
Todo me suena a música celestial cada vez que me acerco a ella.
Su silueta redonda y su tez sonrosada me despierta. Verla contonearse me excita y el deseo me vuelve loco. Su trasparencia y su perfume, hacen que mi saliva se multiplique y casi perciba su sabor a frutas del bosque. Me acerco a ella y vuelve a contonearse subiendo mi deseo quince mil decibelios o más ¡no sabría medirlo!, pero la electricidad casi me convulsiona y sin poderlo evitar y cuando mamá sale de la cocina, me acerco y de un sorbetón me trago la gelatina de frutas que sobre la encimera ha dejado, al olvidar meterla en la nevera.
Nani. Diciembre 2008.