“Mamá, mamá, mida que me han degadado en el colezio”.
Viki es preciosa, de rostro especialmente característico. Sonrisa y mirada distinta al resto de niños, pero particularmente entrañable. Su cuerpo ha crecido bastante, pero no así, su sonrisa y su mirada.
Llega pletórica a casa, buscando a su madre con tanta alegría, que casi asusta a esta, de no ser por estar acostumbrada a dichas reacciones.
Sale al encuentro de la pequeña-gran niña y cuando se encuentran a medio camino, (pasillo que lleva a la cocina y de esta a la entrada); vuelve a gritar alegre: “Mamá mida que libo me han degadado en el colezio, mida, mida”.
La niña dice todo esto, mientras arrastra a la madre de una mano, para sentarse juntas como siempre, en el primer escalón de la escalera.
De nuevo, la pequeña-gran niña, entusiasmada continua: “Mamá, ez un cuento de un zeñó doco, ¡que diza! Ze enfara con los modinos y rize ¡zedá tonto!, que zon zigantes. ¡Qué diza mamá! ¡Anda mamá lee, vedás que chuli ez!”
La madre como tantas otras veces, coge el libro que le ofrece su hija. Es de pastas duras e ilustradas con la delgada figura de D. Quijote de la Mancha; más escuchimizado aún que en otros dibujos, para resultar gracioso a un niño. Unos gorditos molinos de viento con ojos asombrados y unas aspas, que salen de una especie de boca y a su vez estas, hacen las veces de brazos, para intentar protegerse de los arrebatos de tan extraño personaje.
“El Hidalgo Caballero, -empieza a leer la madre por la página que la niña le ha indicado-; arremete con los molinos que boquiabiertos no entienden, la locura que le ha dado al delgado y larguirucho hombre, que dice ser El Caballero de la Triste Figura; y que para estos defenderse de los ataques y falta de cordura del flacucho hombre, todos a una; improvisan una serie de remolinos inflando sus bocas y ayudados con sus aspas, consiguiendo una fuerte oleada de viento; que descargan sobre el extraño caballero, que al recibir el impacto; cae de su rocín y sale de estampida pegando sus tristes huesos contra el blanco muro del caserío, donde a las puertas; un pequeño y gordinflón hombrecito, se seca el sudor con el revés de la mano, sin dejar de gritar que su amo cada día que pasa, hace cosas más raras, que igual llama malandrines a los botijos de vino, como quiere hacerles creer, que los gigantes crecen a su paso como si se tratara de las sandías de la meseta y para colmo; ahora se pone a gritar a un ser imaginario, mirando al cielo y dirigiéndose al pobre Sancho, diciendo: “¡Esa paloma sobrevuela el peligro y como no se aparte, los gigantes la atraparán y se la comerán. Toma mi lanza escudero infame, y defiende a esa paloma y a tu señor, que de no acabar con los gigantes, ni tendremos ínsula, ni Aldonza, ni Dulcinea, ni….! ¿Pero no te das cuenta que esos gigantes acabarán con nosotros y no podremos reunirnos con los que nos esperan….?”
La madre sigue leyendo y la pequeña-gran niña, se troncha de risa, satisfecha y feliz, diciendo de nuevo:
“Mamá eztá doco, que diza, ze cree que los modinos zon zigantes y les pega, que tonto mamá, que tontito eztá….
Viki es preciosa, de rostro especialmente característico. Sonrisa y mirada distinta al resto de niños, pero particularmente entrañable. Su cuerpo ha crecido bastante, pero no así, su sonrisa y su mirada.
Llega pletórica a casa, buscando a su madre con tanta alegría, que casi asusta a esta, de no ser por estar acostumbrada a dichas reacciones.
Sale al encuentro de la pequeña-gran niña y cuando se encuentran a medio camino, (pasillo que lleva a la cocina y de esta a la entrada); vuelve a gritar alegre: “Mamá mida que libo me han degadado en el colezio, mida, mida”.
La niña dice todo esto, mientras arrastra a la madre de una mano, para sentarse juntas como siempre, en el primer escalón de la escalera.
De nuevo, la pequeña-gran niña, entusiasmada continua: “Mamá, ez un cuento de un zeñó doco, ¡que diza! Ze enfara con los modinos y rize ¡zedá tonto!, que zon zigantes. ¡Qué diza mamá! ¡Anda mamá lee, vedás que chuli ez!”
La madre como tantas otras veces, coge el libro que le ofrece su hija. Es de pastas duras e ilustradas con la delgada figura de D. Quijote de la Mancha; más escuchimizado aún que en otros dibujos, para resultar gracioso a un niño. Unos gorditos molinos de viento con ojos asombrados y unas aspas, que salen de una especie de boca y a su vez estas, hacen las veces de brazos, para intentar protegerse de los arrebatos de tan extraño personaje.
“El Hidalgo Caballero, -empieza a leer la madre por la página que la niña le ha indicado-; arremete con los molinos que boquiabiertos no entienden, la locura que le ha dado al delgado y larguirucho hombre, que dice ser El Caballero de la Triste Figura; y que para estos defenderse de los ataques y falta de cordura del flacucho hombre, todos a una; improvisan una serie de remolinos inflando sus bocas y ayudados con sus aspas, consiguiendo una fuerte oleada de viento; que descargan sobre el extraño caballero, que al recibir el impacto; cae de su rocín y sale de estampida pegando sus tristes huesos contra el blanco muro del caserío, donde a las puertas; un pequeño y gordinflón hombrecito, se seca el sudor con el revés de la mano, sin dejar de gritar que su amo cada día que pasa, hace cosas más raras, que igual llama malandrines a los botijos de vino, como quiere hacerles creer, que los gigantes crecen a su paso como si se tratara de las sandías de la meseta y para colmo; ahora se pone a gritar a un ser imaginario, mirando al cielo y dirigiéndose al pobre Sancho, diciendo: “¡Esa paloma sobrevuela el peligro y como no se aparte, los gigantes la atraparán y se la comerán. Toma mi lanza escudero infame, y defiende a esa paloma y a tu señor, que de no acabar con los gigantes, ni tendremos ínsula, ni Aldonza, ni Dulcinea, ni….! ¿Pero no te das cuenta que esos gigantes acabarán con nosotros y no podremos reunirnos con los que nos esperan….?”
La madre sigue leyendo y la pequeña-gran niña, se troncha de risa, satisfecha y feliz, diciendo de nuevo:
“Mamá eztá doco, que diza, ze cree que los modinos zon zigantes y les pega, que tonto mamá, que tontito eztá….
nani. Septiembre 2007.
Y pensar que, en realidad, necesitamos no uno, sino millones de quijotes... Así, tal vez, podremos empezar a cambiar el mundo
ResponderEliminarMario, esto lo canta y lo dice este señor, casi siempre nos quedamos en "aprendiz de Quijote"
ResponderEliminarAlberto Cortez - A Partir De Mañana
"A partir de mañana empezaré a vivir la mitad de mi vida;
a partir de mañana empezaré a morir la mitad de mi muerte;
a partir de mañana empezaré a volver de mi viaje de ida;
a partir de mañana empezaré a medir cada golpe de suerte.
A partir de mañana empezaré a vivir una vida más sana,
es decir, que mañana empezaré a rodar por mejores caminos;
el tabaco mejor y también por qué no, las mejores manzanas,
la mejor diversión y en la mesa mejor, el mejor de los vinos.
Hasta el día de hoy, sólo fui lo que soy, "aprendiz de Quijote",
he podido luchar y hasta a veces ganar, sin perder el bigote.
Ahora debo pensar que no pueden dejar de sonar las campanas,
aunque tenga que hacer, más que hoy y que ayer...
a partir de mañana.
Si a partir de mañana decidiera vivir la mitad de mi muerte
o a partir de mañana decidiera morir la mitad de mi vida,
a partir de mañana debería aceptar, que no soy el más fuerte,
que no tengo valor ni pudor de ocultar mis más hondas heridas.
Si a partir de mañana decidiera vivir una vida tranquila
y dejara de ser soñador, para ser un sujeto más serio,
todo el mundo mañana me podría decir: "se agotaron tus pilas,
te has quedado sin luz, ya no tienes valor, se acabó tu misterio".
Cada golpe de suerte empezaré a medir a partir de mañana.
De mi viaje de ida empezaré a volver a partir de mañana.
La mitad de muerte empezaré a morir a partir de mañana.
La mitad de mi vida empezaré a vivir... a partir de mañana.
Necesitamos Quijotes y alguna que otra niña grande que sigan mirando con ingenuidad y con ilusión.
ResponderEliminarBesos
Me parece deliciosamente tierno. Es bonito leerte, al final acabas poniéndome las pilas.
ResponderEliminarBesos mamanani
Mira, si recargo alguna pila, habrá mercido la pena.
ResponderEliminarBesos muchos,
Esto lo escribió un Sr. que algo sabía de eso de la vida:
ResponderEliminar"Si volviera a vivir sabiendo lo que ahora sé, cometería los mismo errores e incluso muchos más"
José Luis Borges
Es decir; sería mucho más Quijote y menos persona seria