sábado, 20 de julio de 2024

EL LEGADO DE LAS ABUELAS

 



Cuando  se hacían mayores todas se adentraban en el  bosque. La leyenda decía que pasaban a otra dimensión.  Lo cierto es que sabían que sin vista y ya sin fuerzas no eran útiles al poblado y una boca que alimentar no compensaba, por eso asumían la tradición, así había sido y así se aceptó; nunca tuvieron ni siquiera la posibilidad de pensar si les gustaba o no y unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas, que con delicadeza retiró para que no la vieran las personas que en la habitación estaban. Su nieta se acercó y le limpio con su pañuelo, pidiéndole que llorara lo que hiciera falta, que aquello que les estaba narrando escocía demasiado para dejarlo dentro. Ella le sonrío y prosiguió su relato.

Cuando las madres las preparaban para pasar al siguiente tramo de sus vidas, sobre todo cuando manchaban de sangre la ropa del camastro, sabían que eran demasiado jóvenes, pero no para la tradición. Les hablaban del momento que había llegado. De que ya era la hora de formar una familia. De cómo la montaría el que los ancianos le destinaran para ser el padre de sus criaturas. Del día del parto y el de la retirada definitiva. Todo esto se hacía ese día que dejaban de ser niñas para pasar a ser mujeres sin vuelta atrás. La mayoría de las madres o abuelas, realizaban este ritual con delicadeza y lágrimas en los ojos que tragaban para no asustar a esa criatura, que de un día a otro había dejado de ser niña. Recordaban ese día que les tocó pasar por lo mismo y aunque hacía ya algunas lunas, no eran las suficientes para haber superado el miedo, el dolor y sobre todo, la soledad que día a día, era la herencia que les correspondía en ese mismo instante. El momento más duro era el de parir como siempre se le llamó (ahora se le nombra de otra manera más refinada)  ─dijo─, pero no le dirían nada a esa hija o nieta, no era cuestión de amedrentar a la criatura; todas sabían que cuando llegaba el momento por mucho dolor o soledad que se acumulara, se debían comportar como una loba y lamer a la criatura, arroparla con la jarapa que en la dote le correspondía, dar de mamar los primeros calostros, salir de allí cuando ya tuviera fuerzas y a luchar como todas lo habían hecho. Se retiraban al bosque solas con los primeros dolores como mandaron las leyes. Apoyadas en un fuerte árbol y agazapadas, desprovistas de todo lo que las oprimiera, aunque hiciera un frío de mil demonios, allí empujaban, chillaban, se retorcían y más tarde, atendían en soledad a sus crías como siempre se hizo. Si al cabo de dos días no volvían, eran la madre del esposo y la propia madre, las que buscaban imaginando que ya alguno de los miembros no vivía. Si era la madre la que había pasado a la otra dimensión, allí quedaba acompañando a las abuelas y las otras madres que no habían sido fuertes para afrontar las tradiciones; recogían al bebé si se le veía con fuerzas para afrontar la vida solo y criado con la leche de alguna tía o ama que se ofreciera; pero si la criatura era la que no respiraba, la propia madre hacía el ritual y allí quedaba para acompañar a sus ancestros. Después y con ayuda o sin ella, salía a seguir el combate que los antepasados habían impuesto.

Los hombres nunca entraban en el bosque, estaba vetado a ellos pero lo que nunca se dijo es que les producía tanto pavor solo pensarlo, que les hacía sudar casi el suero de la vida, pero de eso no se hablaba. Ellos estaban venerados y atendidos hasta el final. Pasaban al otro lado, cubiertos de mimos y de ritos en sus tiendas, rodeados por todas las mujeres e hijas de la familia, mientras que los varones jóvenes cazaban y luchaban por los territorios conquistados, por los cereales y frutos y por el orgullo donde escondían sus miedos, sus tradiciones y, sobre todo, por tapar las bocas de quien osara decir que aquellas tradiciones debían cambiar. A los dioses no se les podía ofender, siempre había sido así.

Solo las abuelas y madres sabían lo que les esperaba a sus hijas, por eso cuando se quedaban embarazadas llevaban alimentos a la colina de la fertilidad. En realidad, todas pedían que fuera un hijo, en lugar de una hija la que naciera. En el fondo de sus almas pedían que no les tocara pasar por lo que ellas habían vivido. Después, si era mujer aceptaban de nuevo, bajaban la mirada y lloraban como locas cuando se adentraban en el bosque, fuera para lo que fuera; era la única manera que tenían de sacar algún dolor que sabían impuesto e injusto.

Eso es todo o casi todo lo que os puedo contar, ─relató la abuelita con voz apagada. Quisiera ser la última mujer de nuestras tribus que pasa por todas esas cosas. Había costumbres muy bonitas también, pero cuando una mujer sangraba, ya dejaba los juegos y tenía que tejer, labrar la tierra, ir por el agua, criar a los hijos y, sobre todo, estar siempre sola y más, en la hora de ir con los espíritus.

Hoy sé que estaré con vosotros ─siguió relatando─. Tendré una mano y cruzaré el umbral con menos miedo y con serenidad. Espero que todo quede en historias para contar. Para que se sepa que no todo fue bonito y para que se recuerde que las cosas se pueden hacer de otra manera. Qué no por eso se es más fuerte, más hombre o mujer y que las religiones o las tradiciones pueden cambiarse y no por ello, los espíritus o los dioses se indignan, ni nos castigan. Cuando se hacen las cosas por miedo, se llega a los extremos y siempre habrá un verdugo y, por lo tanto, un miserable esclavo, porque el esclavo por desgracia siempre se siente miserable por mucho que duela decirlo, lo lleva gravado a fuego en la piel porque así se lo hicieron sentir.

 

 

Nani, julio 2024


7 comentarios:

  1. Las mujeres sois el motor del mundo.
    Mi admiración y agradecimiento eterno.
    El relato es una maravilla.

    Besos.

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  2. Tu relato Nani es precioso Nani!
    Ser abuela significa ser madre dos veces, significa tener toda la sabiduría de los días y recorrer los caminos de la vida con los ojos cerrados! Es transmitir paz, amor, cariño y una sonrisa que nunca olvidaremos!...

    Besicos muchos.

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  3. Malditas tradiciones, cercenando la libertad de elegir el tipo de vida, e imponiendo a media población, rituales nefastos.
    Impresionante relato.
    Besos.

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  4. Ufff, la mujer aceptando la carga e imposición del dolor, la soledad y el abandono...Cuántas tribus, tradiciones y lugares de la tierra han sufrido y siguen sufriendo este maldito destino. Realmente injusto, sin apoyo, compasión y acompañamiento, que aligere sus tremendas circunstancias, Nani...Niñas jovencísimas y abuelas enfrentándose y aceptando el sacrificio de la entrega al dolor y a la muerte...Impresionada me dejas, amiga.
    Mi abrazo entrañable y agradecido por tus letras, Nani.

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  5. Sin la mujer no hay nada...
    Otra alta prosa tuya, Nani.

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  6. Excelente relato en honor a la mujer. Todo somos necesarios, pero la mujer manda romana.
    Un fuerte abrazo nani.

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  7. No hay que rogar por un hijo. Hay que levantarse y luchar por el cambio.
    Nada peor que una tradición hecha a medida.
    Y sé de lo que hablo. Viví un tiempo en un lugar donde las tradiciones eran parecida a tu magnífico relato.

    Besos, Nani.

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