CASA HABITADA

 

Abrió con su propia llave cuando llegó. Preguntó si vivía alguien, como hizo siempre. Le gustaba escuchar a su pequeña ladrar como un perrito. Maulló un gato. Se adentró, retiró polvo, vio una taza con posos de café secos que alguien dejó sobre la mesa de la cocina. Se quedó ensimismado mirando el platero fijado en la pared y unos trozos de loza esparcidos por la encimera. Pareciera que cada pieza fueran él y su familia. ¡Todo roto! Uniéndolos, quizá se recupera de esa terrible guerra y del dolor que llevaba incrustado en las venas.

 

 

REALIDAD EN EL RECIBIDOR

Abrió con su propia llave, la puerta cedió y encontró una triste ruina de la vida que había dejado. Todo estaba impecable, solo que ya no estaba Marisa, ni su pequeña Diana. Tampoco estaba el peluche que recibía a la familia a la entrada. Solo encontró su gabardina en la percha del recibidor, su negro paraguas y la soledad obtenida por su irresponsabilidad, colgada de la otra percha donde siempre había un echarpe rosa palo y al lado, el abriguito color naranja que siempre le alegró la vida al entrar.

 

Nani. Octubre 2022