Con
esta edad no era nunca suficiente el reto o esfuerzo. Si tú me pedías aúpame y llévame
en el patinete, ahí estaba yo. Lo que no me esperaba es que debido al exceso de
grasa en las ruedecitas, al peso y la cuesta abajo, terminamos dando con
nuestros tristes huesos en la reja de la fábrica de helados. Lo único bueno que
tuvo el golpe, es que había hielo y al menos nos aliviaron la hinchazón,
mientras llegó la ambulancia. Al final estuvimos parte de las vacaciones con
una escayola tú en la pierna derecha y
la cara toda quemada por el rasponazo. Por mi parte, el brazo izquierdo también
escayolado, la cabeza vendada a causa de una gran brecha y el coxis como si me
hubieran pisoteado quince elefantes. Bastantes días sin vernos y sin playa,
pasamos. Al final me viniste a ver, pero no te reconocí con tanta concha en tu
rostro y el aturdimiento que todavía me duraba. Al final todo fue pasando y aunque
pudimos por fin ver el mar (sin mojarnos por las escayolas y desde lejos), nos
juramos amor eterno.
Hoy
al cabo de 20 años, me pregunto dónde habrás pegado con tus huesos. Te aseguro
que yo estoy en una gran ciudad y todos los veranos añoro y deseo tu boca y tu
sonrisa, por eso esta foto me acompaña siempre guardada en la maleta.
El
resto del año, hago una vida normal de ejecutivo, con esposa y tres hijos, sin
tiempo ni de mirar fotos, ni de pensar en el pasado. ¡Cada día que pasa odio
más la globalización, si los míos me acompañaran, me mudaría a uno de esos
pueblos perdidos en la que, mal nombrada llaman: “La España vaciada”!
Nani.
Julio 2021