Juan distraía a la monitora. Se habían puesto de acuerdo él y Mariano. Este último le había suplicado: "Por favor, por favor, tan solo me la llevo a comprar unos chicles y una bolsa de pipas. Después volvemos enseguida, pero tengo que estar con ella, aquí no nos dejan".
Y Juan que es el mejor amigo de Mariano, sale del aula 3-B y grita: "Doña Felisa por favor, la máquina se ha estropeado, creo que está atrancada".
"Pero Juan, ¿qué estás tramando? No me fío de tus averías, ni de tus maquinaciones.
Mientras, Mariano ha ido a la entrada del aula de jardinería y desde allí, hace señas a Carmen. Ella sale inmediatamente, con una sonrisa feliz.
"Vamos, la monitora no nos verá", le dice Mariano al oído.
Se quitan las batas y las dejan colgadas, en la percha de la entrada. Salen a la calle y al volver la esquina, se cogen de la mano. A unos cien metros, se encuentra el parque de los Sauces, que es donde la pareja se dirige. Una vez en el parque, se refugian bajo uno de estos árboles. Se sienten amparados bajo sus ramas y en el banco sentados, se miran y se besan con tanto cariño y ternura, que hasta el jilguero que cantaba, se calla para no interrumpirles.
Pasa algún tiempo y dice Carmen: "Maguiano, la señoguita Felisa nos va a guegañar. Vamos a compar las pipas y a ella, le llevamos un cogazón de cagamelo, así nos pergonará, ¿vale?".
Juan le sonríe con mucha ternura. Sus ojos se rasgan más aún. Se cogen de nuevo de la mano, se acercan al puesto de chucherías y compran lo que tenían pensado.
Se encaminan de nuevo, calle arriba, hacía el taller. Llegan enseguida a un jardincito. Empujan una verja de hierro, donde se puede leer: "Taller ocupacional, JUAN MARTINEZ MONTAÑEZ".
Entran. Vuelven a ponerse las batas, se besan furtivamente y cada cual, se encamina a su aula de trabajo.
Doña Felisa, observa por el rabillo del ojo la entrada de Mariano, al mismo tiempo dice: "Juan, tu máquina parece que ya funciona, ¿no? Debe ser, que se le ha acumulado pelusa al telar. Anda, sigue tu tarea, que tengo que pasar por el aula de cerámica".
Mientras se dirige a la cotidiana revista por las aulas, piensa: "A pesar de que pasan los cuarenta, son como adolescentes, ojala, tuviéramos los demás, la misma ingenuidad, la misma alegría y la misma ilusión".
Y Juan que es el mejor amigo de Mariano, sale del aula 3-B y grita: "Doña Felisa por favor, la máquina se ha estropeado, creo que está atrancada".
"Pero Juan, ¿qué estás tramando? No me fío de tus averías, ni de tus maquinaciones.
Mientras, Mariano ha ido a la entrada del aula de jardinería y desde allí, hace señas a Carmen. Ella sale inmediatamente, con una sonrisa feliz.
"Vamos, la monitora no nos verá", le dice Mariano al oído.
Se quitan las batas y las dejan colgadas, en la percha de la entrada. Salen a la calle y al volver la esquina, se cogen de la mano. A unos cien metros, se encuentra el parque de los Sauces, que es donde la pareja se dirige. Una vez en el parque, se refugian bajo uno de estos árboles. Se sienten amparados bajo sus ramas y en el banco sentados, se miran y se besan con tanto cariño y ternura, que hasta el jilguero que cantaba, se calla para no interrumpirles.
Pasa algún tiempo y dice Carmen: "Maguiano, la señoguita Felisa nos va a guegañar. Vamos a compar las pipas y a ella, le llevamos un cogazón de cagamelo, así nos pergonará, ¿vale?".
Juan le sonríe con mucha ternura. Sus ojos se rasgan más aún. Se cogen de nuevo de la mano, se acercan al puesto de chucherías y compran lo que tenían pensado.
Se encaminan de nuevo, calle arriba, hacía el taller. Llegan enseguida a un jardincito. Empujan una verja de hierro, donde se puede leer: "Taller ocupacional, JUAN MARTINEZ MONTAÑEZ".
Entran. Vuelven a ponerse las batas, se besan furtivamente y cada cual, se encamina a su aula de trabajo.
Doña Felisa, observa por el rabillo del ojo la entrada de Mariano, al mismo tiempo dice: "Juan, tu máquina parece que ya funciona, ¿no? Debe ser, que se le ha acumulado pelusa al telar. Anda, sigue tu tarea, que tengo que pasar por el aula de cerámica".
Mientras se dirige a la cotidiana revista por las aulas, piensa: "A pesar de que pasan los cuarenta, son como adolescentes, ojala, tuviéramos los demás, la misma ingenuidad, la misma alegría y la misma ilusión".
nani. Septiembre 2007.
...supongo que sabes de sobra que he llorado (mucho)...
ResponderEliminar¡Gracias! yo sigo aprendiendo de esos años todos los días, cada recuerdo es ESENCIAL para mí,son "mis niños" para siempre, el secreto de LA ETERNA JUVENTUD lo tienen ellos y la gente se esfuerza en no verlo..., una vez más, no vemos cuando miramos.
Te quiero
María
...perdona por el segundo comentario, pero se me olvidó decirte que es, mágicamente, perfecto; la redacción me ha transportado a ese árbol y a ese centro ocupacional con puertas de madera y el rabillo del ojo de Montse...ayyy ... ufffffffffffff...
ResponderEliminarPues claro, si crecer no es malo... Lo malo es dejar que eso nos vuelva adultos
ResponderEliminarMuy tierno :)
ResponderEliminarBesotes.