De
niño fui bastante travieso y goloso. Un día me di un atracón de pan de higo y
comenzó a dolerme la barriga. Me quedé dormido en el sofá, estaba mal. Noté su
mano en mi frente, estaba enfermo. Era
la abuela Misericordia, con la que
pasaba grandes temporadas. Como pude, le dije que no les contara nada a mis
padres y ella con la compasión y ternura que la caracterizaba; me
respondió que sería nuestro secreto, pero que a cambio tenía que adquirid un compromiso. ¡Ya es hora que andes
sentando la cabeza! ─dijo, y me besó.
Nani.
Julio 2020
¿Pero se levanto del sofá?
ResponderEliminar;)
Abrazos
Jajajaj. Tú que crees Alfred?
EliminarBesicos muchos.
Palabras complicadas, pero muy bien encajadas en el texto. Adoro la sensibilidad y ternura de tus textos.
ResponderEliminarUn besazo.
Eres muy generosa Rebeca. Muchas gracias.
EliminarBesicos muchos.
Con una abuela así el mundo es más fácil.
ResponderEliminarBesos.
Bueno, puede ser pero yo no conocí a mis abuel@s y no lo puedo afirmar, Xavi.
EliminarBesicos muchos.
Todo los días aprendemos de la belleza de las palabras...
ResponderEliminarAsí es Meulen. todos los días debemos aprender algo.
EliminarBesicos muchos.