Fui
dueño del hostal más popular de la ciudad. Me ha gustado mirar por el ojo de la
cerradura, por los agujeros simulados en las paredes, bajo cuadros, adornos o
donde se terciara. El sitio que más me gustaba era el que daba a la gran sala de
visitas, donde se solían reunir varias personas al mismo tiempo, unas veces de
distinto sexo y otras del mismo. Me gustaba verles hacer, fuera lo que fuese. A
veces solo se reunían para hablar de cosas que apenas entendía, pero nada más
ver sus gestos (no podía distinguir las conversaciones), me producía un gran
placer. Mi madre siempre dijo de mí, que era un cotilla y que eso me acarrearía
en algún momento un disgusto, pero yo que siempre fui bastante “echao pa’lante
y arriesgado”, nunca me apabullaba por nada. Un día estando observando a una
pandilla que parecían estuvieran haciendo una sesión de yoga avanzada y como
nos los distinguía del todo bien, apoyé mi frente en la pared y al no recordar
en ese momento que ese trozo era simulado con una fina capa de escayola que hacía
de marco (una buena imitación a la madera) y que sostenía un lienzo del rostro
de un bella mujer, que adornada por un lujoso collar de piedras preciosas (eran
dichas piedras las que me permitían mirar), pues que con mi afán por ver mejor,
los que estaban al otro lado se dieron cuenta de lo que ocurría y sin darme
tiempo a reaccionar, solo supe que alguien me atizó un puñetazo y la nariz comenzó a sangrar, el lienzo se convirtió en una tela roja y el pronóstico de
mamá se hizo realidad. Una denuncia, una multa y cierre del local. Me libré de
estar entre rejas, porque no tenía antecedentes y desde entonces, sigo mirando
pero a las aves del parque, las hormigas del camino y las gallinas de la granja, porque ahora tengo una granja y me dedico a ver si han puesto huevos, si les
queda comida para reponerla al instante y limpiar el establo, donde tengo también
un caballo que me lleva de paseo. Allí descubro lo bonito que es mirar la naturaleza.
En el fondo estoy agradecido al percance ocurrido, ya no estoy estresado, vivo
observando y no mirando y mi vida se ha convertido en algo que merece la pena.
No hay nada mejor que dejar vivir, para que puedas ser tú mismo y nada más. Un buen escarmiento es la mejor medicina.
Nani.
Enero 2020
Al menos a él le sirvió de escarmiento para bien ;)
ResponderEliminarUn abrazo.
Alfred, todos aprendemos a fuerza de tropezones, no?
EliminarBesicos muchos.
Me encento esta historia. Que bien que dejo su obsesión gracias a ese incidente y ahora es voyeur de la naturaleza. Saludos.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado Sandra. Un tropìezo a tiempo, hace que avancemos.
EliminarBesicos muchos.
Un puñetazo a tiempo le hizo bien...
ResponderEliminarBesos.
Así es Toro. Ya sabes que a veces tenemos que tropezar para avanzar.
EliminarBesicos muchos.
Es verdad eso que los golpes te enseñan, y mejor si es para bien ...a este le despertó la neurona positiva jajajja.
ResponderEliminarMeulen, cuando estamos dispuestos a mejorar, esa neurona se despierta.
EliminarBesicos muchos.
Un golpe a tiempo viene pero que muy bien...
ResponderEliminarSe aprende de lo bueno y de lo menos bueno.
Feliz semana nani.
Un beso
De todo aprendemos Carmen, si estamos atentos y disponibles.
EliminarBesicos muchos.