viernes, 24 de enero de 2020

ME LLAMARON VOYEUR





Fui dueño del hostal más popular de la ciudad. Me ha gustado mirar por el ojo de la cerradura, por los agujeros simulados en las paredes, bajo cuadros, adornos o donde se terciara. El sitio que más me gustaba era el que daba a la gran sala de visitas, donde se solían reunir varias personas al mismo tiempo, unas veces de distinto sexo y otras del mismo. Me gustaba verles hacer, fuera lo que fuese. A veces solo se reunían para hablar de cosas que apenas entendía, pero nada más ver sus gestos (no podía distinguir las conversaciones), me producía un gran placer. Mi madre siempre dijo de mí, que era un cotilla y que eso me acarrearía en algún momento un disgusto, pero yo que siempre fui bastante “echao pa’lante y arriesgado”, nunca me apabullaba por nada. Un día estando observando a una pandilla que parecían estuvieran haciendo una sesión de yoga avanzada y como nos los distinguía del todo bien, apoyé mi frente en la pared y al no recordar en ese momento que ese trozo era simulado con una fina capa de escayola que hacía de marco (una buena imitación a la madera) y que sostenía un lienzo del rostro de un bella mujer, que adornada por un lujoso collar de piedras preciosas (eran dichas piedras las que me permitían mirar), pues que con mi afán por ver mejor, los que estaban al otro lado se dieron cuenta de lo que ocurría y sin darme tiempo a reaccionar, solo supe que alguien me atizó un puñetazo y la nariz comenzó a sangrar, el lienzo se convirtió en una tela roja y el pronóstico de mamá se hizo realidad. Una denuncia, una multa y cierre del local. Me libré de estar entre rejas, porque no tenía antecedentes y desde entonces, sigo mirando pero a las aves del parque, las hormigas del camino y las gallinas de la granja, porque ahora tengo una granja y me dedico a ver si han puesto huevos, si les queda comida para reponerla al instante y limpiar el establo, donde tengo también un caballo que me lleva de paseo. Allí descubro lo bonito que es mirar la naturaleza. En el fondo estoy agradecido al percance ocurrido, ya no estoy estresado, vivo observando y no mirando y mi vida se ha convertido en algo que merece la pena. No hay nada mejor que dejar vivir, para que puedas ser tú mismo y nada más. Un buen escarmiento es la mejor medicina.

Nani. Enero 2020

10 comentarios:

  1. Al menos a él le sirvió de escarmiento para bien ;)
    Un abrazo.

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    1. Alfred, todos aprendemos a fuerza de tropezones, no?
      Besicos muchos.

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  2. Me encento esta historia. Que bien que dejo su obsesión gracias a ese incidente y ahora es voyeur de la naturaleza. Saludos.

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    1. Me alegro que te haya gustado Sandra. Un tropìezo a tiempo, hace que avancemos.
      Besicos muchos.

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  3. Un puñetazo a tiempo le hizo bien...

    Besos.

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    1. Así es Toro. Ya sabes que a veces tenemos que tropezar para avanzar.
      Besicos muchos.

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  4. Es verdad eso que los golpes te enseñan, y mejor si es para bien ...a este le despertó la neurona positiva jajajja.

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    1. Meulen, cuando estamos dispuestos a mejorar, esa neurona se despierta.
      Besicos muchos.

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  5. Un golpe a tiempo viene pero que muy bien...
    Se aprende de lo bueno y de lo menos bueno.
    Feliz semana nani.
    Un beso

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    1. De todo aprendemos Carmen, si estamos atentos y disponibles.
      Besicos muchos.

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