
Me
estaba poniendo nerviosa, llevábamos esperando dos horas y todavía nos quedaban
otras tantas. Por delante de nosotros había varias parejas. Los empleados celebraron
las butacas diciendo que estaríamos cómodas, pero eran del año “catapún” y
estaban, viejas, sucias y duras.
Ellos
como siempre cuando se reúnen, encontraron una diversión. Aficionados a los
juegos de mesa consiguieron una partida de ajedrez, que iban alternando.
Eliminados los perdedores, jaleaban con el resto que miraban. Todos se divertían
y lo pasaban pipa, ¡nada como un grupo de chicos con juegos de por medio!
No
puede aguantar más y salí a la calle. Me fumé dos cigarrillos, me tomé un café
y cuando de nuevo entré, seguían gritando como niños que se conocieran de toda
la vida. Algunas chicas dormían por puro aburrimiento e incluso una que apartada
estaba, lloraba de desilusión e
impotencia, ¡supongo!
Sin
más y viendo el panorama que me esperaba para el resto de vida, me arranqué el tocado, se lo entregué al que
iba a ser mi esposo y le dije que me iba
para siempre.
Al salir, noté como me daban las gracias los hijos que nunca
tuvimos.
Nani.
Marzo 2019