primero la ducha y después el café que me terminará de despertar. Doy la luz que hay sobre el espejo y me quedo espantada con la imagen que me devuelve el azogue. Sé que es mi cara porque me la estoy tocando, pero la enorme herida que atraviesa desde la parte izquierda de mi frente, pasando por la nariz y terminando en la comisura de mis labios, es enorme. Paso mis dedos por el reborde enrojecido de lo que ha sido una enorme herida y ahora una cicatriz impresionante. No doy crédito, pensando que anoche me acosté perfecta. Pongo mi cara bajo el grifo del lavabo para ver si me refresco, sobre todo las ideas y vuelvo a mirarme en el espejo. La cicatriz sigue estando en mi rostro y asustada me aparto cubriéndome con ambas manos, para así intentar apartar ese mal sueño de lo que me muestra el jodido cristal. No me puede estar pasando esto a mí. Me siento sobre la tapa del váter y lloro como cuando era niña, sin saber en realidad porque lo hago. Cuando consigo tranquilizarme, vuelvo a mirar el espejo y salgo del baño. Me siento en la barra de mi pequeña cocina. Enciendo la cafetera que dejé por la noche preparada y al instante percibo el aroma del café. Me sirvo una generosa cantidad  en mi taza predilecta y repito mecánicamente, los mismos movimientos que tengo por costumbre. Me dirijo con el café en la mano a la silla que hay junto al balcón, dejo la taza sobre la mesita y miro a la calle para ver como asoma el sol por encima de los edificios. Me siento después de soltar un gran suspiro y observo un montón de cartas o documentos sobre dicha mesita.  Las miro extrañada y cojo la que hay encima. Son las pautas que  debo seguir, según me indica una nota en el borde superior con rotulador rojo y enormes letras. Me recomienda ir haciendo los ejercicios de movilidad para recuperar la que perdí hace cinco meses según comenta dicho documento. Por lo visto tuve un accidente y como si fuera una pesadilla, empiezo a recordar las volteretas del coche. Salí despedida y cuando desperté, ya me habían cosido el vientre y la cara, sin embargo y lo más doloroso, es saber que Jorge ya no me acompañará. Ahora vuelvo a revivir el dolor que sentí al estamparme contra el cristal y todo, por no llevar puesto el cinturón. Bebimos, nos reímos y nos divertimos, pero no pensamos que todo acabaría en ese momento y hoy, me cuesta cuando me despierto saber que pasó, pero según me dicen, la memoria y la sicomotricidad poco a poco las iré adquiriendo. Parece ser que olvido para no aceptar que él ya no volverá y es cuando me da lo mismo tener atravesada la cara. Parece ser y según leo en el informe del psicólogo, iré recobrando toda la memoria cuando admita todo lo sucedido y vea con normalidad  mi rostro día a día. El reflejo de lo ocurrido que tendré siempre presente.

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Nani. Mayo 2020

viernes, 22 de mayo de 2020

PRIMERA CITA, después de...



Después de pasar tanto tiempo en casa, hoy que ya puedo salir a hacer la compra con cierto desahogo, me he arreglado con esmero y me he pintado los ojos con mucho empeño. Va a ser lo único visible del rostro y quiero dar buena impresión. La verdad es que todavía acuso las ojeras (pero las he disimulado bastante bien) y los muchos llantos que me he empapado yo solita. Él se fue el mismo día que dijeron que declaraban el país en alarma y que, estaríamos 15 días en un principio sin poder salir ni a un recado. Después se han convertido en dos meses y medio y tan solo por su parte,  he recibido un vídeo llamada para decirme que estaba en casa de sus padres y que no volvería conmigo, que ya lo estaba pensando y la distancia le ha reafirmado. No quería seguir con nuestra relación, me dijo. Por eso, ya superados los primeros momentos, los  llantos con la única compañía de la almohada que aún tenía su aroma,  ya todo lavado y despejada mi mente, voy a ver si me compro una lubina para hacerla con una patatitas de fondo y al horno, que debo quitarme las chocolatinas que me he comido estos días. Por eso me estoy arreglando a conciencia y voy a ir precisamente a la pescadería donde se ha incorporado con su padre. Allí, estoy segura que estará su amigo Luís y quedaremos para ir a dar una vuelta. Por supuesto que guardando las distancias. Sé que le escocerá cuando le pregunte por la salud y vea tan solo mis ojos como relucen (llevaré la más bonita mascarilla que me he confeccionado, entre llanto y llanto) y no dejaré que se note lo que he pasado, pero al mismo tiempo podré darle de su misma medicina. Después que resulte lo que sea (por supuesto que a Luís no quiero hacerle daño ni utilizarlo en demasía. Él y yo nos entendemos muy bien y sabemos apreciar los momentos bonitos de la vida y los dos, los disfrutamos), pero hoy voy a ser un poco mala y no pasa de ahora, que tenga mi primera cita en su misma pescadería.

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Nani. Mayo 2020

jueves, 21 de mayo de 2020

TALLER DE APRENDIZAJE







Las cinco palabras de Clara Chacón, son: Sororidad, Mordisco, Lluvia, Laberinto y Árbol.



Todas las tardes al salir del colegio, iba a que le enseñaran a bordar y de paso, los conocimientos de las abuelas. Observó cómo se cimentaba lo que hoy llamamos sororidad, aunque por entonces había que vestirla de bordados o bolillos. De lo contrario, les arrancaban mordisco a mordisco la reputación y tenían hasta que justificarlo, con algún dinero que  ganaban para las cenas. Ellas, con lluvia, nieve o viento, tejían e hilvanaban el laberinto de la cultura o de la educación, porque a pesar de los muchos sacrificios, eran el árbol de la sabiduría.



Nani. Mayo 2020

miércoles, 20 de mayo de 2020

DE OTRA MANERA


Cuando salía del colegio solía entrar por la puerta a la que llamaba segunda. Encontraba la otra primero, pero allí había mucho bullicio y mi madre me pedía que invirtiera los términos. Esta era la del bar que tenían mis padres y la otra, la zapatería que regentaba mi tío. Además de que fuera la recomendada, a mí me gustaba entrar por esa segunda. Allí se respiraba paz, ya que mi tío estaba tranquilamente sentado remendando los zapatos o cosiendo las suelas a los cueros que había cortado anteriormente con una cuchilla especial para ello, muy afilada y con una curva muy pronunciada.  Él siempre me prestaba atención y yo me quedaba embelesada mirando como pasaba cera a los cabos para coser, que primero chupaba y después enceraba. Me atraía el olor del pegamento al que le llamaba engrudo, y disfrutaba su dulzura y cariño. Mi padre siempre estaba mucho más atareado con la clientela y a la vez, había siempre mucho ruido ya que el personal hablaba a  voz en  grito y al mismo tiempo, mi progenitor ni le daba tiempo de ver que yo pasaba,  pero sí algún personal bastante descarado; por esa misma razón el consejo de mi madre para que usara la otra puerta. Por entonces  no caía en esas cosas, pero fui siempre obediente y así lo hacía. A veces, mientras acompañaba a mi tío, pasaba el ganado de trashumancia por la calle y me sentía segura mirando a través de los  cristales a todos aquellos miuras y otras especies, era un placer y un gran desafío ver a los enormes toros que se paraban cuando se reflejaban en los cristales y yo al otro lado, comprobando que casi los podía tocar. Me sentía la heroína del cuento de ese día. Luego cuando merendaba pan con chocolate, me salía a la calle a jugar a la comba, a las estampitas (todavía no se llamaban cromos) en el tranco de la puerta, o a las chinas con alguna vecina o amiga, ya que por entonces todo se hacía en la calle, en los portales donde montábamos tenderetes o rifas o en la plaza más cercana. Todo era mucho más próximo. No había peligro. Los padres sabían que si nos daban una voz acudíamos al instante. La vida era muy distinta. Todo era de otra manera.

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Nani. Mayo 2020

martes, 19 de mayo de 2020

ABUELITA




El próximo favor se lo pido a Santa Rita que según dicen, es más legal. Un acontecimiento me  ha arrancado la ilusión del color, del sabor y hasta la alegría de respirar y la delicia de vivir. También se ha llevado sus arrugadas manos, sus risueños ojos y la sabiduría y la dulzura de los besos que debió entregar a sus pequeños y huérfanos niños, que esperan verla aparecer con la bolsa de gusanitos o los caramelos de eucalipto. Y para colmo, atrapada me encuentro en la pena de no haberla despedido.

DE ESE SITIO TE ATO

El próximo favor se lo pido a Santa Rita aunque dudo que pueda hacerme alguno. Necesito salud para mis mayores, quiero alegría a mí alrededor, pido que me dejen gestionar mi vida y por lo que tengo entendido, los milagros ya se hicieron todos.  Ahora nos toca remangarnos y tampoco parece que sea muy posible, así que como no venga San Cucufato, abogado de los olvidos y … Pero no veo por donde atarlo.

Nani. Mayo 2020

lunes, 18 de mayo de 2020

CONTIENDAS



Escucho unos ruidos muy estridentes y al principio no consigo distinguir el lugar de donde surgen. He prestado atención y observo  que vienen del bajo donde se encuentra el sótano y la cochera. Puede que haya entrado un animal en algún descuido y se sienta atrapado, ─pienso. Bajo sin tomar medidas de precaución y antes de terminar la escalera, me detengo para escuchar con más atención. Parece que proviene del cuarto trastero, donde guardamos los utensilios de limpieza y demás zarandajas. Me preocupa la cosa, porque si todo ese alboroto proviene del cuarto trastero, lo tengo difícil para defenderme porque ahí están las escobas, cepillos y mochos entre otros y no sé con qué me voy a proteger de la contienda. Cuando parece que los jadeos bajan de intensidad, me armo de valor y empujo la puerta, ¡qué Dios me ampare y su santísima madre, ─me digo para animarme; y que no me suceda nada! Como decía, empujo con mucho cuidado y observo atónita, como la escoba enviste al cepillo y a su vez, el mocho gruñe algo ilegible y acomete a ambos. En ese instante y gracias a que estoy ágil, esquivo un cepillo de raíces ha pasado rozando mi cabeza, parece ser que lanzado por un bote de limpiacristales en principio y que ahora está lleno de un compuesto un poco agresivo, para quitar manchas resistentes a la grasa (suelo reciclar y se nota que tiene potencia). De una esquina y con una bayeta a modo de tapabocas, un espráis contra los mosquitos arremete con su fluido, contra el jabón de la lavadora y como ya no soporto la trapisonda, doy una palmada y un ¡Basta ya!, donde todos los artículos digamos de limpieza (ahora parecen de guerra), han parado en seco y unos han caído por su propio peso al suelo, otros se han mantenido en el aire por unos segundos y como por arte de magia, acaban amontonados como muertos en un instante. Frenética como estoy y aturdida, porque lo que acabo de observar no se lo creería ni el más aliado de los más pirados, pregunto toda enojada y a voz en grito: ¿Se puede saber que ha pasado aquí y por qué? Un pequeño cepillo de dientes ya en desuso para ese menester y que utilizo para limpiar las juntas de los azulejos, se levanta tímidamente y me dice: En realidad todo lo ocurrido ha sido provocado por un desafortunado comentario de la escoba, diciendo que sin ella no habría limpieza, a lo que ha respondido el cepillo de barrer que es muy orgullosa por creerse más antigua e importante. Le ha seguido el mocho, diciendo que sin él no fregarían los suelos, no habría higiene y ha continuado con los mismos argumentos el limpiacristales, la bayeta, el limpia hogar apto para todo, el mata moscas y así, todos se han levantado en guerra. A mí me han expulsado porque dicen que soy un intruso, así que aquí me hayo desterrado y sin patria por un momento. Ni he puesto orden, ni he conseguido aceptación y como ves, he terminado sin pelos y mellado.
Yo, me restriego los ojos, no doy crédito a nada de lo que veo, escucho y me salgo para respirar un poco. Cuando vuelvo a entrar, todos están colocados en su sitio y pareciera que no haya ocurrido nada, pero si ha pasado, porque el pobre cepillo de dientes es la baja más palpable. Me detengo y veo que al mocho le faltan la mitad de sus poderosos flecos, el plumero intenta mantenerse intacto, pero poco a poco observo como vuelan las plumas, al limpiacristales le descubro un gran agujero por donde pierde combustible y el jabón, está todo derramado y disimulado tras la caja de los juguetes. Sin dar crédito a lo que voy descubriendo, un pequeño cubo que uso para todo, me comunica con vocecita de apuro, que les ha podido la prepotencia. El querer cada uno de ellos ser los mejores y los primeros y que cuando él mismo les quiso hacer ver que todos son un complemento y ninguno puede ser útil sin el otro y se necesitan para los objetivos a realizar, al no aceptarlo y queriendo cada uno tener razón, se formó esa terrible guerra entre iguales, que ha terminado con heridos, bajas definitivas  y una crisis que costará remontarla, ya que yo como señora de la casa, mandaré a paseo a más de uno y con razón y además, si no se les bajan los humos, el objetivo estará perdido y nada se podrá remontar.
Dudo por un momento, me siento sobre la lavadora, medito y les digo: ¿Queréis ser tan imbéciles como los de  mi especie? Pensadlo y luego cuando haga la compra vuelvo y me comunicáis que habéis acordado. Os doy hasta el mediodía, después habrá consenso o como queráis llamarlo. Yo escucharé y después se hará lo que haya que hacer, pero no permito ni más bajas, ni tiras y aflojas, ni banderas, ni colores. Aquí estamos todos para que la casa funcione y al que no le guste, que se baje de este mundo. ¡He dicho!



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Nani. Mayo 2020

domingo, 17 de mayo de 2020

DÍAS CON MEMORIA

Las cinco palabras de Inma Chacón, para página solidaria de cincopalabras.com, son:




Algunos días de confinamiento, los dedico a ordenar lo que se dejó para otro momento. Hoy ha tocado a la carpeta de fotos y con ella, la memoria. Me he detenido al ver la Cruz engalanada y la pared cargada de cerámica, junto a nuestra casa. Este año no ha habido celebración, ni repique de campanas. La envergadura de lo que estamos viviendo invita al recogimiento y con esta copia la evoco a ella, la mudanza, la salida del barrio, la sábana que me entregó de recuerdo y sus palabras: ¡La vida cambia, pero no dejes que lo haga contigo!



Nani. Mayo 2020

viernes, 15 de mayo de 2020

EL CIRCO Y LOS PAYASOS




Filiberto era el payaso que venía con el circo todos los años, para la feria del pueblo. Comía en la casa de comidas que tenían mis familiares a los que ayudaba en días de mucho trabajo. Se sentaba siempre en la misma mesa, maquillado, con la peluca de color rojo y el bombín destartalado y mugriento, como si fuera a salir a escena en ese preciso momento. A mí que por entonces era una niña, me sonreía, me sonreía creo que mucho y me mostraba una dentadura destartalada y sucia. Un día me pidió que me acercara y a pesar que no me inspiraba mucha confianza, me aproximé. El olor que desprendía me echó para atrás y por inercia, mis dedos hicieron pinza en mis orificios nasales. Se enfadó mucho al verme realizar dicho gesto y me dijo con cierto aire de prepotencia,  que su olor era el mismo de sus amigos los leones con los que dormía todas las noches. Que era el aroma de la fuerza y de la supervivencia. Salí corriendo y pedí a mis tíos que cuando él viniera, sirviera la mesa otra persona, que no me gustaba ni su olor, ni su mirada. La tía Ana me sonrió y me dijo que no me preocupara, que sería ella quién le atendería. Cuando pasaron los años y volví a ayudarles siendo una jovencita, después de algún tiempo, de nuevo le vi y me gustó mucho menos su apariencia. Seguía  sucio y con ese hedor a fiera depredadora. Me produjo tal sensación que salí de allí asustada y desde entonces no he podido acercarme a un payaso. No sabría decir que era lo que me inspiraba, pero todo él, me daba pánico y poca confianza. Más tarde cuando después de pedir a los tíos que me sustituyeran en las mesas y salí para ir a casa, al volver la esquina salió y se interpuso en mi camino. Conseguí empujarlo y salí corriendo, ya era viejo y su fuerza no era la de antes, pero gritaba diciendo que no huyera que haría conmigo lo mismo que hizo con las otras. Los gritos eran de tal envergadura, que al mismo tiempo yo gritaba horrorizada. Cuando desperté, mamá me apretaba contra ella y me decía que todo había pasado. Que aquél hombre seguía apresado, que hacía mucho tiempo la policía lo había cogido. Que seguía en la cárcel, que aquel acoso de un día, ya había pasado y que sus faltas y crímenes, lo estaba pagando por siempre entre rejas. La pesadilla se repetía una y otra vez, por eso no soportaba el circo, los payasos ni nada que me recordara a aquel infernal hombre.

Nani. Mayo 2020

jueves, 14 de mayo de 2020

EL LEGADO DE LAS ABUELAS


Cuando  se hacían mayores todas se adentraban en el  bosque. La leyenda decía que pasaban a otra dimensión.  Lo cierto es que sabían que sin vista y ya sin fuerzas no eran útiles al poblado y una boca que alimentar no compensaba, por eso asumían la tradición, así había sido y así se aceptó; nunca tuvieron ni siquiera la posibilidad de pensar si les gustaba o no y unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas, que con delicadeza retiró para que no la vieran las personas que en la habitación estaban. Su nieta se acercó y le limpio con su pañuelo, pidiéndole que llorara lo que hiciera falta, que aquello que les estaba narrando escocía demasiado para dejarlo dentro. Ella le sonrío y prosiguió su relato.
Cuando las madres las preparaban para pasar al siguiente tramo de sus vidas, sobre todo cuando mojaban de sangre la ropa del camastro, sabían que eran demasiado jóvenes pero no para la tradición. Les hablaban del momento que había llegado. De que ya era la hora de formar una familia. De cómo la montaría el que los ancianos le destinaran para ser el padre de sus criaturas. Del día del parto y el de la retirada definitiva. Todo esto se hacía ese día que dejaban de ser niñas para pasar a ser mujeres sin vuelta atrás. La mayoría de las madres o abuelas realizaban este ritual con delicadeza y lágrimas en los ojos que tragaban para no asustar a esa criatura, que de un día a otro había dejado de ser niña. Recordaban ese día que les tocó pasar por lo mismo y aunque hacía ya algunas lunas, no eran las suficientes para haber superado el miedo, el dolor y sobre todo, la soledad que día a día, era la herencia que les correspondía en ese mismo instante. El momento más duro era el de parir como siempre se le llamó (ahora se le nombra de otra manera más refinada)  ─ dijo, pero no le dirían nada a esa hija o nieta, no era cuestión de amedrentar a la criatura; todas sabían que cuando llegaba el momento por mucho dolor o soledad que se acumulara, se debían comportar como una loba y lamer a la criatura, arroparla con la jarapa que en la dote le correspondía, dar de mamar los primeros calostros, salir de allí cuando ya tuviera fuerzas y a luchar como todas lo habían hecho. Se retiraban al bosque solas con los primeros dolores  como mandaron las leyes, apoyadas en un fuerte árbol y agazapadas, desprovistas de todo lo que las oprimiera aunque hiciera un frío de mil demonios, allí empujaban, chillaban, se retorcían y más tarde, atendían en soledad  a sus crías como siempre se hizo. Si al cabo de dos días no volvían, eran la madre del esposo y la propia madre, las que buscaban imaginando que ya alguno de los miembros no vivía. Si era la madre la que había pasado a la otra dimensión, allí quedaba acompañando a las abuelas y las otras madres que no eran  fuertes para afrontar las tradiciones; recogían al bebé si se le veía con fuerzas para afrontar la vida solo y criado con la leche de alguna tía o  ama que se ofreciera; pero si era la cría la que no respiraba, la propia madre hacía el ritual y allí quedaba para acompañar a sus ancestros. Después y con ayuda o sin ella, salía a seguir el combate que los antepasados habían impuesto.
Los hombres nunca entraban en el bosque, estaba vetado a ellos pero lo que nunca se dijo es que les producía tanto pavor solo pensarlo, que les hacía sudar casi el suero de la vida, pero de eso no se hablaba. Ellos estaban venerados y atendidos hasta el final. Pasaban al otro lado cubiertos de mimos y de ritos en sus tiendas, rodeados por todas las mujeres e hijas de la familia, mientras que los varones cazaban y luchaban por los territorios conquistados, por los cereales y frutos y  por el orgullo donde escondían sus miedos, sus tradiciones y sobre todo, por  tapar las bocas de quien osara decir que aquellas tradiciones debían cambiar. A los dioses no se les podía ofender, siempre había sido así. Solo las abuelas y madres sabían lo que les esperaba a sus hijas, por eso cuando se quedaban embarazadas llevaban alimentos a la colina de la fertilidad. En realidad todas pedían que fuera un hijo en lugar de una hija la que naciera. En el fondo de sus almas pedían que no les tocara pasar por lo que ellas habían vivido. Después, si era mujer aceptaban de nuevo, bajaban la mirada y lloraban como locas cuando se adentraban en el bosque, fuera para lo que fuera; era la única manera que tenían de sacar algún dolor que sabían impuesto e injusto.
Eso es todo o casi todo lo que te podía contar, ─ comenta la abuelita. Quisiera ser la última mujer de nuestras tribus que pasa por todas esas cosas. Había costumbres muy bonitas también, pero cuando una mujer sangraba, ya dejaba los juegos y tenía que tejer, labrar la tierra, ir por el agua, criar a los hijos y sobre todo, estar siempre sola y más, en la hora de ir con los espíritus. Hoy sé que yo estaré con vosotros, tendré una mano y cruzaré el umbral con menos miedo y con serenidad. Espero que todo quede en historias para contar. Para que se sepa que no todo fue bonito y para que se recuerde que las cosas se pueden hacer de otra manera. Qué no por eso se es más fuerte, más hombre o mujer y que las religiones o las tradiciones pueden cambiarse y no por ello, los espíritus o los dioses se indignan, ni nos castigan. Cuando se hacen las cosas por miedo, se llega a los extremos y siempre habrá un verdugo y por lo tanto, un miserable esclavo, porque el esclavo por desgracia, siempre se siente miserable por mucho que duela decirlo.


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Nani. Mayo 2020

sábado, 9 de mayo de 2020

SIEMPRE CON AMOR


Batas.Plástico. Hilo. Plancha y Corazón. Página solidaria: cincopalabras.com


Cuando llegué, las batas de mis compañeras ya tenían prendidas muchas lágrimas y muchos desvelos, a la vez de temor y respeto. El plástico que me dieron, se rajaba con facilidad al someterlo a la desinfección, pero le sigo dando muchas puntadas con el hilo del amor. A ciertas prendas le  puedo pasar la plancha y así asegurar la confianza y puesta a punto, con la tranquilidad de volver todos los días con el corazón lleno de esperanza, ilusión y a la vez; una plegaria en los labios por aquellos que recordaré siempre a pesar de ser tantos.

(Pensando en Rocío, 21 años)


Nani. Mayo 2020

jueves, 7 de mayo de 2020

PRECIO JUSTO




Foto del  autor es @glenwexlerstudio


Creo que he adquirido el modelo adecuado al momento que vivimos. Me encuentro muy estirada y la espada que se me estaba deformando de tanto estudiar y pasar tiempo delante del portátil, la mantengo erguida y muy, como diría mi abuela: “Con orgullo de princesa”. Es que para ella siempre fui su princesa. ¡Las abuelas son así de generosas! Me siento bastante protegida, pero creo que debo cambiar la hora de  sacar al perro, mejor cuando anochezca o bien al amanecer. Con este sol de justicia que está cayendo, creo que me siento ahora mismo como un bombón medio derretido y mi pobre Luchi dentro de su burbuja, puede que no solo se derrita, sino que hasta se encoja como si estuviera dentro de la lavadora a 60º. Pero bueno, no me voy a rendir tan pronto, voy a seguir otro ratito, aunque no pueda notar la brisa, sí que veré el verde de los árboles, el jazmín que ya está apuntando, los claveles de las macetas en la ventana de mi vecina y sobre todo, que la vida va resurgiendo y  eso se da por bien empleado. Las personas hemos sacrificado a la naturaleza y el precio que estamos pagando, es el de verla pero no catarla, como diría el Justino. Esperemos que todo se limpie y aprendamos a respetarla.

Nani. Mayo 2020

lunes, 4 de mayo de 2020

RECICLANDO


Al final del pasillo no encuentro ese resplandor famoso, ni el rellano del ascensor. Solo hay una puerta en donde hemos colocado el cartel de “punto de salida” y estamos esperando que nos den el pistoletazo, pero mientras tanto; jugamos, cocinamos y hasta rezamos. Ahora con sabanas viejas hacemos mascarillas, pañales para el abuelo y del arcón, hemos sacado los pololos de la bisabuela, para quitarle el elástico que nos vendrá bien para sujetar al mismo tiempo, los besos, las palabras y no se contaminen fuera del confinamiento.

CASTILLOS E ILUSIÓN

Al final del pasillo los niños han colocado un castillo enorme, ¡total, no vamos a salir!, así que no impiden nada y podemos ver que la ilusión y la fantasía existen, ¡en los niños! A los mayores hace cinco semanas que se nos cayó la quimera y se salió por la rendija de la puerta. Ahora hasta quisiéramos ser como ellos para ver entrar por la ventana un rayo de luz, acompañado de color verde esperanza.

CON DEFECTOS DE FABRICACIÓN

Al final del pasillo y por debajo de la puerta, entra un tufillo extraño. Dicen que la naturaleza se está descontaminando, pero no veo sino por la ventana de la cocina, un bloque de adobe gris sucio, lleno de chorreones de la lluvia y de la porquería que la ciudad acumula, mezclada con todas las lágrimas de la vida. Si ahora no aprendemos a vivir, el día que me encuentre con el Creador, le diré que se le olvidó colocarnos el tornillo de la razón.

Nani. Abril 2020

domingo, 3 de mayo de 2020

LAS MANOS DE ELLA



Mi abuela tenía las manos con grietas y a veces con el frío y después de haber estado lavando en el agua cristalina y helada del arroyo o en el lavadero de la plaza, le sangraban. Usaba el jabón que ella hacía reciclando el aceite y decía que era el mejor remedio para curarlas, solo que el rasca a veces era demasiado agrío y por eso se ponían tan ásperas y rotas, pero de su boca nunca salió una queja, sino que era normal en una mujer de campo. Luego ya por la noche y cuando terminaba de arreglar las zahúrdas de los animales, dejarles el agua limpia, las mondas de las papas y desperdicios del día, recogía todo lo que el abuelo, mi padre y mis tíos traían del campo. Al terminar  se lavaba las manos en la palangana de loza desconchada, se las secaba con mucho cuidado y con zumo de limón y aceite de oliva batido, se las untaba mirando a la pared para que no viéramos el escozor que le producía, esa era su crema de manos y así conseguía que se suavizaran, (ella decía que así le sanaban), para a la hora de tirar del esbozo de la cama donde dormíamos tres arriba y dos  a los pies, terminara acurrucándonos y acariciándonos uno a uno. Nunca conseguí entender cómo lo hacía, pero sus manos a esas horas eran suaves y delicadas (decía que su crema hacía milagros), para no manchar las sábanas, ni nuestra caritas. Recuerdo aquella caricia tan suave y placentera, (que a pesar del dolor que siento cuando lo evoco), es más agradable la sensación de aquellos momentos. La recuerdo con tanta ternura incrustada en cada arruga de su cara, cada pata de gallo en sus ojos o las que se le pronunciaron alrededor de los labios, que tenerla  presente me produce tanto amor, que no sabría decir si era igual al que me entregaron mis padres. Lo pienso a menudo y no, era distinto, más tierno, más delicado y mucho más cómplice. Papá y mamá nos educaban y a veces tenían que ser más rígidos. Ella nos amaba, únicamente entregaba amor.

#NuestrosMayores

Nani. Mayo 2020


viernes, 1 de mayo de 2020

NUESTRO SECRETO






En un lugar apartado del jardín cubierto de hiedra y escondido tras unas piedras con movimiento, busqué aquello que solo mi hermano y yo sabíamos que existía. Prometimos no tocarlo, hasta que uno de los dos dejara de ser. Hoy que he vuelto con el fin de ordenar documentos, lo he recordado y no he resistido el deseo de saber. Ha pasado mucho tiempo. Hemos vivido en distintos lugares y aquello quedó olvidado o dormido, temiendo enfrentarnos a ello. La realidad me tiene delante de la cajita, el corazón se me sale, la abro y no puedo reprimir el llanto. Todavía estaba allí.

Nani. Mayo 2020