Cuando se acercó a cerrar la ventana,
tropezó con el guante que creyó haber extraviado en el recorrido por el museo
de artes decorativas. La felicidad que le ocasionó el hallazgo fue máxima, ya
que dicha prenda había pertenecido a su abuela y siempre le atribuía un halo de
buena suerte y misterio al mismo tiempo. Aun
pareciendo superstición era algo que no podía evitar. Salir a la calle
sin llevar esa prenda resultó ser algo ya impensable, tanto si era invierno
como época estival. Sabía que era diseño propio y sobre todo, sentirse dentro
de esa piel o llevarlos cerca, era como notar la caricia de la persona que más
amó de niña. Nunca creyó hacer mal a nadie si con ello se sentía protegida.
Nani. Febrero 2018