lunes, 29 de octubre de 2007

LA MÚSICA DE MI VIDA



Toc, toc. Toc, toc.¡Holaaaaaaaaaa! ¿Me escuchas?
¡Sí, así estaba llamando!
¿Qué te parece una forma muy poca original de llamar?
Pues mira que quieres que te diga, todo el mundo cuando intenta ser escuchado y llama, a no ser que lo haga a través del timbre de la puerta o el teléfono que entonces sonaría ¡Riiing!, ¡Riiing!, lo hace del mismo modo y cuando él lo hacía, no tenía posibilidad de utilizar ni lo uno, ni lo otro.
Mira que si, no me quieras convencer, que cuando empezó a llamar lo hizo de este modo… ¡Toc, toc. Toc, toc! Y así lo escuché durante todo el tiempo que intentó contarme sus cositas.
Al principio eran cosas muy insignificantes, muy diminutas, acorde con sus diminutas fuerzas, pero a la vez, muy importantes.
¡Mira, si quieres que te lo cuente, escucha, pero no arrugues tanto la boca y el entrecejo, que parece que estás estreñido!
Después fueron creciendo las llamadas ¡Síiiiiiii creciendo, ufffffff, o me escuchas, o…!, y la llamada incluso había días que me hacía dar un blinco, estuviera donde estuviera, no tenía miramientos, ni a mí me importaba que no los tuviera, al contrario, me gustaba esa forma de llamar la atención.
Mira como empieces con tus celos y tus tonterías dejo de contarte. ¿No te estoy mirando a ti a y ahora a los ojos y eres tú exclusivamente mi centro de atención, no te lo estoy contando a ti, a que vienen esas caras, todos esos espavientos y tonterías? ¡Eres la caraba, si te cuento porque te cuento, si no te cuento, porque no te cuento! ¿Pues sabes que te digo? ¡Que me voy con la música a otra parte, y de música se trataba lo que te estaba relatando!
¡Ahhhh, que tratándose de música si quieres escuchar, de verdad, me haces perder la pacienciiiiiiiiiaaaa!
Lo que te estaba diciendo es que después empezó a llamar con más fuerza y a veces parecía que estuviera galopando, como si de un potrillo se tratara.
¡Que siiiiiiiii, que parecía que galopara o que trotara! Y es que tenía un montón de energías. Tenía un don especial y le encantaba que pusiera música, le gustaba escuchar a mi laito, to pegaito a mí, como si en ese momento fuéramos una sola persona. Era bonito saberle cerca y a mí como me gustaba, adrede ponía aquel disco de vinilo que me regaló el abuelo y una y otra vez, posaba la aguja encima, haciéndole girar y girar, (tan solo tenía que alargar la mano), hasta repetirlo muchas veces, y acabar rendidos y dormidos apaciblemente. ¿Sabes una cosa que nunca te conté?, a ti también te gustaba que te pusiera ese disco y además, cuando estuviste en las misma circunstancias, te gustaba (a él también) que posara mi mano suavemente y la mantuviera de esa manera durante aquellos largos ratos que nos regalábamos mutuamente.
Todas esas energías que derrochaba como te decía, se hicieron cada día más notorias. Era como si tuviese prisa por ir a todas partes, como si le faltase tiempo para desarrollar todo lo que su pensamiento y sus juegos imaginaban.
Cuando pasó algún tiempo y crecieron sus llamadas de atención, sin más ni más, empezó a empujar con tanta energía, que por pocas en el mismo pasillo, irrumpe interpretando la sinfonía de sus notas inventadas y armoniosamente colocadas, que se hicieron presentes en un paritorio cualquiera de un hospital cualquiera, de una ciudad cualquiera. Allí irrumpió con un impulso que dejó atónito al médico, a la enfermera y a mi misma que no daba crédito a aquella sinfonía de llantos y cantos bien sincronizados y melodiosamente cantados, haciendo de todo aquello, los conciertos más deseados de esa época, los recitales de la temporada y el éxito de mi vida. Por aquellos días, no tuve tiempo de escuchar los cuarenta principales, ni de volver al palacio de la música. Vuestros conciertos “fueron la música de mi vida”.








nani. 0ctubre 2007.







jueves, 25 de octubre de 2007

EL PROFESOR Y EL NIÑO


ESTE RELATO TE LO DEDICO A TI, TÚ BIEN SABES QUIÉN ERES.



Al profesor no le hacía gracia. Era un niño tímido, asustadizo, triste. No tenía confianza en los mayores. Todos ordenaban, todos gritaban, todos decían que hiciera cosas que a él no le gustaban o que a los demás no les gustaba hacer. Aquel día, debía ensayar una obra de teatro para la fiesta del colegio. A él le parecía un poco absurdo hacer aquellos mohines. Se encontraba ridículo y el profesor parecía tonto, ¡si al menos le hubiera explicado el significado! No se enteraba, sólo gritaba y le decía: ¡Tú hazlo, ya lo entenderás! Pero no entendió nada y al final, terminó diciendo: ¡Niño, eres tonto, vete a tu casa, no sirves para nada, ya buscaré a otro que te sustituya!

A partir de aquel día, siempre le sustituyeron, siempre le mandaron, siempre obedeció. A solas lloraba. Cada día era más largo, solitario y triste. Hasta que dejó de salir. Se asomaba a la ventana y les veía reír, jugar, correr, llamar a los timbres de las casas, esconderse, mirar a las chicas, empezar a hacerse mayores y él..., él seguía en la ventana. Sus padres estaban demasiado ocupados, y él, seguía obedeciendo, yendo, viniendo, mirando, observando y llegó la hora de buscar trabajo. Sí, consiguió un trabajo, pero le siguieron ordenando, le humillaron y él, siguió obedeciendo, yendo, viniendo, mirando observando y hasta llorando.

Pasaba a menudo por delante de su antiguo colegio. Por la ventana entre abierta, un día se volvió a escuchar la misma voz que decía: ¡Vete niño, eres tonto, no sirves para nada! Se quedó paralizado mirando el colegio. Al poco, salió un niño llorando. Vio en él su vivo retrato. Sin saber como, se arrodilló a su lado y le abrazó diciendo: ¡Te juro que no serás el más torpe, ni el más tonto, ni el más..., y lloraban los dos. No se volverá a repetir la historia, aunque le tenga que..., no, no se volverá a repetir, te lo juro, tú eres tú. Tú eres único, en todo el mundo no hay otra persona como tú, lo diga quién lo diga y eso se lo vas a demostrar desde hoy, y te lo vas a desmostrar a tí mismo!

(Esta historia es casi real y ese niño es hoy un hombre que primero cree en sí mismo y que además, se desenvuelve bastante bien, te lo puedo asegurar. Es más, cuando se mira al espejo se da una palmadita en el hombro y se dice: “Tío estoy orgulloso de ti”).


Nani. Octubre 2007.

lunes, 22 de octubre de 2007

JÓVENES



Un día más el radio-despertador me zarandea y me deja “k-o”. Me gusta despertar con esa voz amiga que me acompaña en el duermevela ese, que a todos nos gusta tanto, porque ¿nos gustas, verdad?, y que suele durar unos cinco minutillos de nada, pero que son tan riquitos y que se disfrutan de forma tan especial. Unos días nos hablan de los cotidianos dimes y diretes de los políticos, (que ya casi te hacen reír y a veces casi llorar), otros días del tiempo que se presenta, o de los proyectos de uno u otro partido, todo algo muy suave para ir subiendo el tono de lo que va a ser el nuevo día. Tú te vas dejando llevar, hasta que decides tirante de la cama y comenzar una nueva jornada.
Pero hoy no he disfrutado, hoy como decía anteriormente, me ha zarandeado y me ha despertado de golpe igual que si me hubiesen dado una bofetada y mis dormidas neuronas han tardado un rato en reaccionar, incluso se han querido ir de rositas. Ayer parece ser, tres chicos de dieciséis años y una chica de dieciocho, se han entretenido (bueno, una forma de llamar a algo que me parece no tiene nombre) en rociar a un hombre con disolvente y le han prendido fuego, y todo porque según parece, querían grabar las escenas y colgarlas en Internet.
¡No lo entiendo, no puedo entender esas cosas! ¡No puedo entender donde estaban sus padres y que piensan que puedan estar haciendo sus hijos a las diez de la mañana, un día que se suponen deberían estar en el instituto!
He estado hablando de ello con una señora mayor y me ha dicho que todo esto pasa desde que las mujeres salimos a trabajar, que las mujeres debemos quedarnos a cuidar de los hijos, pero que claro, como hoy para vivir medianamente cómodos, no tenemos otra solución que irnos…., o sea, que la culpa es nuestra.
Después estuve hablando con un grupo de niños y niñas (estos son más pequeños, trece y catorce años), pero que ya van sabiendo que está bien y que no lo está. Ellos me han dicho que son unos “piraos”.
En ocasiones, leemos o escuchamos, que muchos profesores tienen depresión y se piden la baja, porque no pueden con los niños. Dicen que han perdido el respeto, les agraden y amenazan, si no son los propios padres los que llevan a cabo estas agresiones y amenazas. Debe ser una frustración grande para un buen profesor, que a la hora de impartir una asignatura, el chico no preste atención, pero no por la falta de interés del adolescente que está pillando palomicas, eso es normal, sino faltando al respeto e insultando, por ejemplo.
También solemos escuchar o leer, que los padres no pueden con sus hijos y esto es mucho más grave a mi humilde juicio.
Y para terminar, concluyo con las preguntas que me estoy haciendo desde que me he tirado de la cama.
¿Qué les pasa a los jóvenes? ¿Qué les estamos enseñando los padres? ¿Qué están viendo en sus casas? Estuve siempre casi segura, que la educación, los valores y la responsabilidad, se mama con el primer biberón o la primer teta que se le da en casa a un crío. Que un bebé, va aprendiendo día a día, observando a los mayores con los que convive. Estoy segura que todo lo que se pretende que sea una persona de mayor, no se aprende en la escuela, eso es un complemento a la formación importante del ser humano, pero que para colmo tampoco se deja que se haga como debería ser. Entonces me pregunto…
¿Se les debe dejar que hagan su santa voluntad? ¿Les debemos dar todos los caprichos y que se nos monten encima como si fueran los reyes de la tierra? ¿Hay personajes importantes que están interesados en que todo esto ocurra?
Hoy disculpadme si mi actualización es un poco…de esta o aquella manera, pero no tengo gábilos para hacer otra cosa. Si os agradeceré me deis alguna opinión, y así me sentiré algo menos triste. Yo trabajo a veces con jóvenes, y creo que una gran mayoría no son así, pero por favor, hoy pido una voz amiga que me convenza de que debo seguir “perdiendo” (siempre creí que no perdía) mi tiempo con ellos.

NANI. OCTUBRE 2007.

martes, 16 de octubre de 2007

MANUEL (Recuerdos de infancia)


Siempre bién peinado y afeitado. Sus ropas muy humildes pero limpias y bién cuidadas. Sus ojos negros, muy vivos y pícaros.
Todas las mañanas, a la misma hora comenzaba su trabajo en el lugar de costumbre. Siempre la misma esquina de la avenida principal. Los días de mucho frio, le permitían quedarse en una de las puertas de entrada a la farmacia de D. Mariano. Su padre le acompañaba. Era un señor gastado y casi anciano, pero cargaba con agrado con la cesta, el soporte y la silla. Cuando llegaban al lugar descrito, allí se sentaba Manuel, esperando que pasaran los niños y niñas para el colegio.
"Manolo, un puñado de pipas, cuatro caramelos, dos chicles, un chupachús, una barra de regalí, una..."
"Venga, no os empujeis, esperaos..., que le doy las pipas a María y después, los garbanzos tostados a Juani".
No había que ser muy observador para darse cuenta, que no le daba los puñados de igual manera a las chicas que a los chicos. El de las niñas era más grande y más lento. Necesitaba el contacto de sus manos y tan solo con eso fué feliz. Le delataban las chispitas de sus bellos ojos negros.
"Me haces cosquillas", le dijo un día María, mientras que él le contestaba: Eso es que te parece, niña bonita". Y la niña bonita se aleja sonriendo y saltando, de un ladrillo a otra baldosa. Manuel seguía mirandola, mientras ella se perdía entre el bullicio y las esquinas, y al pasar de nuevo al medio día, vuelve a ser feliz cuando ella le sonrie de manera inocente y amiga.
Manuel era amigo de su amigos. Siempre rodeado de jovencitos, les escuchaba con agrado y siempre, les daba los cigarrillos con una habilidad, que ni el padre más astuto lo hubiera adivinado: "Pepe, hoy has fumado dos pitillos, ya no te vendo más", les decía. Cuidaba de su gente y todo paseante le apreciaba. A los padres les rellenaba el mechero. A los ancianos les regalaba la piedra. A los jovenes y niños les quería, y a la niñas...., bueno a ellas las adoraba.
Cuando empezaba el anochecer, volvía el anciano padre. Recogía la cesta, el soporte y la silla. Manuel se apollaba en sus piernas de madera, arrastrando un cuerpo maltratado por la poliomelitis. Se marchaba alegre, marcando el ritmo de aquellas muletas ruidosas, que se perdían poco a poco, con su sonsonete machacón y que volvía, con su ritmo alegre , a la mañana siguiente.
Cuando se nos fué Manuel, las pipas y los caramelos no nos supieron de igual manera a los niños y niñas de esta ciudad. Pero seguro que aquella dulzura, la estarán saboreando los ángeles del cielo, porque allí seguirá Manuel con su sonrisa, sus pipas y caramelos, suavizando y recibiendo a todo el que por allí pasa. Y cuando en las noches estrelladas, los luceros brillan de forma especial y palpadeantes, sé que dos de ellos, son los ojos de Manuel, chispeantes y luminosos.
nani. Octubre 2007

viernes, 12 de octubre de 2007

INQUIETUDES SILENCIOSAS



Este relato va por Mario (ese Necio Hutopo). Ya que no se le da “El premio que se merece” (jejejejeje), yo al menos con este simple relatillo (ñoño pero real) de inquietudes maternas (y ahora va en serio), le doy las gracias por el desvelo hacía el mundo infantil y juvenil. ¡POR SER UN CHICO EXCELENTE, POR SER UN CHICO EXCELENTE, POR SER UN CHICO EXCELENTE Y SIEMPRE LO SERÁ, Y SIEMPRE LO SERÁ!

El sofá resultaba incómodo a las tres de la madrugada. Su marido y ella, se quedaron viendo por la tele, la película del sábado. A las una de la mañana, él ya había roncado en "Sol, Fa, y hasta en la Novena de Beethoven". Cuando se despertó, miró el reloj y dijo de forma algo brusca: "¿Pero todavía no ha venido? Esa niña, te juro que se pasa el verano castigada, la culpa es tuya, como le das todos las libertades, esa niña hace de ti lo que quiere, ya verás mañana. Bueno me acuesto, como tú eres su madre y la que le permites todo, te aguantas ahí, pero te lo aseguro, mañana se entera".
Todo esto lo dice el padre, mientras se dirige al dormitorio. Casi al instante, se vuelve a escuchar un ronquido monótono.
Ella mira con impaciencia el reloj. Su hija había quedado en que llegaría a las dos, o como mucho, a las dos y media. La había tranquilizado, prometiéndole, que la acompañaría Pedro.
Si, Pedro parece formal, pero, ¿es tan fácil perder la cabeza a los dieciséis años? "No seas desconfiada mujer, se decía. Siempre confiaste en tu hija. Siempre te ha contado. Siempre has sabido donde andaba. Pero, ¿y si le ha ocurrido algo? Dios, que no pase nada, que no ocurra nada, a ella no. Bueno, ni a ella ni a nadie, pero entiende Señor, es mi niña. Esa que se ha hecho mayor sin que me de cuenta, esa niña que hace un año lloraba sobre mi pecho, porque no le hacía caso su amigo Mario. Pobrecilla, que pena sentía, que hondo le caló, que pesadilla, que mal lo pasó y claro, yo con ella, su sufrimiento se hacía mío. Si lloraba, me costaba aguantar, para darle seguridad. Que pena me daba verla sufrir, pero que normales son esas reacciones y en la adolescencia, cómo se sufre cuando no es correspondido el amor que sientes, por el otro. Que mal se pasa y lo peor, es que todo esto no acaba aquí, después le volverá a ocurrir a Grego, a Lucas y a Marta".
Mecánicamente, vuelve a mirar el reloj. "Las tres y veinte. Dios como está tardando. ¿Que habrá pasado? Siempre dicen, que si pasa algo, se entera una de momento. Madre mía, que su padre no se despierte, que es capaz de ponerle la mano encima. ¿Por qué somos tan egoístas?, los hijos mientras se divierten, no piensan que su madre se consume, pensando que les ocurra algo. Su padre, se va a dormir tan feliz, como sabe que me quedo esperando, él a pata suelta roncando, y si despierta la forma y encima, me hace sentir culpable, no lo entiendo, de verdad que no lo entiendo y para colmo, mañana tendré que mentirle y si se da cuenta cuando me acueste, tendré que decirle que nos hemos pasado las horas charlando de nuestras cosas. Dios, las cuatro menos veinticinco. Se detiene y escucha. El ascensor se ha parado. Que sea ella, por Dios, que sea ella. ¿Qué hago de pié? ¡Siéntate tonta, que no note, que estás que te subes por las paredes y encima, se dará cuenta que has llorado!".
Se abre la puerta de entrada, con mucho sigilo. "Pasa Pedro, como te dije, mi madre está levantada, dice la chica con voz tenue.
No digo nada. La miro de cabeza a pies. No le falta nada, gracias a Dios. Sus ropas están intactas. No tiene rasguños, está igual de guapa que en el momento en que se marchó.
Antes de que reaccione, es la chica la que habla: "Mamá, perdónanos, como te dije me ha acompañado Pedro. No era nuestra intención llegar tarde, pero hemos tenido que llevar al hospital a Nuria. Ha tomado algo que no es bueno, ya sabes que te hablé de lo preocupada que estaba por ella. Está saliendo con gente, que no la va a llevar a nada bueno, dichosa droga, que asco de éxtasis y demás. De verdad mamá, cada día estoy más contenta, de que hayáis hablado claro, de la forma en que me habéis educado, igual que estáis haciendo con mis hermanos. Te juro que doy gracias a Dios, por hacerme distinguir entre, lo que me conviene y lo que no. Cada día agradezco más, tener amigos como Pedro, como todos los que no nos dejamos llevar de todo eso que nos están metiendo por los ojos, los oídos, por todas partes y que solo sirven, para destruir a gente buena, a gente sensible, a la gente que más necesita de cariño, de compresión, de todo, de...
Se escucha un carraspeo. Madre e hija, miran hacía donde se encuentra el chico. Se habían olvidado de él. Es la madre la que se acerca al joven, le coge las manos, se las aprieta con mucha ternura y le dice: "Gracias Pedro, gracias de verdad, que Dios os bendiga, os proteja y que siempre, os conserve intactos, por dentro y por fuera. Anda, vete a tu casa, que seguro tu madre está hecha un manojo de nervios".
El chico sonríe. Se despide y madre e hija, le acompañan a la salida. Se vuelven. Las dos se besan, y se desean buenas noches.
La madre entra en el dormitorio. Procura que su marido no se despierte. Se desliza entre las sábanas como una serpiente. Intenta relajarse y empieza a perder la conciencia, diciendo: "Gracias, muchas gracias".
¿Por qué das las gracias?, dice el marido.
No se, creo que estaba soñando. Anda sigue durmiendo, le contesta la madre.

nani. Octubre 2007

lunes, 8 de octubre de 2007

CAVA LA SULTANA




Dejó la cocina patas arriba. No podía continuar en aquel ambiente. Todos comían, reían, hablaban y ella, traía bandejas de canapés, ensaladillas, vasos, bebidas y más llevar, más pedir, más... Nadie la echaba en falta, hasta que cansada se sentó en un taburete de la cocina, con los codos apoyados en la pequeña barra.
De pronto, la voz de su marido la saca del ensimismamiento: "Pero María, ¿es que estás dormida?, te estamos pidiendo más canapés, las bandejas están vacías. Que te estoy hablando, despierta".
Ella le mira casi en sueños. No está equivocado, dormida no, pero sí soñando, porque de lo contrario..., ¿quién aguantaría todo esto?
Se levanta del taburete y sale delante de él.
El marido sigue gritando: "¿Adonde vas, pero que haces, estás loca?".
Ella pasa entre los invitados de su marido, entra en el dormitorio y al instante, sale con un abrigo de paño algo deslucido y anticuado. Coge el bolso que tiene colgado en el perchero de la entrada, dejando a su marido perplejo. Abre la puerta y desaparece, después de dar un fuerte tirón con decisión.
Se encamina, como casi siempre que necesita respirar, hacía el castillo árabe. Allí, se siente libre, el aire le golpea la cara, la ropa, todo su cuerpo y nota, que se limpia de tanta falsedad, de tanta burguesía, de tanta diplomacia, de tanto… y, ¿para qué?, se pregunta. Ya está bien de ser servidora, ya está bien de ser..., aquí soy la princesa de este castillo, aquí soy "Cava la Sultana".
Se dirige a una pared cubierta de hiedra. La aparta y aparece la entrada de una cueva. Tan solo ella sabe de dicha entrada y de la existencia de la mencionada cueva.
Su padre había sido guarda del entorno y este fue, el gran secreto de padre e hija.
Entra con desenvoltura. Coge las cerillas que lleva en el bolso y enciende un velón que hay a la izquierda. Se ilumina la estancia. Es una cueva amplia y húmeda, pero a ella no le importa, incluso el olor le gusta. Ha pasado tan buenos ratos aquí. Se dirige al fondo, donde hay una gran caja de madera. La abre y saca de ella, una especie de túnica de seda de color violeta. El velo es de gasa y del mismo color. Las babuchas también de seda, llevan incrustadas cuentas de cristal de diferentes colores. Se desviste y mecánicamente, se coloca las ropas árabes. Antes de ponerse el velo, se quita las horquillas y su pelo largo y negro, se deja caer con el peso. Brilla de una forma especial a la luz de las velas, que fue encendiendo y que están distribuidas por la rupestre habitación. Para colocarse el velo, se encamina hacía un antiguo espejo, que hay colgado encima del cajón de madera, que ahora hace las veces de tocador. Se lo pone de tal manera, que ahora, la mujer que hay frente al espejo, es una hermosa dama árabe, de ojos rasgados y muy negros, de labios rosados y bastante atractivos. Al llegar a este punto, con un impulso, recoge el velo y se cubre la parte inferior del rostro, solo deja al descubierto los ojos, que brillan como nunca. Se aparta un poquito, para poder mirarse de cuerpo entero, en el espejo. "Todo está correcto", se dice.
Mira hacía la derecha. Allí en una cantarera de madera, hay introducidas tres vasijas de barro. Coge una de ellas, se la apoya en la cintura y sale afuera, apartando con mucho cuidado la hiedra. Con mucho mimo. la deja caer de nuevo, para tapar la antigua entrada. Con una gracia inusitada en la mujer que había salido de aquella fiesta, desciende el atajo que la lleva a la "Fuente de la Mora". Sabe que allí, la espera el soldado cristiano y dueño de su amor. El la deja coger agua para su madre enferma, ya que en el castillo se han terminado las reservas. Los cristianos, como les quieren expulsar, les han cerrado todos los accesos al agua, así tendrán que salir, o de lo contrario, morirán de sed.
No tarda en descubrir a su amado. La espera tan apuesto como siempre, sentado al borde del manantial. El caballo lo ha dejado algo apartado y atado al ciprés milenario, ese que se ve, desde el cerro de enfrente.
Se abrazan y ella, se refugia en su pecho, llorando de emoción, Hacían tantos días que no se veían. Con mucha ternura, él le seca las lágrimas con sus labios y después, la besa como nunca, como si hoy, en todos los actos que ejecutan, les fuera la vida. Están más emocionados que otras veces, como si presintieran, que quedaba poco tiempo y había que aprovechar cada instante, como si del último se tratara.
Así pasan las horas y al amanecer, ella recoge el cántaro, lo llena de agua y se lo coloca en la cintura. Él la besa de nuevo con tanta ternura, que tanto ella como él, se estremecen de pies a cabeza. La tiene que sujetar, porque presiente que le flaquean las piernas. No tienen que decirse nada, tan solo se miran, con eso basta. Después, muy despacio y como si se tratara de un rito, de nuevo le cubre el rostro con el velo.
El soldado, lentamente se retira y acercándose al caballo, coge las riendas y monta en él y muy despacio, se va perdiendo entre la espesura del bosquecillo.
Como si le costara apartarse del entorno, comienza a subir muy lentamente el atajo que le llevará de nuevo al castillo. Antes de llegar de vuelta a la cueva, "·Cava la Sultana", pasa frente a "Angelillas la loca", como la llaman en el pueblo. Sigue adelante sin decir nada. Angelillas la loca, se restriega los ojos, creyendo que ve una aparición.
Cuando Angelillas la loca, baja al pueblo, llega a la taberna y después, va a la plaza del ayuntamiento. A todos cuenta lo que ha visto en el castillo: "Si, es una mora muy elegante, igual que una princesa y además, llevaba un cántaro a la cintura".
Como siempre, los habitantes del pueblo, se ríen de ella y la convidan a vino, para poder mofarse a sus anchas de la pobre mujer. Luego, en la plaza del pueblo cuando habla, sentada en un banco hay una señora, con abrigo de paño algo deslucido y pelo recogido, que la escucha con especial atención y dulce sonrisa, que se desvanece en el aire frío de invierno, junto a un suspiro muy hondo y helado, que a los habitantes de aquella plazoleta, les ha hecho estremecer. Después, se levanta y dirigiéndose a Angelillas la loca, le dice: "Angelillas, que sabrán estos de historia, de amores en esas murallas y piedras viejas, que sabrán. Anda, vamos a tomar una sopa caliente en mi cocina y mientras tanto, te voy a contar la historia de una mora y un cristiano, que todavía tienen amores, allí donde tú ves a "Cava la Sultana".

nani. Octubre 2007


viernes, 5 de octubre de 2007

¿CREES EN LA GENTE WÜENA?

Después de haber sufrido una batalla campal con los virus informáticos y los virus corporales, vuelvo a actualizar este bloc:

Y de nuevo como tengo por costumbre de vez en cuando, (con el grandísimo atrevimiento por mi parte y muchísimo respeto, como siempre digo), homenajeando a mi poeta de guardia “GLORÍA FUERTES”:
¿CREES EN LA GENTE WÜENA?
¿Que si creo en la gente buena?
Claro que creo hijo,
sólo que a veces,
a puñeteros ratos,
porque esa buena gente
me duran un día,
un soplo o un canto,
cuando les estoy tomando el saborete,
se los lleva el aire por flacos... ¡de espíritu!
o los arrastran los cielos
¡dicen que son las flores,
que rellenan sus campos!,
o me los adormece la sociedad,
con el gerundio de verbo prometer,
con su alucinógenos y sus oropeles,
y se me ponen mustios, marchitos o ajados,
y lloran...
lloran a derecha y a izquierda,
de frente y en la postrera,
se me pierden por los caminos de niebla,
en el humo de la dormidera
y en las falsas pisadas
que les vamos señalando.
(¡Y como no... en gerundio!).

..... como creo hubiera dicho ella por estos días, de haber estado aquí entre nosotros.

Nani. 5 de Octubre de 2007.