Subió los diez pisos
hasta la azotea y
como siempre llegó sudorosa y con el tiempo justo. Mientras se secaba la frente
con el mandil, veía esconderse poco a poco y mecido en el horizonte del océano
el sol rojizo; el que le daba el soplo de vida para tener fuerzas y despertar
cada día. Así jornada tras jornada desde que se fue a hacer las américas. Un
atardecer más le enviaba su aliento y ella recibía la esperanza que se iba
convirtiendo en triste quimera.
Nani.
Abril 2017