Recuerdo
a madre cogiendo margaritas del campo, mientras su largo pelo y su vestido de
batista, se mecían al viento. Recuerdo cuando nos llevaba a correr por la era,
cuando limpia estaba. Entonces no había columpios, ni parques, ni aceras, solo
charcos cuando llovía, polvo en la calle, desollones en las rodillas y leche
migada al llegar la noche. Recuerdo cuando padre salía con veinte cabras y al
regreso, olía a tomillo y jara. Recuerdo a mis hermanos con mocos a veces, pelo
revuelto y ojos de abubilla. Recuerdo cuando la vida olía a sábanas lavadas a
mano con jabón casero. Olían a limpias, estaban tersas después de la plancha.
Aquellos aromas ya no llegan a mi olfato ya desgastado y los echo en falta. Los
zagales llevaban piezas en los pantalones, y las zagalas heredaban los vestidos
de las primas mayores, pero con la plancha de las abuelas quedaban tan lindas
como si estrenaran. Luego volvíamos de jugar a las bolas o de buscar lagartijas
los varones y a la comba las hembras, sucios de estar por los suelos, con
espinillas, codos y rodillas desgarradas, los bajos de los vestidos arrancados
y cansados, ávidos del aroma de las natillas, arroz con leche o sopa de ajo,
espesa de pan y el agua fresca en la jarra. Después de lavarnos las manos y la
cara en la zafa, comíamos con deleite lo que madre pusiera en el tazón, nos
metía en la cama con una canción contando las hazañas de los bandidos de Sierra
Morena, la de Los Cigarrones o la del Divino San Antonio, rezábamos a nuestro
Ángel de la Guarda y hasta el otro día que había que recoger agua de la fuente
antes de ir a la escuela y recibir allí algún tirón de orejas, leer lo que
encartara y el maestro llevara, además de la Historia Sagrada, el rey visigodo Recadero
I o su hermano Hermenegildo mártir, los santos que tocara y a buscar ranas, lagartijas,
meter algún ratón en la cartera de alguien
y a vivir como en aquellos tiempos la vida nos daba a entender.
Hoy
me encuentro aquí en el patio de casa. Todo el día solo y muy cansado. La chica
trabaja todo el día en el supermercado, su marido tiene que ir a otra ciudad y
vuelve cuando ya estoy en la cama y los nietos están todo el día en el
colegio, en las extraescolares como hoy les llaman a las clases particulares y
cuando vuelven, tienen ganas de besos del abuelo, pero no tienen tiempo y creo
que a mí también se me está terminando el que la vida me concedió. Pronto me
iré con la Paula y siendo sincero conmigo mismo, tengo ganas de descansar. Creo
que la vida ya me está dando el plazo para la despedida.
Nani.
Febrero 2019