domingo, 26 de octubre de 2025

AMARILLO VERDOSO



Imagen del artista catalán afincado en La Palma, Xavi Roca

 

De pequeña me regaló la abuela Paquita una jaula blanca con un canario amarillo tirando a verdoso. Mamá dijo que lo tenía que cuidar yo si tanto empeño había puesto en tenerlo. Le limpiaba los bebederos y los llenaba con agua limpia. Le dejaba alpiste y cada vez que me acercaba, me picoteaba y me cantaba. Era feliz cuando me veía. Empecé a dejar la jaula abierta cuando estábamos solos. Se posaba en mi cabeza, me picoteaba y nos reíamos. Nos sentíamos felices, él volando libre y yo, mirando como revoloteaba. Un día se acercó al cristal de la ventana y se dio un golpe tan fuerte, que cayo al suelo y me costó reanimarlo. Creí que había muerto, estaba frío y me lo metí en el bolsillo superior de mi chaqueta de lana. Pensé que, si estaba cerca de mi corazón, le infundiría vida. Me daba pena que por haberle dado algo de libertad, casi muere. Eso me hizo pensar que quizá él deseaba salir y que yo no debía impedirle ser feliz, así que lo saqué de bolsillo, lo besé y le prometí que cuando se pusiera bien, lo dejaría en el alfeizar de la ventana para que decidiera que era lo que quería hacer. Por la noche se encontraba mejor y lo dejé de nuevo en la jaula. Esta vez cerré la puerta por si acaso me descuidaba y se golpeaba de nuevo. Pasaron unos días y volvió a cantar, aunque su trino era distinto, como más ronco y pensé que igual le estaba pasando lo mismo que a mi hermano, al que se le estaba poniendo voz de hombre. Seguramente se estaba haciendo un canario adulto. Pasada una semana estaba totalmente repuesto. Le abría la puerta y al principio no quería salir, quizá aún estaba asustado. Después se posó en mi hombro y parecía que me estaba hablando al oído. Me pregunté si estaría preguntándome por la promesa que le hice y casi me sonrojé pensando que creyera que no era cumplidor de mi palabra. A la mañana siguiente y cuando daba el sol en la ventana acerqué la jaula, abrí la cristalera y seguido, la puerta que impedía la salida a mi amiguito. Mi canario amarillo verdoso se lo pensó un poquito, pero salió. Se posó en mi cabeza y me picoteó por última vez, como si me besara y se despidiera. Pasado un instante me sobrevoló, planeó delante de mi cara y emprendió el vuelo. No lo volví a ver más, aunque cuando estudio delante de la ventana, me parece ver el vuelo de dos pájaros, uno amarillo verdoso y otro color naranja. Sonrío y me alegro de su libertad, aunque en el fondo yo estoy algo triste, lo echo de menos. Mamá no se ha dado cuenta aún porque como siempre anda atareada y confía en mi cuidado, no ha prestado atención, además para sentirme más acompañada y para simular, he metido Ken el novio de mi muñeca Barbi con su traje amarillo. Así todos nos sentimos más acompañados y por lo menos no he tenido que dar explicaciones, aunque a veces pienso que mamá sabe que ha pasado y se siente feliz de que le haya dado la libertad a mi pajarito.

 

Nani, octubre 2025

1 comentario:

  1. Nani es precioso, cuanta ternura hay en esas letras.
    La reflexión es tan bonita que lo he leído dos veces
    Me ha encantado muchísimo. Gracias por hacerlo tan bonito. Un beso, feliz semana , libre como ese canario verdoso.

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