Siempre
observé la profesión de mi abuela materna y como mi madre y sus hermanas, mis
tías; eran las modistillas que en su taller realizaban vestidos de fiesta,
novia o sencillos trajes de diario, para señoras, jovencitas y niñas.
Ella
me enseñó a ensartar una aguja y hacer el repulgo (así llamaba al nudo que se
hacía al hilo), para que no se escapara cuando comenzaba a sobrehilar. Aprendí
con muy corta edad y después, a coser los bajos, encarar patrones e hilvanar
piezas.
Cuando
comprendí que la abuela que era por entonces la jefa de aquel sencillo taller y
que confiaba en mí, le prometí seguir su misma vocación.
Al
comunicarle mis propósitos y escuchar la palabra “vocación”, me dijo: Ay niña, ¡qué
sabrás tú de mi vocación, era lo que había y en la vida me planteé nada más! Tu
bisabuela me metió con tu edad en el taller de doña Manolita. Entonces no te
planteabas vocaciones ni nada de nada, ibas a ganarte unas perras gordas en dónde
tus padres podían colocarte, no había planteamientos y cuidadito si protestaba.
Lo que podías recibir era un guantazo, ¡no había otra! De todas maneras,
preciosa mía ─siguió diciendo─, si quieres seguir esta profesión, prométeme que
te vas a formar y vas a tener un verdadero taller, para crear vestidos de esos
que se ven en las revistas que tengo guardadas y que tanto te gusta mirar, o como
los que salen por la televisión en los desfiles. Te pido que seas una de las
mejores y disfrutes con tu trabajo. No lo hagas porque es lo que siempre has
visto o porque creas que debes seguir haciendo lo que tus mayores. No limites
tu conocimientos y si a ello te vas a dedicar, no pongas límites en diseños
masculinos o femeninos, o ambos. Al menos, que tengas los suficientes
conocimientos para aceptar o rechazar. No me gustaría que te vieras obligada a
hacer lo que justamente te de comer, ¿entiendes lo que te digo?
Cuando
ocurrían estos episodios, siempre la miraba muy fijamente y asentía con mi
cabeza, hasta que un día le dije: ¡Abuela, te prometo que me formaré y siempre
estarás orgullosa de mí!
Así
fue y ahora, me encuentro terminando la formación de diseño en corte y
confección. Estoy orgullosa de mis logros y sé que, en breve tendré el lugar y
por supuesto, me encontraré rodeada de bellas telas, colores, diseñaré todos
esos modelos que he ido guardando en mis carpetas y tendré un nombre, pero,
sobre todo haré lo que desde muy pequeña he ido marcando en mi catálogo de
proyectos.
Nani.
Marzo 2023
muy buen micro, nos llevas a reflexionar, que siempre hay que hacer lo que realmente queramos, no lo que nos impon gan otros o nosotros mismos por seguir una tradición familiar. Si gusta y apetece hacerlo bien, pero no nos impongamos nada de lo que no queramos. Muy bueno Nani. Un beso y feliz fin de semana
ResponderEliminarAprendiste y ahora podrás enseñar...
ResponderEliminarAbrazo hasta vos.
Un proyecto que se ha terminado y que ahora dará rienda suelta a tanta imaginación y puntadas , donde hacer lo que en verdad gusta.
ResponderEliminarEso si es cierto felicidades, y si un texto es magnifico , es algo que tenemos que tener presente hacer lo que gusta se saca más provecho. Un besote .
Hermosos proyectos bien entendidos. Bravo 👏👏👏👏
ResponderEliminarNani, qué bien nos expones cómo tratamos de seguir la tradición familiar muchas veces...Pero lo importante es ponerle ganas para superarnos y no quedarnos en la rutina y la costumbre...Muy bueno, compañera.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable y mi cariño, Nani.
Como en tantas otras cosas hay que seguir el camino del corazón.
ResponderEliminarTener una profesión que nos guste es un privilegio.
Besos.
Un texto muy bonito y entrañable. Besos
ResponderEliminar¡Me has emocionado! Con qué sencillez nos lo cuentas y de qué manera tan admirable se recogen esos deseos y ese apego tan hermoso a la abuela. Seguro que todo saldrá bien, será un éxito personal conseguido.
ResponderEliminarUn gran abrazo, Nani.
Muy bueno, Nani.
ResponderEliminarLa diferencia entre necesidad y vocación.
El contrapunto literario entre los opuestos.
Besos.