viernes, 22 de marzo de 2019

LIN, JUBILADA





Se creen que no les escucho. ¡Si supieran que he practicado con soltura todos los dialectos chinos, e incluso varios idiomas, se caían para atrás!! ¡No, no soy “La Dama de Shanghái” como están diciendo que me creo! ¿Se habrán mirado al espejo, ellos no envejecen? Siempre igual, ¡qué seguros se sienten! ¡Si supieran que fui la espía más reconocida de nuestro ejército durante la Revolución China del 1949! Verdad es que tuve que ejercer la prostitución porque es en la cama donde los hombres se sueltan mejor, creyendo que son los amantes perfectos. Verdad es que tuve que fingir los orgasmos más verosímiles, pero para mí fue como si hubiera ejercido de enfermera y hubiera puesto vacunas o antibióticos. Era mi trabajo. Usé en su día con la mayor gracia, el abanico, los vestidos de  seda cantoneses y la sombrilla, de manera tan seductora que les volvía locos (fui una afortunada porque me libre de los vendajes de pies), pero sabía imitar a la perfección la forma de caminar, esa que era el complemento y preludio a una noche loca en la cama. Allí hablaban y soltaban agobios, miedos o los detalles más guardados que en condiciones normales, no dirían a nadie; pero así se ganaron guerras, se encontraron misiles y se rescataron a los más débiles, incluyendo a nuestros militares prisioneros. Pero no, no voy a decirles nada, si me canso, me voy a otro lugar a tomar el sol y disfrutar de la jubilación que me gané gracias a toda esa experiencia que acumulé. También sé dónde estoy, qué edad tengo y como estar en el lugar que ocupo, por lo tanto no diré nada, ni siquiera me inmutaré. Lo mejor de todo es dejarles que sigan creyendo sus propios cuentos. ¡De todas maneras no les convencería, ni merece la pena!!

Nani. Marzo 2019