Se
creen que no les escucho. ¡Si supieran que he practicado con soltura todos los dialectos
chinos, e incluso varios idiomas, se caían para atrás!! ¡No, no soy “La Dama de
Shanghái” como están diciendo que me creo! ¿Se habrán mirado al espejo, ellos
no envejecen? Siempre igual, ¡qué seguros se sienten! ¡Si supieran que fui la espía
más reconocida de nuestro ejército durante la Revolución China del 1949! Verdad
es que tuve que ejercer la prostitución porque es en la cama donde los hombres se
sueltan mejor, creyendo que son los amantes perfectos. Verdad es que tuve que
fingir los orgasmos más verosímiles, pero para mí fue como si hubiera ejercido
de enfermera y hubiera puesto vacunas o antibióticos. Era mi trabajo. Usé en su
día con la mayor gracia, el abanico, los vestidos de seda cantoneses y la sombrilla, de manera tan
seductora que les volvía locos (fui una afortunada porque me libre de los
vendajes de pies), pero sabía imitar a la perfección la forma de caminar, esa
que era el complemento y preludio a una noche loca en la cama. Allí hablaban y
soltaban agobios, miedos o los detalles más guardados que en condiciones
normales, no dirían a nadie; pero así se ganaron guerras, se encontraron
misiles y se rescataron a los más débiles, incluyendo a nuestros militares
prisioneros. Pero no, no voy a decirles nada, si me canso, me voy a otro lugar
a tomar el sol y disfrutar de la jubilación que me gané gracias a toda esa experiencia que acumulé. También sé dónde
estoy, qué edad tengo y como estar en el lugar que ocupo, por lo tanto no diré
nada, ni siquiera me inmutaré. Lo mejor de todo es dejarles que sigan creyendo
sus propios cuentos. ¡De todas maneras no les convencería, ni merece la pena!!
Nani.
Marzo 2019