Cuando
llegué a la ciudad de los rascacielos, quería experimentar por mí misma todos
los tópicos y realidades que se contaban. Dejé en el hotel mi equipaje y decidí
ir a cenar a un restaurante que me recomendó Javi, situado en la calle 45.
Debería preguntar porque aquello era más grande de lo que había imaginado y
estaba un poco perdida. Llevaba mi mapa y diccionario para ubicarme, pero no me
resultaba suficiente. Decidí desplazarme en metro por eso de observar, estaba
ansiosa por ver a las personas que se desplazaban en ese medio tan típico. Creo
que soy una persona muy mediatizada por los film americanos y por familiares
que ya habían estado o vivido en la ciudad. Me contaron maravillas y al mismo
tiempo, cosas nefastas o que no les habían gustado, por eso mi curiosidad había
crecido en demasía. Quedaba un asiento libre y lo ocupé. Frente a mi observé a
un señor con gabardina y careta de Mickey Mouse. Pensé que ya empezaba a ver
ciertas cosas típicas de las que solían aparecer en las peli o de las que me
contaron. Me daba la impresión que dicho señor se fijaba con insistencia en mí
y sin poderlo evitar, comencé a sentir miedo. ─ Pensé─, ¿y si cuando me baje
resulta ser un lugar solitario y me persigue, que deberé hacer? Acongojada como
ya me encontraba, quise entablar conversación con mi pareja de asiento, que
resultó ser un asiático que no entendía nada de nada de lo que por mi boca
salía. Cuando volví a mirar con cierta precaución al señor de la gabardina,
observé que lo que creía era una careta, resultó ser un globo que llevaba una
niña y que tapaba todo el rostro del señor. Con gran alivio, sonreí tanto a la
niña, su mamá y hasta al señor que a pesar de todo, me inspiraba cierto respeto
y con la seguridad de que la mente nos juega muy malas pasadas y más la mía que
siempre la llevo llena de pájaros. Decidí disfrutar mi viaje que comenzó a ser
bastante divertido, ya que entró en la siguiente parada un payaso de esos
típicos (peluca blanca de rizos, nariz roja redonda y cara totalmente
maquillada en colores) y, como ya me había mentalizado y visualizado a no dar
crédito a mi imaginación, me dispuse a observar y contar las paradas que me
faltaban, cuando unos segundos después una voz dijo a través de un megáfono: ¡“Si
alguien se mueve lo atravieso”! Giré mi vista hasta donde procedía dicho mensaje,
y comprobé que un payaso sostenía un megáfono en una mano y en la otra, una
pistola y nos apuntaba a todos los que el vagón ocupábamos. La diversión estaba
asegurada, así que empecé a esperar el momento en que aparecería Batman,
Superman o el Hombre Araña, pero en la parada siguiente que era en donde debía
bajar, el tren pasó de largo, entró en un túnel, las luces se apagaron y tan
solo recuerdo que estaba más tarde en un hospital donde me atendía una
enfermera vestida a lo Blanca Nieves y unos cuantos enanitos le decían que yo
era la madrastra y que no confiara en mí.
Nani.
Mayo 2019
Genial!!!
ResponderEliminarCreo que no iré ;)
muchas gracias Alfred. Me alegra que te guste.
EliminarBesicos muchos.
Pues sí, excelente,contenido y forma. Olé! Nines.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias Carmen. Estupendo que te guste.
EliminarBesicos muchos.
la verdad que está muy ingeniosa la toma... hay que estar en el momento justo...
ResponderEliminarJLO, ya sabes, que la inspiración te coja trabajando. Bienvenido a mi espacio.
EliminarBesicos muchos.
Qué bueno!!!
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo.
Imaginación hasta el final eh...
Besos.
Muchas gracias Toro. Me encanta que te guste.
EliminarBesicos muchos.
Qué original, tienes una gran imaginación, un placer leerte.
ResponderEliminarBesos.
El placer es mío, por saber que te ha gustado y por recibir tu comentario.
EliminarBesicos muchos.
Maravilloso texto e imaginación..... De película. Saludos amiga.
ResponderEliminarDe película es recibirte Sandra y tenerte como lectora.
EliminarBesicos muchos.