Eran
las seis de la tarde y faltaba día y medio para la noche mágica. Aún le
quedaban algunas compras por hacer, preparar la cena y acostar a los peques a una
hora prudente. Los había dejado en casa al cuidado de su hermana pequeña, pero
le dijo que volvería con hora de que ella se fuera a dar un paseo con sus amigas
antes de volver a casa. Al paso que iba, su chico llegaría antes que ella.
Pensó ponerle un mensaje para pedirle que fuera preparando él la cena y les
pusiera el pijama a los chicos ya que aún le quedaba un buen rato. Entró en la
librería a recoger los libros de cuentos que había encargado. Como era vieja
clienta, le dijeron que mientras se los envolvían para regalo podía aprovechar
y hacer otros encargos y así poder agilizar las compras. Al pasar por la
sucursal de su banco, pensó que mejor sería sacar algún dinero ya que estaba
terminando el efectivo que llevaba y aún debía recoger las golosinas para las
bolsas que hacía todos los años para su familia y claro, allí casi no le interesaba
pagar con la tarjeta si la cuenta no sumaba una cantidad importante, además de no apetecerle quedarse sin dinero. Cuando empujó la puerta y distraída como iba,
casi tropieza con un bulto que había arrinconado hacía el pie izquierdo de
dicho cajero. Se le encogió el alma a ver que no era un bulto como en un principio creyó, sino un chico envuelto en una manta y recostado en un cartón doblado. Era
de mediana edad y se le notaba sudado y con la ropa sucia. Al mirarle lo
primero que se le ocurrió preguntar era si había comido durante el día. El
chico la miraba asustado y no parecía entender el idioma. Ella recordó que en
una de las bolsas que llevaba, de paso había comprado pan para la cena y el
famoso embutido que tanto les gustaba en casa. Sin pensar un minuto, cogió la
barra de pan, la abrió como pudo y colocó el embutido dentro. Se la ofreció al
chico que con avidez deglutía y casi se atragantaba. En el bolso llevaba media
botella de agua y se la entregó, el chico comía, bebía y lloraba. Ella lloraba
y le miraba y allí se quedó sin saber que hacer hasta que se le ocurrió llamar
a su padre. Le contó lo que estaba pasando y como sabía cuál iba a ser su reacción,
esperó la contestación que fue la que esperaba. Ella siguió allí hasta que su
padre llegó, le explicaron cómo pudieron que esa noche no la pasaría en ese
cajero, lo ayudaron a meterse en el coche y se despidió de su padre. Mientras
terminaba de obtener el dinero y de camino a la librería, pensaba que hoy
dormiría en una cama y se ducharía, pero la duda era mañana. ¿Qué pasaría
mañana o como mucho, dentro de una semana?
#cuentosdeNavidad
Concurso
de #cuentosdeNavidad en Zendalibros.com
Nani.
Enero 2019
Triste y bonita historia, hay gente en el mundo tan humanos que ayudan a esas criaturas solitarias por el mundo. Saludos
ResponderEliminarSandra, una historia que por desgracia es demasiado habitual.
EliminarBesicos muchos.
Cada día veo gente así... en navidad y el resto del año.
ResponderEliminarBesos.
Sí Toro, cada día más habitual pero por mi tierra y no tiene nada que ver con la Navidad, demasiadas vidas en la calle debido a la recogida de la aceituna.
EliminarBesicos muchos.
Linda historia.
ResponderEliminarPensar que también hay gente que les pasa de largo como si fueran parte del decorado...
que difícil está el mundo.
Abrazos!
Corina, bienvenida a esta tu casa.
EliminarDemasiada gente sufriendo las sinrazones de la "civilización", cada día más incivilizada.
Besicos muchos.