jueves, 14 de mayo de 2020

EL LEGADO DE LAS ABUELAS


Cuando  se hacían mayores todas se adentraban en el  bosque. La leyenda decía que pasaban a otra dimensión.  Lo cierto es que sabían que sin vista y ya sin fuerzas no eran útiles al poblado y una boca que alimentar no compensaba, por eso asumían la tradición, así había sido y así se aceptó; nunca tuvieron ni siquiera la posibilidad de pensar si les gustaba o no y unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas, que con delicadeza retiró para que no la vieran las personas que en la habitación estaban. Su nieta se acercó y le limpio con su pañuelo, pidiéndole que llorara lo que hiciera falta, que aquello que les estaba narrando escocía demasiado para dejarlo dentro. Ella le sonrío y prosiguió su relato.
Cuando las madres las preparaban para pasar al siguiente tramo de sus vidas, sobre todo cuando mojaban de sangre la ropa del camastro, sabían que eran demasiado jóvenes pero no para la tradición. Les hablaban del momento que había llegado. De que ya era la hora de formar una familia. De cómo la montaría el que los ancianos le destinaran para ser el padre de sus criaturas. Del día del parto y el de la retirada definitiva. Todo esto se hacía ese día que dejaban de ser niñas para pasar a ser mujeres sin vuelta atrás. La mayoría de las madres o abuelas realizaban este ritual con delicadeza y lágrimas en los ojos que tragaban para no asustar a esa criatura, que de un día a otro había dejado de ser niña. Recordaban ese día que les tocó pasar por lo mismo y aunque hacía ya algunas lunas, no eran las suficientes para haber superado el miedo, el dolor y sobre todo, la soledad que día a día, era la herencia que les correspondía en ese mismo instante. El momento más duro era el de parir como siempre se le llamó (ahora se le nombra de otra manera más refinada)  ─ dijo, pero no le dirían nada a esa hija o nieta, no era cuestión de amedrentar a la criatura; todas sabían que cuando llegaba el momento por mucho dolor o soledad que se acumulara, se debían comportar como una loba y lamer a la criatura, arroparla con la jarapa que en la dote le correspondía, dar de mamar los primeros calostros, salir de allí cuando ya tuviera fuerzas y a luchar como todas lo habían hecho. Se retiraban al bosque solas con los primeros dolores  como mandaron las leyes, apoyadas en un fuerte árbol y agazapadas, desprovistas de todo lo que las oprimiera aunque hiciera un frío de mil demonios, allí empujaban, chillaban, se retorcían y más tarde, atendían en soledad  a sus crías como siempre se hizo. Si al cabo de dos días no volvían, eran la madre del esposo y la propia madre, las que buscaban imaginando que ya alguno de los miembros no vivía. Si era la madre la que había pasado a la otra dimensión, allí quedaba acompañando a las abuelas y las otras madres que no eran  fuertes para afrontar las tradiciones; recogían al bebé si se le veía con fuerzas para afrontar la vida solo y criado con la leche de alguna tía o  ama que se ofreciera; pero si era la cría la que no respiraba, la propia madre hacía el ritual y allí quedaba para acompañar a sus ancestros. Después y con ayuda o sin ella, salía a seguir el combate que los antepasados habían impuesto.
Los hombres nunca entraban en el bosque, estaba vetado a ellos pero lo que nunca se dijo es que les producía tanto pavor solo pensarlo, que les hacía sudar casi el suero de la vida, pero de eso no se hablaba. Ellos estaban venerados y atendidos hasta el final. Pasaban al otro lado cubiertos de mimos y de ritos en sus tiendas, rodeados por todas las mujeres e hijas de la familia, mientras que los varones cazaban y luchaban por los territorios conquistados, por los cereales y frutos y  por el orgullo donde escondían sus miedos, sus tradiciones y sobre todo, por  tapar las bocas de quien osara decir que aquellas tradiciones debían cambiar. A los dioses no se les podía ofender, siempre había sido así. Solo las abuelas y madres sabían lo que les esperaba a sus hijas, por eso cuando se quedaban embarazadas llevaban alimentos a la colina de la fertilidad. En realidad todas pedían que fuera un hijo en lugar de una hija la que naciera. En el fondo de sus almas pedían que no les tocara pasar por lo que ellas habían vivido. Después, si era mujer aceptaban de nuevo, bajaban la mirada y lloraban como locas cuando se adentraban en el bosque, fuera para lo que fuera; era la única manera que tenían de sacar algún dolor que sabían impuesto e injusto.
Eso es todo o casi todo lo que te podía contar, ─ comenta la abuelita. Quisiera ser la última mujer de nuestras tribus que pasa por todas esas cosas. Había costumbres muy bonitas también, pero cuando una mujer sangraba, ya dejaba los juegos y tenía que tejer, labrar la tierra, ir por el agua, criar a los hijos y sobre todo, estar siempre sola y más, en la hora de ir con los espíritus. Hoy sé que yo estaré con vosotros, tendré una mano y cruzaré el umbral con menos miedo y con serenidad. Espero que todo quede en historias para contar. Para que se sepa que no todo fue bonito y para que se recuerde que las cosas se pueden hacer de otra manera. Qué no por eso se es más fuerte, más hombre o mujer y que las religiones o las tradiciones pueden cambiarse y no por ello, los espíritus o los dioses se indignan, ni nos castigan. Cuando se hacen las cosas por miedo, se llega a los extremos y siempre habrá un verdugo y por lo tanto, un miserable esclavo, porque el esclavo por desgracia, siempre se siente miserable por mucho que duela decirlo.


#52RetosLiterup 


Nani. Mayo 2020

8 comentarios:

  1. Costumbres ancestrales que aún perduran en muchos lugares de forma literal y en otros de forma intelectual.
    Besos.

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    1. Alfred, aunque no lo creamos, así es todavía!!
      Besicos muchos.

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  2. Como dice Alfred, costumbres que aun perduran por el mundo, algunas han ido cambiando pero otras soy así de crueles como lo narras, la mujer siempre a sufrido.... Saludos amiga.

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    1. Sandra, a veces se van adquiiendo las cosas buenas que la vida va aportando y otras olvidamos las que nunca debimos desechar. Siempre en favor d elos más poderosos y los déviles, son los que pierden. Siempre lo mismo por desgracia!!
      Besicos muchos.

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  3. Qué duro ha sido, y es aún, ser mujer.
    Todo más difícil y más y más y más...

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    1. Xavi, siempre igual y parece que no interesa el cambio.
      Besicos muchos.

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  4. El eterno dilema del poder...hecho por hombres , no por Dios
    por eso aun se sigue sufriendo.

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  5. Meulen, los humanos somos demasiado interesados y tenemo un ego muy poco saludables y lo peor, es que siempre culpamos a Dios y a los demás. Gracias por pasar.
    Besicos muchos.

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