domingo, 19 de febrero de 2023

EN CARNAVAL TODO ES POSIBLE

 


 

El collage  es de Roxana Amalia @amalia_collage


El día que abrí el cajón superior de la cómoda de mis abuelos, encontré unos guantes negros, largos y de satén, que me dijeron pertenecieron a Rita Hayworth en la película “Gilda”. También había algunas pelucas de mi tía Genoveva, cogí una que tenía un aspecto llamativo que me hizo recordar a la actriz. Me la coloqué, junto por supuesto con los flamantes guantes y un vestido negro muy bonito que había en el armario, allá que me presenté toda acicalada y envuelta en tan relucientes prendas.

Bajando las escaleras emulando a la gran actriz, mi abuelo comenzó a restregarse los ojos y a llamar a la abuela todo desenfrenando y gritando que de nuevo el fantasma se apoderaba de las escaleras.

En un principio, me dio un poco de pena y pensé desandar el tramo de escaleras para quitarme el disfraz, pero podía más la abducción que me produjo suplantar a una grande del cine.

La abuela salió de la cocina, limpiándose las manos en el delantal y al mismo tiempo santiguándose como una posesa, musitando:

─ ¡Válgame el cielo que nos debe proteger, esto es castigo de la providencia!

Como no salía de mi asombro, dejé que se calmaran un poco y les dije que tan solo era su nieta Ana y que había cogido prestados esos atuendos que me cubrían, que no temieran, ya que ni era un fantasma, ni nadie venido del más allá.

Para convencerles debí quitarme la peluca y noté que algo más tranquilos se quedaban. Pero como les noté muy inquietos, les pedí que me contaran la historia de esos atuendos y fantasma del que hablaban, porque percibí que había una gran historia detrás de ellos y pensaba que conseguiría que se desahogaran al contar lo que tanto les inquietaba.

Fue la abuela la que me cogió de la mano y me llevo al salón, mientras se quitaba el delantal. Hurgó en uno de los cajones del aparador y extrajo un viejo álbum de fotos. Buscó la página que le interesaba y me mostró una foto. Con razón se había asustado, cuando bajaba por las escaleras. Se trataba de la tía Paola, fallecida cuando tenía poco más de los veinte años. Llevaba el mismo vestido y guantes que me había puesto y el pelo que en cascada le caía por los hombros, eran muy parecidos a la peluca que había escogido. Luego me dijo la abuela:

─Tu tía se fue demasiado pronto, después de aquel accidente de moto, cuando iba con su novio a la fiesta del pueblo. Más tarde la veíamos por todos sitios, sobre todo tu abuelo, que decía se había convertido en un fantasma, para no dejarnos del todo solos. Nunca le creí del todo y hoy cuando has bajado por las escaleras, creí que verdaderamente estaba en lo cierto. Tu abuelo hace unos años comenzó a tener una pequeña demencia que le hace decir y hacer cosas que a veces sacan de quicio a los que nos acompañan, pero que no van más lejos. Hoy doy gracias a que te hayas disfrazado. Te pareces mucho a ella. Así he comprobado que no hay fantasmas y que tú, eres quién eres y tienes todo el derecho a disfrazarte, gozar de lo que en esta casa hay y de hacernos partícipes de tu bonita presencia. Lo demás, es solo producto del tiempo que pasa y las carencias que vamos teniendo.


Nani. Febrero 2023