Recuerdo
que me subí a una farola cuando niño, por una apuesta. Los chicos de la calle me
desafiaron. Decían que no sería capaz de quitar la bombilla y yo aposté la
bolsa de canicas que llevaban, más los rulos de acero.
Se
mofaban los muy enterados. Yo estaba seguro que iba a dejar sin luz la calle.
Al
empezar a anochecer allí estuvimos todos.
─
¡No vayas a dar una pedrada a la bombilla que eso lo hemos hecho todos unos
millones de veces!
Terminando
a frase, ya estaba arriba desenroscando la bombilla antes de que fuera encendida,
puesto que entonces me sería imposible por lo caliente que estaría.
Una
vez la bombilla en la mano, amenacé con estrellarla en la boca de aquellos
enterados, si no me daban sus canicas y los rulos.
Aquel
día conseguí todas las canicas, pero sobre todo, el respeto de unos cuantos
enteradillos.
Nani, octubre 2023
A veces nos obligan hacer algo impropio para conseguir el respeto de los demás, sobre todo en determinadas épocas de nuestra vida. Muy logrado. Un besote.
ResponderEliminarPor una bolsa de canicas lo que haga falta...
ResponderEliminarCómo me gustaba jugar y tenerlas.
Besos.
La de cosas que hacemos de pequeños!!!
ResponderEliminarBesos.
El valor de mantener la palabra, sin duda, es algo que siempre se gana el respeto de los demás.
ResponderEliminarBesitos.
Me has sacado sonrisa.
ResponderEliminarMe has llevado a la infancia. Me encantaba jugar a las canicas. Me acuerdo de la bolsa para llevar esos tesoros de cristal y lo especial que eran algunas. No había nada más serio, ni estresante, que canjear canicas por otras.
Y también, algunas veces, había retos para hacerte con alguna ajena que ansiabas.
Besos!!!
Jajaja como para llevarle la contraria!
ResponderEliminarMuy bueno 👏🏼