Terminó
muy cansada. Pudo librarse del contagio pero por puro milagro. No pasó lo mismo
con muchos de sus compañeros y cuando al cabo de los cuatros meses volvió a ver
a sus padres sabiendo que no correrían peligro, se quedó con ellos. A los
amigos los vería más adelante. Si iba a la tienda del barrio siempre lo hacía protegida, ya que sabía bien como esta cosa a la que llamamos “bicho” (cuando nos da miedo algo, lo bautizamos con un nombre que produce menos repelús, la cuestión es ponernos una pantalla delante) era muy peligrosa, sobre todo para sus familiares ya con algún achaque y con
cierta edad. Recuerda los aplausos de los confinados, mientras en los
hospitales caían exhaustos tanto ella como sus compañeros. Dormían donde podían
si el momento les dejaba dar una cabezada. Lo de comer era otra cosa, además de
haber perdido las ganas, preferían descansar aunque fuera tumbados en el suelo
pelado de los pasillos. Hoy cuando está merendando en el balcón junto a sus
padres, ve pasar a un grupo de chicos sin protección y con unas bolsas que se
suponen botellas para ir a algún lugar a hacer un botellón. Piensa en lo olvidadizos
que somos los seres humanos. La madre los mira, baja la mirada y calla. Ella,
adivina que está pensando pero tampoco dice nada, sabe que si en el trabajo la
necesitan de nuevo allí estará, porque nació con esa condición, pero le cuesta
entender el egoísmo de otros a los que no parece importarles su vida, la de sus
compañeros y las de los que se han quedado en el camino que incluso algunos,
son sus propios familiares. No lo entiende a pesar de saber que cuando sea
necesario, allí estará.
#52RetosLiterup
Nani.
Julio 2020
Se sacrifican a pesar de lo inutil que pueda llegar a ser ese sacrificio.
ResponderEliminarSí Alfred, lo hacen y nos damos cuenta de que muchos lo han pagado con su propia vida. Gracias por comentar.
EliminarBesicos muchos.