Imagen
del artista catalán afincado en La Palma, Xavi Roca
De
pequeña me regaló la abuela Paquita una jaula blanca con un canario amarillo
tirando a verdoso. Mamá dijo que lo tenía que cuidar yo si tanto empeño había
puesto en tenerlo. Le limpiaba los bebederos y los llenaba con agua limpia. Le
dejaba alpiste y cada vez que me acercaba, me picoteaba y me cantaba. Era feliz
cuando me veía. Empecé a dejar la jaula abierta cuando estábamos solos. Se
posaba en mi cabeza, me picoteaba y nos reíamos. Nos sentíamos felices, él
volando libre y yo, mirando como revoloteaba. Un día se acercó al cristal de la
ventana y se dio un golpe tan fuerte, que cayo al suelo y me costó reanimarlo.
Creí que había muerto, estaba frío y me lo metí en el bolsillo superior de mi chaqueta
de lana. Pensé que, si estaba cerca de mi corazón, le infundiría vida. Me daba
pena que por haberle dado algo de libertad, casi muere. Eso me hizo pensar que
quizá él deseaba salir y que yo no debía impedirle ser feliz, así que lo saqué
de bolsillo, lo besé y le prometí que cuando se pusiera bien, lo dejaría en el alfeizar
de la ventana para que decidiera que era lo que quería hacer. Por la noche se
encontraba mejor y lo dejé de nuevo en la jaula. Esta vez cerré la puerta por
si acaso me descuidaba y se golpeaba de nuevo. Pasaron unos días y volvió a
cantar, aunque su trino era distinto, como más ronco y pensé que igual le
estaba pasando lo mismo que a mi hermano, al que se le estaba poniendo voz de
hombre. Seguramente se estaba haciendo un canario adulto. Pasada una semana
estaba totalmente repuesto. Le abría la puerta y al principio no quería salir,
quizá aún estaba asustado. Después se posó en mi hombro y parecía que me estaba
hablando al oído. Me pregunté si estaría preguntándome por la promesa que le
hice y casi me sonrojé pensando que creyera que no era cumplidor de mi palabra.
A la mañana siguiente y cuando daba el sol en la ventana acerqué la jaula, abrí
la cristalera y seguido, la puerta que impedía la salida a mi amiguito. Mi
canario amarillo verdoso se lo pensó un poquito, pero salió. Se posó en mi
cabeza y me picoteó por última vez, como si me besara y se despidiera. Pasado
un instante me sobrevoló, planeó delante de mi cara y emprendió el vuelo. No lo
volví a ver más, aunque cuando estudio delante de la ventana, me parece ver el
vuelo de dos pájaros, uno amarillo verdoso y otro color naranja. Sonrío y me
alegro de su libertad, aunque en el fondo yo estoy algo triste, lo echo de
menos. Mamá no se ha dado cuenta aún porque como siempre anda atareada y confía
en mi cuidado, no ha prestado atención, además para sentirme más acompañada y
para simular, he metido Ken el novio de mi muñeca Barbi con su traje amarillo.
Así todos nos sentimos más acompañados y por lo menos no he tenido que dar
explicaciones, aunque a veces pienso que mamá sabe que ha pasado y se siente feliz
de que le haya dado la libertad a mi pajarito.
Nani,
octubre 2025

Nani es precioso, cuanta ternura hay en esas letras.
ResponderEliminarLa reflexión es tan bonita que lo he leído dos veces
Me ha encantado muchísimo. Gracias por hacerlo tan bonito. Un beso, feliz semana , libre como ese canario verdoso.
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