Todo cambió aquel día que se levantó al amanecer, cuando este empezaba a despuntar.
El trabajo estaba siendo agotador y apenas tenían tiempo para ellos mismos. Compartían muchas horas juntos, pero apenas había ocasión para intercambiar una palabra, una preocupación o algo personal. Las miradas del principio o el contacto al pasarse una simple bandeja, ya no producían vértigo. Empezó a convertirse todo en rutina y monotonía. No tenían un momento para quedar a solas y cuando llegaba el fin de la jornada, el cansancio les rendía de tal manera, que sin apenas notarse, todo se transformaba en una inmensa torre de Pisa. Al principio había sido majestuoso, pero los dos sabían en su interior, que su estabilidad se inclinaba y el derrumbe, se presumía próximo
El trabajo estaba siendo agotador y apenas tenían tiempo para ellos mismos. Compartían muchas horas juntos, pero apenas había ocasión para intercambiar una palabra, una preocupación o algo personal. Las miradas del principio o el contacto al pasarse una simple bandeja, ya no producían vértigo. Empezó a convertirse todo en rutina y monotonía. No tenían un momento para quedar a solas y cuando llegaba el fin de la jornada, el cansancio les rendía de tal manera, que sin apenas notarse, todo se transformaba en una inmensa torre de Pisa. Al principio había sido majestuoso, pero los dos sabían en su interior, que su estabilidad se inclinaba y el derrumbe, se presumía próximo
Aquella noche se despertó sobresaltada. Él estaba mirando por el gran ventanal. La luna iluminaba la habitación y vio como se pasaba la mano por la nuca, signo inequívoco de una gran preocupación.
Se levantó de la cama y se aproximó a él. Le cogió por la cintura como en otras ocasiones había hecho y, dejó caer la cabeza en su hombro. Las manos se entrelazaron y el hombre habló muy despacio.
- Estamos muy cansados y no podemos seguir así. Estoy obsesionado desde la primera vez que te vi preparar los bizcochos, y aún más desde que estamos tan alejados el uno del otro. No hacemos nada más que trabajar y apenas tenemos tiempo para intercambiar una mirada y cuando te veo cubrir los bizcochos de chocolate..., ¡me desespero! Desde que te conocí y te vi por primera vez en el obrador, te imaginé siendo tú el pastelito y yo el que cubriera tu cuerpo de chocolate. ¡Por favor, necesito llevar a cabo esa fantasía, necesito tenerte tibia y dulce a mi lado, necesito ese bombón que me martiriza en el obrador, en la venta de bizcochos, en las noches de insomnio y todo el día! -
Ella había dejado de abrazarle, le miraba sonriente y a la vez, muy sorprendida.
Miró por última vez la luna que lucía espléndida. Le besó en la mejilla y fue a la cocina. Cogió una cacerola hermosa y la puso al fuego con agua. En ella introdujo otro recipiente y comenzó a preparar la cobertura que debía hacerse al baño maría.
Ahora comprendía porqué un buen día, el se había llevado un saquito de escamas de chocolate y lo había dejado en la despensa.
Ahora entendía aquellas miradas que la desconcertaban tanto en el trabajo.
Entonces comprendió, que la rutina podría dejar de serlo, dentro de lo cotidiano.
A partir de ese amanecer, supieron crear en el obrador, un lenguaje que tan solo ellos, supieron entender para que su majestuosa torre, dejara de inclinarse y convirtiera sus vidas, en la imponente torre de Pisa.
Desde aquel día que se levantó por el amanecer y la mesa de la cocina sirvió para lo que no había sido diseñada, ambos comprendieron que aquella existencia, empezaba a tener unos excelentes cimientos y unas grandes ilusiones y que por supuesto, la inclinación producida, quedaría hasta hermosa como la torre italiana.
Se levantó de la cama y se aproximó a él. Le cogió por la cintura como en otras ocasiones había hecho y, dejó caer la cabeza en su hombro. Las manos se entrelazaron y el hombre habló muy despacio.
- Estamos muy cansados y no podemos seguir así. Estoy obsesionado desde la primera vez que te vi preparar los bizcochos, y aún más desde que estamos tan alejados el uno del otro. No hacemos nada más que trabajar y apenas tenemos tiempo para intercambiar una mirada y cuando te veo cubrir los bizcochos de chocolate..., ¡me desespero! Desde que te conocí y te vi por primera vez en el obrador, te imaginé siendo tú el pastelito y yo el que cubriera tu cuerpo de chocolate. ¡Por favor, necesito llevar a cabo esa fantasía, necesito tenerte tibia y dulce a mi lado, necesito ese bombón que me martiriza en el obrador, en la venta de bizcochos, en las noches de insomnio y todo el día! -
Ella había dejado de abrazarle, le miraba sonriente y a la vez, muy sorprendida.
Miró por última vez la luna que lucía espléndida. Le besó en la mejilla y fue a la cocina. Cogió una cacerola hermosa y la puso al fuego con agua. En ella introdujo otro recipiente y comenzó a preparar la cobertura que debía hacerse al baño maría.
Ahora comprendía porqué un buen día, el se había llevado un saquito de escamas de chocolate y lo había dejado en la despensa.
Ahora entendía aquellas miradas que la desconcertaban tanto en el trabajo.
Entonces comprendió, que la rutina podría dejar de serlo, dentro de lo cotidiano.
A partir de ese amanecer, supieron crear en el obrador, un lenguaje que tan solo ellos, supieron entender para que su majestuosa torre, dejara de inclinarse y convirtiera sus vidas, en la imponente torre de Pisa.
Desde aquel día que se levantó por el amanecer y la mesa de la cocina sirvió para lo que no había sido diseñada, ambos comprendieron que aquella existencia, empezaba a tener unos excelentes cimientos y unas grandes ilusiones y que por supuesto, la inclinación producida, quedaría hasta hermosa como la torre italiana.
nani, Septiembre 2007.
A veces basta un pequeño detalle para recuperar la magia y romper la rutina. Y el chocolate, desde luego, parece perfecto :D
ResponderEliminarBesos
Creo que lo dicen los terapistas de pareja (al menos a mi me lo han dicho en más de una ocasión... con más de una pareja), en la variedad está el gusto... Y hay que inventar variedades para que la rutina no nos coma...
ResponderEliminar...ya lo había leido...jejeje...me ha gustado, aunque no sé si me gusta la idea de imaginar que lo has escrito tú...JAJAJAJA...
ResponderEliminarBesos, perfectamente narrado, como siempre...ve preparando el cuerpo que no te escapas de una cervecita fresquita en la feria conmigo, aunque tenga que invitar a comer yo, para que baje el hombre de pelo cano...jijiji
besos mas guapa
la rutina hace que todo se vaya enfriando, hay que saber aprovecharla cuando la necesitas y desecharla cuando ya no la quieres.
ResponderEliminarEl relato increible, como todos.
Yo me apunto a la cervecita fria en la feria.
Qué imaginativo, qué dulce en todos los sentidos. Las imágenes me gustan, esas imágenes tan metafóricas. Un abrazo.
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