lunes, 25 de julio de 2022

MI TATA

 


Imagen obtenida en la red


Llevo días ordenando las fotos y me he tropezado con la de Juana, aquella tata que tanto quise de niña.

Mientras mis padres trabajaban en la fábrica de aceros Munit, ella se hizo cargo de mí y de mi hermano. Era joven relativamente cuando vino a vivir a casa. Nos despertaba y hacía el desayuno. Nos llevaba al colegio y después nos recogía. Nos ponía el almuerzo siempre con mucho cariño y a veces nos enfadábamos con ella cuando nos tocaba estofado de carne y patatas, ¡a mí se me hacía bola!, pero consiguió distraerme con sus fantásticas historias y no hubo comida que se le resistiera. Luego nos ayudaba en los deberes, nos llevaba al parque y seguía cuidándonos, hasta que papá y mamá volvían. A esa hora ella se iba a pasear con su novio de toda la vida y volvía cuando papá y mamá ya nos habían acostado. Aquello duró toda mi vida hasta que me fui a otra ciudad a estudiar.

Ella siguió en casa porque las promesas de casamiento nunca llegaron y un mal día, supo que él en una de las ciudades  a dónde iba promocionando los artículos de una conservera riojana, había conocido a una clienta que llegó a ser algo más.

La Tata siguió viviendo en casa, pero cada día estaba más triste y al cabo enfermó.

Mamá siempre le decía que tenía que rehacer su vida, que un hombre no merece el sacrificio y la entrega de una mujer, pero nuestra querida Tata no remontaba. Sacaba un poquito la cabeza, pero la tristeza la hacía volver a caer en esa inmensa depresión.

Tuvo pretendientes como antes se les llamaba a los posibles compañeros de vida, pero para ella no había ninguno que igualase al primero. En el fondo, creo que no era capaz de reconocer que la honra la había perdido y eso le causaba mucha más pena. Se sabía engañada. ¿Con qué cara se iba a presentar ante otro, confesando que al final se entregó a él y la dejó tirada? En aquellos tiempos y en un pueblo, era una deshonra y ¿quién iba a cargar con ello? Nunca pensó que no era lo más importante, porque su educación la hizo esclava de unas ideas trasnochadas. Antes se educaba para que todo aparentemente, fuera como la sociedad exigía.  Aquello la martirizó y por no haberlo hablado abiertamente, la hundió, hasta que se dejó llevar para siempre.

A veces nos creemos que tenemos que darlo todo y nunca pensamos que al vivir así, nos quedamos vacíos, sin saber cómo recargar nuestra energía, que es la que nos hace continuar como personas.

No podemos vivir de cara a los demás, porque ellos no nos van a dar nada, sino casi siempre sus críticas y las envidias reflejadas en deseos reprimidos que también esclavizan.

Estas cosas y otras más, me hicieron decidir qué profesión elegir. Pienso que estamos muy mal educados y quería aportar nuevas visiones, nuevos horizontes y aperturas que no haga a las personas prisioneras de sus fobias, supersticiones y sobre todo, eso que es tan típico de ciertas culturas: “Siempre se hizo así”, sin pensar que se hacía de esa manera, porque a ciertas personas le convenía de alguna manera y su propio egoísmo y su maldad (que también la hay), ni se planteaban que las actitudes pueden cambiar para mejorarlas. Hay personas que se creen por encima de otras y no saben o prefieren ignorarlo, que se suele recoger lo que se siembra y de alguna manera, la vida acostumbra a darles un revés cuando ya casi no tienen tiempo de rectificar. La vida siempre se cobra lo que no nos pertenece, nos guste o no.

 

Nani. Julio 2022