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lunes, 15 de marzo de 2021

EL MAESTRO NOS VISITA

 Relato publicado en;

MUJER Y TRABAJO VisiBiliz-ARTE: ANTOLOGÍA



Trabajo realizado sobre el cuadro: “Cristo en casa de Marta y María” 1618. De Diego Velázquez.



─Por favor tía Sara, no vuelvas a decirme que es lo que debo hacer, ni me señales o me indiques nada con ese dedo que siempre está en posición de mando. ¡Creo que he demostrado, qué sé hacer todo lo que me propongo!

─Bien sabes que anoche antes de ir a descansar, dejé el pan fermentando y el horno encendido para cuando me levantara; después de un ligero amasado, meterlo a cocer. Has visto en el bazar que ya se está enfriando, puesto que me levanté al amanecer. También has podido observar allí dispuestas, las aceitunas y los platitos de sal de Sodoma, ¹ para que luego se sirvan todos a su gusto. Lleva un buen rato cociendo la sopa de verduras y ya me dispongo a seguir con el almuerzo, mientras mi hermana María, ¡ahí la tienes!, embobada escuchando al Maestro como si no hubiera que preparar el vino, (los vasos pequeños); ¡no pondremos las copas, ya que en una ocasión le escuché decir a Jesús que le producen malestar; como un presentimiento que tiene, algún acontecimiento duro que tendría que ocurrir! ² Los tazones para la sopa y los platos para el pescado. Las nueces para colocarlas repartidas sobre la mesa, ¡ya sabes que ese adorno siempre ha gustado mucho en nuestra familia y normalmente, terminan consumidas por todos! Aún tengo que preparar la maror ³  para acompañar los peces que ha traído recién pescados Pedro y también, debo lavar y colocar las hierbas. Mi hermano Lázaro podía haber traído ya los pepinos, rábanos, lechuga, endivia, diente de león y resto de hierbas, ya que de lo contrario, no podré terminar. No quiero que crean que no respeto a nuestros antepasados, como siempre nos enseñaron nuestros mayores.

─También quería preparar, aprovechando que a Lázaro le regalaron un queso de cabra, unos buñuelos fritos rellenos con el mismo y rebozados en miel.

─Agradecería tía, que en lugar de vigilar y ordenar me ayudaras y al menos, miraras si los higos secos están presentables para poner en la mesa y también, podrías rellenar unos dátiles con las almendras fritas que hay en un bote con tapa. Las freí el pasado viernes, para tenerlas el shâbath ⁴ y sobraron algunas. Vamos a ser muchos a la mesa y no quiero que falte de nada. Los musht ⁵ son cuatro y lo mismo no va a haber una pieza para cada uno. Mira también, como está de duro el pan de higo y si se puede servir, ¡vamos, que esté presentable y no se haya enmohecido!; lo pondremos también en la mesa, ¡sé que al Maestro le gustan mucho los higos y todo lo que se derive de ellos!

─ ¡María podía acercarse y arrimar leña al fuego, aún hay mucho trabajo y me pone nerviosa su pasividad!

Marta secándose las manos en un trapo, se acerca con el ceño fruncido al lugar donde Jesús y María, charlan alegremente.

─ ¡María, deberías ayudarme! ¡Me estoy agobiando y vosotros ahí charlando sin parar, podías decirle algo a mi hermana! ─comenta Marta, dirigiéndose al Maestro.

─ ¡Marta, Marta!, ─responde Jesús─. No te apures por estas cosas, ya sabes que tan solo es una la necesaria y María está en ello.

Marta da la vuelta  enfadada y  vuelve al banco de trabajo, hablando para sí misma.

─ ¡Siempre es lo mismo, todo el trabajo para mí! Aquí nadie arrima una rama al fuego. Mirar si el vino de la tinaja está bebible y no se ha puesto hecho vinagre, ¡como yo estoy ahora! Todavía no he llenado la vasija de servir el vino y, tampoco le he añadido la miel y la leche para que se vaya suavizando. A Lázaro le gusta de esta manera y creo que al Maestro también. Así todos beberemos y nos sentará mejor, una vez hayamos terminado. No me gustaría que alguno de nosotros terminara ebrio. Nunca me gustó esa faceta y menos hoy, que  todos queremos disfrutar de la palabra sabia del Maestro.

Mientras tanto, Marta escucha las pisadas de su hermano. Lázaro ha vuelto y lo increpa al entrar a la cocina.

─Lázaro, ¡podías haber tardado un poquito más! No doy más de mí y tú te entretienes con las verduras y las hierbas. Aún me quedan muchas cosas por hacer y nadie me ayuda. ¿Ves esos dos? ¡Ahí de cháchara y ni me hacen caso!

Lázaro que conoce bien a su hermana, la besa en la frente y con una sonrisa, le dice:

─No te enfades hermana. Todos te dejamos hacer porque como tú, no hay en toda Betania otra mujer que cocine mejor, además ya estoy aquí para estar pendiente del fuego, ayudarte con el vino, e ir colocando la mesa. ¡Quédate tranquila y ve haciendo lo que puedas, siempre preparas mucho más de lo que nuestros estómagos soportan! El Maestro se va a ir satisfecho porque sabe qué haces todo con amor y eso es lo que a él le satisface. Sé que te pones celosa de María y quisieras estar escuchando como ella, pero Él sabe que María será la que transmita su palabra con mucho más desparpajo que nosotros y es por eso, que la encamina y la instruye.

Marta le contesta:

─Está bien Lázaro. Ve mirando que no falten ramas de sarmiento para hacer el pescado, lo voy a rellenar con hierbas de las que has traído y saltear con miel y vino, pero primero pon leña gruesa que voy a freír los buñuelos para que estén fríos a la hora de comerlos. Cuando termines, mira en el bazar, ¡sin asustarte, que allí se encuentra la tía Sara!; si ha dispuesto una bandeja con galletas de langosta, ⁶ que olvidé comentárselo antes.

─Tuve que enfadarme con ella, solo sabe ordenar y no ayuda. Ahora me siento mal, sé que tengo mucho genio, pero es que todos me dejáis lo más engorroso, mientras los demás reis, os divertís y habláis de millones de cosas. Yo me entero luego de algo, si tenéis gana de contarme. ¡A mí también me gusta estar cerca de Él, es tan apuesto y habla tan bien!

─ ¡Ay Marta, Marta!, ─se va diciendo Lázaro─. ¡Me voy a hacer todo lo que me has encargado, que no tenemos todo el día!

Pasado un rato, Sara y Lázaro preparan la mesa, mientras Marta termina los pescados. Más tarde, todos sentados alrededor de las viandas,  degustan los manjares preparados. Marta y María, comen cada una a cada lado de Jesús. Más tarde, cuando este se despide, se dirige a Marta y le dice:

─Marta, es un honor compartir la mesa con tu familia y comer lo que tus manos preparan. No te enfades con María, ella deberá estar preparada y siempre contará con tu apoyo. A cada uno de nosotros, se nos ha concedido un don y debemos ponerlo al servicio de los demás.  El tuyo es hacer manjares y manualidades. Tu hermana sabe conversar y yo debo seguir la tarea que se me ha encomendado. ¡Todos somos útiles y necesarios!

(1) En la Biblia, la sal es un medio simbólico de unión entre Dios y su pueblo (Levítico, 2, 13) y Elíseo purifica una fuente echando sal en ella (II Libro de los Reyes, 2, 19-22).

(2) Lucas. 22, 42-43. «Padre, si quieres aleja de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».

(3) Maror: Las hierbas amargas, simbolizan la amargura y las penalidades de la esclavitud sufrida por los judíos en el Antiguo Egipto. La Maror puede ser cualquier hierba de sabor amargo, hay que tener en cuenta que las hierbas deben ser frescas y sirven para las salsas o simplemente, comerlas tal cual.

(4) Sábado.

(5) Musht (pescado). A las tilapias del Mar de Galilea, se las llama tradicionalmente musth ('peine' en árabe), hoy llamado también “pez de San Pedro”.

 (6) Langosta. Era uno de los alimentos más sorprendentes de la época. Se comían cocidas rápidamente en agua y sal obteniendo un sabor similar al langostino. Se encurtían también en vinagre o miel para reducirlas a polvo y mezclarlo con flor de harina, para hacer galletas.

 Nani Canovaca 

domingo, 17 de enero de 2021

LA QUE CORTABA EL AIRE (II)



Hombre ofreciendo dinero a una mujer de la pintora, Judith Jans Leyster. Nació en Harlem en 1609 y falleció en Heemstede.

Cuando escribí el relato para "Mujeres pintoras- VisiBiliz-ARTE II", proyecto de Esther Tauroni Bernabeu que dirige y, para formar parte de la segunda antología, Concha Cortéz López en los comentarios, me decía que se había quedado con ganas de más y me retó a seguir la historia. Entre bromas, le dije que lo haría. Tengo que aseguraros que me gustan mucho los finales abiertos y que pienso que las segundas partes no suelen ser buenas, sobre todo en aficionadas como yo me considero, pero como las  promesas se deben cumplir, aquí dejo esta humilde parte segunda, de la abuela Teresa.

Te puedo decir, que muchas cosas de las que hemos conservado y podemos contar de la abuela Teresa, fue gracias a un diario que estuvo escribiendo desde aquellos días tristes, en las clases que le impartían las carmelitas allá en tierras americanas. Eran duros días de trabajo y aprendizaje, pero que aprovechaba con mucho interés, ya que sabía que se trataba de su futuro. Desde muy pequeña sabía que si no aprendía algún oficio, le quedaba seguir el mismo camino de sus compañeras; unas criando desde la primera sangre derramada a cambio de un cacho de pan, de las rameras que poblaban las calles, por ser protestonas o por no encontrar otro camino, ser servidoras de los señores conquistadores o adinerados, o en definitivamente, ser mojas como las carmelitas querían y pretendían al acogerlas en sus conventos. Eso fue algo que sus padres le enseñaron desde casi que empezaron a salirle las primeras muelas y ella, lo supo entender desde entonces. Por eso aprendió a coser, a cortar y hacer sus propios patrones, e incluso diseñar los vestidos de las señoras, los justillos que resaltaban las curvas de las damas obsesionadas por sus cuerpos, los sombreros y los lazos y complementos.

Las prenda interiores las hizo algo más cómodas, siendo las señoras de la corte, las que pedían aquellos justillos que sustituían a los corsé de hierro que les provocaban llagas, e incluso infecciones con grandes calenturas y enfermedades irremediables. Fue pionera en los pololos, que ajustados a las rodillas, con encajes y bordados, estaban abiertos en la parte delantera y trasera de la entrepierna, para facilitar las necesidades ordinarias del día a día y que llegaron a ser muy apreciados por las mujeres de alterne en los años posteriores. Utilizaba el lino, tanto para el corsé, al que introducía como mucho, unas ballenas de hueso, como para los pololos que lo remataba con bonitos encajes de bolillos que hacían para ella, las chicas que en su taller trabajaban.

También tiene un boceto en dicho diario, de lo que sería más adelante, un sujetador de paño higiénico para poder cambiarlo durante la menstruación y así evitar, las numerosas infecciones que las mujeres tenían, por falta de higiene y de cambio de dicha prenda. Era una especie de cinturilla con unas cintas que sujetaban el pañal, que facilitaba el retirarlo y colocar otro nuevo, sin tener que quitar las sayas y refajos que debían llevar todas ellas.

En definitiva, fue una precursora de la comodidad y la elegancia, pero sobre todo, de la higiene y la salud aplicada a las telas y el cuerpo que era el que sufría las llagas, las escoceduras, los piojos y todo lo que genera la poca higiene.

Hay otro apartado en el diario de la abuela que a mí particularmente, me ha llamado siempre mucho la atención y es con relación al género masculino y poseedor de todo lo que su mano lograba. Por eso decía siempre, que ella no pasaba por mano alguna, que no fueran las caricias de su campesino amor, sus hijos, y más tarde, los nietos que pudo disfrutar.

Cuenta que un día fue ella la que llevó las prendas puestas de prueba, a una de sus adineradas clientas; Doña Gertrudis del Mármol y Villanueva.  Al llegar a la mansión, la señora se encontraba algo indispuesta y tuvo que esperar a que las sirvientas la ayudaran a vestirse, peinarla y adecentarla para recibirla en su salita particular. Allí esperó un buen rato y cuando creía que entraba, ya que escuchó la puerta abrirse, confiada en que sería la señora y distraída como estaba preparando las pruebas necesarias, con la boca llena de alfileres, el que se acercó a ella era el esposo de esta, que la cogió por el talle y la quiso forzar, quedando este acribillado por lo que la abuela tenía entre sus labios y más tarde, se vio tristemente amenazado por la tijera que siempre le acompañó en el bolsillo de la saya. El hombre salió del recinto, según cuenta,  con el rabo entre las patas como comúnmente se suele decir y murmurando algo así como que con razón la llamaban: «La que cortaba hasta el aire». En este caso, el señor de la casa salió como en otras ocasiones les pasó a otros, sabiendo que la abuela era de armas tomar y que con ella no se jugaba así como así. Qué a las mujeres se las respetaba y que no estaban para ser poseídas, como ellos tristemente creían.

En uno de los apartados dedicados a la alimentación contaba que echaba mucho de menos la chirimoya y el aguacate (hoy lo consumimos nosotros con facilidad, pero entonces, no era así), pero por tradición familiar y en recuerdo a ella, siempre se ha consumido mucha batata en casa, cocinada de mil maneras, entre una de tantas, la batata como base del pollo asado al limón, el maíz como complemento y la harina de maíz para hacer bollos, pasteles, tortas e incluso, en sustitución del pan. No todas las generaciones han sido aficionadas a sus recetas, pero siempre hubo alguno o alguna que le interesaba la historia de la abuela y seguía sus tradiciones. Las patatas por supuesto sí que se han consumido, porque quizá era uno de los tubérculos que vinieron de allá y que aquí, han crecido y se han adueñado de todas las cocinas de la tierra. La calabaza también se consume en casa y con la fusión de las recetas de la abuela, y la imaginación de uno de mis hermanos, hoy la comemos con bacalao siendo uno de los manjares que nuestros pequeños comen con gozo, sobre todo en empanada o empanadillas y por supuesto, en cremas y como base de potajes y aderezos o guarniciones. Los tamales a su pesar al principio no pudo cocinarlos, pero ya cuando empezaron a traer hojas de plátano de Canarias, los pudo preparar e incluso hubo alguna señora que se los encargó, aunque ella prefería la costura. Lo que no ha faltado en nuestra familia, han sido las arepas que sobre todo cuando hemos sido niños, nos gustaban de forma especial y que se preparaban para cumpleaños infantiles, celebraciones y cenas caseras, rellenas de sobras de cocido, guisos de carne o ensaladas varias y como no, el delicioso sancocho de mil maneras.

Y bueno, podría contarte más cosas, pero prefiero dejar las cosas más íntimas para la familia, porque es nuestro legado, nuestra herencia y el orgullo del que nos nutrimos en esta familia de corazones hechos de trabajo, responsabilidad y mucho respeto que es lo que al final de su diario, la abuela Teresa pide a todos sus hijos, nietos, biznietos y generaciones siguientes.

Con mucho cariño, para ti, Concha.

 

Nani. Enero 2021