Empieza
a amanecer y se despereza. Pronto comenzará las tareas en el campo aunque antes
deberá dejar hecho el almuerzo y la casa recogida. Le parece escuchar como
golpean las canales al estrellarse en el suelo y poniendo atención, confirma
que llueve con intensidad, por lo tanto hoy al campo no se podrá salir. Se
alegra porque viene bien un día distinto, aunque aprovechará para proveer la
despensa y ver si consigue las mantas para las camas de los pequeños y los
ovillos de lana, para por la noche mientras entra en calor a la vera de la chimenea,
tejer los jerséis que llevarán para ir a la escuela.
Remoja
en leche caliente el pan que sobró en la cena, se calza las botas de agua y
prepara la mula. Acopla en el serón los pollos que le encargó el alcalde, los
huevos que llevará al médico, los tarros de mermelada que cambiará por la lana,
los melones de invierno que llevará a cambio de la primera manta, junto con la
miel, los pimientos y las calabazas que recogió ayer, así como las conservas de
hortalizas.
Coge
el paraguas que fue del abuelo y emprende el camino hacia el pueblo.
Nani.
Octubre 2016
Me parece una mujer entrañable.
ResponderEliminarDe otro tiempo.
Alguien en quien confiarías a ciegas.
Besos.
Hermoso relato perdido ya en el tiempo, Nani.
ResponderEliminarQué bien huele esta fruta de otoño.
Y tus palabras.
¡Qué bonito, Nani! Dan ganas de querer a esta mujer y ayudarla a que las cosas le salgan bien.
ResponderEliminarUn abrazo tiernísimo.