miércoles, 21 de julio de 2021

LA CHICA DE LOS INVIERNOS

 

Soy de esas generaciones que las vacaciones las pasábamos con los abuelos, ya que los padres que podían, aprovechaban para irse a Mallorca “a los hoteles”. ¡Esa era la definición y por consiguiente, los hijos nos quedábamos a cargo de los abuelos en el pueblo!

Cuando fuimos más pequeños los echábamos mucho de menos, aunque los abuelos hacían lo imposible para que la nostalgia pasara rápido. Recuerdo cuando recurrían a los álbumes de fotos y sobre todo, a las historias que se inventaban, diciendo que eran cosas que habían ocurrido en el pueblo de al lado, en el propio o en  Kuala Lumpur. De esa manera todo se iba pasando y al final, quedábamos encantados.

Papá y mamá cuando podían, nos llamaban al teléfono blanco que los abuelos tenían sobre la mesita de la salita y nos contaban, pero más lo hacíamos nosotros, porque las aventuras que teníamos día a día, eran tan sorprendentes que nuestra ilusión era hablar hasta que nos decían que debían volver al trabajo. Después, la abuela solía ponerles al día y terminaban con lágrimas en los ojos. Más tarde supe que mamá le decía que le agradecía que fuera tan bonita con nosotros y que deseaba pasara volando la temporada.

Creo o casi estoy segura, que fueron los días más bonitos que he vivido, junto con las navidades y el día de reyes magos. Siempre conseguían nuestros padres estar libres y podernos llevar a pasar todos juntos, esas fiestas que nunca olvidaré.

Aunque las vacaciones verdaderamente inolvidables, son las que pasamos cuando ya cumplía los trece, mi hermano Pedro dos más y por debajo de mí, estaba Koke. El pequeño escuché una vez a papá decir a mamá, había sido el descuido que tuvieron más bonito de la vida compartida. Parecía ser que no esperaban ser más veces papás, pero que fue algo que los renovó en todo y por todo. ¡Koke es muy lindo y eso los de casa lo sabemos mejor que nadie! Tendremos que estar pendiente de él (en cierto modo). Aunque sabe ser independiente y sobre todo, hacer feliz a todos los que le rodeamos.

Pero volviendo a esas vacaciones de mis trece inviernos como decía el abuelo, porque según contaba, no cumplía como todas las chicas primaveras, sino inviernos ya que llegué con la primera nevada de aquel año.

Pues como decía, el año de mis trece y cuando nuestros padres se fueron a la temporada de los hoteles, volvimos a reencontrarnos con las pandillas de años anteriores. ¡Todos parecíamos otros! Los chicos eran ya jóvenes adolescentes y las chicas estábamos muy distintas. Según los mayores que íbamos saludando, apuntábamos a ser mujeres bonitas y alegres y los chicos, unos hombrecitos.

Cuando nos saludamos, casi todos nos quedamos un poco descolocados. Al decir Pepe que si nos íbamos a buscar ranas y saltamontes, sobre todo las chicas dijimos que no nos apetecía, que preferíamos ir a la charca (así llamaban en el pueblo, una piscina natural que el río dejaba en un surco) y que aquel año fue inolvidable. Entre baño y baño, nos pasábamos las tardes recordando el curso, los profesores, los libros que habíamos leído y algunos, comentaban lo que querían estudiar al terminar en el instituto. Otros preferían seguir en el negocio de la familia y así pasábamos grandes ratos.

Al contrario de años anteriores, donde todos íbamos en grupo haciendo el gamberro y alborotando por las esquinas y empinadas calles del pueblo, ese año como por arte de magia nos estuvimos emparejando y nuestras charlas primeras, se convirtieron en escapadas de parejas, aunque siempre íbamos y volvíamos en pandilla. Pero sin saber cómo, uno enseñaba a otra un árbol que parece no habíamos percibido anteriormente. Alguna florecilla o algo que apreciábamos y que nos había pasado desapercibido anteriormente. También comíamos pipas de girasol con chocolate, chufas y algunas chucherías que habían dejado de ser las piruletas o el regalí que comprábamos en la farmacia de don José.

Yo solía hacer pareja con Rami (Ramiro) y siempre nos escapábamos a ver un árbol que las ramas y el tronco se había deformado de tal manera, que parecían que unas y otro, se abrazaban entre sí. Uno de aquellos días, estábamos allí mirando como la luz del sol se colaba por las copas de unos álamos, cuando Rami se acercó a mí y posó sus labios sobre los míos, diciendo luego que sabía a castañas pilongas y chocolate. Aquello me dejó un poco desconcertada, pero me gustó y aquel año alguna escapada se repitió con sabores distintos y olores a juventud. ¡Todo muy inocente y sutil!

Después cuando nos fuimos haciendo mayores, muchos chicos y chicas no volvieron por el pueblo o los de allí, se iban a la playa o a algún campin, por lo que nuestra pandilla fue cambiando. Todos comenzamos nuestros estudios y a ubicarnos en distintos lugares, e incluso ir menos por el pueblo, ya que nuestros padres no hacían tantas temporadas fuera. Los abuelos ya iban necesitando ayuda en lugar de proporcionarla y Koke, de todo nuestro mimo, así que a Rami no lo vi en años sucesivos, pero los sabores y los olores se me quedaron impregnados para siempre, en el recuerdo, la pituitaria y las papilas gustativas.

Aquel año fue el comienzo de unas emociones que se quedaron para siempre, donde aprendí a elegir y seguir mi camino en muchos aspectos. Aquel año empecé a ser la chica que cumplía inviernos y ya son algunos.

 

#elveranodemivida

 

Nani. Julio 2021

14 comentarios:

  1. Que bonitos son los recuerdos de vacaciones pasadas............. Saludos amiga.

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    1. Sí Sandra, cuando se tiene la oportunidad de disfrutarlos...
      Besicos muchos.

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  2. Creo que de alguna manera hemos vivido veranos parecidos.
    A veces los recuerdo con mucha nostalgia... me parece injusto que aquella magia haya desaparecido.

    Besos.

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    1. Creo Xavi que mejor que con tanta nostalgia, los debemos recordar con alegría dando gracias de haberlos disfrutado. Algunas personas no tienen ni esos recuerdos ni oportunidad de disfrutar algo parecido, creo!!
      Besicos muchos.

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  3. Nani, creo que de las pocas cosas buenas que tiene cumplir años una es la de atesorar ese tipo de recuerdos.
    Un beso, en la distancia, que el calor me está matando.

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    1. Así es Ángel. Son tesoros que debemos agradecer haber disfrutado.
      Besicos muchos.

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  4. Hemos tenido veranos que ya es imposible que vuelvan, pero sí podemos recuperar la ilusión por otros nuevos, superando inviernos.

    Abrazos.

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    1. Claro, eso creo Alfred. Todo pasa y todo queda, pero eso no quiere decir que podamos seguir viviendo con alegría.
      Besicos muchos

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  5. No hace mucho hablando con mi hijo le contaba estas aventuras de aquellos veranos, hacia tiempo que no los recordaba y con él y ahora con tu historia me han venido a la cabeza montones de hermosas aventuras. Gracias por pasarte, me encantó conocer tu blog. Besos.

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    1. Tinta, se bienvenida a esta tu casa. Es un placer poderte leer.
      Me alegro haber podido llevarte a esos momentos.
      Besicos muchos.

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  6. Fantástica evocación que convendría por qué no reeditar...

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    1. Carlos, solo será cuestión de buscar el momento, no? jajaja
      Hablando en serio, lo bueno es haberlos vivido y poderlos recordar. Todo tiene su momento.
      Besicos muchos.

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  7. Ah... que bonitos recuerdos. Esos veranos interminables. Todo duraba más o lo parecía. Como las Navidades!
    Un relato maravilloso. Dices... "¡Todo muy inocente y sutil!" Y me ha sonado tan bonito... Me pregunto si cabe hoy en día... Esa inocencia y todo por descubrir...

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    1. Muchas gracias Galilea. A veces resulta algo impensable hoy en día, actitudes que nosotros teníamos como cotidianas. Siento no haya aparecido antes tu comentario. Llevo un mes de locos y los comentarios de días pasados los empecé a moderar, ya que me llegan spam y no me queda otra.
      Besicos muchos.

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