Susana, espero que después de leer este relato imaginarás de donde viene "La Mora Cava" (leyendas de mi ciudad). Este relato lo puse en los comienzos de este blob, por eso a alguno de vosotros os puede resultar familiar.
Dejó la cocina patas arriba. No podía continuar en aquel ambiente. Todos comían, reían, hablaban y ella traía bandejas de canapés, ensaladillas, vasos, bebidas y más llevar, más pedir, más... Nadie la echaba en falta, hasta que cansada se sentó en un taburete de la cocina con los codos apoyados en la pequeña barra.
De pronto, la voz de su marido la saca del ensimismamiento: "Pero María, ¿es que estás dormida?, te estamos pidiendo más canapés, las bandejas están vacías. Que te estoy hablando, despierta".
Ella le mira casi en sueños. No está equivocado, dormida no, pero sí soñando, porque de lo contrario..., ¿quién aguantaría todo esto?
Se levanta del taburete y sale delante de él.
El marido sigue gritando: "¿Adonde vas, pero que haces, estás loca?".
Ella pasa entre los invitados de su marido, entra en el dormitorio y al instante sale con un abrigo de paño algo deslucido y anticuado. Coge el bolso que tiene colgado en el perchero de la entrada, dejando a su marido perplejo. Abre la puerta y desaparece después de dar un fuerte tirón con decisión.
Se encamina como casi siempre que necesita respirar hacía el castillo árabe. Allí se siente libre, el aire le golpea la cara, la ropa, todo su cuerpo y nota que se limpia de tanta falsedad, de tanta burguesía, de tanta diplomacia, de tanto… y ¿para qué?- se pregunta. Ya está bien de ser servidora, ya está bien de ser..., aquí soy la princesa de este castillo, aquí soy "Cava la Sultana".
Se dirige a una pared cubierta de hiedra. La aparta y aparece la entrada de una cueva. Tan solo ella sabe de dicha entrada y de la existencia de la mencionada cueva.
Su padre había sido guarda del entorno y este fue el gran secreto de padre e hija.
Entra con desenvoltura. Coge las cerillas que lleva en el bolso y enciende un velón que hay a la izquierda. Se ilumina la estancia. Es una cueva amplia y húmeda, pero a ella no le importa, incluso el olor le gusta. ¡Ha pasado tan buenos ratos aquí! Se dirige al fondo donde hay una gran caja de madera. La abre y saca de ella una especie de túnica de seda de color violeta. El velo es de gasa del mismo color. Las babuchas también de seda, llevan incrustadas cuentas de cristal de diferentes colores. Se desviste y mecánicamente se coloca las ropas árabes. Antes de ponerse el velo, quita las horquillas y su pelo largo y negro se deja caer por el peso. Brilla de forma especial a la luz de las velas que fue encendiendo y que están distribuidas por la rupestre habitación. Para colocarse el velo, se encamina hacía un antiguo espejo que hay colgado encima del cajón de madera que ahora hace las veces de tocador. Se lo pone de tal manera, que ahora la mujer que hay frente al espejo es una hermosa dama árabe de ojos rasgados y muy negros, labios rosados y bastante atractivos. Al llegar a este punto, con un impulso recoge el velo y se cubre la parte inferior del rostro, solo deja al descubierto los ojos que brillan como nunca. Se aparta un poquito para mirarse de cuerpo entero en el espejo. "Todo está correcto"- se dice.
Mira hacía la derecha. Allí en una cantarera de madera hay introducidas tres vasijas de barro. Coge una de ellas, se la apoya en la cintura y sale afuera apartando con mucho cuidado la hiedra. Con mimo la deja caer de nuevo para tapar la antigua entrada. Con una gracia inusitada en la mujer que había salido de aquella fiesta, desciende el atajo que la lleva a la "Fuente de la Mora". Sabe que allí la espera el soldado cristiano y dueño de su amor. El la deja coger agua para su madre enferma, ya que en el castillo se han terminado las reservas. Los cristianos como les quieren expulsar han cerrado todos los accesos al agua, así tendrán que salir o de lo contrario, morirán de sed.
No tarda en descubrir a su amado. La espera tan apuesto como siempre sentado al borde del manantial. El caballo lo ha dejado algo apartado y atado al ciprés milenario, ese que se ve desde el cerro de enfrente.
Se abrazan y ella se refugia en su pecho llorando de emoción, ¡hacía tantos días que no se veían! Con mucha ternura, él le seca las lágrimas con sus labios y después, la besa como nunca, como si hoy en todos los actos que ejecutan, les fuera la vida. Están más emocionados que otras veces, como si presintieran que quedaba poco tiempo y tuvieran que aprovechar cada instante, como si del último se tratara.
Así pasan las horas y al amanecer, ella recoge el cántaro, lo llena de agua y se lo coloca en la cintura. Él la besa de nuevo con tanta ternura, que tanto ella como él se estremecen de pies a cabeza. La tiene que sujetar porque presiente que le flaquean las piernas. No tienen que decirse nada, tan solo se miran, con eso basta. Después, muy despacio y como si se tratara de un rito, de nuevo le cubre el rostro con el velo.
El soldado lentamente se retira y acercándose al caballo, coge las riendas, monta en él y muy despacio, se va perdiendo entre la espesura del bosquecillo.
Como si le costara apartarse del entorno, comienza a subir muy lentamente el atajo que le llevará de nuevo al castillo. Antes de llegar de vuelta a la cueva, "Cava la Sultana" pasa frente a "Angelillas la loca" como la llaman en el pueblo. Sigue adelante sin decir nada. Angelillas la loca se restriega los ojos creyendo que ve una aparición.
Cuando Angelillas la loca baja al pueblo, llega a la taberna y después va a la plaza del ayuntamiento. A todos cuenta lo que ha visto en el castillo: "Si, es una mora muy elegante, igual que una princesa y además, llevaba un cántaro a la cintura".
Como siempre, los habitantes del pueblo se ríen de ella y la convidan a vino para poder mofarse a sus anchas de la pobre mujer. Luego, en la plaza del pueblo cuando habla, sentada en un banco hay una señora con abrigo de paño algo deslucido y pelo recogido, que la escucha con especial atención y dulce sonrisa que se desvanece en el aire frío de invierno, junto a un suspiro muy hondo y helado, que a los habitantes de aquella plazoleta les ha hecho estremecer. Después, se levanta y dirigiéndose a Angelillas la loca, le dice: "Angelillas, que sabrán estos de historia, de amores en esas murallas y piedras viejas, que sabrán. Anda, vamos a tomar una sopa caliente en mi cocina y mientras tanto, te voy a contar la historia de una mora y un cristiano, que todavía tienen amores, allí donde tú ves a "Cava la Sultana".
De pronto, la voz de su marido la saca del ensimismamiento: "Pero María, ¿es que estás dormida?, te estamos pidiendo más canapés, las bandejas están vacías. Que te estoy hablando, despierta".
Ella le mira casi en sueños. No está equivocado, dormida no, pero sí soñando, porque de lo contrario..., ¿quién aguantaría todo esto?
Se levanta del taburete y sale delante de él.
El marido sigue gritando: "¿Adonde vas, pero que haces, estás loca?".
Ella pasa entre los invitados de su marido, entra en el dormitorio y al instante sale con un abrigo de paño algo deslucido y anticuado. Coge el bolso que tiene colgado en el perchero de la entrada, dejando a su marido perplejo. Abre la puerta y desaparece después de dar un fuerte tirón con decisión.
Se encamina como casi siempre que necesita respirar hacía el castillo árabe. Allí se siente libre, el aire le golpea la cara, la ropa, todo su cuerpo y nota que se limpia de tanta falsedad, de tanta burguesía, de tanta diplomacia, de tanto… y ¿para qué?- se pregunta. Ya está bien de ser servidora, ya está bien de ser..., aquí soy la princesa de este castillo, aquí soy "Cava la Sultana".
Se dirige a una pared cubierta de hiedra. La aparta y aparece la entrada de una cueva. Tan solo ella sabe de dicha entrada y de la existencia de la mencionada cueva.
Su padre había sido guarda del entorno y este fue el gran secreto de padre e hija.
Entra con desenvoltura. Coge las cerillas que lleva en el bolso y enciende un velón que hay a la izquierda. Se ilumina la estancia. Es una cueva amplia y húmeda, pero a ella no le importa, incluso el olor le gusta. ¡Ha pasado tan buenos ratos aquí! Se dirige al fondo donde hay una gran caja de madera. La abre y saca de ella una especie de túnica de seda de color violeta. El velo es de gasa del mismo color. Las babuchas también de seda, llevan incrustadas cuentas de cristal de diferentes colores. Se desviste y mecánicamente se coloca las ropas árabes. Antes de ponerse el velo, quita las horquillas y su pelo largo y negro se deja caer por el peso. Brilla de forma especial a la luz de las velas que fue encendiendo y que están distribuidas por la rupestre habitación. Para colocarse el velo, se encamina hacía un antiguo espejo que hay colgado encima del cajón de madera que ahora hace las veces de tocador. Se lo pone de tal manera, que ahora la mujer que hay frente al espejo es una hermosa dama árabe de ojos rasgados y muy negros, labios rosados y bastante atractivos. Al llegar a este punto, con un impulso recoge el velo y se cubre la parte inferior del rostro, solo deja al descubierto los ojos que brillan como nunca. Se aparta un poquito para mirarse de cuerpo entero en el espejo. "Todo está correcto"- se dice.
Mira hacía la derecha. Allí en una cantarera de madera hay introducidas tres vasijas de barro. Coge una de ellas, se la apoya en la cintura y sale afuera apartando con mucho cuidado la hiedra. Con mimo la deja caer de nuevo para tapar la antigua entrada. Con una gracia inusitada en la mujer que había salido de aquella fiesta, desciende el atajo que la lleva a la "Fuente de la Mora". Sabe que allí la espera el soldado cristiano y dueño de su amor. El la deja coger agua para su madre enferma, ya que en el castillo se han terminado las reservas. Los cristianos como les quieren expulsar han cerrado todos los accesos al agua, así tendrán que salir o de lo contrario, morirán de sed.
No tarda en descubrir a su amado. La espera tan apuesto como siempre sentado al borde del manantial. El caballo lo ha dejado algo apartado y atado al ciprés milenario, ese que se ve desde el cerro de enfrente.
Se abrazan y ella se refugia en su pecho llorando de emoción, ¡hacía tantos días que no se veían! Con mucha ternura, él le seca las lágrimas con sus labios y después, la besa como nunca, como si hoy en todos los actos que ejecutan, les fuera la vida. Están más emocionados que otras veces, como si presintieran que quedaba poco tiempo y tuvieran que aprovechar cada instante, como si del último se tratara.
Así pasan las horas y al amanecer, ella recoge el cántaro, lo llena de agua y se lo coloca en la cintura. Él la besa de nuevo con tanta ternura, que tanto ella como él se estremecen de pies a cabeza. La tiene que sujetar porque presiente que le flaquean las piernas. No tienen que decirse nada, tan solo se miran, con eso basta. Después, muy despacio y como si se tratara de un rito, de nuevo le cubre el rostro con el velo.
El soldado lentamente se retira y acercándose al caballo, coge las riendas, monta en él y muy despacio, se va perdiendo entre la espesura del bosquecillo.
Como si le costara apartarse del entorno, comienza a subir muy lentamente el atajo que le llevará de nuevo al castillo. Antes de llegar de vuelta a la cueva, "Cava la Sultana" pasa frente a "Angelillas la loca" como la llaman en el pueblo. Sigue adelante sin decir nada. Angelillas la loca se restriega los ojos creyendo que ve una aparición.
Cuando Angelillas la loca baja al pueblo, llega a la taberna y después va a la plaza del ayuntamiento. A todos cuenta lo que ha visto en el castillo: "Si, es una mora muy elegante, igual que una princesa y además, llevaba un cántaro a la cintura".
Como siempre, los habitantes del pueblo se ríen de ella y la convidan a vino para poder mofarse a sus anchas de la pobre mujer. Luego, en la plaza del pueblo cuando habla, sentada en un banco hay una señora con abrigo de paño algo deslucido y pelo recogido, que la escucha con especial atención y dulce sonrisa que se desvanece en el aire frío de invierno, junto a un suspiro muy hondo y helado, que a los habitantes de aquella plazoleta les ha hecho estremecer. Después, se levanta y dirigiéndose a Angelillas la loca, le dice: "Angelillas, que sabrán estos de historia, de amores en esas murallas y piedras viejas, que sabrán. Anda, vamos a tomar una sopa caliente en mi cocina y mientras tanto, te voy a contar la historia de una mora y un cristiano, que todavía tienen amores, allí donde tú ves a "Cava la Sultana".
Nani. Septiembre 2010.
Que lindo y que triste relato... pero me encantó! Ahhhhhhhhh y te vi en tu entrevista, está divina y me quedé mirándote y escuchándote varias veces! es como si te tuviera en mi casa.
ResponderEliminarBesos
Ay como me ha enternecido. No lo había leído antes y me ha encantado.
ResponderEliminarEscribes tan relajada y tan dulce que es un placer leerte.
Un abrazo.
pd: ¿Por casualidad viene de aquí el nombre que pusiste a tu plato de cocina del rollo de pavo?
Que historia más bonita. Me encantó el cuento dentro de tu cuento. Un beso.
ResponderEliminarAgridulce relato, Nani. Muy real en su inicio (por desgracia).
ResponderEliminarBesos
Precioso, Nani. Buena mezcla entre el presente, el pasado, la fantasía, la realidad, las costumbres y la tradición, los sueños y los refugios personales...
ResponderEliminarMuchos ingredientes y muy bien cocinados.
Deja la cocina patas arriba a menudo que parece ser bueno.
Un beso!!!
Claro que sí!!!!!!!
ResponderEliminarBravísimooooo, Nani!!! Qué preciosa sorpresa me has regalado! Imaginarás por supuesto que no olvidaré nunca a "La Mora Cava" (aunque la cocina y yo seamos enemigas juradas Jajajajaja)
Desde luego, un relato precioso, de esos que casi invitan a ser relatados con voces bajas, alumbrados por una fogata, en una noche de invierno.
Magia! Para vivir, para escribir, para crear historias que vienen embarazadas de leyendas sin tiempo. Magia creadora en la cocina, en el amor, en la literatura. Magia, una forma de vida, tu forma Nani.
A la Salud de esta Mora Cava y de la otra...esa que comeré en tu hogar y hecha por tus manos!
Muchas Gracias por este momento y esta BELLEZA!!!
Besicos, a mogollón guapísima!
Pues sí, lo recuerdo y me gustó mucho.
ResponderEliminarUn beso
Buen escrito... despereza los sentimientos.. un beso.
ResponderEliminarHombre, con ese plan en casa es normal que salga a ver a su soldado...
ResponderEliminarBesicos
Naniiii!!!!!!....En un rato y mira cuando llego,me has emocionada tanto querida!...Parte de esa historia la escuche caminando contigo,una historia preciosa,romántica de amores eternos y legendarios,culturas diferentes,encuentros y desencuentros,en el aire un romance que flota aun entre las murallas.
ResponderEliminarBello muy bellloooooo,me encanta haberla leido!!!!...Con mi corazón en aquellos parajes inolvidables.
Abrazos a montón!....Que no los puedas ni contar.
Mucha ternura y me provocas comer y comer, jajaja....
ResponderEliminarLindo relato.
Abrazos querida mía.
Es una historia preciosa, Nani.
ResponderEliminarCuántos amores entre mora y cristiano guarda nuestra tierra, ¿verdad?
Montones de besicos,cielo.
Pues sí, lo recuerdo...
ResponderEliminar...todavía tienen amores...
ResponderEliminarMe he sentido tan bien, tan bien...leyendo.
Kuss, querida Nani
Que bonitas son las tradiciones de los pueblos, y ésta es preciosa.
ResponderEliminarBonito relato y buena resolución la que tomó... A paseo con los canapés.
¡Qué bonito, Nani! Tener otras vidas, otros sueños. Y que algunos se cumplan.
ResponderEliminarParece uno de esos romances hechos ya leyenda por ti.
Un beso grande
Tan triste como bonito...
ResponderEliminarMe voy con el corazón encogido, Nani.
Besos.
Una bella historia de tradiciones, leyendas y costumbres. y también de una realidad para algunas mujeres. saludos
ResponderEliminarHola querida Nani...
ResponderEliminarEs genial, cada vez que visito tu blog, salgo de acá con una gran sonrisa...lindo relato.
Gracias por no olvidarme. Eres un sol :D
Qué bonito, Nani.
ResponderEliminarY yo me lo creo. Palabra por palabra.
Abrazos con pintura
Después, con más tiempo, vengo a leer el relato.Ahora vine a dejate un abrazo y decirte que sos un sol. Y eso que todavía no dije nada de cuánto me gustó verte la cara, recorrer tu calle, entrar a tu sala y con cuánta atención he seguido la receta del arrollado de pechuga de pavo. Ya la voy a poner en práctica en la cena de Navidad.Tus recetas siempre son bienvenidas.
ResponderEliminarUn beso. GRACIAS.