Sandra
es una persona a la que le gusta mucho
cambiar impresiones con sus semejantes, pero por su trabajo haciendo corre
turnos, no coincide con mucha gente de su edad o con quienes estén dispuestos a
entablar una conversación. Hoy por ser festivo, haber coincidido con su día de
descanso y comprobar que hace un sol espléndido, se ha colocado el vestido de
las grandes ocasiones, ha cambiado sus zuecos de trabajo por unos zapatitos de
tacón bajo y se ha dispuesto a pasear en un principio; después se ha sentado a
tomar el sol en un banco del parque, donde hay un chico joven hablando por
teléfono. Ha imaginado que cuando termine podrán conversar, pero la charla se
alarga y según va deduciendo, habla con una amiga de la pareja con la que
parece ha pasado la noche. Le pide que no le cuente nada a la amiga y que
cuando le parezca, pueden repetir ya que la experiencia ha sido muy
gratificante. Sandra no entiende como si habiendo estado con ella hasta hace un
rato, lo que le está comentando no lo ha hecho en persona. Aunque ella aún se
resiste a comprar un teléfono móvil y será por eso -imagina. Creé que hablar
cara a cara es mucho más agradable y para las ocasiones necesarias, tiene el
teléfono sobre la mesita rinconera del salón. Más tarde y como ya está
prejuzgando sin tener verdaderos motivos, decide que es mejor retirarse y
seguir caminando, igual encuentra más adelante con quién cambiar algunas
impresiones. Se levanta y se encamina hacia el bulevar. Piensa que en alguna
terraza de las cafeterías que hay por todo el camino de regreso a casa, puede
que haya algún conocido con el que pueda sentarse a tomar una deliciosa
infusión y mientras, hablar un buen ratito bajo los rayos solares. Al llegar a
su portal, busca en el bolso la llave
para abrir la puerta, comprobando que una vez más ha conversado con ella misma
y llegando a la conclusión de que pertenece a otro tiempo, que las personas
antes se llamaban para quedar y disfrutar de su compañía y sus cambios de
impresiones y hoy, prefieren utilizar un aparatito y huir de lo que verdaderamente
compromete o es auténtico. Cuando se dispone a entrar en el portal, se da
cuenta que le apetecía tomar una infusión en una terraza y que no lo ha hecho
por no encontrar a ningún conocido, así que como no le parece justo, cierra la
puerta y retrocede por donde llegó, se sienta en la primera terraza, se pide un
té verde con jengibre y se recuesta disfrutando del calor solar y del aroma de
su taza humeante. De todas manera conversar como ella lo hace, le ayuda a reflexionar
y a darse cuenta de lo que es auténtico o no lo es y se siente feliz de por lo menos,
ser libre de escoger cómo vivir y respirar.
Nani.
Noviembre 2018
Bonito relato y real....en estos tiempos ya casi nadie conversa cara a cara ..aveces, estando en la misma casa conversan por el móvil......Saludos
ResponderEliminarSandra las nuevas tecnologías son muy buenas, pero enemigas de las relaciones naturales y humanas.
EliminarMuchas gracias.
Besicos muchos.
Los móviles y las redes sociales al final han acabado por aislarnos.
ResponderEliminarBesos.
Y nosotros nos hemos dejado embaucar y caer en sus redes.
EliminarBesicos muchos.
Hermoso relato, donde nos hablas de la soledad de las personas, que no encuentran a nadie con quién compartir sus días.
ResponderEliminarBesos apretados.
Triste realidad Pilar. Las personas somos así débiles y de torpes.
EliminarGracias por comentar.
Besicos muchos.
buen relato, buscar una buena conversación puede rescatar una vida... con o sin tecnología el contacto entre la gente es muy importante....
ResponderEliminarPeligrosos estos artefactos cuando sustituyen más de la cuenta. Bonito relato, un abrazo Nani
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