domingo, 17 de enero de 2021

LA QUE CORTABA EL AIRE (II)



Hombre ofreciendo dinero a una mujer de la pintora, Judith Jans Leyster. Nació en Harlem en 1609 y falleció en Heemstede.

Cuando escribí el relato para "Mujeres pintoras- VisiBiliz-ARTE II", proyecto de Esther Tauroni Bernabeu que dirige y, para formar parte de la segunda antología, Concha Cortéz López en los comentarios, me decía que se había quedado con ganas de más y me retó a seguir la historia. Entre bromas, le dije que lo haría. Tengo que aseguraros que me gustan mucho los finales abiertos y que pienso que las segundas partes no suelen ser buenas, sobre todo en aficionadas como yo me considero, pero como las  promesas se deben cumplir, aquí dejo esta humilde parte segunda, de la abuela Teresa.

Te puedo decir, que muchas cosas de las que hemos conservado y podemos contar de la abuela Teresa, fue gracias a un diario que estuvo escribiendo desde aquellos días tristes, en las clases que le impartían las carmelitas allá en tierras americanas. Eran duros días de trabajo y aprendizaje, pero que aprovechaba con mucho interés, ya que sabía que se trataba de su futuro. Desde muy pequeña sabía que si no aprendía algún oficio, le quedaba seguir el mismo camino de sus compañeras; unas criando desde la primera sangre derramada a cambio de un cacho de pan, de las rameras que poblaban las calles, por ser protestonas o por no encontrar otro camino, ser servidoras de los señores conquistadores o adinerados, o en definitivamente, ser mojas como las carmelitas querían y pretendían al acogerlas en sus conventos. Eso fue algo que sus padres le enseñaron desde casi que empezaron a salirle las primeras muelas y ella, lo supo entender desde entonces. Por eso aprendió a coser, a cortar y hacer sus propios patrones, e incluso diseñar los vestidos de las señoras, los justillos que resaltaban las curvas de las damas obsesionadas por sus cuerpos, los sombreros y los lazos y complementos.

Las prenda interiores las hizo algo más cómodas, siendo las señoras de la corte, las que pedían aquellos justillos que sustituían a los corsé de hierro que les provocaban llagas, e incluso infecciones con grandes calenturas y enfermedades irremediables. Fue pionera en los pololos, que ajustados a las rodillas, con encajes y bordados, estaban abiertos en la parte delantera y trasera de la entrepierna, para facilitar las necesidades ordinarias del día a día y que llegaron a ser muy apreciados por las mujeres de alterne en los años posteriores. Utilizaba el lino, tanto para el corsé, al que introducía como mucho, unas ballenas de hueso, como para los pololos que lo remataba con bonitos encajes de bolillos que hacían para ella, las chicas que en su taller trabajaban.

También tiene un boceto en dicho diario, de lo que sería más adelante, un sujetador de paño higiénico para poder cambiarlo durante la menstruación y así evitar, las numerosas infecciones que las mujeres tenían, por falta de higiene y de cambio de dicha prenda. Era una especie de cinturilla con unas cintas que sujetaban el pañal, que facilitaba el retirarlo y colocar otro nuevo, sin tener que quitar las sayas y refajos que debían llevar todas ellas.

En definitiva, fue una precursora de la comodidad y la elegancia, pero sobre todo, de la higiene y la salud aplicada a las telas y el cuerpo que era el que sufría las llagas, las escoceduras, los piojos y todo lo que genera la poca higiene.

Hay otro apartado en el diario de la abuela que a mí particularmente, me ha llamado siempre mucho la atención y es con relación al género masculino y poseedor de todo lo que su mano lograba. Por eso decía siempre, que ella no pasaba por mano alguna, que no fueran las caricias de su campesino amor, sus hijos, y más tarde, los nietos que pudo disfrutar.

Cuenta que un día fue ella la que llevó las prendas puestas de prueba, a una de sus adineradas clientas; Doña Gertrudis del Mármol y Villanueva.  Al llegar a la mansión, la señora se encontraba algo indispuesta y tuvo que esperar a que las sirvientas la ayudaran a vestirse, peinarla y adecentarla para recibirla en su salita particular. Allí esperó un buen rato y cuando creía que entraba, ya que escuchó la puerta abrirse, confiada en que sería la señora y distraída como estaba preparando las pruebas necesarias, con la boca llena de alfileres, el que se acercó a ella era el esposo de esta, que la cogió por el talle y la quiso forzar, quedando este acribillado por lo que la abuela tenía entre sus labios y más tarde, se vio tristemente amenazado por la tijera que siempre le acompañó en el bolsillo de la saya. El hombre salió del recinto, según cuenta,  con el rabo entre las patas como comúnmente se suele decir y murmurando algo así como que con razón la llamaban: «La que cortaba hasta el aire». En este caso, el señor de la casa salió como en otras ocasiones les pasó a otros, sabiendo que la abuela era de armas tomar y que con ella no se jugaba así como así. Qué a las mujeres se las respetaba y que no estaban para ser poseídas, como ellos tristemente creían.

En uno de los apartados dedicados a la alimentación contaba que echaba mucho de menos la chirimoya y el aguacate (hoy lo consumimos nosotros con facilidad, pero entonces, no era así), pero por tradición familiar y en recuerdo a ella, siempre se ha consumido mucha batata en casa, cocinada de mil maneras, entre una de tantas, la batata como base del pollo asado al limón, el maíz como complemento y la harina de maíz para hacer bollos, pasteles, tortas e incluso, en sustitución del pan. No todas las generaciones han sido aficionadas a sus recetas, pero siempre hubo alguno o alguna que le interesaba la historia de la abuela y seguía sus tradiciones. Las patatas por supuesto sí que se han consumido, porque quizá era uno de los tubérculos que vinieron de allá y que aquí, han crecido y se han adueñado de todas las cocinas de la tierra. La calabaza también se consume en casa y con la fusión de las recetas de la abuela, y la imaginación de uno de mis hermanos, hoy la comemos con bacalao siendo uno de los manjares que nuestros pequeños comen con gozo, sobre todo en empanada o empanadillas y por supuesto, en cremas y como base de potajes y aderezos o guarniciones. Los tamales a su pesar al principio no pudo cocinarlos, pero ya cuando empezaron a traer hojas de plátano de Canarias, los pudo preparar e incluso hubo alguna señora que se los encargó, aunque ella prefería la costura. Lo que no ha faltado en nuestra familia, han sido las arepas que sobre todo cuando hemos sido niños, nos gustaban de forma especial y que se preparaban para cumpleaños infantiles, celebraciones y cenas caseras, rellenas de sobras de cocido, guisos de carne o ensaladas varias y como no, el delicioso sancocho de mil maneras.

Y bueno, podría contarte más cosas, pero prefiero dejar las cosas más íntimas para la familia, porque es nuestro legado, nuestra herencia y el orgullo del que nos nutrimos en esta familia de corazones hechos de trabajo, responsabilidad y mucho respeto que es lo que al final de su diario, la abuela Teresa pide a todos sus hijos, nietos, biznietos y generaciones siguientes.

Con mucho cariño, para ti, Concha.

 

Nani. Enero 2021

 

22 comentarios:

  1. Esté donde esté la abuela Teresa debe sentirse muy satisfecha con estos dos relatos.
    Maravillosos los dos.

    Besos.

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    1. Muchas gracias Xavi. Me alegro que así te parezcan.
      Besicos muchos.

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  2. Se me ha borrado?
    Te decía que abuela Teresa era, sin duda, conocedora de tu talento.
    Un abrazo gigantesco

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    1. Muchas gracias preciosa, eres muy generosa.
      Besicos muchos.

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  3. Se me ha borrado?
    Te decía que abuela Teresa era, sin duda, conocedora de tu talento.
    Un abrazo gigantesco

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  4. Se me ha borrado?
    Te decía que abuela Teresa era, sin duda, conocedora de tu talento.
    Un abrazo gigantesco

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  5. Un mujer formidable y una narración que merece la pena.
    Un abrazo, Nani

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    1. ángel, muchas gracias. Ya sabes que valoro mucho tus comentarios.
      Besicos muchos.

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  6. Una abuela de la cual hay que mostrarse con mucho orgullo.

    Abrazos.

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  7. Una mujer resuelta y con carácter, como para no estar orgullosa de la abuela.
    Un saludo.

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    1. Ángel, muchas gracias, ya sabes que valoro mucho tus comentarios.
      Besicos muchos.

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  8. Una abuela única, que supo ser mas que esposa y madre. Saludos amiga.

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  9. ¡Que orgullo de abuela! Los dos relatos son preciosos Nani.

    Besos.

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    1. Muchas gracias Conchi, Me alegra saber que te han gustado!!
      Besicos muchos.

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  10. Una gran visionaria, la abuela Teresa. Gracias, Nani, por una más de tus grandes historias. Un abrazaco🥰

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    1. Muchas gracias por tu generosidad, Aurora. Es un placer recibir tus comentarios.
      Besicos muchos.

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