
Caminaba bajo los rayos del sol. Ese sol que lucía brillante, después de días fríos y llenos de humedad.
Se dejaba acariciar por la tibieza de un calor ya casi extraño. Un calor que hacía meses no se dejaba sentir. Ya casi se había habituado a la humedad y al frío aire que se colaba por las rendijas, las callejuelas y por las miradas de los seres acostumbrados a la luz solar y hoy, miraba la luz, sentía el calor en su espalda, acariciando sus sentidos y dejándose llevar.
El parque lucía resplandeciente y lleno del jolgorio de los chiquillos. Los padres sentados en los bancos, se dejaban adormecer por el calorcito y los abuelitos caminaban torpemente pero con cierta gracia infundida por la caricia caliente ya casi olvidada.
El cielo azul limpio de nubes, dejaba pasar los rayos ultravioleta y la vitamina D cumplió su objetivo.
Nani. febrero 2009.