lunes, 14 de enero de 2008

PREGUNTAS PARA ANTES DE DORMIR



“Siempre di lo que sientes
y haz lo que piensas"

(Gabriel García Márquez)


Paco es el médico de una pequeña localidad de provincia. Esta noche, no logra conciliar el sueño, pensando en la visita que le ha hecho su amigo Luis.
“¡Por favor, ayúdame!”, le había pedido.
Pero ¿qué quieres que haga, di?
“¡Sólo te pido que me ayudes, tan sólo eso!”.
“! Sabes que siempre he sido tu amigo. Sabes que me has tenido cuando me has necesitado, pero si no te explicas mejor, no sabré que quieres de mi!”
“En el trabajo me están poniendo muchas dificultades. Ayer vinieron Pablo y Jesús y me dijeron que si continuaba con esta forma de vivir, tendrían que tomar decisiones drásticas y para colmo, don Matías el párroco de san Cristóbal, hace dos días me insinuó, que si quería portar las andas de la patrona, tendría que dar ejemplo que de lo contrario, ¿qué será lo que aprendan los niños y los jóvenes?, y ¿qué será lo que piensen las personas respetables? ¡Es siempre lo mismo, siempre igual. Yo no puedo luchar más. He nacido así, tu mejor que nadie lo sabes! Además, ¿qué daño hago? Siempre he respetado a mis semejantes, he ayudado a mis vecinos y en el pueblo cuando me han necesitado y cuando he creído que debía aportar mi colaboración, ahí he estado. He cuidado incluso de los bebés de las vecinas, cuando me han necesitado. Soy responsable en el trabajo. Estuve al lado de María, cuando tuvieron que ingresar a su marido en el centro de desintoxicación. ¡No puedo más!”, dice con voz entrecortada, intentando sujetar un sollozo, que rompe al final, introduciendo el rostro entre unas manos temblorosas, apareciendo aun más en estos momentos, su aguzada sensibilidad, esa que las malas personas no le perdonan.
La impotencia de Paco es absoluta, sabe que no puede hacer nada, a excepción de darle apoyo moral y cariño. Sabe que no pueden luchar contra la burguesía de un pueblo hecho a base de tradición y que no se para a pensar en lo evidente y natural. En un pueblo que “la tradición es la tradición” y “los tíos tienen que ser muy machos”, (aunque algunos dentro de sus casas, humillen a su familia e incluso den alguna bofetada a la que comparte su cama).
¡Pobre amigo mío!, Que mal se lo están haciendo pasar. Ojalá todo cambie. Pero esta gente no aprende, si no es con heridas en su propia carne y aun así, no se apean del burro, porque lo dice la tradición, porque “las cosas son como son”. Este caso es el mismo que me contó mi colega Alfonso, al que sustituí –sigue pensando el médico -. Qué razón tenía cuando me decía: “¡Tienes que luchar con una piara cafres, que no entienden si no es a fuerza de cachiporra. Tienes que andar con una agudeza increíble, de día y de noche, porque son tercos como mulos!” Y vaya si tenía razón Alfonso. Aquel chico tuvo que irse a la capital, y cuando volvió para cuidar de su madre enferma, la pena se lo llevó a él también, ya que no hubo quién le apoyara y le comprendiera, así que la solución fue acompañarla.
No hay derecho a que la sociedad ponga tantas etiquetas a sus semejantes: “Este no me interesa porque es más moreno. Este otro, tiene el pelo demasiado largo, o demasiado corto. Esa mujer se pone demasiado llamativa y eso es de fulanas. Ese chico tiene ademanes. Aquel no tiene donde caerse muerto. Aquella mujer es inferior porque se dedica a fregar escaleras”, ¡por Dios! ¿hasta cuando todo esto?. ¿Nos hemos preguntado acaso alguna vez como somos cada cual? Nunca me gustaron las etiquetas, ni colocarlas; pero no me queda más remedio que pensar, que no dejamos de ser como los antiguos fariseos. Hasta el propio Cristo dejó que una prostituta le lavara los pies y después dijo: “¡Quién esté limpio de culpa que tire la primera piedra!” Y seguimos lapidando al cabo de tantos siglos. Y seguimos crucificando a todos los cristos que nos tropezamos a diario, a los más débiles, a los que proceden de lugares más pobres. A los cristos de otro color, a los que atraviesan las fronteras en pateras a costa de sus vidas. A los que en definitiva, han tenido la “desdicha” de nacer, en otras cunas y mamar otras leches, que no son las que determinados seres han estipulado. ¡Pero Dios! ¿Qué leches mamamos algunos, que parecen venenos que van corroyendo despacio, muy despacio, que se van apoderando de todo lo que pisamos y pensamos, de todo lo pertenece a toda una humanidad, sin distinción de clases, lenguas, color, religión o maneras escogidas de vivir?.
¡Dios dime!, ¿qué clase de leche estamos mamando y le estamos dando de mamar a nuestros hijos?
De pronto, Paco se sobresalta escuchando muy cerquita del oído la voz de su mujer que le dice: “Pero Paco, ¿otra vez desvelado?, ¡pero si tu ya haces lo que puedes, anda vamos a dormir!.
Y apretándose los dos uno junto al otro, ella le besa con mucha ternura e intentan que les atrape el rey de los sueños.




Para ti que no pudiste llegar al final.


Nani. Enero de 2008.

23 comentarios:

  1. Parece de otro tiempo, pero es que a veces la gente hace cosas impensables hoy día.
    Lo de las etiquetas es algo que yo no llevo demasiado bien, y se lo intento meter a mi hermano en la cabeza pero por ahora no he tenido éxito

    un beso!

    ResponderEliminar
  2. Etiquetas que no valen para nada. Habrá que sacar las tijeras y empezar a descoserlas para que no piquen.
    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Esas etiquetas no son más que prejuicios, los prejuicios no son más que miedos, y los miedos no son más que complejos. Besos desiquetados.

    ResponderEliminar
  4. Supongo que es muy dificil no etiquetar, de hecho una primera forma que tenemos los humanos de clasificar la realidad es esa, lo hacemos desde bebés

    Creo que hay que respetar a todo el mundo si queremos que nos respeten, pero tambien creo que hay que luchar por el respeto

    Sigo estudiando...

    Un beso guapa

    ResponderEliminar
  5. Etiquetas y más etiquetas... es comprensible que las pongamos, lo que no lo es es que no las cambiemos,... ponemos una y da igual que sea perídodo de rebajas o no, nosotros seguimos vendiendo y comprando al mismo precio.

    Me haces reflexionar sobre algo: No etiquetar antes de dar la vuelta y ver la composición de la prenda en cuestión.

    Ojalá viesemos a todos 100% algodón.

    Besos.

    ResponderEliminar
  6. Bueno, tocas un tema que justo hace poco discutí (amigablemente) con un amigo, el de las etiquetas.
    Creo que es connatual al ser humano eso de encasillar las cosas y las personas porque a partir de eso es más fácil moverse, es más fácil vivir pisando sobre seguro, colocando un cartelito a cada persona en la cabeza para que no nos angustie ni nos abrume tanta diversidad, tanto desconocido...habrá que ir, como dice luna, sacando las tijeras.
    Un besote

    ResponderEliminar
  7. Tolerancia es la palabra clave, para entendernos. Pero aún falta camino por recorrer.

    ResponderEliminar
  8. Este es el asunto... "¿qué clase de leche estamos mamando y le estamos dando de mamar a nuestros hijos?"... decía algún grupo español por ahí:
    "Todo empezó el día en que a mamá se le agotaron los pechos y de sus pezones tan sólo brotó veneno. Esa es la leche que bnos ieron -sí- esa es la leche que mamamos"... de eso se trata, de sacar el veneno que llevamos dentro, de dejar que la rabia y la indignación nos ganen por una vez y empezar a construir un mundo donde éstas dos no sean necesarias... No se dude, en el camino habrá que aprender a patear traseros

    ResponderEliminar
  9. Conozco un chico de mi pueblo (que es bastante grande y moderno) que tuvo que irse a vivir a Barcelona para poder ser feliz...

    Qué triste que la gente no pueda ser como es por el qué dirán.

    Un besazooo

    ResponderEliminar
  10. Magnífico. Seguimos anclados en el desprecio, la incomprensión y el clasisimo. No hay que cansarse de repetirlo, porque, aunque disfracen las cosas, todo el que quiera puede verlas. Tu relato es una insistencia en la verdad que merece todo mi reconocimiento y apoyo. Un saludo.

    ResponderEliminar
  11. No hace falta un pueblo para que la gente discrimine a los que cree diferentes. Basta un barrio, una calle, un edificio, un círculo de amistades... por desgracia...

    Besotes preciosa

    ResponderEliminar
  12. Pues si, mamá, esta es la lacra que nos acompaña y nos acompañará eternamente. Desgraciadamente hay gente que por sentirse "más o mejor" tachan a los demás y se atreven (qué gran autoestima) a ponerle un nombre a todo; supongo que es muestra de envidia y sentimiento de inferioridad, pero desgraciadamente te digo que esto va a seguir así, mientras seamos humanos, existan programas como "aquí hay tomate", y haya leches tan corruptas como la de muchas madres, muchos padres y hasta muchos biberones...
    ¡me ha gustado mucho! tu compromiso es genial, ahora sé de quien he heredado mi "jipura"jajaja

    ResponderEliminar
  13. Es solo un síntoma más de nuestra limitación mental. Estamos obcecados y encerrados por unas ideas retrógradas, siempre juzgando y opinando y metíendonos en la vida de los demás.

    ResponderEliminar
  14. Clasificar parece que simplifica la realidad, pero el proceso de clasificar implica remarcar las diferencias, no aquello que nos une. Lo terrible es que al cuando a algo se le “nombra” automáticamente comienza a existir.
    Etiquetar es el primer paso, el segundo es actuar en función de la etiqueta “discriminar” “rechazar”. Lo que me hace pensar; uno defiende la libertad de pensamiento, uno respeta las ideas de los demás, pero… no todas las ideas son igualmente respetables, no es igualmente respetable la idea que une que la idea que separa.

    ResponderEliminar
  15. Hola, pasé por tu casa, y me pregunté enseguida porqué llamaste así a tu blog,¿por tu amor a la poesía?. Curiosidad.....

    ResponderEliminar
  16. lo mejor es arrancar las etiquetas. si te preguntan " ups, las arranque porque me escocian"

    besos

    ResponderEliminar
  17. No es bueno prejuzgar y mucho menos colgar etiquetas. Si cada uno nos preocupáramos más por nosotros mismos sin meternos en la vida de los demás, seguro que el mundo sería un poco mejor.
    Ahhh....¡¡¡¡ y no se donde tengo que ir, pero vete preparando las tartas e inflando globitos de colores, que como me sigas tentando, me presento en esa fiesta que quieres montarme... (me ha encantado....gracias)
    Un beso, simpáticaaaaaaa.....

    ResponderEliminar
  18. Yo en esto estoy pesimista: cada vez veo más clasismo, más racismo y más estupidez a mi alrededor. Hay que desmontar muchas mentiras. Y seguir escribiendo.

    ResponderEliminar
  19. Prejuicios establecidos en nombre de no sé que tradicones de mierda..
    Este tipo de personas, con esa mentalidad...son animales en peligro de extinción....
    La sociedad avanza y ellos se van quedando solos...lo noto dia a dia...
    Nani, recuerda tu adolescencia...estoy seguro que era una sociedad mas machista, mas racista y mas clasista que ahora...yo lo recuerdo así...
    Besos reina.

    ResponderEliminar
  20. Etiquetas, prejuicios, ignorancia... Poco respeto por los demás. Escasa empatía.... me consolaré pensando que no todo el mundo es así.

    Besos

    ResponderEliminar
  21. Genial, todos llevamos una etiqueta puesta, por desgracia, algunas no son muy malas, pero otras. QUé mundo de mala leche.
    Besos

    ResponderEliminar
  22. La vida cotidiana, la que duele, la llevas a que uno reflexione.

    Abrazos.

    ResponderEliminar