Imagen
del fotógrafo británico «de lo cotidiano» Martin Parr.
Después
de tanto tiempo, hemos vuelto a nuestro rincón favorito. Creí que no nos reconoceríamos,
pero como siempre, tú Javi te has adelantado a lo que los demás pensáramos y
has venido con tu atuendo de indio cheroqui, así no habría duda. Carlos y yo
como siempre a nuestra bola y no hemos caído en venir con nuestros atuendos de
correrías, siempre fuimos unos despistados. De todas maneras, tú Carlos
procurabas salir con tu llavero de Bugs Bunny y por mi parte, con el abriguito
rosa que lo dejé de lado hace mucho tiempo y ni me he acordado de ponerme,
aunque fuera una bufanda de ese color, pero tampoco he creído que hiciera
falta. Nos hemos sentado cada uno de nosotros en el mismo lugar y orden que lo
hicimos siempre y hemos mirado al horizonte un buen rato antes de intercambiar
impresiones, eso no ha cambiado. No os podéis imaginar lo feliz que me he
sentido al pasar ese rato de reposo y luego intercambiar con vosotros bailando
nuestras piernas en el vacío como siempre hicimos, mientras nos contábamos
nuestras preocupaciones y las alegrías. ¿Recordáis el miedo que pasé cuando me
suspendieron las matemáticas y tuve la osadía de borrar e imitar la nota de
doña Manuela? Me cayó una buena en casa cuando se enteraron, que por cierto lo
conté a la semana porque no conseguía dormir por los remordimientos. Sí, estuve
castigada todo aquel mes de diciembre y los Reyes Magos me trajeron carbón de
verdad, nada del dulce ni chuchería alguna. Aquello me hizo aprender que no
todo vale en la vida y he intentado enseñarlo a mis hijos. Ellos tienen otras
maneras de comportarse. Se pasan la vida mirando sus pantallas y no disfrutan
como lo hicimos nosotros de las vistas de la naturaleza, las correrías por el
barro y los baños en el río en verano. Son otros tiempos, aunque no todos están
siempre solos en casa y quizá por ello se entretienen con lo que hay a mano. Es
verdad que tenemos que trabajar fuera demasiado tiempo y los hijos están entretenidos
con otras cosas. Creo que nosotros fuimos afortunados y esos valores que nos
transmitieron nuestros padres, profesores y el entorno lo hemos aplicado y
podemos sentirnos privilegiados, pero no todos han podido, ya os he hablado del
primo Alex, lo deslumbró aquella vida que creyó la mejor y desde que cumplió
los dieciocho dejó de estar, porque su cabeza voló a otro lugar y aunque está cuidado
en la residencia la toxicomanía lo hizo polvo. Otra experiencia de la que
aprendimos por entonces cuando estuvimos tonteando al filo de la navaja, como
nos decía don Cosme en clase de ética. Bueno chicos, lo que quería deciros con
este extenso whatsapp (fijaos, también nos hemos subido a este carro), es que
me he sentido feliz de veros y de haber pasado el día más bonito de este año, porque,
aunque no lo creáis, haber estado con vosotros me ha hecho rejuvenecer y saber
que todo es posible cuando se pone de nuestra parte. Me habéis hecho feliz y
aunque no lleve el abriguito rosa, me siento la niña de entonces y han vuelto
las mariposas a mi estómago.
Nani,
diciembre 2025

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