Cuando era niño y llegaba la primavera, subía con mucha dificultad a la parte de arriba del armario. Sabía que allí todos los años mamá guardaba los huevos de mis gusanos de seda. Me tenía prohibido coger la escalera, pero aunque pesaba mucho, siempre le desobedecía y miraba, si veía que ya habían cambiado de color le decía a mamá que me los bajara para ir vigilando y ella se hacía de nuevas y los alcanzaba. Cuando pasaba algún tiempo y el calorcito se reafirmaba, las larvas diminutas iban saliendo y por supuesto ya tenía preparadas las hojas de moral. No quería que pasara como aquel año que cuando miramos, habían salido y por falta de sustento murieron todos. Lloré como un niño puede llorar por la vida perdida de sus mascotas, ¡nunca volvió a pasar! Y los años siguientes, cuando salían tenían sus hojas fresquitas que recogía a la salida del colegio en la avenida de los morales y guardaba en el lugar más fresco de casa, envueltas en un trapo siempre húmedo. A veces no alcanzaba, pero siempre había algún jubilado o amigo de papá que me ayudaba y alguna vez, me las traían a casa. Más tarde supe que mamá llamaba a un amigo y le pedía que trajera hojas de su casa. Me encantaba llegar del colegio y limpiar la caja. Al principio no los tocaba para que no se “encanijaran” (según decía mamá), pero después los pasaba a las hojas grandes y frescas, quitaba todos los desperdicios resecos y cacas y volvía a meterlos. Había comenzado la crianza de mis preciosos gusanos. Crecían con una rapidez increíble y me daba pena cuando hacían el capullo, aunque me podía pasar horas mirando primero como comían y luego, como iban tejiendo y tejiendo hasta quedar envuelto del todo y dentro del capullo que solían tener unos colores preciosos y llamativos. Después y al cabo de unos días salía la crisálida, pero ya no me gustaba, como niño me impresionaba mucho el cambio y lo que hacían después, recuerdo que la primera vez me asusté mucho y le dije a mamá que se habían pegado por el culete, que los separara ella que a mí me daba miedo y les podía hacer daño, pero ella con una sonrisa me dijo que era normal, que eso lo hacían para tener huevos, pero o no lo entendía o no se bien que me pasaba, lo que si recuerdo es que ya no me gustaban tanto mis gusanos, ¡quizá presentía el final y es duro para un niño!. Después guardaba los huevos y el año siguiente empezaba con la misma ilusión la primavera y el verano.
Nani. Mayo 2011.
Nunca tuve gusanos de seda. Siempre quise, lo pedí y lo pedí, pero nunca me dejaron, a mi madre no le gustaban nada de nada...y ahora al pensarlo, me entristece un poco...es como ser un poco huérfana en recuerdos...
ResponderEliminarAyyy cuántos recuerdos. Precioso relato Nani. Muchos besos.
ResponderEliminar¡La vida tiene tantos y tan bellos matices bajo la mirada de un niño!
ResponderEliminarCreo que nunca vi (en directo) los huevos de los gusanos de seda y desde luego, desconocía el tratamiento hasta que llegan a crisálida. Me temo que aparte de tu tierno relato, también me has regalado una lección de biología. Muchas Graciasssss!
Y esta mariposa se va volando (los telèfonos no dejan de sonarrrrr) a perseguir la tarde! Por supuesto, antes te abrazo fuerte y te dejo miles de besicos con mucho cariño mi Nani!
Dios, Nani, creo que me estoy haciendo mayor: me he emocionado y todo. ¡De verdá! Snif.
ResponderEliminarMis gusanicos de seda...
Es que es todo verdá lo que dices, todo.
Mañana busco las viejas cintas de VHS, que las hay. ¡¡Ay!!
Besotes y gracias.
¡Me has hecho rejuvenecer unos treinta años!.
ResponderEliminarAhora no sé si los niños juegan con gusanos de seda.
Un saludo.
No me hables de gusanos. Yo tuve varios años en clase y a la quinta generación había tantos, que cada vez que se acababa la clase, tiraba a puñados por el retrete...(¿todos tenemos un cadáver en el armario, no?)
ResponderEliminarMuchos besos, Nani.
Querida mía.
ResponderEliminarUn texto entrañable,el misterio de la naturaleza y la mirada de un niño ante la vida y sus cambios.
Un montón de abrazos emocionados.
Confieso que llegó a horrorizarme el gordo y feo polillón en que se convirtieron mis primeros gusanos, quizá porque esperaba una bella mariposa. Aparte de esto, para un niño, como el de tu texto, esa metamorfosis siempre será un adelanto de los cambios que irá experimientado él mismo. Hermosa evocación la que haces...
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarQue recuerdos me han traído tus palabras...
Maravillosos.
Besos.
desconocía absolutamente todo sobre la crianza de gusanos de seda.
ResponderEliminarqué maravillosa historia!
el ciclo de la vida por ojos de niño.
siempre renacer,recrearse, rearmarse.
mil besos*
cachis, qué nostalgia. Si es que, en los ratos libres del bar ; ) me encantaba mirar y mirar mis gusanos de seda. Para mi lo peor era cuando se hacían mariposillas, porque sabía que a los pocos días ya se iban a ir al cielo (por si hay algún niño leyendo).
ResponderEliminarGracias por compartirlo!
Abracicos.
¡Por fin Blogger nos deja visitarnos!
ResponderEliminar¿Son gusanos de seda? yo los criaba maravillada con la transformación :)
Besicos
Todo niño ama la vida. Sobre todo si es tan mágica y hermosa como la describes. ¡Cuántas imágenes y sensaciones. Maravilloso.
ResponderEliminarSaludos.
Espero recibieras mi comentario de ayer lamentablemente no lo veo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.(San blogger)
Al margen de que me ha gustado, mujer, te has dejado un dato importante, qué hacía el niño con la seda resultante?
ResponderEliminarQuerida Nani, veo que se me borraron los tres comentarios que te había puesto en las tres últimas entradas.
ResponderEliminarSorpresas de blogger (no somos nada, cielo)
Muchos besos
Lo cierto es que, mirado con frialdad, esa metamorfosis de gusano a mariposa para un gusano tiene que ser terrible. Al fin y al cabo se convierte en monstruo: bonito, pero monstruo
ResponderEliminarUffff...a mi de gusanos de seda no me hables, aún tengo en mi pituitaria grabado el olor... uffff qué trauma el mío: primero, se transformaban (cosa que no comprendía en absoluto) y segundo, se los comieron las hormigas (aaaaaaaaah qué dolor más grande) así que... no volveré a releer tu texto jooooo :-(
ResponderEliminarbesos
Que niño no ha tenido gusanos de seda.
ResponderEliminarYo recuerdo tambien el proceso, entre placer y aprensión... Había veces cuando estaban ya gorditos que los miraba con cierto repelús... pero como tu dices, al año siguiente de nuevo...
La vida se repite.
Creo que ahora eso ha quedado ya atrás.El esparcimiento de los niños de hoy ha cambiado mucho. Las maquinitas de tanta diversidad se han apoderado un poco de la naturaleza...
Un beso