domingo, 23 de julio de 2023

CAMPIN

 


Foto subida de la red

Tenía siete años cuando fuimos al campin de Las Muñecas. Le llamaban así, porque una de las actividades que se hicieron en sus comienzos allá por los años 60, era hacer una pasarela de niñas muy monas, acompañadas de sus hermanos y primos, todos muy bien arregladitos tal que si fueran muñecas y muñecos.

Cuando estuve como he dicho con esos siete añitos y con mi familia, conocimos a una familia que acampó a nuestro lado. Fuimos inseparables en los 10 días que allí convivimos.

Ellos eran cinco. Los padres, dos chicas y un chico por cierto, un añito mayor que yo.

Nosotros éramos tres, mis padres y yo, aunque para finales de año, mi familia aumentaría, ya que mami estaba embarazada. Ella decía que “embarazadísima”.

Por entonces acudimos a pasar aquellos días, con una tienda de campaña y lo imprescindible, que papá colocó en su antiguo Seat 127 y todo lo necesario para sobrevivir. Recuerdo que la olla exprés la llevaba a mis pies, así como un hornillo campin gas dentro de su caja, que cuando por la noche ya no se utilizaba para cocinar, sino que cenábamos bocadillos de mortadela o de salchichón de la matanza de la abuela, se usaba como iluminación, cambiando la parte que servía para cocinar por el de iluminar, ya que ambos se acoplaban a una pequeña bombona de gas. El colchón era una plancha de espuma, que enrollada papá llevó bien sujeta en la baca de aquel querido 127.

Todo iba bien empaquetado y no quedaba un solo resquicio en el coche que no estuviera ocupado.

Comprábamos trozos de hielo para refrescar la bebida y el agua, en las neveras portátil y algún día, caía un corte de helado que nos sabía a gloria.

Después todo cambió. Ya no se podía viajar de aquella guisa, además de ser una temeridad, impensable habiendo aumentado la familia. No fue un hermanito lo que llegó, sino además una hermanita que no detectaron los médicos. Andábamos todavía en los años 70 y no había ultrasonidos ni nada parecido, en el consultorio del pueblo.

Hoy sería impensable viajar de esa manera. A mi hija no se me hubiera ocurriría meterla entre tanta caja como fui yo en aquella ocasión.

Así que, a partir de aquellas fechas, el verano lo pasábamos metidos en el barreño de agua soleada en el patio y durmiendo en colchones tirados por el suelo y que compartíamos con los primos en la casa de la aldea, dónde vivían los abuelos. Jugábamos en la plazoleta del ayuntamiento que compartían todos los niños de allí con los que llegábamos. Merendábamos pan con aceite y azúcar y no recuerdo veranos más bonitos y más refrescantes. Cuando volvíamos, mamá nos lavaba con agua que había puesto al sol, para después de la cena ir a contar historias a casa de los abuelos de los amigos y volver a veces cogidos de la mano y muertos de miedo, pero felices como nunca he visto a mis hijos o los hijos de mis amigos hoy en día.

Nuestras manos servían para coger la pelota, agarrarnos cuando jugábamos a la pilla pilla o como ya he dicho, cuando volvíamos a casa muertos de miedo y cogidos de la mano. Hoy todos piden una pantalla y me da pena, porque creo que la niñez y la juventud, se les escurre entre los dedos, como el humo de una chimenea y esas manos están perdiendo el contacto de la piel, por otro más frío a pesar del calor del verano. Claro que aquellas fueron mis experiencias, cuando pase un tiempo tendrán que hablar los chicos de ahora.

Y bueno, no he dicho que seguimos teniendo contacto con aquella familia que conocimos en el campin. Aquel chico, es hoy el padre de mis hijos y mi compañero de vida.

#historiasdeverano


Nani, julio 2023

7 comentarios:

  1. Todo un ciclo, las cosas han cambiado, pero nosotros no tanto.
    Un abrazo.

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  2. Es maravilloso que logres recordarnos con tanto corazón todo esto. Besos

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  3. Guau! Sorpresivo final. Una historia de vida maravillosa.
    Bravo 👏

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  4. Maravillosa tu historia Nani!
    ¡Oh! ¡Cómo ha cambiado todo! El tiempo corre muy rápido y los recuerdos nunca se borran dentro de nosotros...
    Besicos muchos

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  5. Nani, si es autobiográfico, pues mira tú dónde fuiste a encontrar el amor
    Muchas veces he pensado en cómo ha cambiado todo. Antes bajabas a la calle a jugar, te ibas de expedición con los amigos y apenas pasaba nada malo (o no nos enterábamos). Ahora al parque en manada y vigilancia continua, o con las pantallas.
    Pero como bien dices, habrá que escuchar a los de ahora en el futuro.

    Besos.

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  6. Una historia preciosa y con sorpresa final.
    :)
    Me has hecho recordar muchas cosas.

    Besos.

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  7. Perdona la demora en venir a leerte, Nani. Lo que me estaba perdiendo... Eres cosa seria, amiga!!

    Abrazo hasta vos y sin sombrero pues...

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