Aquel día de verano de
1945 en las ciudades
alemanas aún se percibía el humo y el olor a barbacoa. Los zumbidos de las
bombas y los aviones sobrevolando nuestras cabezas se escuchaban en sueños y no
se podía descansar. Los que allí vivíamos creíamos que de un momento a otro
vendrían a recogernos y llevarnos en alguno de aquellos trenes. Las emisoras de
radio habían anunciado el fin, pero creerlo era otra cosa, nuestros cuerpos y
nuestras mentes ya vivían demasiado apresados y ver la luz resultaba imposible
por el momento.
YA NO QUEDA PENA
Aquel día de verano de
1945 no fue como tú
sabes un día más. Pudimos escaquearnos pero decidí no hacerlo y a partir de esa
fecha nuestras vidas cambiaron. Ya no fuimos los mismos e incluso en mi aspecto físico hubo
una transformación. Nuestra relación se enfrió
y poco a poco dejamos de vernos, de llamarnos y al final, tú por un lado
y yo por otro. Hoy tenemos que aparecer juntos y contarle muchas cosas, pero lo
que nunca contaré es que llevo tatuados todos los momentos que no quisiste
compartir y que es imposible recuperar.
ACEPTACIÓN
Aquel día de verano de
1945 el calor se
dejaba notar y todo se hacía insufrible a excepción de tu silueta cuando
asomabas sonriente por el quicio de la puerta.
Yo anhelaba ese momento de tu aparición y desde mi inmovilidad, eras
como el aire fresco que entra por la ventana al amanecer. Sólo ese instante
merecía la pena para poder seguir viviendo de esa manera insufrible que la naturaleza me otorgó.
Nani. Junio 2016
La carga por lo que fue, la carga por lo que no fue y la aceptación de la carga. Muy compensaditos entre los tres. Bien Nani.
ResponderEliminarBesotes muchos.
Una época terrible, querida Nani, ojalá nunca regrese ni siquiera algo parecido.
ResponderEliminarUn abrazote
me encanta el sabor de misterio entre líneas de tu texto
ResponderEliminarQue duro es vivir a veces.
ResponderEliminarTres buenos ejemplos.
Besos.